Cuatro

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Capítulo 4: Oh, muérdago. Es una jodida desgracia


        Jo se encuentra muy molesto pero sobre todo, confundido. Aunque no es precisamente por la presencia de Jake. Su malestar radica más en la inesperada estancia de su padre.

El adolescente no entiende que surca por su mente en esos instantes. Creyó que ese año sería como los otros: ellos pasando las festividades con su tío, Choi Soobin y después, estando los días restantes de sus vacaciones de invierno bajo el cuidado del matrimonio Park-Yang. Pero esta vez es completamente distinto. Sunghoon ha estado desde la navidad con ellos y no se le ve plan alguno de retomar sus días habituales de ausencia. Casi parece estar encima de ambos y eso le extraña y lo pone de mal humor. ¡Había arruinado por completo sus planes de fin de año de asistir a la pequeña presentación que daría la banda de su mejor amigo!

Aunque tampoco era como si su padre le hubiese prohibido ir, sin embargo, decidió llevarlo él mismo. Así que ahora se encuentra ahí entre el público, teniendo a su progenitor a la derecha con Hikaru en brazos y Jake por un lado murmurando un par de cosas y jugueteando con el pequeño, quien sonríe de vez en cuando.

—Pude haber venido yo solo —murmura para sí mismo, sin embargo, alcanza a ser oído por su padre. Sunghoon le da un vistazo reprochante tras dejar que Jake tomara a Hikaru en brazos. Era la noche del veintiocho de diciembre y el aire se sentía gélido, por lo que todos estaban bien abrigados de pies a cabeza.

—Tienes quince años, Jo, y es de noche, no podía dejarte venir solo.

El menor bufa.

—No es como si no lo hubiese hecho antes —bisbisea, jugando desinteresadamente con el pequeño pompón en su gorrito. Sunghoon frunce el ceño.

Ah, era cierto. Ante la ausencia de su padre y quedando bajo los cuidados de sus tíos, muchas veces se escapaba con tal de ver a su mejor amigo, Gaku, aunque el rubio ya lo había reprendido muchas veces también por eso. A él le daba igual, tampoco era para tanto pues Lakveria era una ciudad demasiado tranquila y la inseguridad no era un problema, podías pasearte por las calles de madrugada o totalmente borracho sin preocuparte por despertar sin zapatos o sin billetera.

—¿Qué? —el hombre mayor chilla.

—Oh, ya va a empezar —soltó, avanzando entre el público a fin de acercarse más al escenario y ser visible para su amigo. Sunghoon y Jake lo siguieron segundos después.

Sonrió en cuanto su mirada se conectó con la del rubio que también parecía estar buscándolo y aunque sostenía sus baquetas, alzó su mano para saludarlo. Jo hizo lo mismo, solo que él tenía su celular en su izquierda, listo para grabar la presentación de ese día y añadir ese vídeo a los muchos que tenía en su galería además de fotos, pero eso era un secreto que solo su silencioso hermanito y él sabían.

—¿Esto es un festival? —escuchó que Jake preguntó, así que se giró para responderle y también, para cargar a su hermanito que estaba pidiendo ir con él al tener sus bracitos extendidos en su dirección. Le pellizcó la nariz levemente, sacándole una risa silenciosa.

—Es el festival de fin de año de Lakveria. Se realiza todos los años con las mejores bandas de la ciudad —respondió simple, sin quitar su mirada del rubio que terminaba de ajustar su batería para la presentación que darían. A True Wish era el nombre de la banda que Gaku había formado junto a unos trillizos de nombre Riki, los cuales se diferenciaban por sus apodos y personalidades completamente distintas la una de la otra. Maki era el vocalista, un sol extrovertido y entusiasta, Taki era más reservado y tocaba diversos instrumentos, desde la guitarra acústica, instrumentos clásicos como el violonchelo, el teclado y demás y al final, estaba Niki, quien dedicaba su vida por completo a la guitarra eléctrica.

—Entonces la banda de tu novio debe ser muy buena —dijo con inocencia, distrayéndose con la simpleza de la ciudad. Era bonita pese a que se encontraba muchísimo más atrasada en avances tecnológicos que su hogar. Las cosas sencillas siempre eran mejores a su opinión.

La cara de Jo enrojeció con fuerza y aquello hizo que Sunghoon lo mirara con una ceja alzada.

Carraspeó con torpeza.

—Gaku solo es mi amigo. No lo veo de esa manera.

Respondió y para evadir a su padre, hundió su rostro en el cabellito oscuro de su hermano, quien jugaba distraídamente con los cordones de su sudadera, hasta que el presentador anunció a la banda de su amigo y armándose de valor, alzó su cabeza.

Vio a Taki empezar a tocar una suave tonada con la guitarra acústica. Se sorprendió al notar que todos tenían micrófonos al frente suyo, por lo que supuso que esa noche todos cantarían. No se equivocó pues después, la voz de Niki llenó el ambiente, era rasposa y le erizó la piel, aunque quizás aquello fue también por la brisa fría que lo golpeó.

I heard that you've been having some trouble finding your place in the world —Maki cantó seguido de la introducción de Niki. Jo no necesita pruebas para asegurarlo, ya que sabe a la perfección que esa canción fue escrita por su mejor amigo. Lo conoce y lo ha visto en más de una ocasión componiendo letras, aunque el rubio rara vez lo deja verlas. Siempre lo aparta teniendo un sonrojo muy fuerte en sus mejillas cada que intenta dar un vistazo a su cuaderno de canciones, aunque no le reclama nada pues él hace lo mismo con su libreta de bocetos, sería muy vergonzoso para él que su amigo supiera que su libreta estaba en su mayoría repleta de dibujos suyos.

Cuando la batería empieza a sonar, él no puede evitar morderse el labio. El rubio golpea hábilmente el instrumento y su cabello claro se sacude con sus movimientos, la sonrisa que hay en su rostro mientras toca es tan grande que se le termina contagiando.

—Son buenos —le dice su papá sin quitar su mirada de sus gestos. No le señala nada, pero a ese punto le es más que evidente a él. Quizás su hijo aún no se ha dado cuenta o se encuentra en negación. Cual sea la situación, esperará.

Jo suspira.

—Sí... —susurra.

Grit your teeth, pull your hair, paint the walls black and scream, "Fuck the world
'Cause it's my life, I'm gonna take it back"
And never for a second blame yourself
—escuchar la voz de su amigo lo hace esbozar una sonrisa gigantesca y por un segundo que se siente eterno, sus miradas se conectan y todo a su alrededor parece detenerse. El rubio le da un vistazo de arriba a abajo y él se siente temblar. Su corazón de pronto bombea la sangre a su cuerpo con mayor intensidad y no le hace falta verse, porque puede sentirlo, su cara se encuentra totalmente roja. Está malditamente sonrojado y tembloroso por él y aquello señala lo obvio.

Es jodidamente gay por él.

Ya lo sabe, pero realizarse nuevamente de ello lo aturde. Su burbuja se rompe al instante en el que la canción termina y otra más ruidosa comienza.

—¿Estás bien, Jo? —su padre le cuestiona.

Ah, sí, está perfectamente bien. Es solo que la crisis gay le ha pegado nuevamente en pleno concierto de final de año. Alguien ayúdelo o se desmayará.

—Karu tiene hambre —suelta lo primero que se le viene a la mente, obteniendo una mirada extrañada de su hermanito. Aunque el infante de seis años es inteligente y comprende la súplica en los ojos de su mayor, por lo que cuando el padre de ambos los mira, asiente y se lleva su manita a la boca. Sunghoon suspira.

—Bien, iré por comida y te buscaré tras bastidores. ¿Vienes, Jake?

El rubio se sobresalta, sonriendo patosamente segundos después y asintiendo. Cuando Jo los ve desaparecer, se permite suspirar aliviado. Escucha a Hikaru reír casi inaudible.

—Te ríes de mi desgracia, enano malvado.

El menor le sonríe, mostrando todos sus dientitos y Jo no puede molestarse con él al ver que le faltan varios de ellos. Adorable.

—Ven, vamos a saludar a Gaku.

Lo alza hasta hacerlo quedar sobre sus hombros, el menor sabe que debe afianzarse para no caer por lo que con sus pequeñas manitas se aferra a su hermano mayor, aunque está seguro de que Jo jamás lo dejaría caer.

Mientras, del lado de Sunghoon, se encuentra haciendo fila en un puesto de hot dogs con un rubio entusiasta que no deja de analizar todo su alrededor y de murmurar pequeñas cosas. Le es inevitable el no terminar sonriendo de vez en cuando pues la curiosidad de Jake es enternecedora. Él mira todo como si fuese un niño y no un hombre de veintiocho años, tal como le había dicho que era.

—Sunghoon, ¿Qué es eso que da vueltas?

El azabache busca aquello que el rubio de orbes olivo apuntaba.

—Es una rueda de la fortuna —contesta, Jake abre su boca con impresión —. ¿En tu reino no hay?

El rubiecito niega.

—¿Quieres subir más tarde?

Los ojos le brillan con ilusión.

—¿Podemos?

Sunghoon asiente, siendo contagiado instantes más tarde por la alegría del rubio, quien dio pequeños saltitos en su lugar.

Jake era toda una caja de novedades para Sunghoon. Tenía veintiocho años y según él, era un príncipe que pronto se convertiría en el rey de todo un país, pero la mayoría del tiempo parecía un niño entusiasta. Aunque tenía chispazos de madurez y sobre todo, coquetería, Sunghoon ya había perdido la cuenta de todas las veces en las que el Silfo lo intimidó con sus palabras y profundas miradas, siendo aquello totalmente desconocido para él.

Pero las mujeres, eh. Eso era lo suyo, sí.

—Disculpe —la voz de una joven lo llama. Él voltea algo descolocado ya que luce divertida, detalle que lo hace alzar levemente una ceja.

—Dígame —responde cortés. La joven que es castaña y lleva gafas le apunta algo arriba y cuando alza la cabeza, maldice internamente.

—Su compañero y usted están bajo el muérdago.

Oh, claro que podía verlo. ¡No hacía falta señalarlo!

Miró a Jake, quien lo observó curioso mientras que en su diestra llevaba los boletos que usarían más tarde para la rueda de la fortuna y en su izquierda una bolsa con comida. Tragó en seco cuando el rubio se dio cuenta de lo señalado y le sonrió.

¿Él sabía lo que eso significaba? Parecía que sí, porque se acercó a él, poniéndolo a temblar en el instante en el que sintió unos dedos tibios rozar su moflete izquierdo y después, un casto beso ser depositado en su mejilla. Cerró los ojos por inercia, soltando un suspiro en cuanto sintió a Jake alejarse.

Sunghoon siempre había considerado el muérdago más una tontería que una buena tradición, algo que parecía una maldición incómoda pero eso... Oh, cielos.

—Vamos, tus hijos tienen hambre —le recuerda, sacándolo a medias del aturdimiento pero aun estando desorientado, así que el Silfo tiene que tomarlo de la mano para arrastrarlo teniendo una sonrisa traviesa presente en su rostro.

Bendito muérdago.



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