Magia y besitos de chocolate.

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Baba goo descubrió una manera para que nadie en casa se enojase nunca. 

Antes, cuando Aerum se molestaba, solía comenzar a llorar o golpear todo y algunas veces, muy poquitas, llegó a pegarle sin querer a Baba. Pero es que Aerum se enojaba en poquitas ocasiones y cuando lo hacía, casi siempre era porque tenía miedo. 

Antes, cuando Baba se enojaba, Aerum lo sabía porque su mirada cambiaba y dejaba de darle al mundo su sonrisa cuadradita para en cambio, fruncir sus labios hasta casi dejarlos blancos. Baba casi nunca se molestaba, o más bien, Aerum casi nunca notaba cuando lo hacía, pero cuando pasaba... siempre se sentía muy triste por no poder hacer nada. 

Antes, no había nadie que tuviese un hechizo contra el enojo y entonces, llegó Baba goo

¡Era parte de la magia de Baba goo! ¡Un súper hechizo que los hacía felices de inmediato! 

Aerum lo había aprendido una noche cuando, poco después de que Baba llegara de la universidad, estaban sentados los tres en la mesa, esperando por comer. Baba goo lo había sentado en una sillita que sólo era de Aerum y trataba de hablar un poquito con Baba, que sólo respondía con palabritas muy, muy cortitas y sin mirar a nadie. 

Para él fue inevitable sentirse triste por no poder hacer reír a Baba y porque entonces, Baba goo también estaría triste. ¡Y al final, los tres serían tristes y la comida no sabría tan rico! 

Sin embargo, fue la primera vez que Baba goo le dejó ver su magia. Mientras Baba miraba al suelo, Baba goo se levantó y fue hacia su habitación, no duró mucho tiempo, pero cuando volvió con ellos, su rostro brillaba como un farolito y su sonrisa de conejito era muy, muy grande y bonita. Más bonita que nunca. 

Entonces vio a Baba goo guiñarle un ojo mientras con el dedito le indicaba que no hiciese ruido. Aerum, como el buen niño que era, guardó silencio y sólo le miro. 

.- Déjame alegrarte el día, TaeTae... para que una sonrisa bonita tengas, te regalaré un besito. 

.- ¿Qué, Kookie? ¿De qué estás...?

.- Shh, tonto; estoy haciendo un hechizo - regañó a Baba, que le miró con una cejita alzada y una sonrisa muy, muy chiquita en los labios - Déjame trabajar. 

Llevo sus manos, como si fuesen un cuenco, hacia sus labios y comenzó a hacer su magia: 

"¡Que se vaya la tristeza! ¡Que se espante la araña! Trae chocolate, risa y amor. Con toda mi magia... ten un besito. ¡Un besito de chocolate!"

No supo qué estaba pasando hasta que lo vio acercarse a Baba y, tras decir las palabras mágicas soltó sus manos para inclinarse más cerca de Baba, dejando un besito sobre la mejilla derecha de Baba, que de inmediato se puso derechito y con las mejillas tan rojitas como una fresa. 

Baba no dejó de sonreír toda la noche. 

Y nunca, nunca más necesitaron de otra cosa que no fuese la magia y los besitos de chocolate de Baba goo para ya no estar tristes ni enojados.

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