Trece

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Capítulo trece: La primera pelea.



       Su pierna se sacude de arriba a abajo con rapidez mientras que sus dientes aprisionan su labio inferior. Se encuentra nervioso y la desesperación abunda en su pecho. Está tan acostumbrado a que sea Jo quien se mete en problemas que cuando lo llamaron de parte de la escuela de sus pequeños, pensó que su travieso hijo adolescente se había peleado de nuevo, solo para acabar sorprendiéndose al escuchar que quien había empezado una riña era su lindo Hikaru.

Casi lanzó una enorme carcajada. El reloj sobre su mesa de noche marcaba una hora muy temprana, estaban ambos aún en la cama y Jake abrazaba su torso, aunque se despertó al escucharlo hablando por teléfono. ¿Su pequeño Hikaru, quién apenas y hablaba y era incapaz de siquiera matar una mosca había empezado una pelea? No se lo creía, pero la voz seria de la encargada del campamento y la preocupada de su maestra al fondo le dijeron que aquello era verdad.

Jake no dudó en acompañarlo, lo cual agradece en demasía ya que no sabe cómo reaccionar. Hikaru es tan distinto a Jo que jamás lo esperó de él, sin embargo, tal vez debió anticiparlo. Jo tenía una edad similar cuándo comenzó a meterse en problemas.

¿Acaso había fallado de manera estrepitosa al criar a sus hijos?

Se llevó las palmas al rostro y rezongó.

¿Cómo diablos podía saber si estaba haciendo un buen trabajo o se encontraba equivocándose horriblemente?

Sintió la cálida mano del silfo repartiendo caricias en su espalda, recordándole que está ahí para él. Quizás pueda pedirle a Jake que hable con su niño, aunque algo en su pecho le dice que tiene que ser él quien hable con Hikaru. Si van a hacer las cosas bien, tampoco puede esperar que el rubio se encargue de todos los problemas que surjan. Son ellos dos, juntos.

—No sé qué debería decirle —confesó.

¿Debía regañarlo? Eso había tratado de hacer con Jo aunque sobra decir que nunca funcionó, el adolescente llegaba luciendo moretones nuevos cada semana y una llamada de atención de parte de sus profesores, sin contar las veces que discutían y las escapadas que hacía. Sin embargo, en el fondo sabía que Jo era bueno, lo demostraba en la forma en la que cuidaba de su hermano y aunque no sabía expresarlo con palabras (Jo en serio se parecía a él), sus acciones serviciales y amables con sus tíos, su abuela y extraños a los que ayudaba por voluntad propia lo decían.

Jake pareció entender lo preocupado que se encontraba, porque deslizó su mano por su muslo hasta tomar la suya. Sunghoon apretó su palma, entrelazando sus dedos, reconfortándose así con su presencia.

—Creo que deberíamos escuchar primero su versión de los hechos.

Asintió. Sí, eso sonaba lógico. Antes de hacer o decir cualquier cosa debía escuchar a su hijo.

—¿Señor Sunghoon? ¿Señor Jake?

La voz de un infante los hace voltear al frente, encontrándose con un pequeñito que los observaba con súplica.

—¿Sí? —Sunghoon susurra, mientras que Jake le ofrece al niño su mano para acercarse.

—¿Qué sucede, pequeño?

El niñito aprieta sus puños con fuerza y muerde su labio inferior. Parece que en cualquier instante se soltará a llorar.

—¿De verdad son los papás de Karu? —Pregunta. Jake mira a Sunghoon de reojo, mientras que él no duda ni un instante antes de responder.

—Por supuesto. ¿Eres amigo de nuestro pequeño?

Asintió.

—Sí. Me llamo Harua —alzó su cabecita, señalándose a sí mismo —. ¡No regañen a Karu, por favor! Él solo estaba defendiéndome.

—¿Puedes explicarnos un poco más lo que sucedió, Harua? —Jake pidió, colocando su mano sobre el hombro de su amado.

—¡Todo es culpa del tonto de Junghwan! —Hizo un pucherito, mirando con sus ojitos vidriosos al par de adultos —. Él siempre me molesta por tener dos mamás. Karu trató de defenderme, pero...

—¿Pero? —Indagó. Necesitaba saber qué era lo que había ocurrido con su hijo con exactitud o iba a enloquecer.

—Él llamó a Karu: "niño sin mamá" —reveló, agachando su mirada y apretando sus manitas en dos pequeños puños. Jake le extendió sus palmas, dándole la suficiente confianza para hablar —. Karu lo empujó porque él lo hizo primero, ¡Pero Junghwan es muy malo! Le pegó a Karu. Luego más niños llegaron ¡Y se armó una gran pelea! ¡Karu y yo peleamos con todo! ¡Incluso hizo que se le cayera un diente a Junghwan! Aunque siguió diciéndole cosas feas —relató acelerado, dejando perplejos a los dos adultos por la velocidad de su habla y su capacidad de hacer miles de gestos en cuestión de segundos. Una vez que terminó de explicarse, apretó sus dientes y masculló: —Debí morderle más la mano.

Después, hubo silencio.

—Voy a ahorcar a ese chiquillo.

—Amor, es un niño.

—No me importa. Se metió con mi bebé.

Se incorporó, comenzando a dar cortos pasos en el mismo lugar, tal como hacía siempre que se encontraba tenso o nervioso. Jake se levantó y se apuró en tomarlo de los hombros, frenando de esa manera su marcha inquieta.

—Sunghoon —lo llamó una vez, pero Sunghoon no respondió, así que volvió a intentarlo —Hoonie, respira.

El kampe dio un respingo, parpadeando un poco antes de mirarlo. Jake le dio una suave sonrisa y se dirigió al niño que se mantenía viéndolos con ojitos curiosos. Hikaru le había contado que uno de sus papás era un príncipe y aunque no había una corona sobre la cabeza del hombre rubio, le creía porque podía ver aquello que estaba oculto en él. ¡Estaba delante de un hada! ¡Un hada de verdad!

—Gracias por contarnos lo que sucedió, Harua. Entiendo que eres un buen amigo y gracias por cuidar a nuestro hijo, pero que no se repita, ¿Está bien? Hay otras formas de combatir a los malos sin terminar en los golpes.

Harua se balanceó sobre sus propios pies con una sonrisa apenada. Pese a estar siendo reprendido de cierta manera, la voz aterciopelada y cálida del hombre agachado a su altura no lo intimidaba. Quería obedecer lo pedido, sí, pero no porque le causara miedo. Era un efecto bastante curioso.

—Sí, señor Jake.

Intercambiaron un par de palabras más con el pequeño antes de que este fuese llamado por su madre. Harua se despidió sacudiendo su pequeña manita en el aire y regalándoles una enorme sonrisa. A Sunghoon le hubiera gustado conocer al amigo de su hijo en otras circunstancias, pero gracias a ello se dio cuenta de que existía alguien fuera de su hogar que apreciaba bastante a su pequeño.

—¿Señor Park? Puede pasar.

La secretaria personal de la directora apareció por el pasillo. Sunghoon asintió y se encaminó con Jake a su espalda, sin embargo, fue detenido antes de doblar el pasillo, provocando que sus cejas se fruncieran con desagrado.

—Disculpe, solo el padre.

La realización de ello se sintió como un baño de agua fría. Sunghoon era el padre de Hikaru mientras que Jake resultaba ser un extraño que por azares del destino había llegado a sus vidas. No tenía el derecho o más bien, no se sentía con el derecho de cumplir ese papel.

Sin embargo, Park no pensaba de la misma manera. Con todo su cuerpo rígido y el hartazgo comenzando a abrirse paso en su pecho, gruñó.

—Él es mi prometido y tiene tanto peso en la crianza de Hikaru como lo tengo yo.

La mujer abrió sus párpados con fuerza. Un atisbo de rojo pintó sus mejillas y una actitud torpe se apoderó de todo su cuerpo. La vergüenza era evidente.

—Claro, disculpe.

Se hizo a un costado, dejando a la pareja ingresar por el pasillo. Sunghoon ya conocía bastante bien el camino, así que tomó la mano del silfo y tiró con suavidad de ella.

—Vamos, amor. Nuestro hijo nos está esperando.

Jake se limitó a obedecer, esbozando una diminuta sonrisa al notar las mejillas ensombrecidas dentro de la postura orgullosa en Sunghoon. Una vez que doblaron en otro pasillo, aprovechó para molestarlo un poco.

—¿Prometido?

Se lamió los labios en una mezcla de vergüenza e ilusión.

—Dijiste que me darías un anillo, ¿No?

La sonrisa que curvó sus labios fue tan amplia que mostró todos sus blancos dientes.

—Sí lo recuerdas.

El bochorno en su rostro no hizo más que crecer.

Frunciendo sus cejas, bisbisó; —Por supuesto que iba a recordarlo —Jake parecía demasiado feliz de verlo avergonzado y tratando de ocultar su evidente sonrojo. —Vamos, hay que entrar.

Mordiendo su labio inferior con bastante diversión, siguió al hombre por el resto del pasillo, ubicándose a su costado una vez que estuvieron dentro de la oficina y fueron invitados a sentarse por la directora Ahn Sohee.

—Buenos días señor Park y señor...

—Sim —contestó seco.

—Señor Sim, un gusto.

La sonrisa que le dedicó a la pareja se notaba a leguas tensa.

Sunghoon no era ingenuo. Sabía bien que la mujer estaba harta de tener que lidiar con cualquier asunto relacionado con los Park y si era honesto, también se sentía un poco cansado de verla tan a menudo. No resultaba ser un secreto que su hijo mayor se había ganado la fama de problemático, haciendo que el apellido Park resonara continuas veces junto a desastres dentro de la escuela mixta de Lakveria y parecía que ahora Hikaru había decidido alzar su apellido de la misma manera que su hermano.

Tuvo que morder su lengua para contenerse de esbozar una sonrisa. Sus hijos le recordaban tanto a su hermano y él cuando eran jóvenes. Quizás, cuando crecieran les contaría un poco de todas sus aventuras durante su adolescencia.

—Como ya les adelanté durante la llamada, ocurrió un percance con Hikaru y uno de sus compañeros —la voz seria de la directora lo trajo de vuelta a la realidad —. Al momento de inscribir a Hikaru a nuestra institución, usted firmó un reglamento, señor Park, en donde estaba expresamente descrito que esta escuela tiene cero tolerancia con la violencia y dado el historial con su hijo mayor...

La mención de Jo lo hizo apretar los dientes.

—Directora Kim, pienso que es muy pronto para saltar a hacer conclusiones, ¿No lo cree? Hikaru ni siquiera ha querido hablarnos de lo que sucedió —la amable maestra de Hikaru, la señorita Zoé habló. Sunghoon le dedicó una mirada cansada mientras que ella hizo un gesto apenado.

—Necesito ver a mi hijo, por favor —pidió.

La directora suspiró.

—Llama al niño —ordenó.

La docente de inmediato acató lo dicho, yendo por el niño a otra aula en donde era cuidado por su asistente Hyunjin. Hikaru tenía un par de banditas en la frente y un parche sobre su mejilla derecha por un gran rasguño que le habían hecho en medio de la pelea.

En cuanto lo vio, Sunghoon se sintió derrumbarse. Se apresuró a caminar hasta su niño y lo alzó entre sus brazos.

—Bebé —Hikaru infló sus labios en un mohín —. ¿Qué te hicieron, mi niño? —No hubo respuesta con palabras, pero sí tuvo a su hijo buscando más cercanía al hundir su carita en su cuello —. Aquí estoy, chiquito. Papi está aquí.

Entonces, empezó a llorar. Primero lo hizo en silencio, hasta que Sunghoon pudo percibir débiles sollozos junto a la vocecita quebrada de su hijo llamándolo. Murmuró un seguro «aquí estoy» antes de dirigirse a la directora.

—Cláusula dos.

—¿Qué?

—La cláusula dos del reglamento. "Toda expresión de violencia física o verbal de parte de algún alumno, así como muestras de intolerancia o actitudes malintencionadas será motivo de de extrañamiento por parte del colegio". ¿Qué pasaría si alguno de sus estudiantes discrimina a otro por su situación parental? ¿No encaja eso dentro de su reglamento? —Espetó. Su hijo se aferraba a su cuello, negándose a salir de ahí al sentirse tan protegido. Sunghoon acarició sus cabellitos oscuros, dándole un vistazo a Jake en busca de ayuda —. Hikaru, mi niño, ¿Podrías contarnos lo que ocurrió? Te prometo que no estás en problemas y nadie va a regañarte. Solo queremos saber la verdad.

—Puedes confiar en nosotros, Karu. Siempre vamos a creerte —el silfo lo secundó.

Tardó un poco, pero gracias al silencio dentro de la oficina pudieron escuchar la suave voz hablando.

—Junghwan malo —murmuró. Sunghoon tragó el profundo nudo que se formó en su garganta. Había una enorme bola de emociones calando en su pecho ya que por un lado estaba feliz de escuchar a su hijo hablando con mayor frecuencia, pero por otro, su sangre hervía y solo quería devolver el daño que ese tal Junghwan le había hecho a Hikaru —. Molesta a Harua porque tiene dos mamás. Dice cosas feas a los demás.

—¿Qué pasó después, cariño?

Hikaru salió de su escondite para ver a su padre.

—Empujó a Harua. Yo no quería que lo lastimara, pero él se rio... —ahí confirmó que lo que dijo el amigo de su hijo era cierto —. Dijo a Karu que un niño sin mamá no podía meterse.

Jake, quien permanecía en silencio a un costado de Sunghoon acunó la mejilla regordeta del infante entre su mano.

—Y eso te hizo enojar mucho, ¿verdad?

El pequeño asintió, mirando al silfo con sus ojitos brillantes por el llanto. Jake acarició sus cabellitos oscuros y lo atrajo a su pecho, dejando que se escondiera entre el calor de ambos.

—Gracias por decirnos, Karu.

Sunghoon alzó su vista para enfrentar a la mujer encargada de la institución.

—Como puede ver, hubo más implicados en este asunto, pero a lo que comprendo aquí, mi hijo solo estaba defendiendo a su amigo y a sí mismo del acoso de un compañero. Acoso que ocurrió dentro de un campamento en el que se supone que existe supervisión —masculló. —¿Qué dirían los demás padres si supieran que existe un niño que le hace bullying a otros?

Sohee se horrorizó. ¡No podía permitir que se relacionara a su institución con el acoso escolar!

—Esa es una palabra muy fuerte, señor Park.

Sunghoon alzó su barbilla. Había cometido errores criando a sus hijos, se ausentó por mucho tiempo y dejó el cuidado de sus pequeños en otras manos, pero ya había despertado de su nube de dolor e iba a hacer todo lo posible y hasta más por remediar sus errores y el primer paso era no dejar que nadie se metiera con sus dos retoños.

—Una con la que supongo, no quieren relacionarse. ¿Cómo verían a esta institución si saben que hay alumnos que se burlan de otros por venir de familias distintas en pleno siglo veintiuno? Creo que ya avanzamos bastante para saber que una familia no solo es mamá, papá e hijos —gruñó, luego, se giró hacia el rubio que lo contemplaba con ojos brillantes. Colocó su mejor gesto de abatimiento junto a una mano en su pecho y dijo; —Mi prometido y yo estamos bastante decepcionados, creímos que esta escuela proveería un lugar seguro para nuestro pequeño, pero veo que no, hay niños realizando acoso y expresando homofobia a tan temprana edad. ¡Qué decepción!

La mujer se incorporó alarmada. ¡Si eso llegaba a más oídos la institución estaría arruinada! Les había costado mucho impulsar la idea de un colegio donde se vieran los niveles iniciales y secundaria juntos, así que no podían perder su reputación, no con la alta competencia entre escuelas que había en Lakveria.

—¡N-no se adelante, señor Park! —Chilló. Sunghoon alzó una ceja a lo que la mujer sintió un sudor frío bajar por su espalda —. Hablaremos con los padres de Junghwan y nos aseguraremos de que esto no vuelva a suceder.

No borró su gesto de seriedad.

—Eso espero —murmuró.
—Ahora, si nos disculpan. Recogeré antes a mi hijo mayor —deslizó su mano libre por el brazo del rubio hasta llegar a su mano, entrelazando sus dedos bajo las miradas ajenas —. Vamos, Jake.

Sin más que decir, ambos salieron de la oficina, caminando por el mismo pasillo por el que habían entrado. Le envió un mensaje de texto a Jo para avisarle dónde se encontraban y una vez que terminó, el suave murmullo de Jake atrajo su atención.

—Eso fue... Wow —esbozó una sonrisa diminuta —. ¿De verdad memorizaste las reglas?

Se alzó de hombros. Esperaba que sus mejillas no delataran lo avergonzado que se ponía a causa de los ojos olivo brillando con fascinación ante su presencia.

—Solo lo leí una vez, pero tengo buena memoria —respondió en voz baja. De nuevo estaba presente la costumbre que tenían de hablarse en susurros, haciendo todo contacto entre ellos más íntimo.

—Eres increíble.

Se mordió el labio inferior. La tentación por saltar a presionar sus belfos contra los suyos era mucha, pero estaban en la escuela de sus hijos y llevaba a un calmado Hikaru en brazos, así que tiró de la mano de Jake para conducirlo fuera de la institución.

—Tú lo eres más...

El silfo sonrió. Tuvo la intención de responder, sin embargo, un adolescente corriendo a toda prisa en su dirección interrumpió su tímido coqueteo.

—¡Los encontré! —Exclamó, apoyándose del hombro de su padre para tomar un poco de aire —. Enano, dime quién fue. Se las verá conmigo.

—Jo, basta —Sunghoon suspiró con cansancio y por supuesto que Jo brincó de inmediato.

—¡Pero papá, ese niño golpeó a Hikaru!

—Y Hikaru le derribó un diente. Avanza, los sacaré de aquí.

Jo abrió su boca con incredulidad, ¿Hikaru? ¿Su hermanito que no lastimaba ni a una mosca?

Miró al rubio y este le asintió, confirmando lo dicho.

—¿¡Le tumbaste un diente!? —Chilló, tomando a su hermanito de los hombros y sonriendo en grande. —¡Bien hecho, enano! Yo sabía que sí prestabas atención a mis clases de pelea.

Comenzó a caminar detrás de su padre una vez que ambos adultos avanzaron, murmurando lo orgulloso que estaba y las muchas cosas más que pensaba enseñarle. Sunghoon lo escuchaba y tras negar con una sonrisa en labios, se detuvo justo delante de su automóvil.

—Solo por esta vez dejaré pasar eso —se dirigió al adolescente y luego a Hikaru —. Me alegro de que hayas defendido a tu amigo y que no hayas permitido que nadie se burle de la ausencia de tu madre, Hikaru. Me enorgulleces.

Jake carraspeó.
—Sunghoon.

Rodó sus ojos, recibiendo un pequeño golpe en el brazo de parte de su pareja.

Resignado, siguió.

—Aunque estoy orgulloso, la violencia jamás será la respuesta, cariño. Hay otras formas de enfrentar a los abusivos —peinó con suavidad los cabellitos oscuros de su hijo, recibiendo una afirmativa del pequeño, así que dejó un beso en su frente —. Y eso va también para ti, jovencito. ¿Qué pensabas al enseñarle a tu hermano a pelearse?

Tiró de la oreja de su revoltoso hijo, sacándole un chillido y varios quejidos cuando ejerció un poco más de fuerza, no la suficiente para lastimarlo pero sí para que fuera incómodo.

—¡Ay, ay! ¡Suelta, papá! ¡Jake, dile que me suelte!

El silfo desvió la mirada y se distrajo con una de las plantas decorando el estacionamiento.

—Ah, que linda flor.

—Traidor —se quejó, sosteniendo su oreja y lanzándole una mirada de molestia, aunque no le duró mucho cuando Jake le sonrió con inocencia. No podía enojarse en serio con él y no sabía porqué (o quizás sí, pero elegía hacerse el tonto).

El príncipe se distrajo un poco acomodando el vehículo a fin de darles algo de espacio pese a que aún no sabía conducirlo a la perfección (Sunghoon le enseñaba cuando tenían tiempo), así que aprovechó para sincerarse con sus hijos.

—Quizás no lo he demostrado bien y me disculpo por ello, pero quiero que sepan que pueden confiar en mí, ¿Está bien? —Ambos hermanos intercambiaron una mirada y luego observaron a su padre —. Si alguien los molesta o les hace algo, pueden decirme. Yo siempre voy a creerles y los apoyaré.

No era fácil confiar de un día para otro, sin embargo, darles a saber que tenían en él un lugar de confianza era un gran paso para reparar aquello que estaba roto. Jo por primera vez no tuvo nada sarcástico para decir.

—¿Puedo darles un abrazo?

El adolescente frunció el ceño.
—Estás diferente.

Sunghoon alzó una ceja, intrigado. Sabía que estaba actuando de manera distinta, abriéndose más y atreviéndose a experimentar, pero no creyó que fuese tan notorio que sus hijos lo notarían.

—¿En serio?

Jo asintió.

—Sí. Desde que Jake llegó.

Sintió su corazón detenerse por unos instantes.

—¿Y eso es malo?

Su hijo mayor parpadeó un poco antes de responder.

—Es extraño, pero no es malo —era extraño como la mierda, sin embargo, había algo que hacía que no le disgustara —. Me gusta.

Ya no peleaban tanto y si lo hacían, parecían más pequeñas riñas amistosas y si bien aún existía mucho que debían trabajar, Jo ahora estaba seguro de que su padre lo amaba y eso lo hacía sentir seguro y actuar menos a la defensiva.

Hikaru alzó sus pequeños bracitos, abrazándose al cuello de su progenitor.

—Papi —lo llamó con esa vocecita que Sunghoon quería oír todo el tiempo. Su corazón se llenaba de felicidad cada ocasión en la que Hikaru hablaba con él —. Te quiero.

Apretó a sus dos hijos contra su cuerpo y besó ambas cabezas.

—Yo también te quiero, Karu. Muchísimo —el pequeñito soltó una risita pues uno de los cuernos de su hermano le hizo cosquillas —. Los quiero, a los dos.

—Oh, dios, esto es tan raro —Jo se cubrió la cara, avergonzado —. También te quiero, pá —murmuró. Por suerte Sunghoon pudo escucharlo y eso hizo que sonriera en grande.

Por fin estaba sintiendo la felicidad, después de años creyendo que no existía. Tenía a sus hijos, su hogar era cálido y a su lado se encontraba una pareja que lo amaba.

—Vayamos a casa. Jake hará la cena hoy.

El silfo, quien recién se acercaba a ellos porque Sunghoon le hizo una seña exclamó incrédulo; —¿¡Yo!?

—Eres mejor cocinero que yo.

—Tiene razón —Jo lo respaldó y a Jake no tuvo más opción que suspirar.

—Ah, está bien. ¿Quieren panqueques o pizza?

—¡Pizza! —Gritaron los dos niños con emoción desde la parte trasera del vehículo.

Sunghoon le dio un vistazo a sus hijos por medio del retrovisor y luego, observó a Jake, quien le regaló una amplia sonrisa y en ese momento, con el calor hogareño invadiendo su pecho y los gritos alegres de los niños junto a las risotadas del rubio ante sus locuras llenando sus oídos, conduciendo de vuelta a su casa con completa calma, lo descubrió.

Está enamorado.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro