La condición mental de Amane empeoró. Se volvió asustadizo. Sus pesadillas se materializaban en cada esquina.
Yashiro vio cómo se estaba rompiendo y no iba a permitir que su más importante "posesión" se destruyera.
Aprovechando que a su abuela no le importaba, ella se trasladó a vivir en la misma casa que Yugi. En ese pequeño piso lo encerró y le prohibió salir del hogar. Si no tenía contacto con el exterior, estaría a salvo. Eso pensaba ella, y por eso se decidió a cuidarlo como si fuera una persona necesitada.
Aunque, sin darse cuenta, ambos se habían vuelto dependientes del otro.
- ¿Qué ves?- Ella le preguntó cuando salió al balcón para estar a su lado.
- El cielo.
- ¡Las estrellas hoy se ven hermosas! Te gustaba la astrología ¿Verdad?
- En realidad la astronomía...
-Será lo mismo...
Se produjo un pequeño silencio. Ninguno sabía que decir. Él bajó la cabeza y ella observó fijamente el firmamento. Pero un pequeño temblor en los labios del azabache llamó la atención de la albina.
- ¿Quieres decirme algo?
- ... Las estrellas hoy... ¿Cómo se ven?
- ¿Cómo que cómo se ven? Levanta la vista y las verás.
Su mirada pasó del suelo al rostro de su novia. Sus ojos estaban nublados, llenos de lágrimas.
- No veo ninguna, Yashiro... Pensé que el cielo de hoy estaba nublado...
Un error. Eso le había parecido. Había permitido el contacto de Amane con el exterior y se había vuelto a quebrar. Eso solo confirmaba su teoría: Debía aislarlo para que estuviera a salvo.
Las ventanas fueron bloqueadas. Ni el más mínimo rayo de sol era capaz de entrar en esa vivienda.
Por nada del mundo, Yashiro Nene iba a dejar que Yugi Amane se alejara de ella.
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