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Hoseok suspiró, moviendo su rojo cabello con una mano. Se sentó sobre el césped del campus, frente al edificio donde se supone que debería estar durmiendo, pero no podía, ¿Insomnio tal vez? No, no era eso. Sólo estaba preocupado por sus amigos, eso se le salía de las manos. Había visto con sus propios ojos como los tres eran llevados contra su voluntad hacía un edificio externo, no estaba del todo seguro de que les harían, pero si sabía que no era nada bonito.

Hay muchos rumores últimamente.

Haber pasado cinco años en Acendrado le enseñó que incluso alguien con tanto dinero como sus compañeros, hijos de grandes empresarios o políticos del país podía vivir peor que un mendigo. El Internado le proporcionaba unas grande habitaciónes, un gran salón donde comer, y la mejor educación que se les podía dar. Eso sí, sólo si cumplían sus reglas. Él, al igual que la gran mayoría de Alfas de su edad, no podía seguirlas a todas. Sus instintos no se lo permitían. Desde su celo hasta su gran apetito por saber más de cada centímetro de la institución.

Observó el cielo estrellado sobre él, todo en silencio, únicamente el molesto ruido del viento y uno que otro insecto de la noche. Dejo escapar su aliento, y antes de poder volver a levantarse para intentar dormir, unos ruidos algo lejos lo sacaron de su concentración, pensando que era un malvado Instructor, se adentró al bosque. Escondido tras un árbol intentó disimular su aroma a pinos.

Pero una cabellera rubia y un dulce aroma a vainilla lo hipnótizo.

―¿MinHee? ―pronunció con sorpresa al ver a tres chicas caminar con discreción por la oscuridad, intentando llegar al edificio. Gruñó, alejándose de su escondite camino a ellas― Hey, Omega. ―le gritó en un susurro, no espero que ellas tres se asustan de tal manera como para intentar correr lejos― No, espera. ―fue más rápido al tomar el cuerpo de una, las otras dos se habían detenido para ayudar a su amiga.

Observaron a Hoseok un poco más tranquilas, él no tenía ni un sólo razgo de su lobo, estaba consciente como humano. El pelinegro bajó su mirada a la chica que tenía atrapada entre sus manos. Aquella azabache temblaba con sus ojos húmedos y labios fruncidos en un adorable puchero.

La soltó, dejandola libre para correr a sus amigas, se aferró al brazo de la castaña.

―¿Cómo carajo se atreven a venir aquí?―les pregunto exaltado― ¿No saben todo lo que está sucediendo?

―¿Qué sí sé? Lo tengo más que claro, Hoseok. ―MinHee cruzo los brazos sobre su pecho― Vine en busca de TaeHyung y YoonGi.―no se espero ver el rostro decaído de el más alto― No...

―Se los llevaron hoy en la tarde.

Las tres Omegas cubrieron sus bocas sorprendidas, casi asustadas. O bueno, si lo estaban, bastante, los dos Alfas eran buenos amigos secretos, y aunque a veces podían ser gruñones, cada una los apreciaban en secreto. MinHee se sintió apricionada, pero con cada vez más el objetivo en su cabeza. Debía ir al edificio de los Instructores, donde esas extrañas pruebas se hacían. Observó a Hoseok decidida, y él mordió su labio.

―Sé que tú al igual que nosotras quiere saber que está pasando.

―No me vengas con tu discurso manipulador, MinHee ―negó, alejándose― Si nos metemos en eso terminaremos enterrados bajo tierra y nuestros padres no podrán reclamar nuestros cuerpos. Seremos papilla. Nos convertirán en desaparecidos sin registros.

Su padre no reclamaría su cuerpo, él mismo lo mataría.

―El edificio está atravesando el bosque, más allá del Distrito C, ya hemos ido ahí. ―insistió― Hoseok, quiero recuperar a nuestros amigos, y a mi hermano. JiMin simplemente... él no haría lo que ellos dicen.

El Jung suspiró, observando el rostro de las tres Omegas, no pudo declinar de sus ofertas, sabía que JiMin haría lo mismo por él, e incluso más. Remojo sus labios y asintió, destensando sus extremidades. MinHee sonrió.

―Pero mañana, hoy no podemos.―advirtió― Ven aquí a la misma hora, te esperaré preparado y con NamJoon.

―De acuerdo.

Y sin esperar más, con el frío congelando sus pequeños cuerpos, las Omegas volvieron por su camino.

No esperaban que a la mañana siguiente, al despertar, se encontrarían con un gran alboroto en los pasillos del sector de dormitorios. SoYoung fue la primera en despertar para inspeccionar, luego sus dos amigas la siguieron de atrás curiosas. Abrió la puerta de la habitación, y vieron con sus ojos en grandes como ya todos en el pasillo estaban en sus puertas viendo la escena que había.

JaeRin, un dulce Omega apuntó de graduarse ese año era llevado por los Instructores, el chico parecía sedado sobre la camilla. Todos soltaron un grito lleno de miedo al ver las marcas sobre su piel, eran mordidas.

Y exactamente las de un Alfa.

―¿Quien podría hacer algo así?―preguntaban entre murmuros.

―Esto es lo que pasa cuando no siguen las reglas. ―todos los ojos se habían puesto en la Señorita Bea, supervisora de los dormitorios. Ella caminó por el pasillo de brazos cruzados y mirada sería― Kim JaeRin se escapó con un Alfa en su celo, y aquello que vieron en su cuerpo... son las peligrosas marcas que dejan en su estado de ceguera temporal.

Los pocos Omegas menores de quince años se estremecieron del miedo en sus lugares y volvieron a entrar a sus habitaciones. MinHee mordió su labio inferior con nervios, ¿Todo era verdadero? Se pregunto a si misma. Porque ya no sabía en que confiar, pese a que este caso no es el primero, ya han habido múltiples Omegas muertos por culpa de Alfas. Sin embargo nadie sabe más allá de eso, porque los responsables no parecen ser mostrados, solo algunos.

―No deben salir de aquí, si están próximos en su celo deben tomar sus suprensores para retenerlo. O serán puestos en cuarentena obligatoria, ¿Quedó claro?

―Sí, supervisora Bae. ―respondieron en multitud.

Vieron a la estricta Omega irse, notaron su tensión en el cuerpo así como los nervios, todo parecía salirse de control lentamente. Nadie sabía que hacer. Todo estaba yendo mal.

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