Volvía a llorar. Se había convertido en un llorón, pero no podía evitarlo. Cuando estaba solo, sus pesadillas lo acosaban. Cuando estaba con Yashiro, se sentía seguro, pero tenía miedo de ser golpeado. Pero si no lo maltrataba, no se sentía querido.

Todo le daba miedo. Todo era confuso.

"¿Por qué no renuncias de una vez?" Susurró su pesadilla antes de desaparecer.

Abrió la puerta del hogar. Dentro olía fuerte. A él. A ella. A ambos.

Dejó sus zapatos en la entrada, la mochila en la mesa, y abrazó por la espalda al chico de cabellos azabache.

- Yashiro...

- Dime.

- Cortemos.

Su mundo se paralizó. - ¿Qué? Creo que no entiendo.

- ¡Estoy cansado! No soporto más esto... El amor es horrible, no lo quiero... Por favor, Yashiro, terminemos con esta farsa.

Yashiro estaba desesperada. No era nadie quien quería arrebatarle su mayor posesión, si no que la misma se rebelaba contra ella. No los permitiría, no iba a dejar que pasara porque, si él se marchaba, nadie más la querría. De eso estaba segura.

Soltó el abrazo.

Todo pasó muy rápido. Antes de darse cuenta, ambos estaban forcejeando. No tardó mucho Amane en fallar. Cayó al suelo mientras un líquido rojo se desbordaba desde su estómago.

Si él quería irse de su lado, lo inmovilizaría para la eternidad entregándole el descanso eterno.

"Esto sucedió porque os amamos"

Fueron las palabras de su madre. El acto se repetía como una tragedia. Aunque Yugi se sentía más amado que nunca. Alguien lo había querido tanto como sus padres a su hermano. Era feliz. Lloró de dolor y alegría.

- Te amo, Nene...

Susurró en su último aliento.

- También te amo, Amane...

El joven abandonado dejó de respirar lleno de tranquilidad. Finalmente se sentía amado.

La joven indeseada aprendió sobre el amor, lo encontró y nunca se separaría de él. Finalmente se sentía amada.

Es un final feliz