Humor

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No podía evitar sentir la sensación de que a ese chico yo lo conocía, pero no podía decir a ciencia cierta si era así o no ¿Por qué? Era simple, cuando había aceptado ser la muerte, la mayoría de mis recuerdos se habían esfumado, solo mantenía frescos aquellos que me impulsaban a querer vengarme de la bajeza de mis padres, incluso podía afirmar que casi no recordaba a mis amigas, sus nombres se volvían borrosos en mi memoria y los momentos buenos y malos habían abandonado mi cabeza con maletas incluidas, pues no recordaba nada y así debía quedarse.

El chico permanecía parado junto a la puerta con su rostro hecho un horror, las palabras que quería decir se le trababan haciendo que solo saliera un balbuceos que ni siquiera yo podía entender; Por otra parte, sentía que el también podía reconocerme, incluso sentía que más que ser la muerte, el reconocerme fue lo que más le asustó.

—No me hagas daño por favor — tapó su rostro mientras yo giraba los ojos.

—Me parece una falta de respeto sus palabras, solo por ser la muerte no quiere decir que venga a lastimarlo o hacerle algo. Nosotros también cometemos errores — Aclaré mi garganta — estoy perdida ¿Podrías ayudarme?

—¿Qué necesitas? — susurró con temor.

—Estoy buscando al joven Eric ¿Sabes dónde vive? — sonreí esperando sus indicaciones.

—Ah, soy yo — sonrió al igual que yo.

Volteé mi rostro para otra parte evitando que mi mirada chocara con la de él, sentía mis mejillas arder aunque nadie podía notarlo debido a mí falta de sangre, no podía creer que en mi primera vez como la muerte cometería un error de tal precio, si las personas del purgatorio se enteran, posiblemente se burlarian de mí sin cansancio.

—Ok, esto es incómodo — musité mirando el suelo.

—Soy yo la persona que vienes a buscar — dijo con voz triste mientras yo asentía — sabía que éste momento llegaría pronto, vamos, mátame Lucí.

—¿Cómo sabes mi nombre? — pregunté con un leve asombro ¿Estaría en lo cierto al pensar que ambos nos conocemos? — vamos, habla.

—Me ofende que no me recuerdes, soy Eric, el chico que tenía un tumor, aquel que te advirtió de Richard una y mil veces — canturreó como si fuera lo más obvio — aquel que durante casi toda su vida estuvo enamorado de ti, es más, moriré haciéndolo.

No sabía ni como, ni por qué, pero Eric había hecho que los cables sueltos de mi cabeza  se reconectaran al instante recuerdo aquellas veces que no viajaba en el autobús, era ahí donde me lo encontraba disfrutando de sus últimos días de vida, ahora todo tenía sentido, Eric moriría muy pronto así como me lo había dicho, quién iba a creer que sería yo la que acabaría con su vida.

—Quisiera pedirte algo antes de morir — me pidió, yo no me pude negar.

—Vamos, no tengo prisa — dije empezando a caminar. 

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