CAPÍTULO 12 - Visitas inesperadas.

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NAYANA

La resaca me está matando, no aguanto el taladreo de los pequeños albañiles en mi cabeza, el estómago lo tengo revuelto, mi hígado solo pide agua, y yo, solo quiero dormir todo el día.

– No vuelvas a mezclar Vodka con Champagne, Ron y Tequila – Me aconsejo en voz alta.

Estoy tumbada boca abajo en mi cama con una almohada tapando mi cabeza, el chofer de la familia de Lauren me trajo hace un rato, ella tiene asuntos importantes que hablar con su padre y este muy cordialmente nos corrió.

No recuerdo nada de la noche anterior, no sé cómo llegue a la mansión Buckley, lo último recuerdo es de cuando dejaba los vasos sobre la mesa que reservamos, después de eso tengo una laguna sobre lo que ocurrió, Donna está igual, Lauren recuerda, pero su noche fue diferente a la de nosotras, lo que sería una noche inolvidable termino siendo muy olvidable.

Me quejo antes el sonido de golpes en la puerta, mi madre entra sin esperar una respuesta, me toca por las piernas para reaccione de alguna forma, la típica manera de Dayana para despertarme.

– Solo quiero dormir – Me quejo, agarro las puntas de las almohadas para taparme con más fuerza la cabeza.

Trata de quitármela pero forcejeo con ella, hasta que tira con fuerza lanzándola lejos.

– ¡¿Por qué tú arruinas el momento?! – finjo un sollozo, llevo mis manos a los odios que me pitan – ¿Qué quieres, Dayana? 

– Un chico, muy apuesto, pregunta por ti – me contesta emocionada y ruedo mis ojos aunque no me vea.

– Dile que se largue, que no estoy, me llevo un perro en la boca.

Me acomodo mejor en la cama, tomando mi pasión preferida,  una pierna levantada formando un cuatro invertido, tomo otra almohada, la acomodo bajo mi cabeza, tomo un pequeño cojín y lo abrazo.

– No, no, no – me toma por las piernas – es la primera vez que un chico te viene a visitar a esta casa – empieza a jalar de ellas.

– ¡Mamá! – me quejo, agarrándome de las sabanas como si mi vida dependiera de ello.

Me lleva hasta el borde de la cama, suelta mis piernas haciendo que caigan sobre la pequeña alfombra de pelitos.

– No ves que no puedo con mi vida – levanto mis brazos y los dejo caer otra vez, sin levantar la cabeza.

– Ahora no te quejes, porque estoy segura de que anoche no lo hacías – me nalguea, para luego ir al tocador a arreglarse el cabello.

– Eres horrible – me acomodo sobre la alfombra, quedando sentada con las piernas estiradas utilizando el borde de la cama como espaldar.

– Soy tu madre – me regaña a través del espejo – vamos levántate, date una ducha rápida y sales.

– Pero no dejas de ser horrible – Achico mis ojos y niego con la cabeza, me amenaza con la mirada – bien, bien, ya voy – levanto mis brazos en señal de paz y me levanto.

– ¿Mamá? – la llamo antes de entrar al baño – me puedes buscar una aspirina, hacerme unas tostadas y servirme jugo – pido con una sonrisa y coloco cara tierna.

– Para eso no soy horrible, ¿verdad? – voltea a verme y lleva sus manos a la cadera, haciendo la pose de tetera.

– ¡Te amo! – le grito mientras cierro la puerta.

Tomo una ducha rápida como me pidió, me visto con un short de jean, una ombliguera blanca, sandalias bajas, hago mi maquillaje de costumbre, cejas, delineado cat-eyes, un poco de rubor, roció perfume y me dijo hacia la sala.

– No, puede, ser – digo pausando cada palabra  – ¡Mamá!

Míster Ego, está sentado en mi sala con el álbum de fotos cuando era una bebé en sus manos, me apresuro hasta llegar a su lugar y se lo arrebato de las manos, y lo aseguro en mi pecho.

– Debía entretener al invitado con algo mientras esperaba por ti – me sonríe con maldad, para luego dirigirse a la cocina y la miro amenazante.

– Buenos días, Señorita desagrado – Se acomoda en el sofá, apoyando sus brazos en el espaldar, con su típica sonrisa – Eras una bebé muy hermosa.

– No sé porque tienen que hacer eso – ruego mis ojos, camino hacia el estante para colocar el álbum en su lugar – No tienen nada de buenos y menos contigo en mi sala.

– ¡Nayana! – me reprende mi madre, quien trae lo que le pedí anteriormente en una bandeja – Así no se debe tratar al invitado. 

– Si Nayana, así no se trata a los invitados – se burla él, lo miro mal.

– Mi lindo, puedes tomar algunas tostadas si así lo deseas – le sonríe con dulzura y volteo mis ojos – también están las tuyas y la aspirina.

Me siento en el mueble de frente a él, alcanzo la aspirina, al igual que el jugo, la bebo para luego tomar el plato de tostadas y colocarlo en mis piernas. Tomo una de ellas la mojo con el jugo y la muerdo. Mi mamá y él tienen su vista fija en mis movimientos.

– ¿Qué? – pregunto con la boca llena.

– Traga antes de hablar – me sonríe falsamente mi madre - ¿Dónde están tus modales?

– Oh espera y los buscos – Finjo que me voy a levantar, pero vuelvo a sentarme con una sonrisa de boca cerrada – Ya no recuerdo donde los deje.

– No se preocupe Sra. Wood – le dice Gadreel – Ya me estoy acostumbrando a su personalidad.

– Todos al final lo hacemos – suspira dramáticamente – puedes llamarme Dayana.

– Dayana – repite mirándola y luego me mira a mi – Nayana – asiento.

– Mi padre se llama Nick – hablo moviendo la tostada en mi mano – Cambiaron la D por una N y Voilà, hágase mi nombre – al terminar mi explicación, vuelvo a morder mi tostada.

Voilá (buala): Listo

– Muy original – dice asintiendo.

– Y ¿tu cómo te llamas, lindo? – pregunta mi madre cruzando sus piernas y entrelazando sus manos.

– Gadreel Bakir – contesta con una sonrisa – mi nombre también tiene su historia, al igual que el de mis hermanos – se ríe.

– ¿Cuál es? – pregunto de inmediato, y termino con la tostada. Me sonríe antes de contestar.

– Mi apellido no es muy común, mis abuelos paternos son Alemanes, Bakir aparte de ser un apellido es el nombre de un demonio o algo así – dice rascando su nuca, mi madre lo mira sorprendida y yo levanto mis cejas aun masticando – Mi madre es Filóloga, le gusta historia de la creación, los ángeles y eso, decidió combinar el nombre de un ángel con el de un demonio – ríe, cocola las palmas de sus manos sobre sus piernas – Mi nombre significa "Muro de Dios", mi hermano se llama Gael y su nombre significa "Siervo de Dios" o "Generosidad de Dios".

– Y ¿Gea? – pregunto al ver que se quedó callado, recuerdo que me dijo que así se llamaba su hermana.

– Su nombre no es de un Ángel, es de la mitología griega, el nombre de Gea, significa "Madre tierra" o "Diosa de la tierra" – Aclara y mira a mi madre con una sonrisa. – Mi madre quería que nuestros nombres empezaran por la "G".

– Muy interesante – le devuelve la sonrisa mi madre, para luego pasarle una tostada, duda en tomarla pero al final lo hace – Tu madre debe ser una mujer muy inteligente.

– Lo es – asiente orgulloso – ¿Usted a que se dedica? Disculpe si soy irrespetuoso con mi pregunta.

Dayana voltea a mírame y su mirada dice "este chico es un amor", volteo mis ojos para luego tomar otra tostada.

– Tranquilo cariño, soy Chef pero hace mucho que no laboro, una que otras veces ayudo a mis colegas – contesta con mucha amabilidad, somos tan diferentes.

Vuelve a tomar una tostada, alcanza el otro vaso de jugo y se lo entrega.

– No, no – se niega a tomarlo – estoy bien.

– No me mientas lindo, soy madre y se cuándo no han desayunado – a regañadientes lo toma y me mira, encojo los hombros.

– Las mamás lo saben todo – dice riendo al recibirlo. – ¿De dónde es usted, su acento es diferente?

– Mi mamá es latina, es nacida en Venezuela pero tiene un poco de cada nacionalidad, por eso su acento es raro – le contesto riendo y me mira con confusión.

– Te explico mejor – dice mi madre, mientras se levanta a buscar el álbum que es prácticamente un árbol genealógico – Empezamos por mis abuelos, mi abuela materna  era Cubana y se casó con un Puerto Riqueño, de ese matrimonio nació mi madre, mi abuela paterna era Argentina y se casó con Ecuatoriano, de ese amor nació mi padre. – le muestra cada foto señalando a cada quien, mientras él la escucha con mucha atención.

》Mi madre nació en México y mi padre en Colombia, se conocieron en Venezuela por un negocio, se quedaron a vivir allá unos años, se casaron y nací yo, en mi niñez pase por todos esos países uno o dos años en cada uno, aprendí un poco de todas las culturas y gastronomía, de allí mi pasión por la cocina, al cumplir los veinte años me vine para acá, conocí a Nick y no deje este estado, a veces vamos de vacaciones a las tierras de nuestras raíces.

– De ese amor nací yo, mitad latina, mitad Canadiense – digo y ambos voltean a mirarme.

– Increíble historia familiar – dice el con asombro – Yo solo soy mitad Canadiense, mitad Alemán.

– No todos tienen la fortuna de tener una familia tan extensa e interesante como la nuestra – contesto airosa y con orgullo.

– No es momento para tu vanidad, Gabriela – me regaña mi madre, abro mucho mis ojos al escuchar que me ha llamado por mi segundo nombre.

– ¡Mamá! – Me quejo de inmediato, Gadreel me mira divertido mientras aguanta una carcajada  y lo miro mal.

– Debo que preparar el almuerzo – me ignora dirigiéndose al visitante – ¿te quedaras a comer?

– Me disculpa Sra. Dayana pero tengo un compromiso pendiente, será en otra ocasión – le sonríe y mi madre está manipulada por esa sonrisa, volteo mis ojos por sus expresiones.

Se levanta del sofá, toma la bandeja para luego dirigirse a la cocina, la sigo con la mirada, al ver que cruzo el arco, miro a Gadreel.

– ¿Por qué vergas viniste a mi casa sin una invitación? – le reclamo en voz baja.

– Tu mamá es muy amable y buena persona – Es lo que contesta sin borrar su sonrisa.

– Eso ya lo sé, responde la bendita pregunta – lo miro mal.

– ¿Qué tal tu resaca? – pregunta sonriendo de boca cerrada.

– Matándome lentamente – por instinto llevo mis manos a la cabeza, boto aire por la boca.

– Por eso vine, para saber cómo estabas, ayer estabas demasiado ebria – contesta mi pregunta, bajo mis manos lentamente, mientras mi rostro expresa confusión.

– ¿Estaba contigo? – pregunto con frunciendo el ceño.

– Como imagine, no recuerdas nada – se levanta del sofá y lo imito.

– ¿Qué paso anoche? – bajo mi cabeza, trato de recordar pero no se me viene nada.

– Que no paso anoche – se ríe y lo miro con horror – No, no, no pasó nada entre nosotros, bueno si pero nada más un beso.

– ¡Puta madre! – exclamo mientras me doy vuelta para darle la espalda, llevo una mano a mi frente – ¿Quién beso a quién? – giro para verlo.

– No recuerdas nada de la noche anterior y te preocupa quien tuvo la iniciativa – comenta divertido, mientras mantengo mi rostro serio.

– Exacto – rodeo la pequeña mesa que nos separa, quedando a un par de pasos de distancia.

– Bueno, tengo cosas que hacer, solo venía a verificar que estuvieras bien – dice mientras saca las llaves de su auto del bolsillo de sus vaqueros – Lo hice, ya me voy. – camina hacia la puerta.

– No puedes dejarme así – le reclamo, cruzándome de brazos.

– ¿no? – voltea su rostro para verme de reojo, mientras niego con la cabeza – mírame hacerlo – toma el pomo de la puerta, abriéndola.

– ¡Maldito seas Bakir! – camino hacia el antes que salga por la puerta, al notar mi intención lo hace con rapidez, cerrándome la misma en la cara.

Grito con frustración y lo escucho reírse, golpeo la puerta con la palma de mi mano, ocasionando un fuerte ruido.

– ¡Nayana! – me reprende mi madre desde la cocina.

Me dirijo hacia allá, está cortando unas verduras, lleva puesto su delantal de Cupcakes, levanta el cuchillo señalándome, con una mirada para nada feliz.

– Que te he dicho de golpear las puertas o lanzarlas bruscamente – me regaña – Esas no son formas de tratar a un invitado.

– Yo no lo invite – contesto desde el umbral del arco con mis brazos cruzados – hubiese preferido que no viniera.

– Es un chico amable y muy educado – lo defiende, achico mis ojos y abro mi boca.

– Pero también es irritante y molesto – agrego volteando mis ojos.

– Para ti, todas las personas lo son – contesta, y encojo mis hombros, vuelve su vista a las verduras.

– Mamá, ¿me puedes prestar tu auto? – levanta su vista – voy para donde Max, de allí pasamos para el trabajo, prometo devolverlo intacto. – coloco mi manos en modo de súplica y hago un puchero.

– Más te vale – acepta mi petición, me acerco abrazarla y le doy un beso en la mejilla.

Salgo corriendo a mi habitación, en busca de la mochila donde ya había guardado el vestuario de esta noche, las cosas que necesitare para terminar de arreglarme, tomo el cargador del celular, un vestido suelto del armario, ropa interior, una toalla, meto todo en la mochila.
Marco el número de Max, mientras camino hacia la puerta principal con la mochila en mi hombro, tomo las llaves que están junto al jarrón, contesta al segundo pitido.

– Voy para tu casa ahora mismo – digo de inmediato.

Estás de suerte porqué me encuentro en ella.

– Estoy allá en unos minutos – aviso, mientas abro la puerta.

¿vienes en auto bus? Porque si es así, te voy a buscar mejor. – ruedo mis ojos ante su sobreprotección.

– Voy en el auto de mamá.

Muy bien, maneja con cuidado.

  – Si, Ricardo – alargo su nombre con fastidio – nos vemos.

Guardo el móvil en mi bolsillo trasero, al mirar al frente doy un pequeño brinco.

– ¡Mierda! – llevo mi mano al pecho – ¿Qué haces ahí parado? Yo te hacia bien lejos.

– Estaba atendiendo una llamada – su expresión es seria, su entrecejo está a nada de unirse – ¿A dónde vas? ¿Quién es Ricardo?

Suelto una carcajada por sus preguntas y su expresión no cambia.

– A tus asuntos, Bakir – camino hacia el garaje con él siguiéndome – ¿no tenías compromisos pendientes?

Abordo el auto, lanzo la mochila al asiento del copiloto, introduzco la llave en la ranura, enciendo el motor, coloco el auto en retroceso, antes de pisar el acelerador miro a Gadreel quien esta aun lado de la puerta con los brazos cruzados y rostro serio.

– Es molesto cuando no responden las preguntas ¿cierto? – sonrió con maldad – hasta la próxima – le giño el ojo para luego colocar el auto en marcha.

Narrador Anónimo

Parados en la acera de enfrente observamos a la chica bajarse del auto, mi vista y la de mi acompañante estaba fija en cada uno de sus movimientos, al llegar a la puerta un chico sin camisa y short deportivo, la recibe eufóricamente en un abrazo comprometedor a simple vista.

– ¿Tendrán una relación? – pregunta con confusión en su rostro.

– Eso es lo que debes averiguar – contesto con una sonrisa.

– Jefe – voltea a verme – ¿Qué es lo tengo que hacer realmente?

– Seguirla – me coloco los lentes de sol – averiguar hasta lo más mínimo, su rutina, lugares recurrentes, amigos cercanos, todo lo que tenga que ver con ella, lo quiero saber.

– Entendido – vuelve su vista al frente.

Camino hasta la camioneta aparcada a algunos pasos de nosotros, antes de subir miro por última vez la casa, al cerrar la puerta el conductor arranca de inmediato, me pasan el celular, lo reviso y una sonrisa se forma en mi rostro.

  NAYANA

No había terminado de llegar a la puerta principal cuando ya tenía a Max pegado a mí como una sandijuela, no negare que también me alegra verlo, le correspondo el abrazo con la misma emoción, camina abrazado a mí entrando a la casa.

– Ya me puedes soltar – trato de separarlo, colocando mis manos en su pecho – Max, estas sudado.

Para hacerme enojar me aferra más a él y sacude su cabeza como un perro después de un baño.

– ¡Maximillian! – le grito, y suelta una carcajada – no quiero tu asqueroso sudor por todo mi cuerpo.

– Te extrañe, bichita – me dice separándose y me mira como solo él  sabe hacerlo. Un cachorro tierno queda bien pendejo a lado de sus miradas.

– Yo también lo hice, payaso – golpeo con mi puño su brazo. – ¿Qué haces sin camisa? – me permito dar un vistazo.

– ¿te gusta lo que ves? – sonríe con picardía, se da vuelta permitiéndome ver su espalda y trasero, levanta sus brazos mostrando sus bíceps. 

– No estas nada mal – lo nalgueo, se da vuelta y miro su abdomen bien definido – Nada mal. – repito.

Se acerca sin borrar su sonrisa, retrocedo quedando contra la puerta, apoya sus dos manos en ella, acorralándome, levanto mi rostro quedando a centímetros del suyo, Max es demasiado alto, si mal no recuerdo su estatura es 1.92m, pero yo tampoco soy baja, mido 1.75m, al estar un poco inclinado hace que nos encontremos de esta forma.

– ¿Queriendo ser un chico malo? – le sonrió de la misma forma y levanto una de mis cejas.

– ¿Quieres que lo sea? – susurra, mira mi boca para luego mirarme a los ojos de nuevo.

Se acerca peligrosamente, está a nada de tocar mi boca con la suya, cambia la dirección es unos segundo y pasa su lengua por mi cachete, para luego separarse a una distancia prudente.

– ¡Que puto asco! – levanto mi franela para limpiarme el cachete – eres un sucio. – suelta una carcajada.

– Huy si, tan delicada la princesa – hace mofas con sus manos y cara – cosas peores han caído en esos cachetes – agrega y lo miro mal.

– Cállate – lo amenazo y me saca la lengua.

– Me voy a dar una ducha rápida, ya vuelvo – avisa para salir corriendo escaleras arriba.

Ya estamos acostumbrados a jugarnos así, cualquiera pensaría que somos pareja o algo parecido,  nos hemos dado besos cortos, más que todo cuando tengo pegajosos encima o para ahuyentar cualquier zorra que se le acerque. La confianza entre nosotros es demasiada, nos hemos vistos en todas nuestras facetas, conocemos hasta los más oscuros secretos del otro.

Camino hacia la sala, dejo mi mochila en uno de los sillones, veo que la computadora de Max encendida en sobre la pequeña mesa, tomo asiento en el mueble tipo L, la agarro colocándola sobre mis piernas, sonrió al ver su fondo de pantalla.

Somos Donna, Lauren, Hemily, Ben, Dylan, Max y yo, es la foto de nuestro baile de graduación de la preparatoria, Ben y Dylan pertenecían a nuestro grupo, pero decidieron irse a estudiar a otros países, Ben está en Estados Unidos gracias a una Beca deportiva, Dylan se fue a Reino Unido porque tiene una obsesión con ese país, según sus investigaciones Cambridge cuenta con uno de los mejores programas para estudiar Biología. Salimos tan felices, alegres y algo ebrios, como los extraños, a ellos y a esos momentos.

Husmeo un poco revisando las carpetas que tiene en escritorio, no encuentro nada interesante, me meto en documentos, una llama mi atención ya que está registrada como "Para Nayana" le doy Clic pero de inmediato aparece un pequeño rectángulo pidiendo que ingrese una contraseña, bien jugado Max.
Pruebo con la fecha cuando nos conocimos, su cumpleaños, el mío,  palabras que el suele usar, pero ninguna funciona, suspiro frustrada.

– Ni en mil años la vas a descubrir – habla detrás de mí.

– ¿Qué es? – volteo para verlo, se ha vestido con un vaquero con rotos en las rodillas y una playera con un estampado algo trivial.

– Una sorpresa – contesta, para luego saltar sobre el mueble y sentarse a mi lado.

– Odio las sorpresas – cruzo mis brazos, habiendo un tipo de berrinche.

– Lo sé – quita la computadora de mis piernas para colocarla en las suyas – a tu curiosidad nunca le ha gustado no tener respuestas – se ríe.

Cierra las carpetas de manera muy rápida, para luego meterse en una página, la cual se torna de color negro, aparecen números y letras en color verde, comienza a teclear códigos, a resolver ecuaciones, escribir matrices y yo miro fijamente la pantalla como una boba, sin entender ni vergas.

Podre estudiar economía, ser buena con los números, pero jamás de los jamases, podre ser como Max que resuelve problemas y descifra códigos en cuestión de segundos, en menos de nada ya había podido ingresar al sistema de la página.

– Repíteme el nombre – dice y lo miro confundida – El del muerto, me pediste que lo investigara ¿no?

– Ah, sí, si – asiento como niña pequeña – Brandon Becket.

– Veamos – comienza a teclear el nombre que le he dado.

Pasan algunos segundos cuando el sistema arroja los resultados, mostrando 175 actas de defunción con el nombre de "Brandon Becket" en este estado. Mierda.

– Me lleva la que me trajo – digo en voz baja, llevando las manos a mi cabello.

– ¿Sabes en qué fecha fue? – niego con la cabeza – ¿Su edad? – pregunta alzando una ceja.

– No se más nada que su nombre, ni siquiera sé si apellida Becket – apoyo mis codos en mis piernas y sostengo mis cachetes en mis manos – Madellen se apellida así pero no sé, si es su apellido de soltera – suspiro con frustración.

– Esto va ser más difícil de lo que pensaba – expulsa aire ruidosamente para luego traquear los dedos de sus manos y comenzar a teclear de nuevo. 

Mi teléfono comienza a sonar, lo saco de mi bolsillo para revisar quien llama, me sorprendo al ver el nombre de Hemily en la pantalla, ha pasado casi una semana desde la última vez que la vimos, no había hablado por el grupo, ni enviado señales de vida hasta ahora, contesto la video llamada, viendo a la morena del otro lado de la pantalla sonriendo.

– Hola mi amargada favorita – Saluda con alegría.

– Amargada tus nalgas – le contesto – ¿Cómo has estado? ¿Qué tal tus vacaciones?

– Todo de maravilla, nos vinimos para las islas maldivas – cambia de cámara para mostrar el hermoso paisaje que esta frente a ella, el azul del mar se fusiona con el del cielo, simplemente espectacular.

– Wow, tus padres se botaron este año – digo admirando la vista.

– De verdad que sí, no soy fan del mar pero la vista es realmente relajante para estudiar o leer – su rostro vuelve a aparecer en la pantalla.

– Estas de vacaciones, puedes darte un receso de los estudios ¿sabes?

– Simplemente no puedo – encoje sus hombros – quiero sacar las mejores notas para poder hacer las pasantías en la mejor Clínica del estado.

– Lo sé, lo sé,  pero no estaría nada mal que te des un respiro – hace una mueca de duda – tómalo como un consejo.

– Está bien – sonríe – ¿tu investigación cómo va? Discúlpame por no estarte ayudando.

– Tranquila, Max se encarga de eso – muevo mi celular para que pueda verlo, se saludan y sigo hablando – la verdad, la investigación ha tomado un rumbo diferente, Gadreel ya no es el foco principal.

– ¿Ahora cuál es? – pregunta confundida.

– Un barrio súper peligroso, con matones, drogadictos y quien sabe que más caminando por sus calles – contesta Max y los ojos de Hemily se abren exageradamente.

– No es cierto – lo miro achinando mis ojos – bueno, puede ser, eso es lo que averiguo.

– No, Nayana – niega con su cabeza, la morena – tú no eres policía o algo parecido para investigar ese lugar, deja de a hacerlo ahora mismo – demanda, ya está en modo mamá protectora.

– Como si te fuera hacer caso – se burla Max – ya sabes es Nayana, ella y hacer lo que le da la gana son la misma cosa.

Golpeo su brazo, luego muevo mi cabeza de forma de aprobación porque seamos sinceros, tiene razón.

– Debes dejarlo, pueden hacerte daño – dice con preocupación – Si las autoridades no han hecho nada es porque hay gato encerrado, es mejor que te alejes, por tu bien, Nayana – lo dice en un tono tan autoritario y serio que te dan ganas de hacer lo que ordena, pero esa va contra mis leyes.

– Lo siento, pero eso de hacer lo que me mandan – hago una mueca – No va conmigo – le sonrió con inocencia.

– Después no digas que te lo advertí – suspira con cansancio – solo cuídate mucho, te quiero.

Termina con la llamada, sin dejarme responderle, volteo a ver a Max quien tiene sus cejas levantadas y labios aplanados.

– ¿Se enojó verdad? – pregunto colocando mi cabeza en su hombro y el solo asiente.

Después de varios minutos de investigación sin resultados, le dije a Max que dejara eso así, buscaría un poco más de información para agilizar las cosas, Almorzamos, me conto sobre Anny y las cosas sucias que hacen, como lo hace feliz, cuenta todo con una sonrisa inmensa en su boca y ojos, que es imposible no alegrarme por él, también me conto que su madre y padrastro estaban fuera de la cuidad, firmando contratos, ellos tienen una constructora.

Llego la hora de alistarme para ir al Club, decidí colocarme el vestuario de una vez y cubrirme con un abrigo, Max se ofrece a llevarme pero me niego, tampoco iré en el auto de mamá.
Jerry llamo hace dos horas para decirme que pasaría por mí, cosa que me resulto muy extraña ya que son contadas con una mano las veces que lo ha hecho, pero él sabe lo que hace, lo más probable es para darme un poco más de seguridad con el tema del italiano.

Me despido de Max con un abrazo y beso en la mejilla, diciéndole que nos vemos en unas horas, ya que me quedare a dormir en su casa, para luego caminar hacia el auto negro aparcado en la cera.

– Buenas noches, pequeña – saluda Jerry a lo que subo al auto.

– Buenas noches, Jeff.

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N/A

BUENAS, BUENAS GENTE BONITA.

GRACIAS POR TODO EL APOYO QUE LE DAN A LA HISTORIA, SON UNOS SOLECES PRECIOSOS♡.

CAPITULO DEDICADO A TODOS/AS  POR SER FIELES SEGIRDORAS DE LA HISTORIA Y ENTRETENERME CON SUS COMENTARIOS💖

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SIN MÁS QUE DECIR, LOS QUIERO UN MONTÓN, CUIDENSE😘♡.
 

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