chapter twenty one

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─No pasa nada, Katniss ─Le susurra Peter a su amada.

─Tú no los has oído.  ─Señala Katniss con la voz temblorosa.

─Oí a Prim, al principio, pero no era ella, era un charlajo. Creí que había sido mi imaginación.

─Era ella, en alguna parte. El charlajo lo grabó.─Peter negó con la cabeza.

─No, eso es lo que quieren que pienses. Igual que yo me pregunté si los ojos de Glimmer estarían en aquel muto del año pasado. Pero no eran los ojos de Glimmer, y no era la voz de Prim. O, si lo era, la sacaron de una entrevista o algo así y distorsionaron el sonido. Hicieron que dijese lo que decía. ─Le recuerda Peter, tratando de hacer que razone.

─No, la estaban torturando ─Responde ella. ─Seguro que está muerta.

─Katniss, Prim no está muerta, ¿Cómo iban a matarla? Casi hemos llegado a los ocho finalistas y ¿Qué pasa entonces?

─Mueren siete más ─Responde, hundida.

─No, en casa. ¿Qué pasa cuando llegan a los últimos ocho tributos de los juegos? ─Le levanta la barbilla para que lo mire, la obliga a mirarlo a los ojos. ─¿Qué pasa? ¿Cuando llegan a los ocho finalistas? ─Katniss sabe que intenta ayudarla, así que se fuerza a pensar.

─¿A los ocho finalistas? ─Repite. ─Entrevistan a tu familia y tus amigos.

─Eso es. Entrevistan a tu familia y tus amigos. ¿Y pueden hacer eso si los han matado a todos? ─

─¿No? ─Preguntó, no muy convencida.

─No. Por eso sabemos que Prim sigue viva. Será la primera que entrevisten, ¿no?

─Primero Prim, después tu madre, tu primo Gale, Madge ─Sigue diciendo él. ─Era un truco, Katniss, un truco horrible, pero sólo puede hacernos daño a nosotros. Nosotros estamos en los juegos, no ellos.

─¿Lo crees de verdad?─ Peter sonrió y luego asintió.

─De verdad ─Responde Peter. El susodicho ve que Katniss aún duda. Se voltea a Finnick y él luce pensativo

─¿Tú te lo crees, Finnick? ─Le preguntó Katniss.

─Podría ser, no lo sé ─Responde. ─¿Podrían hacer eso, Beetee? ¿Grabar la voz normal de alguien y convertirla en...?

─Oh, sí, ni siquiera es difícil, Finnick. Nuestros niños aprenden una técnica similar en el colegio.

─Claro que Peter tiene razón. Todo el país adora a la hermana pequeña de Katniss. Si de verdad la hubiesen matado así, probablemente se encontrarían con un levantamiento entre manos ─Afirma Johanna, sin más. ─Y eso no les gustaría, ¿Verdad? —Echa la cabeza atrás y grita─: ¡¿Que se rebele todo el país?! ¡No les gustaría nada!

Peter abre la boca sorprendido, luego su expresión decae y forma una triste. Johanna era obviamente una mujer enojada y triste que había perdido demasiado.

─Voy a por agua.─Dice y comienza a caminar. Katniss la agarra de la mano cuando pasa a su lado.

─No entres ahí, los pájaros... ─Recuerda que los pájaros ya se habrán ido, pero sigue sin querer que entre nadie, ni siquiera ella.

─No pueden hacerme daño, no soy como vosotros. A mí no me queda nadie ─Responde Johanna, y se sacude su mano con impaciencia.

Cuando le trae una caracola llena de agua, la aceptó en silencio, asintiendo con la cabeza. Mientras ella va a por agua y busca las flechas, Beetee juguetea con su cable y Finnick se mete en el mar. Katniss y Peter se quedan ahí, con ella aún en sus brazos.

─¿A quién usaron contra Finnick? ─Le pregunta Peter, aunque ya se imagina quien será.

─A alguien llamada Annie.

─Debe de ser Annie Cresta.

─¿Quién? ─Katniss lo mira y ladea la cabeza.

─Annie Cresta. Mags se presentó voluntaria para evitar que viniese. Ganó hace unos cinco años. ─Le explica el adolescente.

─No recuerdo mucho esos juegos ─Comentó Katniss. ─¿Fue el año del terremoto?

—Sí, Annie es la que se volvió loca cuando le cortaron la cabeza a su compañero de distrito. Huyó sola y se escondió. Sin embargo, un terremoto rompió una presa y casi toda la arena se inundó. Ganó porque era la mejor nadadora.

—¿Mejoró después? Su cabeza, me refiero. ─Peter alza los hombros, dudoso.

—No lo sé. No recuerdo haberla visto de nuevo en los juegos, pero no parecía muy estable durante la cosecha de este año. ─Informa. ─Su hermana, Mary Anne, parece más estable. Ganó un año antes que nosotros.

─¿Es la chica que perdió la mano izquierda en sus juegos? ─Pregunta Katniss, Peter asiente.

─Esa misma. ─Un cañonazo los hace reunir a todos en la playa. Un aerodeslizador aparece en lo que calculan será la zona de las seis a las siete, y ven cómo baja la pinza cinco veces para llevarse los pedazos de un solo cadáver descuartizado. Es imposible saber de quién se trata.

Peter saca un nuevo mapa en una hoja y añade C/para representar a los charlajos de la sección de cuatro a cinco, y escribe simplemente bestia para la sección en la que han visto cómo se llevaban a un tributo hecho pedazos. Ahora ya sabían qué hay en siete de las horas y, si algo bueno han sacado del ataque de los charlajos, es que saben dónde están en el reloj.

Peter se dedica a dibujar a Katniss en una hoja con su cuchillo, de vez en cuando la veía nadar y luego volvía su vista a la hoja. Estaban a punto de prepararse para su cena de pescado crudo cuando empieza el himno y, después, las caras... Gloss, Wiress, Mags. La mujer del distrito 5. La adicta que dio la vida por Peter. Blight. El hombre del Distrito 10. Ocho muertos, más los ocho de la primera noche. Dos tercios de los tributos muertos en un día y medio. Debe de ser un récord.

─Nos están machacando. ─Comenta Johanna. Peter asiente.

─¿Quién queda, además de nosotros cinco y el Distrito 2? ─Pregunta Finnick.

─Chaff y Cashmere. ─Responde Peter, sin pararse a pensarlo. Había estado pendiente de él por Haymitch y Cashmere se había escapado ilesa del ataque en la Cornucopia. En ese momento cae un paracaídas con una pila de bollitos cuadrados individuales.

─Son de tu distrito, ¿No, Beetee? ─Le pregunta Peter.

─Sí, del Distrito 3. ¿Cuántos hay? ─Finnick los cuenta y les da vueltas en las manos antes de colocarlos bien ordenados.

─Veinticuatro ─Anuncia.

─Entonces, ¿Dos docenas exactas? ─Pregunta Beetee.

─Veinticuatro justos. ¿Cómo los dividimos?

─Podemos quedarnos tres cada uno, y los que queden vivos a la hora del desayuno ya decidirán sobre el resto ─Responde Johanna. El comentario hace reír a Katniss, la del distrito 7 la observa satisfecha.

Esperan hasta que la ola gigante inunda la sección de las diez a las once, dejan que el agua retroceda y se van a acampar a esa playa. En teoría tienen doce horas completas a salvo de la jungla. Se oyen unos chasquidos muy desagradables en la cuña de las once a las doce, seguramente de algún horrible tipo de insecto. Sin embargo, la criatura que produce el sonido se queda dentro de los confines de la jungla, y ellos se mantienen apartados de esa zona de la playa, por si están al acecho de un pie descuidado para lanzarse sobre nosotros.

Johanna es la última en dormirse. Peter y Katniss se ofrecen voluntarios para la primera guardia, ya que son los que han descansado más, además de porque quieren pasar un tiempo solos. Los otros se duermen de inmediato, aunque Finnick no deja de moverse en sueños; de vez en cuando lo oyen murmurar el nombre de Annie.

Se sientan en la arena húmeda, de espaldas, y Katniss apoya su hombro y cadera derechos en los suyos. El vigila la jungla mientras Katniss vigila el agua, lo que me viene estupendamente; las voces de los charlajos aún persisten en la mente de la chica y, por desgracia, los ruidos de los insectos no consiguen ahogarlas. Al cabo de un rato apoya la cabeza en su hombro y Peter comienza a acariciar su pelo.

Mientras tanto, Peter se encuentra pensativo y decide confirmar o negar sus sospechas.

─Katniss. ─Le dice en voz baja─No tiene sentido seguir fingiendo que no sabemos lo que pretende el otro. ─No sé qué trato habrás hecho con Haymitch ─Añade ─Pero deberías saber que también a mí me hizo algunas promesas. ─Así que podemos afirmar que mentía a uno de los dos ─Concluye.

Peter siente repugnancia ante la idea de salir de ahí en lugar de Katniss. Si eso sucediera no se lo perdonaría jamás.

─¿Por qué me lo cuentas ahora? ─Le cuestiona, el frunce el ceño.

─Porque no quiero que olvides lo distintas que son nuestras circunstancias. Si mueres y yo vivo, no quedará nada para mí en el Distrito 12. Tú lo eres todo para mí. ─Le dice. ─Nunca volvería a ser feliz. ─Ella empieza a protestar y él pone un dedo en los labios de ella. ─Para ti es diferente. No digo que no sea duro, pero hay otras personas que harán que tu vida merezca la pena.

Peter saca la cadena con el disco dorado que lleva colgada del cuello y la sostiene bajo la luz de la luna, para que vea con claridad el sinsajo. Después pasa el pulgar por el cierre. En ella se muestran las fotos de las personas más importantes para Katniss. Su hermanita Primrose, su madre y su mejor amigo, Gale. Peter sonríe y deja la cadena en las manos de Katniss.

─Tu familia te necesita, Katniss. ─Dice Peter. ─En realidad, a mí no me necesita nadie ─Afirma, aunque sin compadecerse. Es cierto que su familia no lo necesita. Llorarán por él, igual que unos cuantos amigos, y después seguirán adelante. Incluso Haymitch, con la ayuda de un buen montón de licor blanco, seguirá adelante. Katniss se da cuenta de que sólo dos personas quedarán heridas sin remedio si Peter muere: Peeta y ella.

─Peeta te necesita. ─Contesta. ─Yo te necesito. —Peter se enfada un poco. Porque Katniss parece negarse ante la idea de que ella salga de esta arena. Quería comenzar a decirle cuánto la necesita su familia, que la necesitan más que a él y que a su vez, el no podía vivir en un mundo donde ella no esté. Antes de que pudiera decir algo, Katniss lo interrumpe con un beso.

Ella vuelve a sentir lo mismo, lo que sólo había sentido en una ocasión, en la cueva, el año pasado, cuando intentaba que Haymitch les enviase comida. Había besado a Peter unas mil veces, tanto en los juegos como después, pero sólo hubo un beso que despertase un cosquilleo en su interior, sólo un beso que le hiciera desear más. Sin embargo, la herida de la cabeza empezó a sangrar y cuando lo notó, la obligó a tumbarse.

Esta vez no había nada que los interrumpa, salvo ellos mismos. Y, después de unos cuantos intentos, Peter se rinde y deja de hablar. Los colores suben al rostro de Peter cuando Katniss parece desesperada por otro beso. La sensación de su interior se hace más cálida, surge de del pecho de Everdeen y se extiende por todo el cuerpo, por brazos y piernas hasta llegar a las puntas de los dedos.

En vez de satisfacerla, los besos tienen un efecto contrario, aumentan la necesidad. Ella creía que era una experta en hambre, pero se trata de hambre completamente distinto. Atraído por los enigmáticos besos desesperados de ella, se le coloca encima y ella no puede hacer más que apretar las manos en la espalda de él, luego las sube por su cara, le toca el pelo y repite la secuencia. Cada vez que el trataba de alejarse, ella lo agarraba de la mandíbula y lo atraía nuevamente a sus labios.

Lo que los devuelve a la realidad es el primer rayo de la tormenta eléctrica (el rayo que golpea el árbol a medianoche). Peter se quita de encima de Katniss con rapidez, pero la sigue abrazando. También despierta a Finnick, que se sienta con un grito. Tiene los dedos en la arena, como si quisiera asegurarse de que la pesadilla no era real. Peter carraspea y se voltea, sumamente sonrojado.

─No puedo seguir durmiendo ─Dice. ─Uno de los dos debe descansar. ─Entonces parece darse cuenta de sus expresiones, y de que están abrazados. ─O los dos. Puedo vigilar solo. ─Pero Peter no le deja.

─Es demasiado peligroso. ─Afirma. ─No estoy cansado. Acuéstate tú, Katniss. ─Katniss cede rápidamente. ─Vas a ser una gran madre, ¿Sabes? ─Le dice. Después le da un último beso y vuelve con Finnick.

Cuando Peter se sienta a su lado, Finnick lo observa fijamente. Cuando nota su fuerte sonrojo, labios hinchados y cabello revuelto, sonríe.

─Vaya. ─Suelta. ─Se divirtieron, ¿Eh?

─Cierra la boca. ─Masculla.

••••

Peter no nota cuando Katniss se despierta, pero se da cuenta cuando se sienta a su lado. El se come los cinco bollitos que Beetee y los demás repartieron, aún seguía mirando el paisaje. Katniss a su lado, hacia lo mismo. Seguramente era por lo de ayer, pero Katniss no quería ni mirarlo. Cuando terminaron de comer, Katniss lo tomó de la mano.

─Vamos, te enseñaré a nadar. ─Peter sonríe ampliamente y se deja tironear la mano para que Katniss lo lleve al agua.

Sin intenciones de enseñarle verdaderamente, se apartan un poco. Si quisiera enseñarle de verdad, le diría que se quitase el cinturón que lo mantiene a flote. Así que le enseñó la brazada básica y lo deja practicar de un lado a otro en la zona en la que el agua le llega a la cintura. Peter la miraba con emoción cada vez que hacía algo bien y ella solamente sonreía divertida.

Al principio, Katniss ve que Johanna los vigila con atención, aunque al final pierde interés y se va a echar una siesta. Finnick está tejiendo una red nueva con las plantas y Beetee juega con su alambre. Ha llegado el momento.

Peter se sumerge en el agua, hace los cosas que Katniss le enseñó y cuando lo hace bien, comienza a hacer un pequeño baile de felicidad. Luego de un rato Katniss le dice que se detenga, pues quiere enseñarle a librarse de las costras. Mientras se restregaban, Katniss busca las palabras indicadas para iniciar la conversación.

─Mira, ya sólo quedamos ocho. Creo que es el momento de irse. ─Le sugirió, entre dientes. Peter asiente, aunque aún se encuentra pensativo.

─Haremos una cosa. ─Responde finalmente— Nos quedaremos hasta que Brutus y Enobaria estén muertos. Creo que Beetee intenta montar una especie de trampa para ellos. Te prometo que nos iremos después. ─Dice Peter tomando sus manos. Katniss no estaba muy convencida, pero después de pensarlo un rato, accede.

─De acuerdo. Nos quedaremos hasta que los profesionales estén muertos, pero eso es todo. —Katniss se vuelve hacia Finnick—. ¡Eh, Finnick, ven aquí! ¡Ya sabemos cómo ponerte guapo otra vez! ─Peter suelta una carcajada.

Los tres se restregan las costras del cuerpo y ayudan con la espalda de los demás, para salir, finalmente, tan sonrosados como el cielo. Se untan otra ración de medicina, porque la piel parece demasiado delicada para la luz del sol, y la pomada no tiene tan mal aspecto sobre la piel lisa; será un buen camuflaje para la jungla. Beetee los llama, y resulta que, efectivamente, durante todo el tiempo que ha pasado jugueteando con el alambre estaba ideando un plan.

─Creo que todos estaremos de acuerdo en que nuestra siguiente misión debe ser matar a Brutus y Enobaria. ─Explica. ─Dudo que nos ataquen de nuevo en campo abierto, ya que los superamos en número. Supongo que podríamos buscarlos, aunque sería difícil y peligroso.

─¿Crees que han averiguado lo del reloj? ─Le preguntó Katniss.

─Si no lo han hecho, lo harán pronto. Puede que no con la misma precisión que nosotros, pero tienen que saber que en algunas de las zonas hay trampas que activan los ataques y que suceden en bucle. Además, el hecho de que nuestra última pelea se interrumpiese por la intervención de los Vigilantes no les habrá pasado desapercibido. Nosotros sabemos que intentaban desorientarnos, pero ellos deben de estar dándole vueltas, y quizá eso también los ayude a darse cuenta de que la arena es un reloj. Así que creo que nuestra mejor opción es montar una trampa.

─Espera, deja que vaya a por Johanna ─Dice Finnick. ─Se pondrá furiosa si ve que se ha perdido algo tan importante.

─O no. ─Masculló Katniss, porque, en realidad, se pasa todo el día más o menos furiosa. Cuando se une a ellos, Beetee los hace retroceder un poco para tener espacio donde trabajar en la arena.

Dibuja rápidamente un círculo y lo divide en doce cuñas. Es la arena, con trazos no tan precisos como los de Peter, sino con las burdas líneas de un hombre que tiene la cabeza en otros asuntos mucho más complejos.

─Si fueran Brutus y Enobaria, y supieran lo que saben sobre la jungla, ¿Dónde se sentirían más seguros? ─Pregunta Beetee.

─Donde estamos ahora, en la playa. ─Responde Peeta. ─Es el lugar más seguro.

─Entonces, ¿Por qué no están ellos en la playa? ─Pregunta Beetee.

─Porque estamos nosotros ─Dice Johanna, impaciente.

─Exacto. Estamos aquí, reclamando la playa. Entonces, ¿Adónde irían?

─Me escondería al borde de la jungla para poder escapar si me atacasen. Y para poder espiarnos —Dijo Katniss.

─Y para comer ─Añade Finnick. ─La jungla está llena de criaturas y plantas extrañas, pero, al observarnos, sabría que los mariscos son seguros.

Beetee sonríe como si fueran más inteligentes de lo que creía.

─Sí, bien, veo que lo entienden. Bueno, ésta es mi propuesta: un ataque a las doce en punto. ¿Qué pasa exactamente a mediodía y medianoche?

─El rayo golpea el árbol ─Suelta Katniss.

─Sí. Así que sugiero que después de que el rayo golpee a mediodía, pero antes de que golpee a medianoche, pasemos mi alambre desde ese árbol hasta el agua de la playa, que, por supuesto, tiene una alta conductividad. Cuando caiga el rayo, la electricidad viajará por el alambre y no sólo se introducirá en el agua, sino también en la playa que la rodea, que seguirá húmeda después de la ola de las diez. Todas las personas que estén en contacto con dichas superficies en ese momento quedarán electrocutadas.

Todos guardan silencio un rato para digerir el plan de Beetee. Parece algo fantástico, casi imposible. Peter lo intenta.

─¿De verdad podrá ese alambre conducir tanta potencia, Beetee? Parece frágil, como si fuese a quemarse.

─Sí, se quemará, pero no hasta que haya pasado la corriente por él. Actuará como una especie de fusible, de hecho. Salvo que la electricidad viajará por él.

─¿Cómo lo sabes? ─Pregunta Johanna; está claro que no la ha convencido.

─Porque lo inventé yo ─Responde Beetee, con cara de sorpresa. ─No es un alambre en sentido estricto, igual que el rayo no es un rayo natural, ni el árbol un árbol de verdad. Tú conoces los árboles mejor que nosotros, Johanna. Los rayos deberían haberlo destruido ya, ¿No?

─Sí. ─Contesta ella, desanimada.

─No se preocupen por el alambre, hará lo que digo ─Asegura Beetee.

─¿Y dónde estaremos nosotros cuando ocurra? ─Pregunta Finnick.

─En el interior de la jungla, lo bastante para estar a salvo.

─Entonces, los profesionales también estarán a salvo, a no ser que se encuentren cerca del agua ─Señaló Everdeen.

─Cierto ─Responde Beetee.

─Y todo el marisco acabará cocido ─Añade Peter.

─Seguramente más que cocido. Es muy probable que lo perdamos como fuente de alimento para siempre. Sin embargo, encontrasteis otras cosas comestibles en la jungla, ¿No, Katniss? ─Le pregunta Beetee.

─Sí, frutos secos y ratas ─Responde. ─Y tenemos patrocinadores.

─Pues, entonces, no creo que sea un problema. Pero como somos aliados y hará falta la colaboración de todos, la decisión de intentarlo o no depende de vosotros cuatro.

─¿Por qué no? —Preguntó Katniss—. Si falla, no pasará nada. Si funciona, es posible que los matemos. Incluso si fallamos y sólo matamos a los mariscos, Brutus y Enobaria también los perderán como alimento.

─Yo digo que lo intentemos —Añade Peter. ─Katniss tiene razón. ─Finnick mira a Johanna y arquea las cejas; no lo hará sin ella.

—De acuerdo —Responde Johanna al fin—. Es mejor que perseguirlos por la jungla, y dudo que se imaginen nuestro plan, ya que ni nosotros mismos lo entendemos bien.

Beetee quiere examinar el árbol del rayo antes de poner la trampa. A juzgar por el sol, son aproximadamente las nueve de la mañana, así que, de todos modos, iban a tener que salir pronto de la playa. Desmontan el campamento, se acercan a la playa que rodea la sección del árbol y se meten en la jungla. Beetee sigue demasiado débil para subir la pendiente él solo, así que Finnick y Peter se turnan para llevarlo. Katniss dejó que Johanna vaya en cabeza, porque el camino es bastante directo y que no puede perderlos demasiado.

Todos juntos forman un enorme estofado caliente. Cuando se acercan al árbol, Finnick sugiere que vaya Katniss delante.

─Katniss puede oír el campo de fuerza ─Les explica a Beetee y Johanna.

─¿Oírlo? ─Pregunta Beetee.

─Sólo con el oído que me reconstruyó el Capitolio ─Responde, aunque sabe que no puede engañarlo porque el y Wiress le enseñaron el truco. Aún así, no cuestiona su afirmación.

─Entonces, por supuesto, Katniss, ve primero. ─Dice, deteniéndose un momento para limpiarse el vapor de las gafas. ─Los campos de fuerza no son ninguna broma.

El árbol del rayo es inconfundible, ya que se eleva muy por encima de los demás. Katniss encuentra un puñado de nueces y hace esperar a todos mientras recorre lentamente la pendiente y lanza los frutos secos delante de ella. De todos modos, ve el campo de fuerza de inmediato, incluso antes de que las nueces lo golpeen, porque está a sólo catorce metros.

Al examinar la vegetación que tiene delante, ve el cuadrado ondulado en el aire, arriba, a su derecha, así que tiró una nuez justo delante de ella y oye el siseo que me lo confirma.

—Quedaos por debajo del árbol del rayo —les digo a los demás.

Dividen las tareas: Finnick protege a Beetee mientras éste examina el árbol; Johanna va a por agua; Peter recolecta frutos secos; y Katniss caza por las inmediaciones.

Peter recolecta los frutos secos sin alejarse mucho del grupo. Trata de calmarse pues un terrible presentimiento se le instala en el pecho. Una vez tiene suficientes, los lleva hasta donde están los demás. Cuando Katniss llega se sientan a asar frutos secos y chamuscar dados de rata.

Beetee sigue dándole vueltas al árbol haciendo quién sabe qué, tomando medidas y demás. En cierto momento arranca una astilla de la corteza, se une a ellos y la tira contra el campo de fuerza; la astilla rebota y aterriza en el suelo, brillando. En pocos momentos recupera su color original.

─Bueno, eso explica muchas cosas ─Dice Beetee. Peter se encuentra bastante confundido. Katniss mira a Peter y se muerde el labio para aguantar la risa.

Entonces escuchan los chasquidos del sector continuo al de ellos, lo que significa que son las once en punto. Suenan mucho más fuertes en la jungla que anoche, en la playa, y los escuchan con atención.

─No es mecánico. ─Afirma Beetee.

─Diría que son insectos ─Agrega Katniss─Quizá escarabajos.

─Algo con pinzas ─Dijo Finnick.

El sonido aumenta de volumen, como si supiesen por los susurros que hay carne viva cerca. Aunque no sepan qué produce los chasquidos, seguro que es algo capaz de arrancar la carne a tiras en cuestión de segundos.

─De todos modos, deberíamos irnos de aquí ─Comenta Johanna. ─Queda menos de una hora para que empiecen los relámpagos.

Sin embargo, no se alejan mucho. Montan una especie de picnic, sentados en cuclillas con la comida de la jungla, y esperan a que el rayo señale el mediodía. A petición de Beetee, Katniss se sube a un árbol cuando empiezan a callarse los insectos. Cuando cae el rayo ve una luz cegadora, incluso desde donde está, incluso a la brillante luz del día.

Bajó e informó a Beetee, que parece satisfecho. Dan un rodeo para volver a la playa de las diez, donde la arena está húmeda y suave, barrida por la reciente ola. Beetee les da la tarde libre, por así decirlo, mientras él trabaja con el alambre.

Al principio se turnan para echarse la siesta a la sombra de la jungla, pero, entrada la tarde, todos están despiertos e inquietos, y deciden que, como podría ser su última oportunidad de comer marisco, lo mejor es darse un banquete. Siguiendo las instrucciones de Finnick, arponean peces y recolectan marisco, incluso bucean en busca de ostras.

Esto último es lo que Peter y Katniss más disfrutan no porque le gusten demasiado las ostras sinoporque bajo el agua todo es precioso, como otro mundo. El mar está muy claro, y hay bancos de peces de tonos vivos y extrañas flores marinas que decoran el fondo. Peter ama ver el rostro de Katniss, admirando todo lo hermoso.

Mientras ella admiraba lo demás, lo único que el podía admirar era a ella.

Johanna vigila mientras Finnick, Peter y Katniss limpian y preparan la comida. Peter abre una ostra y suelta una carcajada, una perla se encuentra en medio de la ostra. Reluciente y perfecta . Cómo los ojos de ella cada vez que se emociona.

─¡Eh, mira esto! ─Exclama, y saca la perla del tamaño de un guisante. ─Ya sabes, si se ejerce la presión suficiente sobre el carbón, se convierte en una perla. ─Le dice muy serio a Finnick.

─Eso no es verdad ─Responde él, con aire desdeñoso, Katniss rompe en carcajadas, seguida de Peter. Ambos se acuerdan de que así los presento Effie a la gente del Capitolio. Trozos de carbón que se convertían en perlas gracias al peso de su existencia; la belleza que surgía del dolor.

Peter oculta una sonrisa, limpia la perla en el agua y se la da a Katniss.

─Para ti. ─Ella la sostiene en la palma de la mano y examinó su superficie irisada a la luz del sol.

─Gracias ─Le dice, cerrando la mano. Miró con frialdad los ojos azules de él. La sonrisa de Peter se borra al igual que el brillo alegre en sus ojos. No había funcionado. Katniss no cambió de opinión.

─El medallón no ha funcionado, ¿Verdad? ─Le pregunta Peter, aunque tienen a Finnick delante, aunque puede oírlo todo el mundo. ─¿Katniss?

─Sí ha funcionado. ─Peter niega.

─Pero no de la manera que yo pretendía ─Responde él, apartando la mirada. Después de eso, se limita a mirar las ostras.

Justo cuando están a punto de comer, aparece un paracaídas con dos suplementos para el banquete: un botecito de salsa picante de color rojo y otra ración más de bollitos del Distrito 3. Finnick se pone de inmediato a contarlos, por supuesto.

─Otra vez veinticuatro.

Cada uno se queda con cinco y dejan siete, que es un número imposible de dividir a partes iguales. Es comida para una sola persona. La salada carne del pescado, el suculento marisco e incluso las ostras parecen sabrosas al añadirles la salsa. Se atiborran hasta que nadie puede tomar un bocado más, pero, aun así, quedan sobras.

Como se pondrán malas, lo tiran todo al mar, de modo que los profesionales no puedan llevárselo cuando se vayan. Nadie se molesta en guardar las caracolas, porque la ola las barrerá.

No queda más que esperar. Peter y Katniss se sientan en la orilla, tomados de la mano, en silencio.

Peter sabía que no podía hacer nada para convencer a Katniss. Ella sabía que tampoco podía hacer algo para convencerlo a él. El ya había tomado su decisión.

Se aseguraría de que Katniss y el fueran los últimos en pie. Después de eso, haría todo lo posible para inmovilizarla.

Y el terminaría con su propia vida.

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