Capítulo 23

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El silencio era el mejor arrullo para ese sueño, ahora tranquilo, que se podía apreciar en la expresión de Jungkook, quien se había quedado dormido nuevamente tras un profundo y meticuloso análisis de su propia idiotez. El alivio y la liberación que lo llenaron cuando sus cuerpos hicieron contacto fueron indescriptiblemente maravillosos. ¿Ir al infierno con Jimin? ¿Todo por su propia debilidad, por no haber podido superar los fantasmas de su pasado que cada vez se deformaban más, intentando acosarlo para no permitirle ser feliz?

«Seré imbécil», eran las palabras que repetidas veces llegaron a su mente antes de dormir. Para qué las promesas de protegerlo, de ser fuerte. Si cada vez que su inseguridad lo atacara su determinación flaquearía de esa manera a pesar de haber encontrado la respuesta hace mucho; si todo era tan simple como conservar firme su disposición de hacerlo feliz y tener la vida que merecían juntos, ¿por qué se complicaba? ¿Por qué siempre acababa huyendo de sus miedos en lugar de enfrentarlos?

La alarma del castaño, quien tenía que entrar al hospital en la mañana, fue lo que sacó de los brazos de Morfeo a ambos. El médico estaba preocupado, esta vez Jungkook parecía totalmente lúcido, seguramente preguntaría sobre los sucesos que lo llevaron a esa casa, pudiendo ocasionar una discusión, una que para nada deseaba. Sin embargo, el rumbo que tomó la pequeña conversación lo sorprendió, por suerte, para bien.

—Buenos días. —Lo besó en la frente con ternura.

—Buenos días, Jungkookie —contestó dudoso, esperando una ráfaga de preguntas.

—¿Qué te ocurre? —preguntó. Había visto a través del semblante preocupado y dubitativo de su pareja.

—Pensé que preguntarías por qué estabas aquí, o algo similar.

Jimin era transparente a veces; cuando algo le inquietaba, sus propios gestos y comportamiento le impedían ocultarlo.

—No te preocupes, hablaré de ello con Tae —añadió, acariciando sus cabellos para calmarlo.

—¡Taehyung no tuvo nada que ver! ¡Yo fui el de la idea, no le reproches nada, por favor! —exclamó, aunque casi parecía una súplica.

—¿Por qué asumes que voy a hacerle algo a Tae?

—¿Ah, no? —Se sonrojó levemente por sacar conclusiones apresuradas—. Como dijeron que para ustedes la desobediencia estaba fuera de cuestión... Yo fui quien propuso traerte aquí. Ya están buscando un nuevo lugar para llevarte.

—Ya eso no importa. Soy yo quien está convaleciente y todos tratan de garantizar mi seguridad, incluido tú. —Le sonrió—. A partir de ahora, de la tuya me encargaré yo personalmente, por lo que no planeo moverme de aquí. Además, este sería el último lugar del que sospecharían, nadie sabe sobre ti. —Acercó sus rostros—. Aunque, tal vez esto sea una justificación que creé para poder despertar a tu lado cada mañana. —Sonrió travieso y le robó un beso.

Jimin estaba sorprendido, vio las mejillas de Jeon sonrojarse levemente y sintió un calor aparecer en su rostro, corroborándole su propio rubor. Sabía que el azabache siempre decía lo que pensaba, fuese el más mordaz comentario o la más romántica declaración, pero esto lo había tomado de sorpresa. ¿Era este el día a día que le esperaba a partir de ahora? Si ese era el caso, estaba más que agradecido.

Le aguardaba una extenuante reorganización de sus turnos de guardia, así como una gran cantidad de trabajo pendiente. Las noches que se ausentó, así como las horas que había ido acumulando a lo largo de esos convulsos días, le pasarían factura y de seguro acabaría con unas ojeras gigantescas; pero, ¿qué importaba eso? ¿Era acaso ese el precio de ser recibido con un "bienvenido a casa" a su regreso del trabajo, de no encontrar un hogar vacío, de sentir el calor de Jungkook mientras dormían y poder contemplar su rostro en las noches? Si ese trabajo extra era el peaje por atravesar las puertas a la felicidad, pagaría gustoso y sin dudarlo, era ínfimo comparado con la gratificante recompensa que recibiría a cambio.

La semana en curso fue, tal y como anticipó, exigente; a penas y paraba en casa, ni siquiera iba todos los días a dormir. Sin embargo, se sentía como una batería recién cargada hasta el 100% cuando atravesaba el umbral de la puerta a su hogar y una cálida sonrisa lo esperaba. Esa rutina, que en solo unos días se había convertido en su vida ideal, se le había vuelto preciosa, la más valiosa de las joyas. Quizá la cadena de acontecimientos que propició ese resultado no era la mejor, pero, en lo más profundo de su ser... estaba algo agradecido.

Con ese maravilloso sabor a paraíso que degustaba diariamente, arribó el momento de encontrarse con Jin.

Se vieron en el restaurante acordado a la hora prevista. Había algo de tensión entre ellos, fundamentalmente por parte de Seokjin que, a pesar de no expresarlo con palabras, dejó claro con su lenguaje corporal que estaba sumamente arrepentido de haber participado en los engaños hacia Jimin.

Al final, terminó ofreciendo una disculpa sincera e inclinándose en una profunda reverencia, cerrando los ojos con fuerza en espera de algún comentario o respuesta recriminatoria. Lo que escuchó fue algo totalmente distinto; algo que sacudió su corazón en un palpitar que mezclaba miedo y alivio.

—No se preocupe, Jin-hyung, no estoy molesto ni nada por el estilo. No tiene que disculparse, usted simplemente no tuvo otra opción... Tal vez no me crea, pero más que nada estoy agradecido. Usted es el hermano de Jungkook, estén o no relacionados consanguíneamente; hay lazos más fuertes que los de sangre, por ello lo considero como si fuera mi familia. —Le sonrió inocente—. ¿Puede pensar usted en mí como su hermano también?

—¡Por supuesto que sí! ¡Sería un honor! —respondió sin dudar.

Familia. Hermano. ¿Cuándo había sido la última vez que se había sentido así de feliz? Desde la llegada de Jungkook a su vida, no había encontrado a nadie más a quien llamar familia, a excepción de su padre adoptivo. La sonrisa de este castaño joven lo estaba salvando de la soledad después de tantos años. Había ganado un nuevo hermano.

Jimin le pidió de favor que le contara cómo era Jungkook de niño. Jin utilizó ese cambio de temática en la conversación para traer buenos y antiguos recuerdos.

Rememoró en voz alta y un poco divertido cómo su hermano siempre había sido muy apasionado con todo lo que hacía. La amabilidad de Jungkook no tenía límites, así como tampoco su talento. Nunca dejó de sorprenderse por los increíbles resultados que lograba en todo lo que se proponía. Tal vez esa naturaleza emprendedora lo había ayudado de alguna manera a salir adelante, a pesar de sus circunstancias.

Observar la expresión devota y totalmente sincera en el rostro del médico mientras escuchaba su historia, lo hizo corroborar la fortaleza de los sentimientos de este hacia su hermano menor.

Escucharse a sí mismo narrar sobre su pasado y conmoverse entre sus memorias le recordó cuán importante era Jungkook para él y cuánto deseaba su felicidad. Su pequeño hermano era su todo, siempre lo había sido, no los unía algo tan superficial como una mera convivencia. Nunca supo qué lo hizo rescatarlo, pero sabía que de no haberlo encontrado aquel día, probablemente él hubiese terminado convirtiéndose en el jefe de algún grupo de malhechores en Irak, o estuviera ya tres metros bajo tierra ya.

Aquel niño, cuyo diminuto cuerpo apenas soportaba las heridas de su propio cuerpo y alma, que siempre fingió una sonrisa para no provocarle desvelos o preocupaciones, que rescató su corazón antes de que tomara el camino equivocado en la vida, que lo hizo olvidar la soledad en aquella ciudad de mala muerte... A ese infante que ahora era un gran hombre, le estaba inmensamente agradecido.

Ese pequeño tan lastimado por el mundo, al que no pudo rescatar de la oscuridad del destino ni darle un futuro brillante, había encontrado el amor y como si de una recompensa por todo su sufrimiento se tratase, se había enamorado de una persona maravillosa. Todo ese análisis que en fracciones de segundo había hecho le posibilitó a Jin pronunciar sin vacilar unas palabras llenas de alegría y satisfacción:

—Estoy muy feliz de haberte conocido, Jimin... También me alegra que seas la persona que Jungkook escogió para compartir su vida y que tú... seas su luz y lo ames tanto.

La plática se extendió más de lo previsto. Aprendió mucho sobre Jungkook, tal vez no acerca de los acontecimientos de su pasado, pero sí respecto a su personalidad y su enorme amabilidad. No era simplemente un asesino a sangre fría, era alguien a quien la vida le había puesto infinitas dificultades, cual si hubiese tratado de poner a prueba su cordura y sus ganas de vivir; sin embargo, con ninguno de sus retos había conseguido hacerlo abandonar su identidad.

Regresó a casa cuando casi oscurecía, con algo de comida que compró en el mismo restaurante. Todo había estado delicioso, quería que su novio lo probara también.

Abrió la puerta con una sonrisa y lo distinguió sentado en el sofá.

—¡Jungkookie, he vuelto! Traje la cena, es del restaurante frente a la estación, lo que preparan es increíble. —Solo después de dar unos pasos más en el interior, notó la mirada de disgusto en el azabache.

—Bienvenido —dijo con evidente enojo.

—¿Qué ocurre?

—Eso debería preguntarlo yo... ¿Qué te pasa? ¿En qué pensabas? —Elevó su tono de voz, haciéndolo sentir un pequeño dolor en su herida—. Traté una y otra vez de llamarte pero tu celular estaba apagado. Cuando me comuniqué con el hospital me dijeron que te habías ido desde antes de mediodía.

El mayor entendió entonces el motivo tras esa reacción.

—Tranquilo, solo salí a almorzar, es todo.

Jungkook alzó una ceja.

—¿A almorzar fuera? De seguro no estabas solo.

La mirada inquisidora del menor demandaba una respuesta. Jimin simplemente suspiró y contestó:

—Estaba con Jin-hyung, la semana pasada quedamos de vernos porque quería hablarme de unas cosas.

—Ya veo. —Su expresión se relajó.

—¿Estás celoso? —interrogó, haciendo relucir sus intenciones ocultas de sacarle palabras a su novio.

—¿De Jin? ¡Jamás! Confío plenamente en él. —Esas eran sus palabras, pero celaba a su novio hasta de las rocas.

—¿Solo en él? ¿Qué hay de mí? —Hizo rostro de cachorrito—. Ni siquiera porque me comporto como un buen marido asalariado que trae la cena a su esposa que lo espera en casa. —Se acercó hasta quedar frente a él y alzó la bolsa con la cena en su mano.

—¿Esposa? Tal parece que tengo que recordarte quién lleva las riendas aquí. —Sonrió malicioso.

Lo tomó por la cintura y lo aproximó hasta que su rodilla estuvo apoyada en el sofá, en el espacio entre sus piernas. Jimin se dejó llevar, cuando ya eran capaces de escuchar la respiración del otro y sus labios estuvieron a punto de rozarse, dejó caer con cuidado la bolsa en sus manos sobre la mesita de café al lado del sofá para luego enredar sus brazos alrededor del cuello de Jungkook, eliminando la distancia entre ellos para caer en un beso cargado de necesidad, profundo y sensual, que llamaba al pecado.

La férrea fuerza de voluntad que les había permitido manejar la abstinencia producto a la condición de Jungkook era ahora inversamente proporcional al deseo que los envolvía. Jimin, en un cúmulo de acciones lideradas por la excitación y no por el raciocinio, se inclinó hacia adelante en busca de un contacto más profundo, pero de inmediato escuchó el sonido de un pequeño gemido de dolor escapar de los labios de su pareja.

El mayor se separó y se puso de pie frente a él mirando hacia el suelo, su rostro denotaba gran arrepentimiento. Apretó sus puños y expresó:

—Lo siento. —Tomó el nylon con los alimentos—. Mejor vamos a comer.

—Jimin... —lo llamó al ver que se alejaba, cuando tuvo su atención continuó—. Estoy bien.

—Lo sé, no te preocupes. —Fingió una sonrisa—. Voy a calentar la cena.

Esa expresión no era de despreocupación, Jungkook lo sabía muy bien, la mirada de su pareja era más que suficiente para saber que a partir de ahora solo habría el contacto estrictamente necesario entre ellos, lo cual le sacó un pesado suspiro y lo hizo tragar grueso, obviamente no tendrían sexo, pero tampoco podrían siquiera “tocarse de más”.

El paso de los días marcó una convivencia completamente normal, nada de juegos ni manos en lugares privados. Al menos lo abrazaba para dormir que, en cierto modo, era tranquilizador y martirizante a la vez. Su recuperación demoraría por lo menos tres semanas más.

—Las semanas más largas de mi vida —susurraba Jungkook una y otra vez durante su espera solitaria en casa.

Todo avanzaba a pedir de boca, sin embargo, una tarde, cuando el médico se disponía a entrar en casa tras dejar su auto en el garaje, su figura fue captada por un par de orbes que lo observaban desde el interior de un automóvil aparcado en las cercanías de la vivienda. Woo Eunju, quien había estado fuera por un viaje de negocios de su compañía, acababa de regresar y decidió pasar por la residencia de su ex, pues desde antes de irse había perdido contacto con él.

—Así que ya has regresado a casa, Jimin —musitó para sí. Encendió el motor del vehículo y se alejó con una sonrisa triunfal y de anticipación en su rostro.

Ya volvió el dichoso ex. Vamos a ver en qué para esto.

Chao chan 😘

Hasta la próxima actualización.

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