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 Al instante que entré a la habitación corrí hacia el baño, me encerré con la traba que había improvisado, agarré el bolso, lo apoyé sobre el escusado y lo miré.

 Me pregunté qué podría hacer con eso. Tenía que deshacerme del bolso ¿Y si había evidencia de asesinato? Me mordí las uñas pensando qué hacer, la herida del abdomen se me había curado, los moretones después de once días eran cosa del pasado. Solo me quedaba ese horrible bolso de viaje deportivo que no había tenido agallas de continuar hurgando.

Tragué saliva. Tenía pocos ánimos de investigar sus secretos... Ropa de hospital manchada de sangre, una carta de disculpas, pasaportes, dinero y un arma... y todavía quedaba por revisar.

Sí, definitivamente estaba escapando, pero ¿De qué? ¿Era peligroso quedarme en un lugar? ¿Debería seguir moviéndome? Yo me había olvidado de todos problemas de los que me fugaba ¿Pero ellos? Tal vez había gente buscándome, tal vez querían matarme ¡Y yo ni siquiera sabría quiénes eran! ¡Podría acercarse un enemigo y atacarme sin siquiera camuflarse! ¡Podría volver a caer en el lugar que trataba de escapar!

¿Por qué estaba tan paranoica? ¿Tan peligroso era ese lugar... o yo?

Si quería evitar estar vulnerable y ser atacada por un perseguidor no debería confiar en nadie ni conocer gente nueva.

Una pena... ¡Me encantaba la gente! Los necesitaba para ayudarlos en cuanto pudiera y ser buena persona.

Tragué saliva, meneando la cabeza. Agarré papel e hice una lista de todas las personas que conocí el primer día de mi llegada. Eran las únicas en las que podía confiar: Belchite, Dargavs, la señora Bhangarh... Pripyat.

No quise poner a Pripyat, pero el hecho de que supiera que cargaba un arma y pasaportes y decidiera usarlo para extorsionarme en lugar de delatarme significaba que no estaba involucrada con las personas peligrosas, de las que huía... en caso de que huyera.

Gruñí. Aborreciendo el temor que se agitaba en mi interior.

Tiré la pluma, abatida, observando la lista con fascinación. Choqué contra la pared y me deslicé hasta el suelo. Mi universo seguro se resumía a cuatro personas.

Me pregunté por qué eso me parecía un número exorbitantemente grande.

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