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El libro que recientemente había encontrado cayó de mis manos al escuchar esas palabras viniendo de mi amado cultivador. Volteé a mirarlo con el corazón adolorido.

-¿A...A-Chen...? - tomé el libro y me acerqué a él a paso lento y dudoso, no sabía qué decir después de haber escuchado eso, pero mi alma estaba desesperada buscando consuelo para él.

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-Dime, princesa mía, aah, ¿ya encontraste el libro?- dije estirando mi mano hacia donde sabía que estaba ella por el sonido de sus pasos y su voz.- Vamos a la cama entonces, estaremos mucho más cómodos, también podré abrazarte mientras lees, eso será el paraíso para mí.

Me volví a sorprender a mí mismo sonriendo ante la idea de poder tenerla entre mis brazos mientras ella, con tal canto de los dioses, lee esos poemas solo porque así se lo pedí.

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Lo conduje a la cama, incluso me acomodé entre sus brazos, pero todo lo hice en silencio. Aún me rondaba en la cabeza esa frase que había dicho y tanto dolor me había provocado.

Tragué en seco y, pasando mis manos por las páginas con nerviosismo, mi respiración se hacía más irregular. Quería preguntarle y a la vez no quería saber, la frustración me esperaba con su respuesta, tanto como la que sentía él.

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-¿Qué pasa princesa? ¿Estás buscando tu poema favorito? Si no recuerdo mal... El que te dije una vez está hacia la mitad.- dije mientras la acercaba a mí, habiéndola tomado de la cintura de nuevo.- Ya sabes... El de "Sacerdotisa de la luz".

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-A-Chen... ¿tanto lamentas no poder verme...?- solté la pregunta con un nudo en mi garganta.

Sentía que la voz me había salido con más tristeza que si hubiera estado llorando, sobre todo, porque él había actuado como si nunca hubiera dicho aquellas fuertes palabras.

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-Claro que sí, siempre me pregunto de qué color exacto son tus ojos, el tono negro de tu pelo, si es negro carbón o negro azabache.- dije abrazándola con ternura.- Siempre me pregunto si tus sedoso labios son más rosados o más rojos. Cada vez que mis manos recorren tu cintura, ese deseo de verte crece... Pero aún así soy muy afortunado con solo tenerte así, como estamos ahora... Todo el tiempo que deseemos.

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Una ola de sentimientos encontrados inundó mi corazón. A-Chen quería verme, era todo un deseo del alma las ganas que tenía de hacerlo. Mi frustración se incrementó, pero, aún así, solo podía callar. ¿Qué más podría hacer?

-En este crudo invierno tu llama calienta mis entrañas. Quisiera abrazar todo tu ser, pero terminaremos muertos los dos por consumir al otro. Aún si tu guía en esta noche invernal me mantiene a salvo, así quiero hacerlo yo contigo, cuando siento que solo el viento hará que desaparezcas de mi lado.
Me has acompañado y así lo quiero siempre, aún si es de día quiero tu calidez y tu luz. Quédate conmigo, oh, luz de calidez, ilumina mi camino y cobija mi corazón para que no muera de frío esta noche y pueda volver a llevarte por los caminos una vez más.- recité leyendo uno de los poemas que más me gustaba, "Fuego de lámpara en noches de invierno."

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-Mmm... Un bello poema leído correctamente por una dulce voz... Hacen un poema doblemente hermoso.- dije asintiendo a mis propias palabras.- ¿"Fuego de lámpara en noches de invierno"? ¿Es tu poema favorito?

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-Uno de mis favoritos...- lo leí sin decir nada más para quitar esa idea de verme de su mente, al menos, por el momento.- Podrías decirme alguno que te guste a ti y lo puedo leer... Sabes que puedes pedirme lo que sea...

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-Lo sé, mi dulce princesa, pero no te preocupes. Solo quiero escucharte leer, solo lee lo que quieras.- dije acariciandolo suavemente, por su cabello, sus pequeños hombros, su cintura.

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-Está bien, entonces leeré uno que debe de gustarte.- rebusqué otra vez entre las páginas hasta que di con el que buscaba.- El hombre siempre la amó, lo llamaban loco en el pueblo y él flores le llevó. Tantos años que a la misma roca adoró. Decía que era su diosa y de regalos la colmó. Y en las noches de frío invierno, su cobijo le cedió. Nadie creía a aquel hombre, la locura lo poseyó. No, él lo negaba todo. Estaba ciego de amor. Y cuando entre los aldeanos, destruir la roca se decidió, el hombre se puso en medio, con su vida la protegió. Aún así lo hicieron y a un barranco cayó. El hombre siguió a la roca entre lágrimas de amor. Los aldeanos entonces vieron que era real su ilusión, pues dentro de la roca se hallaba, las estatua de la diosa de la luz y el amor...

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No pude hacer nada más que sonreír mientras seguía acariciandolo por todo pequeño recobeco de su cuerpo que no fuera indecoroso.

-Ese es precioso, para mí el hombre era mucho más sabio que el resto de sus congéneres. Siguió a su diosa hasta el fin, muy valiente por su parte.

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-Me alegra que te gustara... -suspiré y volví a hojear el libro, pero un recuerdo pasó por mi mente haciendo mella en mi corazón.- A-Chen... siempre me has dicho que eres un buen cultivador, y has sido bueno conmigo en todo momento... pero... -lo miré expectante.- Siendo como eres... ¿serías capaz de matar a una persona?

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-Todos somos capaces de matar, hasta un santo es capaz de matar. Si sus ideales y seres amados se encuentran en peligro... Yo también soy capaz de matar.- dije intentando estar tranquilo por mis palabras aunque mis manos dejaron de pasar por ella.- Si tú estuvieras en peligro, sí, sería capaz de matar.

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-Pero yo no quiero sangre en el filo de tu espada por mi culpa. Jamás me perdonaría el llevarte a una situación tal... -me estremecí ligeramente y agité mi cabeza para sacar de ella un pensamiento como ese.

A-Chen no lo haría, no podía ser alguien malo. Todas las cosas que me había dicho Beiguan se estaban desmintiendo lentamente. Estaba segura de que A-Chen era inocente de esas acusaciones. Pero... ¿por qué mintió Beiguan?

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-Una vez, alguien me dijo que las espadas son para llenar de sangre, ya fuera de inocentes o culpables. Yo le dije que esa era elección de quien la empuñaba. No me gustaría manchar la mía de sangre inocente, pero si es por ti, por ponerte a salvo, no me comería la consciencia.- dije sonriendo levemente mientras la abrazaba y acomodada contra mi pecho, así, entre mis brazos, tan tierna, debía estar hermosa.

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-A-Chen... Yo... debo confesarte algo...- no tenía el valor de aquello, pero tampoco me gustaba la idea de seguir manteniendo ese secreto por más tiempo. Me iba a odiar, A-Chen me iba a odiar por dudar de él, pero al menos le diría la verdad, aunque fuera muy tarde.- Beiguan... él me dijo que tú eras... un criminal buscado... y que perseguías a Xue Yang por una especie de capricho tonto... porque él era inocente... y yo... yo... dudé de ti... -las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.- No busco tu perdón... porque eso ocurrió... cuando te perdiste en el bosque... y no te lo dije hasta ahora... pero... creí que... merecías saberlo...

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