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Capítulo 17

— Evan, espero que tengas un buen pretexto para llamar a estas horas...¡son las dos de la madrugada! ― su terapeuta y psiquiatra susurraba desde la cama.

— Sé que es una locura pero si no fuese porque siento una gran adrenalina en el cuerpo, no estaría telefoneándote ― el profesional pidió un minuto para caminar hacia un lugar más privado de su casa. Fue entonces que activaron la opción de una video. Oliver necesitaba ver para creer y para ello, se colocó las gafas.

— ¿Has estado consumiendo estupefacientes o más dosis de tranquilizantes de lo prescripto?

— ¿Por qué dices eso?

— Porque hace años que no te escucho tan extasiado por algo.

— La he invitado a desayunar...

— ¿Perdón?¿A quién? ― Oliver se mostraba aturdido...o entredormido.

— Hoy tuve una importante reunión con la gente de la editorial que quiero comprar; la dueña es una mujer muy atractiva e inteligente. De hecho, acabo de venir de una cena con ella. A solas.

— Oh, vaya, ¡qué manera interesante de hacer negocios!

— Hemos mantenido una charla cordial, amena y enriquecedora. Lo mejor, es que no hemos hablado de valores de mercado, ni cifras tediosas. El tiempo ha pasado volando.

— Eso es muy bueno, significa que han podido tener una...cita.

— No, bueno...no fue una cita...cita...digo...fue una reunión de negocios...― balbuceó.

— Una cita de negocios en la que no se habló de negocios...― el juego de palabras fastidió ligeramente a Evan, pero lo ignoró por un momento dado su buen estado de ánimo.

— La he invitado a desayunar ya que en unas horas estará de regreso en Londres.

— ¿Y cuál ha sido tu impresión?¿Qué sensaciones has experimentado?

— Me he sentido cómodo. Ha salido todo mejor de lo previsto.

— Entonces, ¿para qué me has llamado?

Evan parpadeó, razonando.

— Porque...eres...mi analista...y...

— ¿Sabes el por qué de mi pregunta? Porque evidentemente estabas tan inseguro de estar seguro que te sentiste pasmado.

— ¿Por qué a los psicólogos le gustan tanto los trabalenguas? ― estaba chistoso, vivo.

— No es un trabalenguas, Evan. Me has llamado porque necesitas que te diga que has hecho bien las cosas aun sabiendo que las has hecho bien por ti mismo. Si esta mujer es la indicada para un romance, nadie lo sabe, pero el hecho de haberte dado la posibilidad de platicar con alguien interesante y que te atrae en muchos aspectos, es emocionante. Este tipo de situaciones crea confianza en ti. Has dado un gran paso.

— O sea...

— O sea que has hecho bien en salir de tu rutina y que te permitas descubrir que es grato disfrutar de compañía femenina fuera de una cama revuelta ― fue directo al grano contagiándole la sonrisa a su paciente ―. Ahora Evan, ve a dormir, a soñar con los angelitos y despierta con energía, tienes un gran día por delante.

— Gracias Oliver, no se que haría sin ti.

— Como que sigas por el camino correcto, lo sabrás pronto.

***

Hazel llegó a su habitación con una sonrisa de oreja y apenas traspasó la puerta, tuvo a Kalsey averiguando por la cena.

— Cuéntame todo. Pero tooooodo ― emocionada, en pijamas, se sentó al extremo de la cama de su amiga mientras la escritora daba vueltas, desvistiéndose.

— No ha sido más que una comida. Buen vino, un filete delicioso y una charla agradable.

— ¡Pues eso no me lo creo!

— Deberías, porque es lo que realmente sucedió ― resumió, ocultando que había sentido una especial y peculiar atracción.

— Entonces, dime señorita "no sucedió nada", ¿a qué cifran han llegado?

Hazel roló los ojos y de espaldas a su amiga le pidió que le bajara la cremallera de su vestido.

— Pues a ninguna.

— ¿Le has regalado "Nutmeg"? ― Kalsey estaba al borde del infarto.

— No, no hemos hablado de costos. Lo haremos mañana.

— ¿Mañana? A las 11 debemos estar fuera del hotel.

— Pues a las 11 estaré de regreso.

— ¿Y cuáles son sus planes para entonces?

— Evan me recogerá para ir a desayunar y platicar de negocios.

— Sí...¿¡Cómo no!? ― bufó aún desconfiada ―. Hazel, el tipo esta coqueteando contigo para que le entregues la editorial en bandeja, ¿eres consciente de ello?

— ¿Y qué tiene de malo que coquetee conmigo? Es guapo, millonario...

— ...y un tiburón en lo que a finanzas respecta ― insistió en su postura ―. Mira, amiga, no quiero sembrarte más dudas, pero esto ya no me está gustando. Ambos son guapos y es bello que te distraigas, pero no me fío de los tipos como él con la cartera llena de dinero y con un ojo muy agudo para neutralizar a los inexpertos.

— No tendrían por qué salir mal las cosas, quizás solo esta siendo gentil conmigo y no porque piense solo en sexo. Después de todo, quizás seamos compañeros de trabajo, ¿no?

— Lo sé y me preocupa.

— ¿Por qué lo dices? ― ya vestida para dormir, Hazel tomó asiento a su lado.

— Porque con ese sujeto cerca, no podré concentrarme y hacer mi trabajo. Estaré mirándole ese trasero hermoso tooodo el día ― jugando con los cojines, extendieron la plática por unos minutos más hasta que ambas cayeron en la cuenta que era demasiado tarde.

Conciliando el sueño antes de lo previsto, Hazel se contentó...aunque por poco tiempo. Teniendo una nueva pesadilla en la que se ahogaba en una piscina, se despertó con el corazón saliéndosele por la boca. Lloriqueando, aturdida, abrió las ventanas sin importarle el frío y los copos de nieve que se dispersaban por la atmósfera.

Inspirando profundo, cerró, regresó a la cama tiritando y se ubicó como si fuera un ovillo de lana. Susurrándose una canción de cuna de origen celta que su madre, descendiente de irlandeses, le cantaba cuando eran pequeñas, evitó dormirse de inmediato con el miedo latente de recrear esa misma escena como un bucle infinito.

Para cuando el cansancio la venció, se sumergió en un segundo acto: en una cabaña de madera en mitad de una gran extensión de campo, solitaria, preparaba un pastel. Lucía ropas anticuadas, algo amarillentas, con varias filas de puntillas y el pelo recogido, de un tono mucho más claro que el actual.

Apoyando la fuente caliente sobre la mesa recibió de buenos modos a un hombre con rasgos similares a los de Evan, el cual entraba a la casa sosteniendo una canasta con frutas y hortalizas. Se besaban castamente y tomaban asiento.

La secuencia siguiente la tenía mirando las luces de un techo y siendo testigo del incesante movimiento de personas vestidas de blanco, como si fueran médicos. Ella no podía hablarles ni tocarlos, sino que los otros participantes del sueño la rodeaban sin darse cuenta que estaba viva.

Para cuando todo se volvió negro, sus párpados se abrieron, volviendo a la actualidad.

El sol ya se filtraba por la ventana, lo que le dio a entender que la hora de la cita con Evan estaba muy cerca.

Sobresaltada ante ese detalle, constató que estaba a solo veinticinco minutos de su encuentro.

Corriendo por sobre el colchón, fue rumbo al cuarto de baño donde dejó correr el agua hasta que se templara lo suficiente. Veloz, al cabo de cinco minutos estaba nuevamente en el dormitorio, con una toalla enroscada en su cabeza y otra en su cuerpo, revolviendo su maleta y sacando sus jeans y una blusa.

Maquillándose lo justo y necesario, agitó su cabello con el secador y estuvo lista de inmediato. Recogió su abrigo oscuro y de paño grueso y bajó hacia la recepción, esperando que no se notara su agitación.

Tal como anheló, él ya estaba en un sofá aguardando por ella, con el periódico abierto y leyendo otro acertijo en latín que, contra sus propios pronósticos, también supo descifrar. Apenas la vio saliendo del elevador, Evan se puso de pie dejando de lado sus pensamientos.

— Hola...buen día.― ella lució una sonrisa encantadora mientras forcejeaba con su tapado. Él la ayudó.

Observándola con mayor detalle del necesario, algo en aquella ropa tan sencilla le resultó familiar. No era de detenerse a mirar las vidrieras de los escaparates de ropa femenina ni mucho menos, pero sintió como si hubiera conocido a alguien usando uno similar.

— ¿Sucede algo? ― Hazel se mostró confundida. Él balbuceó una respuesta que quedó en la nada.

— ¿Vamos?― prefirió preguntar en lugar de inventar explicaciones a sus raras deducciones.

Ella asintió y gracias al gesto galante de su compañero, pasó por delante de él y entró al reducido pero cómodo espacio de su coche frotándose las manos. Al instante, Evan hizo lo propio poniendo la calefacción al máximo.

— Será un viaje corto.

— ¿Adónde iremos?

— A un sitio muy bonito. ¿Te agradan los dulces?

— ¡Los adoro ! ― alegre por la coincidencia, Evan aceleró a fondo.

***

A poco menos de media hora del hotel, ingresaron a una cafetería de camino a Coventry, al este de Birmingham. Era pequeña pero muy acogedora. En dirección hacia el fondo de la tienda, atravesaron el estrecho camino formado por las mesas de haya y sillas de metal pintadas de colores fuertes. Limpia, juvenil, la tomó por sorpresa que Evan escogiera un sitio tan alejado de la ciudad.

— ¿De qué o quién no estamos ocultando? ― investigó ella.

— No quiero que esta reunión genere suspicacias.

— ¿Suspicacias?¿Has dejado un tendal de novias despechadas por ahí? ― su tono fue sarcástico pero debía reconocer que un poco celoso también.

— Créeme que me preocupa más que sepan que estamos reunidos por un motivo comercial que sentimental ― aseguró Evan con disgusto.

Saludando amablemente a la camarera, ninguno de los dos pudo resistirse a los pasteles del menú, decidiendo comprar porciones de dos variedades, en plato para compartir.

— Supongo que no has venido a Birmingham sin un número en mente ― él quebró la barrera.

— Claro que no, mi contadora ha hecho un análisis exhaustivo de las ganancias de los últimos años, las pérdidas y la actualización de los salarios hasta entonces. Sumas y restas, cosas de las que claramente, yo no entiendo.

— Lógicamente, no por nada has llevado a la quiebra a tu empresa ― con poco tacto, él disparó sin querer causar agravio sino todo lo contrario. No obstante, la mueca de disgusto de Hazel fue elocuente, provocando una catarata de disculpas por parte de Evan ―. Pretendió ser una broma ― mostró sus palmas, en señal de redención.

— Tienes razón, soy un desastre en materia económica y admito que me equivoqué, pero ¿sabes qué? Seguí mi instinto aun sabiendo que era una jugada muy peligrosa. Contraté más personal y le subí las bonificaciones a quienes ya trabajaban conmigo, fue un voto de confianza. Realmente creí en que el último libro nos salvaría del fracaso rotundo.

— ¿Eres de jugar con fuego? ― la mirada turquesa de Murray fue intensa, carnívora.

— Si creo en algo que vale la pena, no temo quemarme ― con gran dominio de las indirectas, no se dieron lugar a la vacilación.

Con sendos platos de pastel frente a ambos y tenedores en sus manos, degustaron su pedido. Una porción, de crema y frutilla y bizcocho de vainilla húmedo y suave, fue probada por Evan. La otra, de chocolate, crema de avellanas y merengue, por Hazel.

Convidándose, dándose de comer en la boca, hicieron de un acto gracioso algo que bordeaba la cornisa de lo erótico. Sin quererlo, o quizás un poco, Hazel batía sus pestañas al abrir la boca con exagerada expresión; Evan, la miraba con impropia indecencia.

Lo mismo sucedía a la inversa: Hazel le ponía el tenedor a poco de su boca masculina y se lo quitaba, consiguiendo una queja gruñona de parte del empresario editorial.

Peleándose como niños por el último trozo de pastel jugaron al "piedra, papel o tijera" y tras muchos empates, Hazel salió victoriosa.

— Esto no quedará así ― prometió Evan, deseando que la estadía de esta mujer en Birmingham fuera eterna.

No les resultó extraño que el horario de regreso llegara muy rápido. Para entonces, tampoco habían logrado mencionar ni una sola cifra, impidiéndoles avanzar en la negociación definitiva.

— ¿Tienes muchas obligaciones en Londres? ― él bebió el último sorbo de su té negro.

— Novelas sin terminar, llamadas que realizar, un armario que ordenar...― ella se desinfló, jugueteando con la cuchara dentro de su taza vacía.

— Te mentiría si te digo que no me agradaría que te quedes una noche más, pero sé que las cuentas te apremian y que debes regresar con tu amiga a casa ― a Hazel se le iluminó el rostro, con las mejillas encendidas.

— Ella tiene una pequeña que ha dejado a cuidado de su hermana, no quiere ausentarse por mucho más tiempo.

— Comprendo...a pesar de no tener hijos ni sobrinos, claro ― se burló de aquel viejo contrapunto verbal en su oficina. Eso había ocurrido hacía menos de un día y sin embargo, la comodidad conseguida hasta entonces era abrumadora ―. Te ofrezco un trato: en el transcurso de estas horas me reuniré con Kevin para pensar en una primera oferta, la cual se la haremos llegar por correo electrónico. Ustedes la analizarán por su cuenta y nos pondrán al corriente de lo que decidan.

— Es lo justo.

— Tú, mientras tanto, déjame estos papeles ― Evan recogió la carpeta con toda la información financiera y los legajos de los empleados que ella le dejó sobre la mesa una vez que hubo apartado los platos del camino ―. Prometo ser muy cuidadoso con el estudio de los números.

— Evan, más allá de que esta operación sea o no exitosa, quiero ser agradecida contigo. Has sido muy amable en contemplar la posibilidad de absorber una firma que no es redituable.

— Esto es un negocio, Hazel. Si realmente no viera potencial en esta operación ni me hubiera molestado en decirle a Kevin que levante el tubo de teléfono para contactarse con ustedes.

Ella sonrió y en un gesto apresurado se puso de pie. Con suerte llegaría con los minutos contados al hotel. Retirándose del café, se detuvieron por un momento antes de subirse al vehículo, sobre el lado del acompañante. Hazel, de espaldas a la puerta, contemplaba a un Evan entretenido con soplarle los copos de nieve perdidos en las solapas de su tapado.

Corría, en vano, esas diminutas muestras de invierno que se posaban sobre la ropa de la escritora sin poder sostenerle la mirada por miedo a que reconociese algo más que una simple simpatía profesional. No hubo ningún beso, ni siquiera contacto piel con piel, pero una serie de sonrisas bastaron para notar que allí existía una chispa especial.

Evan pasó la mano muy cerca de la de ella para abrirle la puerta del coche y permitirle el ingreso a su carro; Hazel suspiró profundo y con mariposas en la barriga, entró como levitando.

A poco de tomar asiento se miraron, nerviosos. Él puso marcha y emprendieron regreso.

— ¿Eres hijo único? ― Hazel retomó conversación con el afán de averiguar más sobre su vida privada. Hasta entonces, nada habían platicado sobre el estado sentimental de cada uno.

— Sí, ¿es demasiado notorio?

— Me consta que hay numerosos estudios desarrollados por prestigiosas universidades que ponen la lupa sobre la relación que existe entre los niños que se han criado sin hermanos y su nivel de éxito alcanzado ― sostuvo, entendida en el tema.

— ¿Y tú? ¿Tienes hermanos? ― a Hazel se le formó un nudo en la garganta.

— Una hermana llamada Scarlett ― ella siempre estaría presente.

— ¿Y son muy unidas?

— Ya no...

— Oh, lo siento mucho ― Evan no supo realmente qué habría sucedido con la joven pero estaba seguro que sería algo malo a juzgar por la súbita tristeza en su semblante.

Hazel llevó la vista hacia la ventana; la nieve comenzaba a ser más espesa por lo que esperó que no les fuese un problema para viajar hacia Londres. Inspirando profundo, conteniendo un incipiente llanto, abrió su corazón a este hombre que tanto le agradaba.

— Mi hermana falleció hace muchos años, tuvo un accidente.

Evan parpadeó sin dejar de mirar el tráfico local. Una horrible puntada se asentó en su pecho dejándolo sin reacción ni palabra por unos instantes. Para ella fue normal que no pudiera acotar nada, le acababa de arrojar una bomba.

Lamentablemente el diálogo no fluyó como antes, la media hora pasó velozmente y para cuando lo advirtieron, estaban frente al Holiday Inn.

— Llegamos...― dijo Murray y sin ánimos de salir, se mantuvo por un minuto pensando si besarla o no.

— Kalsey debe estar caminando por las paredes ― sin saberlo, ella le cortó el impulso.

Con diligencia, Evan finalmente salió contra su voluntad, pasó por delante de su vehículo, y abrió la puerta del lado de Hazel. Luego, la ayudó a colocarse el abrigo aunque más no fuera por algunos metros. Afortunadamente, la caída de nieve ya no era sostenida.

— Estaré a la espera de la oferta ― ella continuó con la iniciativa de hablar.

— Estará llegándote hoy mismo a tu casilla de correo ― aseguró el empresario, cautivado por esos ojos verdes, luchando internamente para no dejarse atrapar por completo.

— Entonces continuaremos con el contacto ― Hazel se aferró a las solapas de su tapado, cubriéndose parte del rostro. Con un rubor infantil copándole los pómulos, se puso en puntitas de pie y le dio un beso suave en la mejilla izquierda, para sorpresa del rubio empresario ―. Adiós, Evan. Ha sido un placer desayunar contigo ― tomando distancia de él, entró al lobby del hotel envuelta en un acogedor manto de emoción, mientras él la observaba partir.

Como si a su paso se construyeran arco iris, ella subió a su habitación, recogió sus pertenencias y fue en busca de su amiga.

— Pensé que no llegarías a horario ― Kalsey protestó cerrando su valija ―. He ido a comprar algo de ropa, tendría que haber traído una maleta más grande ― forcejeando con la cremallera, finalmente pudo cerrarla.

La primera parte de este capítulo llamado Birmingham acababa para darle comienzo al "operativo Londres", donde se sentirían más cómodas.

Una vez en la carretera, cantando las estrofas de "Vogue" de Madonna, a Hazel le resultó imposible no hacer la coreografía con sus manos, tal como en el videoclip. Llena de vitalidad, reconoció que este viaje le había renovado la energía.

Hablando del horóscopo, aburrió a una desinteresada Kalsey.

— Yo no creo que haya sido una simple conjunción de planetas lo que te está provocando esa enorme sonrisa en el rostro. Aquí hay un gran astro llamado Evan Murray que ha encandilado tu vía láctea ― se mofó de las creencias astrológicas de su amiga.

— Bueno, creo que no hay que ser muy inteligente para notar que es un hombre atractivo e interesante. Además, no parece estar comprometido.

— Ya está...¡lo ha logrado! ― la morena refunfuñó dándole un ligero golpe al volante mientras conducía.

— ¿Qué cosa?

— ¡Convencerte de que cualquier oferta que haga es buena!

— Kalsey, no cederé así como así. ¿Acaso me tomas como una floja?

— ¿Lo prometes? ― la abogada alzó las cejas, esperando un compromiso real en la actitud de su amiga.

— ¡Como que me llamo Hazel Daugherty!

***

Por la noche, ya instalada en su apartamento nuevamente, la oferta de las autoridades de "Ad Eternum" llegó a su casilla de correo con copia a su asesora legal. Fue momento de llamar a Kalsey y sumar a Judy a su plática para debatir los alcances de la letra chica y por supuesto, la cifra.

— ¿Han visto la suma de dinero que pretende darnos? ― Hazel estaba a punto de romper su promesa de no aceptar el trato sin negociar.

— Hace mucho que no veo un número semejante ― bromeó Judy, con su pequeña beba berreando por detrás ―. No obstante, creo pertinente hacer una contraoferta.

— ¿Sí? ― preguntó Hazel desconfiada.

— No puedo decirte que no sea una suma que no me impacta, pero podemos probar cuál es el límite de la generosidad de este hombre.

— Yo creo que esto terminará como la película "Propuesta indecente". ¿Recuerdan a Demi Moore y Robert Redford? ― largó Kalsey, en una carcajada estruendosa. Hazel roló los ojos por la comparación.

— ¿Aquí ocurre algo que yo no sé? ― la contadora animó a la abogada a que hable ante la negativa de la escritora.

— Pues no solo ella y Murray han cenado en privado en el restaurante del hotel donde pasamos la noche, sino que él la recogió a la mañana siguiente para ir a desayunar solitos los dos... ―graciosamente unió la punta de sus dedos unos con otros, emulando unos besos.

— ¡Eso es un escándalo! ¿Cómo es que no me lo has dicho apenas nos llamaste? ― Judy pidió explicaciones.

— Ha sido una cena y un desayuno. Solo eso.

— ¿Solo eso?¡Ese rubio infernal tenía ganas de comerte de un solo bocado!

— ¡Adoro los rubios! ― la reciente madre, con las hormonas del postparto en plena revolución, limpió sus babas imaginarias.

— Es rubio, musculoso y ¡parece que es soltero! ― Hazel cubría su rostro con las manos, avergonzada ante la afirmación de la abogada.

— Lo que me ha recomendado el médico ahora mismo ― completó Judy, entre risas.

Sumidas en un diálogo fluido, gracioso y muy animado, coincidieron que lo mejor sería, contra la voluntad primaria de Hazel, que sea Kalsey quien continuase con la negociación, garantizándoles objetividad.

Las tres, en conjunto, determinaron que estaban dispuestas a pedir algo más de dinero; "Ad Eternum" podía darse el lujo de ampliar la oferta sin afectar sus propias finanzas . Judy estuvo de acuerdo con trabajar con Lucille, la experta en marketing, para darle a Murray una pormenorizada y más detallada proyección de ventas, márgenes de redituabilidad e impacto en una potencial masa de nuevos lectores.

Para cuando terminaron de conversar, ya era muy tarde. Apagando las luces de la sala, a punto de marcharse a dormir, Hazel miró con descontento la mancha de café en el piso. Ya no habría modo de quitarla. Hizo un puchero desilusionado y se prometió llamar a un especialista para cambiar la tabla por una nueva.


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