VIII

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng



El interior de la cabaña se sumía en la oscuridad, solo interrumpida por matices azules que delineaban la silueta de objetos dispersos gracias a la escasa luz nocturna que se filtraba por la ventana. Un escalofrío recorrió la espalda de Jimin cuando la puerta se cerró con un crujido sordo a sus espaldas.

Una luz repentina inundó la habitación, forzando a Jimin a parpadear repetidamente hasta acostumbrarse de nuevo a la claridad. No pudo resistirse a explorar el lugar con la mirada; además del pequeño sofá y la enorme alfombra café, sus ojos captaron detalles adicionales: una mesa de madera rústica en el centro de la habitación, adornada con velas que destellaban suavemente. Al lado del sofá, una estantería de madera exhibía una colección de libros desgastados y, frente a los muebles, había una pequeña chimenea apagada.

«¿Será aquí donde vive?» Jimin se cuestionó mientras mordía su labio inferior, definitivamente era información valiosa.

—No te pongas muy cómodo, Abel —la voz de Caín resonó a sus espaldas, recordándole que no estaba solo y mucho menos en una visita amistosa. —Sígueme —continuó, con una firmeza que dejaba poco margen para la negación.

Jimin no objetó, prefiriendo bufar casi en silencio.

Atravesaron un pasillo que distaba de estar iluminado. Jimin echó un vistazo furtivo a las puertas que se alineaban a su paso, sintiendo una curiosidad latente por saber qué se encontraba detrás de cada una, pero optó por contenerse, consciente de que no quería tener otra pelea con el asesino.

Y cuando volvió a ser consciente de su entorno, se sorprendió al hallarse nuevamente afuera de la cabaña, pero esta vez frente a un cobertizo. Una ceja se alzó en confusión en su rostro mientras se cuestionaba el por qué no habían ido directamente a ese lugar en vez de dar un rodeo aparentemente innecesario.

—¿Qué demonios hacemos aquí? —cuestionó Jimin con cautela, frotando suavemente sus brazos cuando una brisa los rodeó.

Caín no respondió. En silencio, Jimin observó cómo sacaba unas llaves del bolsillo de su pantalón y las usaba para abrir la puerta del cobertizo. El asesino se giró hacia él, quizás esperando que se acercara o al menos que entrara al lugar.

—Después de ti —Caín exclamó con mofa, tratando de sonar caballeroso.

Jimin tragó saliva, no quería, pero tampoco es que tuviera muchas opciones.

Con pasos ligeros, se aproximó a la entrada del cobertizo, apenas conteniendo un jadeo al vislumbrar su interior. Una diversidad de armas blancas decoraba las paredes y los estantes, desde cuchillos de carnicero relucientes hasta alicates, mientras que en un rincón se erguía una motosierra ominosa, cuya hoja centelleaba con una luz amenazante. El aroma acre del metal mezclado con lo que Jimin supuso que era sangre impregnó el aire, aumentando la sensación de terror que envolvía el ambiente.

—Son solo algunos de mis juguetes, Abel —se adelantó Caín con la explicación antes de que Jimin pudiera siquiera cuestionarse qué estaba viendo—. Cada uno de ellos ha formado parte de mi historial, como puedes observar, no hay ninguna arma de fuego.

Era cierto, dentro de ese extraño cobertizo no había ningún espacio ocupado por alguna pistola o escopeta. Solo habían "herramientas" comunes y corrientes, aunque el propósito de estas distaba mucho de ser normal.

—¿Y por qué es eso, eh? ¿Acaso el gran asesino de Busan no tiene idea de cómo usarlas? —Jimin hizo un gran esfuerzo por sonar bromista, aunque en el fondo estuviera muriéndose del miedo.

Caín esbozó una sonrisa sombría.

—Créeme, Abel, tengo mucha experiencia con ellas. Sé usarlas mejor que un policía que ha recibido el más estricto de los entrenamientos —dijo Caín con voz calmada mientras se acercaba lentamente a Jimin, colocándose a su lado—. Simplemente prefiero las armas blancas. Son más fáciles de manejar y menos tediosas de desaparecer para no dejar rastro. No tienes idea de la cantidad de idiotas que he visto ser atrapados solo porque la policía descubrió que las balas en el cuerpo de una víctima coincidían con el arma que portaban. Es tan patético.

El azabache frunció el ceño, asimilando la extraña preferencia del asesino.

—Pero con una pistola podrías acabar el trabajo más rápido —balbuceó Jimin, sintiendo cómo Caín giraba velozmente en su dirección, lo que lo hizo estremecerse—. E-es decir, si sabes apuntar bien y en dónde hacerlo, un solo disparo puede acabar con la vida de la persona.

—Y ese es justamente el problema —agregó el enmascarado, sonriendo nuevamente con malicia—. Yo nunca he querido acabar rápido con ellas.

«Sádico» pensó Jimin, aunque no era como si esa información fuera una novedad para él. Con sus encuentros anteriores, había quedado más que claro.

—Solamente he utilizado las armas de fuego cuando es estrictamente necesario —dijo Caín, rompiendo el repentino silencio—. Sin embargo, es clave entender que no siempre se tendrá acceso a un arma de ese tipo, por lo que es indispensable tener conocimientos sobre otros objetos, o de lo contrario, estarías muerto.

Sin esperar respuesta, Caín cerró la puerta del cobertizo con llave antes de encaminarse de vuelta hacia la cabaña. Jimin tardó unos segundos en seguirle el paso.

—¡Espera! —Jimin exclamó, logrando alcanzarlo—. ¿Por qué carajos me enseñaste eso? ¿Por qué siquiera me trajiste aquí?

Caín detuvo sus pasos.

—Hace media hora te advertí que, una vez que pisaras esa cabaña, tu vida cambiaría —dijo, alzando ambas cejas—. Al aceptar haber entrado, sellaste formalmente nuestro trato, pequeño Abel. Y ya que trabajaremos juntos, planeo entrenarte.

Jimin frunció el entrecejo.

—¿Entrenarme? ¿Tú a mí?

—El camino que nos espera es muy, muy peligroso. No puedo confiar en que no te cortarán la garganta durante el primer encuentro, por eso-

El menor soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza con incredulidad ante la sugerencia. Levantó una mano en gesto de detención mientras una sonrisa burlona danzaba en sus labios.

—¡Wow, alto ahí! —exclamó entre risas—. Creo que sé a dónde quieres llegar —sus ojos brillaban con diversión—. ¿Estás insinuando que planeas someterme a un entrenamiento estilo asesino?

—No entiendo cuál es la gracia —respondió Caín, enarcando una ceja con genuina intriga—. Por más resistencia que tengas, estoy completamente seguro de que no durarías ni cinco minutos en una pelea cuerpo a cuerpo real. Tan solo recuerda cómo quedaste después de nuestro encuentro en tu escuela.

La sonrisa de Jimin se desvaneció, sintiendo cómo las heridas bajo su camisa comenzaban a doler nuevamente.

—Aún así —continuó, refutando con determinación—. Estarías insinuando que llegará un momento en el que tendré que decidir entre mi vida y la de alguien más. Lamento recordártelo, Caín, pero no hay modo en el infierno en que yo considere asesinar a otra persona. No soy como tú.

Ahora fue el turno de Caín para reír ante aquel destello de hipocresía que el menor parecía ignorar por completo.

—¿Entonces estarías dispuesto a romper tus ideales solo por mí? Realmente me conmueves, Abel —dijo, llevándose una mano al pecho en un gesto fingido de emoción—. Piénsalo de esta forma, niño: si eres capaz de protegerte lo suficientemente bien como para no morir, entonces podrás cumplir tu venganza cuando todo termine.

Jimin mordió su labio inferior, eso era cierto, pero...

—No necesito que me entrenes, puedo hacerlo yo solo.

La sola idea de tener al hombre que más despreciaba como su mentor le provocaba una sensación de humillación indescriptible. Realmente no quería, bajo ninguna circunstancia, depender de Caín. Por nada en el jodido mundo.

El asesino sacudió la cabeza con suavidad.

—No lo entiendes, ¿verdad, Abel? No tienes opción en esto: lo tomas, o lo tomas. —exclamó Caín, levantando una mano cuando Jimin quiso refutar—. No hay nadie mejor que yo para enseñarte a cómo defenderte. Si decides hacer caso omiso, me veré obligado a enseñarte por las malas. Créeme, no te conviene.

Jimin rodó los ojos, comenzaba a enfadarse.

—Puedo cuidar perfectamente de mí mismo. No nece...

Los ojos de Jimin se abrieron en demasía cuando una cuchilla rozó ligeramente su mejilla con una velocidad impresionante, apenas perceptible a simple vista. Su corazón latía con fuerza, retumbando en sus oídos mientras luchaba por tragar saliva. Cuando su mirada logró enfocarse, pudo distinguir el brazo de Caín completamente extendido, con solo una leve curvatura en la muñeca, dejándole claro que había sido él quien lanzó el objeto.

—Ni siquiera tienes buenos reflejos —exclamó Caín con voz grave—. Dejaré en claro una cosa, Abel: no perderé mi tiempo salvándote el culo. De modo que aprendes o mueres. Tú decide.

No iba a mentir, la expresión sombría que se ocultaba bajo la máscara del asesino intimidó a Jimin. Solo un poco.

Tal vez más que solo un poco.

—Bien —Jimin masculló entre dientes, incapaz de negarse—. ¿Cuándo comenzamos?

—Mañana, justo cuando acaben tus clases. Quiero que estés listo para mí.

El menor decidió no pensar en lo extraño que había sonado la última oración.

—De acuerdo —asintió con pesar—. ¿Ya podemos irnos? No sé tu horario de asesino, pero yo madrugo.

Caín sonrió, luciendo más tranquilo que hace unos segundos.

—Puedes irte, creo que sabes el camino —ante la mirada incrédula del azabache, Caín enarcó una ceja—. ¿Qué? No soy tu niñera. Puedes regresarte solo.

Conteniendo un bufido, el menor asintió, decidido a retirarse de allí.

—Por cierto, Abel —agregó Caín, haciendo que Jimin se detuviera.

—¿Sí?

—Nadie, absolutamente nadie, puede saber de este lugar.

Jimin fingió una sonrisa amigable.

—Advertencia recibida.


—¿Por qué no puedes acompañarnos?

Jimin suspiró ante los pucheros de Yeonjun.

Sus amigos habían decidido de último momento organizar una reunión en la casa del más joven del grupo, algo que podría haber estado bien si no fuera por cierto compromiso ineludible que él tenía. El cual, por supuesto, era algo que sus amigos no podían conocer.

—Ya se los dije, prefiero quedarme en casa para estudiar, los exámenes finales se acercan —bueno, esa no era una mentira del todo.

Seokjin frunció el entrecejo mientras abría su casillero.

—Jamás te ha gustado estudiar con anticipación, desde que te conocemos has preferido dejar todo para el último momento —su voz denotaba su claro escepticismo.

—Supongo que ahora es diferente —Jimin alzó los hombros, recargándose contra los casilleros—. No participaré en el equipo por el resto de la temporada, algo debo hacer para entretenerme, ¿no?

Yeonjun le dedicó una mirada de compasión.

—Realmente siento que no puedas participar en las nacionales —exclamó con sinceridad, dándole un reconfortante apretón en el hombro—. El entrenador Han es un idiota.

Jimin apretó los labios.

—Ya no importa, al menos podremos ver a Jinnie en el equipo —exclamó con una sonrisa sincera—. No lo eches a perder, Kim. Moriría de vergüenza ajena por haberte entrenado.

Seokjin dejó salir una carcajada.

—No planeo meter la pata, Minnie —canturreó con cierta ironía mientras terminaba de cerrar su casillero después de guardar algunos libros—. Además, nada puede ser más humillante que anotar un autogol.

Jimin le miró ofendido, lo que provocó las carcajadas de sus amigos.

De pronto, su celular vibró con una notificación de mensaje, haciendo que su cuerpo se tensara al instante. Bajo las atentas miradas de sus amigos, Jimin sacó el teléfono del bolsillo de su pantalón y tragó saliva nervioso.

Sin embargo, al ver el apodo de Hoseok en la pantalla dejó escapar un suspiro de alivio.

De: J-Hope 🎶
Tienes que ver esto.
[J-Hope 🎶 ha enviado un video]
Lo que hay que escuchar...

—¿Quién es? —preguntó Seokjin, alzando una ceja.

—Hoseok. Me ha enviado un video —respondió Jimin, reproduciendo el archivo antes de que sus amigos pudieran decir algo más.

Yeonjun y Seokjin se acercaron para ver lo que Jimin estaba a punto de presenciar. El video estaba mal grabado, con la cámara moviéndose mucho y Jimin supuso que era porque Hoseok lo había filmado a escondidas.

La escena era simple: un salón de clases. Entre matices borrosos, se podía distinguir la figura de Taehyung, rodeado de chicos y chicas por igual. Había tanto bullicio que era difícil entender lo que decían. De pronto, la voz del castaño retumbó en las pobres bocinas de su teléfono.

"No fue difícil superar al imbécil de Park" exclamó entre risas, "ese idiota no habría durado mucho de todas formas. Cavó su propia tumba; el equipo tiene suerte de que yo haya decidido jugar con ellos".

Jimin apretó con tanta fuerza el aparato que incluso tembló entre sus manos.

No escuchó lo que dijo después de eso; sus sentidos parecieron desconectarse en el momento en que vio la deslumbrante sonrisa de Taehyung, quien seguía alardeando de lo buen jugador que era. En algún punto la cámara del video cambió, mostrando la expresión asqueada de Hoseok ante el comportamiento de Kim, y luego el video terminó.

—Qué tipo tan imbécil —refunfuñó Yeonjun, imitando la expresión de Hoseok—. Realmente cree que puede reemplazarte.

—Es otro niño mimado, ni siquiera es tan bueno en la cancha —Seokjin formó una mueca de desagrado—. Piensa que luce genial, pero solo se deja ver como el idiota traumado que es.

Jimin no respondió, simplemente guardó su teléfono.

—Quizá dejaría de decir estupideces si simplemente le cortaran la garganta hasta hacerlo retorcerse en su propia sangre —el azabache masculló entre dientes con un tono cargado de odio, sorprendiendo incluso a sus amigos debido a la intensidad de sus palabras.

—Eh... ¿Jimin? —Yeonjun arqueó una ceja con preocupación—. Eso suena un poco drástico, ¿no crees?

—Déjalo desahogarse —intervino Seokjin, dándole unas cortas palmadas en la espalda a Yeonjun—. Todos tenemos esos momentos de ira intensa, no significa que realmente deseemos hacerle daño a alguien. Es solo... como una especie de escape para liberar la frustración.

Jimin suspiró, sintiéndose un poco aliviado ante la comprensión de su mejor amigo.

Aunque Taehyung constantemente presionaba sus botones para tratar de llevarlo al límite, Jimin nunca consideraría infligirle un daño real, o al menos, nunca haría algo que pudiera provocarle la muerte. Incluso en medio de la ira, no podía concebir la idea de cruzar esa línea con nadie, siendo el asesino de su madre la única excepción. Lo cual estaba justificado.

Por más molesto que fuera Kim Taehyung, Jimin jamás se rebajaría al punto de cometer un acto tan extremo como el asesinato solo por el placer de hacerlo.

En ese sentido, él se distinguía claramente de Caín.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro