VII

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Jimin tenía unas ojeras muy evidentes, clara señal de su insomnio.

Aunque no era la primera vez que sufría de falta de sueño, en esta ocasión existía una nueva variable: no pudo ni siquiera cerrar los ojos por unos segundos.

La razón era evidente.

Después de su "encuentro" con Caín, Jimin decidió caminar para regresar a casa. No tenía ánimos para tomar algún taxi, simplemente quería estar solo con sus pensamientos y tal vez despejarse un poco.

Además de que el parque no se encontraba precisamente lejos de su hogar.

Cuando finalmente pudo esconderse bajo las sábanas, su mente se desvió hacia aquel momento en el que su mano y la del asesino se estrecharon en un trato que distaba de ser lógico.

Pese a las vagas explicaciones de Caín, Jimin pudo comprender el factor común: el bastardo lo necesitaba para sus propios propósitos porque, de algún modo, no lo encontraba totalmente inútil.

Y Jimin no estaba seguro de si debía sentirse asqueado o halagado por ello.

A la mañana siguiente fue evidente su mal humor. Seokjin se había encargado de recordarle lo mal que lucía, diciendo algo como: "pareces un mapache muerto y demacrado". Vaya amigo.

Le fue imposible mantener la concentración en clases, sobre todo cuando el profesor Lee decidió que sería una buena idea prender el proyector para mostrarles unas diapositivas cargadas de texto innecesario. Ante eso, los ojos de Jimin comenzaron a cerrarse involuntariamente, desistiendo a la idea de dormir por el miedo a ser descubierto.

Cuando parecía que estaba a punto de ceder a los brazos de Morfeo, su celular vibró.

Sobresaltándose un poco, el azabache observó de reojo a sus amigos, tratando de averiguar si alguno de ellos había sido el responsable de la notificación. Frunció el entrecejo al percatarse de que todos estaban completamente sumidos en la presentación del profesor Lee, incluyendo a Hoseok, quien siempre solía dormirse sin preocuparse por ser descubierto.

Jimin echó un vistazo rápido al profesor; afortunadamente, este no estaba prestando atención a los estudiantes. No habría inconveniente si consultaba rápidamente su celular...

De: número desconocido
¿Estás a punto de quedarte dormido?
Vaya estudiante.

Jimin se sobresaltó al leer ese mensaje inesperado, sintiendo un nudo en la garganta que casi lo hace ahogarse con su propia saliva. Sus manos temblorosas apenas sostenían el teléfono mientras sus ojos se ampliaban en sorpresa y nerviosismo.

Jimin:
¿Estás acosándome?

Los tres puntos que indicaban que estaba a punto de recibir una respuesta aparecieron al instante.

De: número desconocido
Vamos, Abel.
¿En qué parte del mundo se le conoce
como "acosar" a una visita amistosa?

Jimin:
No me llames Abel.
De todas formas, ¿qué haces aquí?
¿No tienes gente a la cual asesinar?

De: número desconocido:
No pensé que mi itinerario fuera algo
de tu interés, Abel.
Pero en efecto, tengo de objetivo
asesinar a alguien el día de hoy. ^^
[Número desconocido ha enviado una imagen]
Lo estoy viendo justo ahora...

Con un gesto de desdén, Jimin abrió la foto, esperando ver su propia imagen. Sin embargo, su sorpresa fue amarga al darse cuenta de que la foto no lo retrataba a él, sino que mostraba a...

Seokjin.

Con el corazón latiendo desbocado, comenzó a mirar ansiosamente por la ventana, buscando cualquier señal de Caín. Cada movimiento fuera de lo común hacía que su pulso se acelerara más, mientras la paranoia crecía dentro de él, convirtiendo cada sombra en una posible amenaza.

Jimin:
Lee bien este mensaje.
Si se te ocurre siquiera tocarle un cabello,
voy a asesinarte, importándome una mierda nuestra charla de ayer.

De: número desconocido
Vaya, el esponjoso gatito tiene garras.
Solo bromeaba, Abel, no llores.
Prometí no dañar a tus amigos, ¿lo recuerdas?

Jimin:
Tienes un serio problema con
poner apodos ridículos.
Deja de mensajearme, vas a
meterme en un problema.

De: número desconocido
Quiero verte hoy.
Te espero en el Parque Han,
misma hora de ayer.

Jimin:
¿Estás completamente fuera de ti?
No puedo simplemente estar
disponible cuando se te pega la gana.
No iré.
¿Caín?
¿Por qué mis mensajes no...?
¿ME BLOQUEASTE?
¡JODIDO BASTARDO!

Tras enviar el último mensaje, un grave gemido de exasperación escapó de los labios de Jimin sin que pudiera contenerlo, atrayendo la atención de toda la clase hacia él.

—No sabía que ser el futbolista estrella de la selección de la universidad conllevaba a ser un irrespetuoso en clase, joven Park —exclamó el profesor Lee, deteniendo su presentación para mirar al azabache que trataba de fundirse en su asiento ante la llamada de atención.

—Lo siento... —murmuró Jimin, sintiendo su mejillas enrojecer.

—Tal vez su madre murió antes de poder enseñarle modales —exclamó Taehyung desde el fondo, provocando risas y jadeos de indignación en el aula.

Jimin apretó fuertemente los puños, pero se obligó a sonreír tan amigablemente como pudo.

—Quizá pueda visitar a la tuya para pedirle que me enseñe, ¿en qué esquina dices que trabaja?

Las carcajadas no se hicieron esperar, provocando que el rostro de Taehyung hirviera en furia. Cuando el castaño abrió la boca, no dispuesto a dejarse humillar, el profesor intervino.

—Basta, los dos —Lee gruñó, acariciando el puente de su nariz—. Un chiste más como ese y ambos se irán a la oficina del director, ¿entendieron?

Tanto Jimin como Taehyung asintieron en silencio, conscientes de que lo que menos les convenía era tener un problema con el director. Se observaron mutuamente en la lejanía, prometiéndose cosas impensables a través de una intensa guerra de miradas.

Mientras tanto, una sombra, lejos del aula de clases, ladeó la cabeza con curiosidad, observando atentamente la intrigante escena a través de una ventana...


El que Jimin se reincorporara nuevamente en el equipo no parecía ser algo que estuviera en los planes del entrenador Han.

—Pero estoy bien, solamente fue un pequeño corte...

El entrenador suspiró, negando suavemente con la cabeza.

—Seokjin me ha informado sobre lo que te sucedió. Es irresponsable que estés aquí en lugar de descansar en casa —Han alzó ambas cejas, observando cómo el azabache rodaba los ojos, claramente frustrado—. Me gustaría que descansaras al menos durante lo que queda de la semana. No te perderás de nada importante, te lo prometo.

—Si no entreno, voy a perder condición. ¿Cómo se supone que participe en las nacionales si me canso rápidamente?

El entrenador desvió la mirada, Jimin frunció el entrecejo.

—Jimin... no creo que puedas participar en las nacionales —anunció el entrenador con pesar.

Los ojos de Jimin se abrieron desmesuradamente al escuchar esa noticia, sintiendo un golpe en el estómago. Una oleada de malestar y frustración lo invadió, seguida de una punzada de enojo.

—¿Qué quiere decir con eso?

—Escucha, no es exactamente una decisión que yo haya tomado. El director me convenció de que lo mejor era permitirte vivir el duelo por tu madre, ya que es algo que has estado evitando. El ambiente en el campo se ha vuelto hostil con los últimos acontecimientos, y no creemos que...

—¿Por qué ustedes decidirían algo así por mí? ¿No me creen capaz de soportar todo eso? ¿Tan débil me consideran?

Han suspiró, claramente por ahí no iba el asunto.

—No tiene nada que ver con que creamos que eres débil o no. Somos tus superiores al final del día, sabemos cómo manejar esto.

Jimin contuvo una risa amarga.

—Entonces, ¿qué? ¿Me reemplazarán como si yo no valiera nada?

—Jimin, estás malinterpretando todo —el entrenador frunció el entrecejo—. Nadie jamás podrá reemplazarte, tu lugar en el equipo no lo tocará nadie.

El menor observó por encima del hombro del entrenador, dándose cuenta de cómo todo el equipo corría hacia Taehyung para felicitarlo por algo bien que habría hecho.

¿Nadie iba a reemplazarlo? Claro.

Jimin apretó los labios.

—Como sea.

Ignorando los gritos del entrenador que resonaban a sus espaldas, Jimin se dirigió hacia el estacionamiento de la universidad. Al estar frente a su vehículo, palmeó furiosamente su mochila en búsqueda de sus llaves, frunciendo el ceño al darse cuenta de algo crucial.

Las llaves no se encontraban por ningún lado.

—¡Mierda! —bramó, pateando una llanta con toda la ira que había estado conteniendo.

Dejó escapar un suspiro cargado de frustración. Todo iba de mal en peor. Empezando por el hecho de que se perdería la competencia nacional, un evento que había estado esperando además de haberse preparado durante tanto tiempo, mucho antes de que su madre muriera.

Peor aún, Jimin estaba completamente seguro de que el imbécil de Taehyung se llevaría toda la gloria. Solo bastaba con ver las sonrisas sinceras en los rostros de sus compañeros de equipo.

La admiración que un día le fue dirigida ahora había sido desechada como basura.

Se sentía abatido y resentido.

A la mierda con todos ellos.

Jimin frotó su rostro con ambas manos, tratando de dispersar los pensamientos oscuros que comenzaban a invadirlo, muchos de ellos donde Kim Taehyung era protagonista.

Entre la bruma de su mente, un pensamiento emergió con fuerza: «Dios, cálmate ya», se suplicó a sí mismo en silencio, deseando liberarse del torbellino de emociones que lo atormentaba.

Cuando logró tranquilizarse, unos pasos detrás de él lo hicieron tensarse en su lugar.

Y a través del reflejo en la ventana de su automóvil, lo vio.

—¿Por qué la cara larga, Abel?

Jimin se estremeció, esa rasposa voz...

—Lo que me faltaba —gruñó, sin ganas de darse la vuelta—. Ya he tenido un día de mierda, no necesito que me lo compliques nuevamente. Gracias.

Caín ladeó la cabeza, analizándolo con curiosidad.

—¿Te refieres al berrinche que armaste en el campo de fútbol?

Jimin inhaló profundamente, por supuesto que ese bastardo estuvo observándolo.

—Piensa lo que quieras, Caín. No estoy de humor para ponerte en tu lugar.

El rubio enarcó una ceja, sonriendo lentamente.

—¿"Ponerme en mi lugar"? Mh, que divertido —exclamó con mofa, Jimin rodó los ojos—. ¿Por qué estás tan furioso, de todas formas? Tu entrenador dijo que te reincorporarían.

—Porque me voy a- —se detuvo, frunciendo el entrecejo, ¿en serio estaba a punto de entablar una conversación con ese tipo como si fueran los grandes amigos?—. Olvídalo, solo déjame tranquilo.

Caín no respondió. Jimin contuvo el aliento cuando su cuerpo fue abruptamente volteado, obligándolo a quedar cara a cara con el mayor.

—Nu-uh, recuerda que tenemos una cita esta noche.

La cara de Jimin se deformó en una mueca de desagrado al escuchar la palabra "cita".

—No recuerdo haber aceptado.

—Tranquilo, yo lo hice por ti.

Jimin bufó, ¿podría existir una conversación más ridícula?

—Sí, como sea —dijo, empujando el cuerpo del contrario para apartarlo—. Vete, necesito irme a casa para prepararme psicológicamente antes de ir a verte.

El asesino sonrió.

—¿Cómo vas a irte sin tus llaves?

—¿Cómo sabes que-?

El característico sonido metálico hizo que abriera los ojos de par en par. Jimin quedó boquiabierto al ver cómo Caín balanceaba sus llaves justo frente a sus narices.

—¡¿Cómo es que las tienes?! —sin pensarlo, Jimin se abalanzó contra el mayor, intentando arrebatarle las llaves.

Caín, con su mano libre, atrajo a Jimin hacia su cuerpo, provocando que se juntaran mientras el menor seguía forcejeando por el objeto.

—Eres demasiado descuidado, Abel —exclamó el rubio, sonando aburrido—. No eres consciente de tu entorno, igual que una presa fácil.

En un rápido movimiento, Caín volteó a Jimin, haciendo que su torso quedara pegado a la espalda del menor. Con destreza, colocó un brazo del chico detrás de su espalda, imposibilitándole cualquier especie de escape. Jimin comenzó a forcejear, lo que provocó que su brazo torcido doliera aún más mientras intentaba liberarse.

—¡Suéltame!

—Otro punto negativo: te alteras con facilidad. Debes aprender a manejar tus emociones, niño —Caín se inclinó, acercándose lo suficiente al oído del chico—. Nunca demuestres tus emociones al adversario, reprímelas, o ellas terminarán por consumirte.

Jimin dejó escapar un jadeo entrecortado al encontrarse atrapado entre el cuerpo fornido del mayor y el vehículo. Su ceño se frunció al percibir los dedos de Caín deslizándose suavemente por su manzana de Adán, trazando un camino sigiloso que culminó en su pecho, provocándole un escalofrío.

—¿Lo ves? Estás agitado —susurró ronco contra su oído—. Cálmate y te dejaré ir.

El menor tragó ruidosamente y, conteniendo su orgullo, se obligó a relajarse. Caín lo liberó a los pocos segundos.

—Buen chico.

—Jódete.

Caín sonrió.

—Definitivamente tengo mucho trabajo que hacer contigo —exclamó, frotando suavemente su barbilla—. Aunque gracias a la rabia reprimida que tienes, no será tan difícil.

Jimin enarcó una ceja, mirando al enmascarado por encima de su hombro.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Te lo explicaré todo a su tiempo, Abel. Vamos paso a paso —sonrió a través de su máscara, Jimin no estaba seguro, pero podría jurar que algo brilló en sus ojos—. Voy a estarte esperando esta noche, procura no llegar tarde. Odio las demoras.

Sin darle tiempo para replicar, el rubio se alejó del menor, desapareciendo entre los demás coches del estacionamiento. Jimin frunció el ceño al darse cuenta de que sus llaves ahora estaban en un bolsillo trasero de su pantalón.

Definitivamente debía aprender a ser más ágil que Caín, o todo lo que estaba por enfrentar sería en vano.


Una suave brisa envolvió a Jimin mientras se recargaba contra un farol de luz. La luna brillaba resplandeciente en el horizonte, y poco a poco la gente empezó a abandonar el parque.

Jimin se preguntaba cómo Caín podía exhibirse en público con tanta facilidad; el tipo no parecía tener un problema ante la posibilidad de que la gente lo reconociera.

«Tal vez solo yo puedo verlo» pensó tontamente. Sacudió la cabeza, en verdad debía dejar de leer historias paranormales.

Aún así, lo más probable sería que el tipo fuese tan narcisista que estaba seguro de que jamás lo atraparían, incluso si decidiera cortarle el cuello a alguien justo frente a las narices de la policía.

El sonido de unas hojas crujiendo a su espalda le puso en alerta.

—Buenas noches, Abel.

Jimin rodó los ojos, aún no se acostumbraba a ese apodo.

—Buenas noches, Caín —respondió con una sonrisa fingida.

—Sígueme —exclamó sin más, caminando hacia algún destino desconocido.

El menor le siguió los pasos, manteniéndose a una distancia prudente, solo por si acaso.

Transcurrieron unos largos minutos en los que ninguno de los dos dijo algo.

—¿A dónde vamos? —Jimin quebró el silencio, frunciendo el ceño al percatarse de que estaban a nada de abandonar el parque.

—No quisiera arruinarte la sorpresa —bromeó el mayor, mirándole por encima de su hombro con una inquietante sonrisa.

Jimin contuvo el aliento al notar los pinos frondosos y la disminución de la luz de la ciudad. ¿Cuánto tiempo llevaban caminando?

—¿Caín...? —murmuró.

—¿Qué pasa? ¿Tienes miedo?

—Estoy –muy probablemente–, lejos de la civilización con un asesino serial, ¿cómo demonios voy a estar?

—Mh, te creía más valiente.

Jimin reprimió la maldición que amenazaba con salir de sus labios. No era el momento.

Los pasos de Caín se detuvieron abruptamente. Distraído por el tétrico ambiente, Jimin chocó contra su espalda.

—¿Qué mierda? —Jimin murmuró, frunciendo el ceño al notar una cabaña a la lejanía.

Caín giró sobre sus talones, encarando a Jimin.

El menor se estremeció al notar la mirada sombría que brillaba a través de la máscara negruzca.

—Realmente no es como si tuvieras opción, Abel, pero seré lo suficientemente decente como para darte a elegir.

—¿Qué quieres decir?

Jimin casi jadeó al sentir cómo Caín le tomaba con fuerza el mentón, obligándolo a levantar la mirada.

—Esa cabaña que ves allí, de una u otra forma, va a cambiarte la vida —exclamó fríamente, sus ojos oscurecidos por la seriedad de sus palabras—. Una vez que pises dentro de ella, ya no serás el mismo. El cambio será lento, pero inevitable. Te lo aseguro.

El menor tragó saliva ruidosamente, convencido de que el mayor no estaba jugando.

—Tienes dos opciones, Abel: adentrarte conmigo o, si lo prefieres, no hacerlo. Pero si decides desistir de nuestro trato, voy a clavarte un cuchillo justo en la yugular —declaró Caín con firmeza.

Jimin parpadeó lentamente, sabía que realmente no tenía opción.

—Ya lo has dejado claro, ¿no?—. bromeó el menor, sosteniendo la mirada—. De todas formas, no será tan malo.

Caín enarcó una ceja, preguntándose si era un intento fallido del chico por mostrarse valiente.

—Bien. Entonces, sígueme.

Jimin sintió alivio cuando el mayor finalmente se apartó de él.

Sea lo que estuviese a punto de pasar en esa cabaña, el menor esperaba que no fuera lo suficientemente malo como para hacerle desistir.


Llegamos a 1k de lecturas, ¡muchísimas gracias por leer!

Trataré de actualizar más seguido, disfruto escribiendo esta historia y, debo confesarlo, Caín (Yoongi) se está convirtiendo en mi personaje favorito del libro, esperen mucho de él, muejeje.

Y de Jimin también. 👀 💗

—Cherry. 🍒

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