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05 Noviembre 2019

No encontraba las fuerzas para levantarme de la cama, durante y después de la cena de anoche Cristopher estuvo muy atento, la conversación no tuvo gran relevancia y mi mente creaba un sin fin de mundos imaginarios después de ver la foto.

Cristopher se había levantado y preparado para salir y antes de marcharse regresó al cuarto y besó mi frente mientras fingía dormir, algunas horas han pasado y sigo sin lograr entender la realidad en la cual estoy viviendo.

Suspiro, después de esto si algo parece empeorar no me puede sorprender.

Tomo mi celular para revisar los mensajes y correos, desde que cedí el anterior había decidido abstenerme de regresar a mis redes sociales.

Entre algunos correos se encontraba el de Claudia, tenía como asunto un tema de la empresa, más específicamente el recordatorio de la reunión mensual sobre el balance del mes anterior y como si ella supiera que acababa de leer su correo me llega un mensaje al chat.

Claudia:

Ahora que tienes mucho tiempo libre puedes conectarte más con la empresa.

En mi mente había leído aquellas palabras con un tono de enfado y reproche.

Sabes que nunca me he desentendido de mis obligaciones.

Me acomodo sobre la cama, si antes no tenía sueño, ahora me sentía muy despierta y con un posible mal humor.

Claudia:

Es que realices modelaje no significa que estés haciendo gran cosa.

Tuerzo mis labios y aprieto el teléfono en mis manos.

No entiendo porque ahora dice ese tipo de cosas, llevamos varios años en esto, mi actividad dentro de la empresa recae en gran parte en diseñar, es crear posibles bocetos que lleguen a ser lo suficientemente impactantes como para crearlos.

Aunque quiera responderle, me he quedado sin palabras, o al menos unas que fueran decentes.

En la empresa hemos sido tres, Claudia, Julia y yo, pero ahora que viene un bebé en camino hace que Julia se aleje un poco de su trabajo y se centre en su familia, dejándome a mí al lado de una mujer que parece cambiar en cada fase de la luna.

Rechisto y dejo en celular en la cama para levantarme e ir al baño, siento un bajo acaloramiento debido a la corta conversación con Claudia. Durante el baño un leve recuerdo relacionado con el bar recorre mi mente, nunca supe que pasó en realidad, aunque las pruebas apuntaron a que Claudia se defendió de un ataque de aquella mujer, parecía que la desconocida tenía sus razones... y yo salí en farándula internacional como parte de un chisme que afectó, en cierta forma mi trabajo.

Envuelta en la toalla y algo más serena decido buscar a un contacto para enviarle unos mensajes.


Quizás sea algo precipitado, pero me gustaría tener el resumen

de ingresos y egresos de la empresa a partir de junio.

Dejo a un lado el celular y me visto, por fortuna la respuesta es inmediata.

Javier Olmos:

Dentro de algunos minutos le envío lo que necesita, sin embargo, le

pregunto ¿algo está mal?

Me imagino al señor Olmos a las ocho de la mañana cerca de su computadora buscando entre múltiples carpetas los asuntos que llevan mi nombre y crear uno nuevo, creado de forma especial para mi. Espero que él no se sienta mal o extrañado por mi petición, siempre nos hemos reunidos cada seis meses para organizar los datos importantes sobre la empresa en los dos semestres del año y que pida esto un mes antes, puede ser confuso.

No se preocupe es un tema que manejare con Claudia, la

persona encargada de la Gerencia.

Cuando empiezo a sentir algunos síntomas de hambre me dirijo a la cocina, busco en la nevera algo de leche y en las alacenas cereal, por fortuna nada falta aquí.

No estudie administración de empresas o contaduría porque no me atraen lo números, pero eso no significaba que era totalmente ignorante a estos asuntos, después de crear la empresa había asistido a algunos cursos y estudios cortos sobre esos temas; así que al momento de recibir el documento y centrarme en este por varios minutos creía ver unos pequeños números que no se centraban en mi realidad.

Necesito a Julia; solo que mientras pensaba si era mejor llamarla o escribirle, un nuevo mensaje llegaba a mi buzón.

Cristopher:

Me gustaría verte ¿Por qué no vienes a la empresa y la

conoces un poco?

Se que el mensaje solo había llegado una vez, pero me está tomando más de cinco veces poder asimilar lo que me acaba de enviar.

¿Acaso él estaba cambiando después de pensar que...? Sabía y sentía que Cris no es el tipo de hombres que decide presentar la novia a la familia cuando solo llevan un mes de relación y menos si se trata de una mujer que no es la que ellos conocen, pero algo me decía que esta sería la ocasión perfecta para conocerlo aún más.

Y para asegurarme de su petición le envío tres puntos suspensivos, esperando que no se haya equivocado.

Así que, solo necesité arreglarme un poco más y buscar un calzado idóneo para salir. Cuando estaba por llegar al ascensor la presencia de los guardaespaldas ya no era tan abrumadora, creo que ya me estaba acostumbrando a su presencia, aunque al momento de subir al auto y decirle la dirección al chofer lo sentí algo confundido, sin embargo, accedió.

Ahora, por fin estaba cara a cara con el alto edificio que se destacaba a lo largo de la calle; me dirigí a la recepción donde un hombre y una mujer se encontraban trabajando, uno contestando una llamada y la mujer se centró en mí al verme.

—Buenos días, tengo una cita con Cristopher Ferrer.

—Su nombre —pregunta la mujer mientras busca algo en la computadora.

—Antonia Castillo Leite.

Sabía que mis palabras no pasaron desapercibidas, ni para la mujer que me estaba observando con mayor atención que antes y mucho menos el hombre que trabajaba a su lado. Juntos intercambiaron algunas miradas.

—Tome el ascensor, piso cinco y la oficina de la gerencia.

—Gracias —Supongo.

Caminar y dejar atrás como murmuran es muy incómodo, y al momento de presionar el botón del ascensor y que este llegara con relativa rapidez me alivio. Cuando las puertas se abrieron, sentía que me enfrentaba a algo desconocido que generaba en mí algo de inquietud y miedo, pero esto se multiplicó cuando mire la puerta que me indicaba en donde se encontraba Cristopher.

Toque y una voz masculina me permitió pasar, lo hice, pero los rostros de las personas allí presentes eran diferentes.

Ya sabía quien era ella, pero él...

—Es hermosa, no crees —Grace parece querer ser amable con ambos, con el hombre no me sorprendería, pero conmigo, aquello solo generaba una gran incomodidad— Es una amiga muy cercana de tu hijo.

¿Tu hijo?

—Señor Ferrer —murmure, recibiendo su penetrante mirada oscura sobre la mía; camine hacia él ofreciendo mi mano para saludarlo—. Un placer conocerlo, soy Antonia Castillo.

—Jacob Ferrer, encantado.

Su saludo a parte de ser estrictamente cortés, me resultó un poco indiferente.

—Lastima que Cristopher no esté aquí, pero en algunos minutos se reunirá con nosotros —nos informó Grace, luciendo aparentemente apenada.

—No te preocupes hija, la reunión con los inversionistas aunque parecen molestas son muy importantes; cuando regrese dile que necesito hablar con él —comentó el padre de Cristopher a Grace, a su lado lucía algo tranquilo y al caminar hacia la puerta se detuvo a unos pasos de mi— Un placer conocerla.

Y sin decir algo más el hombre salió de la oficina, dejando a dos mujeres solas.

—El trato en la familia nunca se acaba, no importa quienes llegan después.

Su voz seguía siendo la misma, pero su mensaje era más que claro, ahora que lograba entender quién era ella.

—Estoy aquí por él, sin embargo, será mejor que me marche.

—No —responde con severidad—, no creo Cristopher se vaya a sentir muy feliz al saber que estuviste aquí y no lo esperaste.

No cabía duda que no solo su mirada reflejaba frialdad, ahora lo hacía todo su ser al estar enfrente de mi.

—Lamento mucho los malos incidentes que has tenido que soportar y todos después de conocerlo —Seguía hablando con pena, pero dentro de su comentario había un mensaje que no me gustaba.

—Y por fortuna él ha estado a mi lado para ayudarme a salir.

Su mirada, su sonrisa y todos sus gestos parecen torcerse cuando escucha lo que he dicho; mi mirada se centra en sus manos, ahora dos puños, lleva varios anillos, pero ninguno de ellos llama mi atención para creer que ella...

El sonido en la puerta nos llama la atención a las dos y como si para Grace se tratara de una tragicomedia, sonríe al ver a Cristopher y por su semblante, podría jurar que él está estupefacto.

—Te estábamos esperando —comenta Grace con energía y aparente felicidad—. Tu padre desea verte.

Cristopher parece asombrarse o asustarse con lo que oye, quizás su semblante sea de un hombre escéptico.

—¿Hace mucho salió? —inquiere Cris mientras deja su saco en el perchero y deja el maletín que lleva en sus manos sobre el escritorio.

—No hace mucho, pero logró conocer a tu amiga.

Dos miradas se centran en mí, una llena de satisfacción y la segunda, de duda.

—Creo que lo mejor será que me vaya —comento mientras muevo mis pies reflejando, un poco, mis nervios.

—Aún no nos han presentado —menciona la mujer y camina hacia mi, dejando unos pasos de distancia, unos que agradezco internamente—. Soy Grace Samuells, relacionista pública de las empresas Ferrer y una de las socias.

Al fondo observo a Cristopher, su mandíbula parece apretarse a cada segundo y cuando me mira directamente a los ojos noto molestia; doy un apretón rápido a la mujer y salgo. No hay despedida, no son necesarias.

Tan pronto doy unos pasos rápidos de la puerta su mano toma mi muñeca para detenerme. No hace falta saber quien es.

—¿Qué haces aquí?

—No entiendo porque lo preguntas, accedí a lo que enviaste en el mensaje.

—¿De qué mensaje estás hablando? —Podía sentir su molestia amortiguada entre el tono de voz bajo, para evitar que alguien nos escuche—. Durante la reunión con mis socios dejo mi celular en la oficina.

Busco en medio de mi agitación mi teléfono celular y entre los chats busco el suyo, sin embargo, la sorpresa fue grande al no encontrar su último mensaje.

—Te puedo jurar que me había llegado un mensaje, pero si no me crees es tu problema.

Con solo verla a ella por unos minutos en la oficina que se supone es de Cristopher y que actuara queriendo impresionar, me había cansado.

—¡Ey!, Yo también me encuentro asombrado por...

Nos detenemos por la única cosa que puede hacer que Cristopher pare, la presencia de su padre.

—Me gustaría hablar contigo en mi oficina —me mira—, si no estás muy ocupado.

Muevo mi mano para soltarme, agacho la mirada y salgo. —Permiso.

Trato de caminar lo más rápido posible ignorando el latido frenético de mi corazón y el picor en mis ojos; en el ascensor deseo que las presiones que realizo sobre los botones agilice el movimiento y rapidez del aparato.

Mi objetivo es poder salir del edificio, estabilizar todo mi cuerpo y poder tranquilizarme para entender que debo hacer, pero de nada sirve cuando recibo una llamada de Melissa.

—Dime Mel ¿ocurre algo?

—Toña te hablo desde el hospital no puedo demorarme mucho, así que seré rápida ¿has hablado con tus padres?

—Mel, no te entiendo.

Me acaban de llamar, hace unas horas aterrizaron en el aeropuerto John F. Kennedy, se están hospedando en un hotel cercano y querían saber si estaba en casa para una visita.

Esto no puede ser.

—¿Por qué no me dijeron nada? —pregunto irritada.

Querían darte una sorpresa.

—Está bien, tú no tienes la culpa de nada, los llamaré...

Espera —mi amiga me interrumpe haciendo que caye de inmediato—, ellos me dijeron que te llamarían, además hicieron que les prometiera que no te llamaría, pero sentía que debía hacerlo.

—Gracias Mel, no sabes en todo lo que he estado hoy, hablamos después.

Cuídate.

Busco un lugar alejado del edificio para sentarme. Llevo mis manos a mi cabeza y la frustración que siento es inminente. Con el celular en la mano, busco el contacto de mi padre, sin embargo no me atrevo a llamar todavía. Mi aparente estado de calma es interrumpido por la extraña sensación de sentir la mirada de alguien sobre mí, aunque al observar los alrededores no encuentro nada diferente a las personas que caminan de un lado para otro, envueltos en sus propios mundos.

Decido ignorar aquello por unos segundos cuando veo el nombre de una llamada entrante.

Américo Olsen.

Me sorprende un poco ver su nombre en mi pantalla, desde el día de la pintura no habíamos intercambiado algún mensaje, sin embargo, en este momento no era de mi placer tomar su llamada.

Dejo que el timbre suene, espero que él desista y termine por colgar.

Me levanto para estirar las piernas y escucho, como por cuarta vez mi celular sonar.

¿Y si apago el teléfono?

No era tan mala idea, pero no fue hasta ver el nombre de la última llamada que lo reconsidero.

Papá.

Suspiro, miro la pantalla con suma atención hasta que vuelve a timbrar, espero dos segundos y contesto.

—Hola papá —hablo fingiendo algo de felicidad para que no sospeche nada.

Querida hija ¿estaba ocupada, estoy llamando en un mal momento?

Si supieras.

—No, para nada, me hace muy feliz hablar contigo. ¿Cómo está mamá?

Cariño, ella y yo nos encontramos bien, con ganas de verte y abrazarte.

—No sabes como deseo que podamos estar los tres juntos.

¿Y si supieras que podemos vernos?

Su pregunta es cauta y con una pizca de emoción, está tratando de no comentar nada, se está conteniendo en decirme que ya está en el país y yo tengo que fingir que no se nada.

—¿Pá, es verdad lo que me estás diciendo?

Queríamos que fuera una sorpresa hija, —se ríe—, pero junto a tu madre no queremos posponerlo más. ¿Sabes de algún sitio en donde podamos reunirnos?

Le doy la dirección del restaurante donde me había citado McAdams antes, de cierta forma me reprende por volver ahí, pero estoy muy segura que a mi madre le encantará el lugar.

—Podemos quedar para cenar, alrededor de las siete, se que a mamá le gusta comer temprano.

Oh, hija, es muy bello que pienses en tu madre y juntos te prometemos que estaremos allí esta noche.

—Gracias papá, los quiero.

Me recuesto en el espaldar de la silla, trato de respirar y oír el canto de las aves que se encuentran a unos metros sobre mi cabeza, saltando entre las ramas de los árboles que se ubican en el parque en el cual decidí buscar descanso, aunque a mi pesar, nada se ha calmado dentro de mi.

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