Capitulo 2

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—Vaya, los cortes parecen muy feos, espero que no sea nada grave.

Estaba en la enfermería de la sección, solía ir muy a menudo. Como era de suponer, yo no era la favorita de Roi, por lo que siempre acababa machacada en sus entrenamientos. Catalina, la enfermera, era la única "mujer" de la sección, además de una madre para mí. Por lo que sabía, era la mejor amiga de mi madre, a pesar de que nunca nos habló de ella ni a mi ni a Isaac, sé que lo fueron unos años atrás y que luego algo pasó en su relación que hizo que se separarán.

—Tienes suerte, no son lo suficientemente profundos para matarte pero sí para dejarte unas buenas cicatrices, ¿Cómo te las has hecho?

Catalina me sacó de mis pensamientos y la miré confundida. No recordaba lo que me había dicho.

—Los cortes, las heridas, las cicatrices, ¿donde estabas, Issa? ¿Tanto te cuesta prestar atención? —Catalina me miró con ceño fruncido mientras se cruzaba de brazos.

—Lo siento, Catalina. Solo estaba pensando... —me excusé.

—Tienes que salir de tu mundo, Issa. Por esto es por lo que te pasan esta clase de cosas, tienes que centrarte, la vida no es un camino de rosas —Catalina me señaló con su dedo, acusatoriamente.

—Créeme, ya lo sé —comenté empezando a irritarme.

—Entonces empieza a madurar, ¡podrían haberte matado! —gritó Catalina.

La conversación fue abruptamente interrumpida por el sonido de la puerta al abrirse.

—Oye, Catalina, quería preguntarte... Oh, Issa, hola, ¿interrumpo algo? —Luca entró a la sala un poco incómodo cuando notó la tensión en el ambiente.

—A ti te quería ver —Catalina se levantó para acercarse a Luca.

Cuando le tuvo cerca le dió un leve guantazo en la parte de atrás de la cabeza. Tuve que taparme la boca para aguantar mis ganas de reírme al ver la cara horrorizada de Luca.

—¿Qué...? ¡Eh!, ¿por qué me pegas? —cuestionó Luca, sobándose la cabeza adolorido.

—El primer día, Luca. El primer día que le das clase y ya le ocurre una desgracia —Catalina me señaló sin apartar la vista de Luca.

—No ha sido culpa mía, tenía que ver que ocurría, le dije que se quedará donde estaba —me miró entrecerrando los ojos.

—Técnicamente si te hubiera hecho caso me habrían cogido a mí también y por lo tanto no estaríamos aquí ninguna de las tres que sobrevivimos —agregué un poco cohibida, ganándome una dura mirada por parte de Luca quien me indicaba que me callara.

Un poco en shock por esa mirada tan dura, retrocedí.

Al darse cuenta suavizó su mirada.

—¿Qué voy a hacer contigo, Luca? Es la tercera vez esta semana, estoy de ti y tu estupido gafe —Catalina empezó a masajearse la sien con impaciencia.

—No puedes acusarme por lo de Jessica, fue un accidente —Luca se giró hacía Catalina, ofendido.

—John Luca, ¿cómo te atreves a mentirme a la cara? Esa chica estuvo en esta enfermería y me dijo que al graciosillo de su instructor le había dado por enseñar su "fuerza" y se le resbaló una de las pesas en su intento, provocando que esa pesa impactara en su cabeza —Catalina frunció más el ceño y lo fulminó con la mirada.

—Bueno... ¿daños colaterales? —se encogió de hombros avergonzado.

Me reí por la situación. Ganándome una mirada de reproche por parte de Catalina, quien suspiró.

—Solo sois unos crios... jugando a ser adultos —se sentó en una de las sillas, agachando la cabeza.

Parecía de repente abatida. Miré a Luca y ambos teníamos una expresión de confusión.

—Ya te fallé una vez ,Nora, no puedo fallarte de nuevo...—susurró Catalina.

Me acerqué a ella sin entender nada.

—Catalina, ¿quién es Nora? —pregunté cuidadosamente.

—Nadie importante, Issa —Catalina levantó su mirada y me sonrió dulcemente.

Sin embargo, pude notar un ligero brillo de compasión en sus ojos.

—¿Estás bien? —Luca también se acercó, y se agachó.

—Si, estoy bien, deberíais iros, no podéis estar en la enfermería si no necesitáis ayuda médica. Issa, mantén la venda del cuello unos días, y la del ojo ya está cicatrizando, así que no te preocupes.

Luca y yo nos miramos aún sin entender nada. Catalina se giró zanjando la conversación, por lo que Luca y yo salimos.

—¿Es muy grande? —preguntó Luca de repente.

Espera, ¿se sentía culpable de lo que había pasado?

—¿Eh? —le miré.

—La cicatriz, la del cuello, ¿es muy grande? —señaló la parte de mi cuello donde aún había una venda.

—Un poco, pero está bien, ¿te sientes culpable Luca?

Me burlé, y él rodó los ojos. Lo que quedaba del camino fué bastante silencioso, ninguno hablaba, pero al menos, no era demasiado incómodo.

—Me han avisado, al parecer por lo que ha pasado y porqué ahora la primera sección se compone solo de tres personas, han aumentado vuestros entrenamientos físicos, y van a intentar subiros de fase a finales de este mes, vas a tener que esforzarte, Issa —dijo sin mirarme.

—Eso quiere decir, más clases con Roi, genial, lo estoy deseando —resoplé.

Puse una mueca y Luca rió levemente.

—Bueno, y más clases conmigo, me han asignado de ayudante de Roi en los entrenamientos, lo cual es una mierda porque me va a usar de esclavo —echó su pelo para atrás frustrado.

Al hacer eso pude ver mejor sus facciones. La verdad es que en ningún momento le observe con detenimiento, pero por suerte, ahora sí podía hacerlo.

Tenía el pelo azabache, bastante liso, lo tenía un poco más largo que los demás chicos, no excesivo como para llegarle a los hombros, pero sí un poco largo. Su pelo estaba cortado de una forma en la que iba hacia atrás y podías observar que tenía los laterales rapados, cosa que le quedaba bastante bien, pensé en cómo sería si le despeinaran.

Sus ojos estaban ligeramente rasgados, y de un color miel con pequeños tonos verdes. Su cara tenía pequeñas cicatrices que demostraban una vida un tanto dura, lo cual se adecuaba a los piercings que tenía, uno en la ceja, y otro en la nariz.

Pero lo que más me llamó la atención fue un tatuaje que asomaba por su cuello y bajaba. Me pregunté qué sería, o qué significaría, pues tenía pinta de ser muy grande.

Cuando se dió cuenta de que le observaba, se giró a mirarme. Aparté la vista rápidamente y carraspeé avergonzada.

—¿Seguirás dando cultura humana? —pregunté sin mirarle, incómoda.

—Si, lamentablemente —suspiró.

—¿Lamentablemente? —le miré con una mueca.

Yo era una de sus alumnas, ¿tendría que tomármelo mal?

—No es que me haga mucha gracia desperdiciar mi tiempo en darle clase a tres personas, y te recalco, tres —me enseñó tres dedos mientras me miraba frustrado.

Era verdad, ahora éramos tres, así que mis tácticas para despistar a los profesores no iban a funcionar.

—Yo si fuera tú dejaría de pensar en cómo saltarse clases y me concentraría en conseguir estar preparado para antes de que acabe el mes, la segunda fase no es ninguna tontería, tendrás que escoger una especialidad y dedicarte a aprenderla.

—¿Especialidad? Nadie comentó nada de ninguna especialidad —arrugué la nariz como hacía siempre que estaba confundida.

—Pues las hay, y te dedicaras a la que escojas —me miró para luego meter las mano en los bolsillos del pantalón.

—¿Cuáles hay? —dije cautelosa.

No estaba segura de si le permitían decirlas, así que opté por tratar de sonsacarle sin que se diera cuenta.

—Muy astuta, Issa —me echó una mirada de suficiencia, de nuevo como si supiera algo que yo no—. Créeme, no necesitas saberlas, ya sé en cual estarás.

—Oh, claro, ¿lo estás visualizando en tu bola de cristal? —me crucé de brazos.

—Concretamente no, pero casi —entrecerró los ojos mirándome.

—¿Y a cual entraré, genio? —le miré burlona.

—Entrarás en la misma que yo —me lanzó una sonrisa, bastante arrogante.

—Oh, por supuesto, ¿cómo no lo vi venir? ¿Quién no querría estar en la especialidad que el gran Luca? —solté irónica.

—Siéntete afortunada, linda Issa —me guiñó un ojo y volvió su vista al frente.

Paré lentamente después de revisar varias veces sus palabras. ¿Acababa de decir que era guapa?

Abrí la boca alucinada, y él se paró al ver que no le seguía.

—¿Qué? ¿Ya estás enamorada de mi? —dijo burlón.

Aceleré y pasé por su lado.

—Más quisieras —solté al pasar a su lado.

El sonido de la alarma de anuncios se hizo presente, ambos detuvimos el paso para mirar a nuestro alrededor con precaución. Luca se acercó a mí corriendo, y me puso detrás suyo protectoramente.

Sin ser consciente, sonreí.

Queridas alumnas de la primera fase, debido a los últimos acontecimientos, hemos decidido aumentar los entrenamientos desde ahora. Por favor, las tres supervivientes al ataque, preséntense en la sala de entrenamientos. Repito, preséntense en la sala de entrenamiento. Los instructores también, por favor. Gracias y buenas tardes.

Me giré hacia Luca quien seguía mirando el altavoz con una mueca desconfiada.

—¿Debería preocuparme? —pregunté.

—Solo... mantente cerca de mí —se puso delante de mí y comenzó a andar.

—Me lo tomaré como un sí —murmuré.

Cuando llegamos a la sala de entrenamiento las otras dos chicas ya estaban ahí, ambas tenían la cabeza agachada y parecían tristes, frente a ellas había dos chicos que estaban uno a cada lado de Roi. Puse una mueca.

—Vaya, mira quienes llegan por fin —soltó Roi.

A pesar de que lo disimuló, pude notar como había odio en su mirada cuando me miró. Me tensé y Luca pareció notarlo pues se acercó más a mi y me agarró del brazo para llevarme delicadamente a donde estaban las demás.

—Gracias, Luca —dijo con sarcasmo Roi.

Luca simplemente lo ignoró y se puso al lado de uno de los chicos.

—Ahora que estamos todos os explicaré, sois solo tres ahora, lo que significa que otro año más estaremos escasos de chicas en la sección 2 —Roi suspiró pesadamente.

Nadie dijo nada, por lo que continuó.

—Estos tres chicos que veis aquí serán vuestros nuevos instructores, por decisión general se ha decidido que si la segunda fase no podrá ser numerosa, al menos que las pocas chicas que estén en ella no sean unas incompetentes —nos miró a las tres con desprecio—. Me han asignado a una misión de reconocimiento, alguien averió nuestros sistemas y entró aquí, lo que significa que alguien ya sabe de vuestra existencia ahí fuera, esperemos que las chicas que se llevaron estén muertas, por su bien, así lo espero.

Puse una mueca horrorizada. ¿Cómo podía decir eso? Su hija era una de esas chicas, ¿es que prefería que estuviera muerta? ¿Era mejor morir que estar allí fuera?

—Continuo, ya que no estaré presente se os ha asignado un instructor a cada una, dependiendo de vuestras capacidades —nos revisó de arriba a abajo—. Si es que tenéis alguna —murmuró—. Bien, debido a que aún no sabéis cual es vuestra especialidad, esta semana os dedicareis a averiguarlo. Os presentaré —se acercó al chico de su izquierda, un rubio de ojos verdes y pelo medio largo—. Él es Izan, es un buscador, el trabajo de los buscadores es un objetivo, se les asigna un objetivo del exterior y ellos lo encuentran, ya sea conseguir provocar una manifestación, un golpe, cualquier cosa.

—Somos una especie de provocadores, si algo malo pasa, es porque nosotros lo provocamos. Ahí fuera también se nos conoce como Proditores, significa traidores en latín —agregó Izan pasando un cuchillo entre sus dedos.

—Correcto. Izan es de la tercera generación, fue uno de los primeros en empezar a entrenar —puntualizó Roi.

—Tengo entendido que ninguna de las tres es muy amiga de las reglas, estoy seguro de que habrá alguna buscadora entre vosotras tres —señaló Izan.

—¿Por qué estás aquí y no con los de la tercera generación? tengo entendido que ahora se les necesita más que nunca —pregunté seria, ignorando lo que él acababa de decir.

Vi como Luca se tapaba la boca para no reírse.

—Vaya, eres observadora —Izan chasqueó la lengua—. Soy ciego de un ojo, me lo hicieron en la masacre del 27 de octubre cuando traté de salvar a mi hermana pequeña —dijo indiferente—. Desde entonces uso mis habilidades más aquí dentro que fuera —se encogió de hombros.

—Por eso tienes la cicatriz del ojo...—deduci.

—Exacto. Observadora y curiosa, tú debes de ser Issa, he oído hablar mucho de ti —sonrió burlón.

—Siento interrumpir vuestra charla, pero debo continuar —interrumpió Roi con ironía—. Bueno, este es Aiden —se giró hacía el chico de su derecha, un castaño de ojos azul hielo, bastante fuerte y musculoso, que estaba completamente serio—. Es de la segunda generación, o bueno, de lo que queda de ella, es un defensor, además del mejor que tenemos en combate cuerpo a cuerpo, su función es proteger a los buscadores, en esta especialidad, se les asigna un compañero que tendrán para todas las misiones.

—¿Dónde está tu compañero? —pregunté con precaución.

—Ella... —trató de empezar Roi.

—Está muerta —le cortó Aiden. Su voz salió ronca, como si hubiera pasado mucho tiempo desde la última vez que habló, incluso pude notar cierto acento—. Murió en la última expedición de la segunda generación —me miró como si hubiera adivinado lo que iba a preguntar.

La última expedición de la segunda generación fue en la que perdieron a casi todo el equipo, no sabía los detalles de lo que pasó, pero no parecía un tema del que alguien quisiese hablar.

—Era una de las mejores que había, ella solo quería la paz... —comentó Izan con tristeza.

—Y la mataron por ello —dijo Aiden entre dientes, interrumpiendo a Izan.

—Lo siento —dije—. Pero, ¿entonces tú...?

—Satellitum —le miré confundida—. Significa guardaespaldas, yo era su guardaespaldas, ella era una buscadora.

—Solo los mejores buscadores tienen un guardaespaldas, ella era la que estaba al mando en la última expedición, muchos estamos aquí gracias a ella —agregó Izan.

Noté que la última frase tenía un toque de agradecimiento, así que supuse que quizás esa chica salvó la vida de Izan.

—¿Cómo...cómo se llamaba? —pregunté cautelosa.

—Harper... se llamaba Harper —una lágrima resbaló por el rostro de Aiden—. Me recuerdas tanto a ella...

Mi corazón se contrajo al oír sus palabras. Era como si pudiera sentir su dolor y de alguna forma, yo lo sentía también. Se notaba cuánto la amaba, y eso lo hacía más doloroso de ver.

Aiden solo me miró unos segundos más para luego posar su vista al frente. Roi carraspeó.

—Y por último como ya sabéis, este es Luca, es un cazador, o conocidos fuera como Defraudat, significa tramposos —Luca sonrió divertido a lo dicho por Roi—. Son como una especie de espías, eliminan amenazas, descubren secretos del gobierno, nos traen información valiosa y preparan las tácticas para un ataque.

—¿Habéis...atacado algo, alguna vez? —pregunté curiosa.

—14 de noviembre de 2087, explosión desconocida en la torre de control de armas del gobierno de los Estados Unidos. Una de las mejores misiones, sin duda. —comentó Luca.

Sonreí levemente.

—Hay una especialidad, los fantasmas, fuera conocidos como Manes, solo los mejores pasan a esa especialidad, son una especie de francotiradores, los mejores con las armas de fuego. No creo que ninguna llegue a eso —Roi se giró indiferente—. Bien, los viernes entrenaréis juntas con los tres instructores, los demás días con uno solo —Abrió una lista—. Ireis así, Izan entrenará a Gala, Aiden a Issa y Luca a Frida.

Cada instructor miró a su nueva aprendiza.

—Tener un aprendiz es motivo de orgullo para los instructores, si conseguís que se conviertan en alguien importante entre nuestras filas seréis bien reconocidos y respetados por los demás, suerte instructores —dijo Roi, mirando a los instructores para luego girarse y marcharse.

Miré a Aiden esperando ver esa mirada inexpresiva, sin embargo, ahora tenía un ligero deje de tristeza, me miraba con un sentimiento más profundo. Eso me confundió pues no era la típica mirada que le das a una aprendiza que no conoces. Me fijé en que los demás miraban a sus aprendizas atentamente y orgullosos de haber conseguido a una aprendiza.

Aiden se acercó a mí y puso su mano en mi frente, sentí una leve textura que se quedaba sobre mi piel a medida que él pasaba su pulgar por mi frente. Junto su frente con la mía y cerré los ojos.

—Durissima disciplina incipit, ubi principia animae tuae finiunt —susurró para después separarse.

Era una tradición que tenían para cuando te asignaban a un aprendiz. La frase significaba "El entrenamiento más duro empieza, donde los principios de tu alma acaban." El latín se había convertido en nuestra lengua de respeto. No era nuestra lengua común, pero el latín era una forma de respetar nuestra cultura y nuestra forma más íntima de expresarnos.

—Defectum non est in lingua mea, non dimittam te —dije respetuosa y divertida a la vez.

Él sonrió orgulloso e inclinó la cabeza a modo de asentimiento.

—Lo sé —respondió.

Le había dicho "El fracaso no está en mi lengua, no te decepcionaré"

Una parte de mi quería que él se convirtiera en mi instructor permanente, pero no sabía si mi especialidad sería la de guardaespaldas. Así que trataría de aprovechar al máximo los días y así aprender todo lo que pudiera de Aiden.

—Bien, empezaremos buscando tus fuertes, ¿alguna idea? —se giró y me miró de brazos cruzados.

—Pues... no la verdad —contesté nerviosa.

—Vale, empezaremos descartando cosas. Comprobemos tu fuerza con esas pesas —señaló una zona llena de pesas y objetos que seguramente si se te caían encima te matarían.

Tragué aún más nerviosa y le seguí.

Empecé a mover los dedos por el metal, provocando un molesto ruidito metálico con la uñas.

—Creo que no has entendido el punto de la relajación, Issa —Aiden me fulminó con la mirada y chasqueó la lengua.

—Oh, lo siento —me disculpé y deje de hacer ruido mientras respiraba profundamente para calmarme.

—Vamos, coge una —Aiden estaba empezando a perder la paciencia.

Me acerqué a una de las pesas, una bastante grande, y traté de levantarla con una mano.

—Issa, porfavor, ¿de verdad crees que podrías levantar eso? —preguntó confuso.

—Me has dicho que escogiese la que quisiera —estaba aún más confundida que él, sin embargo parecía que él no podía creer lo que decía.

¿De verdad había hecho una mala elección?

—Pero con cabeza, Issa. No podrías levantar eso ni con la ayuda de todo tu cuerpo —Protestó—. Está bien, prueba con esto.

Aiden me señaló una pesa de un tamaño bastante pequeño. Le miré incrédula.

¿Qué tan floja se creía que era?

—¿Es broma, no?

—¿Tengo pinta de estar para bromas? —me miró serio.

—Pues, ahora que lo mencionas...

—No quería una contestación, Issa. Cógela y cierra la boca —me interrumpió.

Decidí callarme ya que Aiden no parecía estar de muy buen humor.

Cuando fui a coger la pesa, un tanto molesta por ello, me sorprendió lo mucho que pesaba.

Aguanté unos segundos sujetándola con un brazo y luego la solté. Era increíble lo que pesaba algo tan pequeño, me había reventado el brazo. La cara de suficiencia de Aiden me hizo agachar la mirada, impotente.

—¿No crees que la has sujetado por muy poco tiempo? Si tan poco pesa porque no la vuelves a coger o andas un rato con ella —Aiden se cruzó de brazos y me miró, consciente de que había ganado.

—De acuerdo, de acuerdo, tú ganas, esta cosa pesa una barbaridad —me quejé.

—Deberías aprender a no juzgar algo por su aspecto, si supieras la cantidad de gente que ha muerto por subestimar algo o alguien. Esa es una de las razones por las que nos encontramos aquí, ¿no? El gobierno nos subestimó, porque éramos pocos, y para ellos débiles —explicó.

—No lo había pensado —agaché la mirada, cohibida—. Gracias.

—¿Por qué? —Aiden me miró confundido.

—Por no subestimarme —le sonreí sincera y, para mi sorpresa, él me devolvió la sonrisa.

—He aprendido a nunca subestimar a una adolescente —sonrió, nostálgico—. Además, soy tu instructor, ¿qué clase de instructor sería si no creyera en ti?

—Uno muy malo —sonreí orgullosa.

—Exacto, y ese evidentemente no es el caso.

Aiden me miró arrogante y pasó por mi lado a por otra pesa, dejándome con la boca abierta.

—Chulo barato —murmuré riendo.

Cuando vi a Aiden, en ningún momento me lo habría podido imaginar así, como alguien arrogante, pero cariñoso y honorable. Tenía la personalidad de un gran soldado, y en ese momento pensé en lo afortunada que debió de ser su novia. Me habría gustado conocerla, parecía que hasta Roi la admiraba, y se suponía que solo era una adolescente, pero todos hablaban de ella con respeto, melancolía, y anhelo. Esa chica se había ganado su lugar aquí, sin ninguna duda.

Estuvimos un rato más probando con distintos pesos hasta que se acabó el entrenamiento. En el fondo estaba un poco aterrada, todas dormíamos en la misma habitación, no era algo nuevo ya que siempre habíamos dormido todas juntas en una habitación, pero ahora que solo éramos tres era obvio que no podríamos ignorar la presencia de las otras dos.

Nunca se me dió muy bien el hacer amigos, ese punto siempre lo tuvo Isaac. Él siempre fue el divertido, gracioso, guapo, y sociable de los dos, se podría decir que Isaac no se daba cuenta de cuánta sombra me hacía a veces, y que en el fondo nunca me dejó sobresalir. Tampoco es que quisiera sobresalir, nunca me gustó llamar la atención, me ponía nerviosa que la gente me pudiera juzgar o hablar demasiado mal de mi.

Tenía miedo al error, a que cuando la gente me mirase solo vieran a una adolescente confundida, solitaria, y algo torpe la verdad. Por eso Roi me odia tanto, para él la perfección lo es todo, y sin embargo yo desprendo imperfección por todos lados, lo cual para él es muy frustrante y agotador. Pero que se le va a hacer, la parte problemática me la acabé quedando yo, y en el fondo es bastante divertido.

Llegué a la habitación que compartía con las otras chicas y me asombré al ver que habían retirado todas las literas junto con las cosas de las otras chicas, y habían dejado tres camas perfectamente puestas y con nuestras cosas en cada una.

—Impacta, ¿no creeis? Nunca esperas que vayas a perder a alguien hasta que pasa de verdad —habló una de las chicas. Su pelo es de un rubio muy claro, bastante bonito, y sus ojos son verdes, sin duda esa chica refleja belleza mires donde mires.

—Ni en cien años podría haberme imaginado esto, es horrible —comenté.

Ellas parecían algo sorprendidas de oírme hablar ya que siempre había permanecido callada y sin juntarme con nadie.

—Creo que aún no te hemos dado las gracias por salvarnos —dijo la otra chica, una castaña de pelo completamente corto y ojos azules, que parece bastante fuerte.

—Tiene razón, y en cuanto a lo que te ha dicho Roi, no podías hacer nada, ha sido injusto —comentó ahora la rubia.

—Gracias —le sonrío y cuando ella me devuelve la sonrisa decido que es el momento de tratar de hacer amigas—. Soy Issa.

Ambas se miran y luego me sonríen amablemente.

—Yo soy Gala, encantada —la chica rubia, Gala, se acerca a mí y me extiende la mano alegremente.

Agarró su mano en forma de saludo.

—Bueno, yo soy Frida —sonríe con un poco de dificultad la de pelo corto.

—Encantada —le doy a ella también la mano, sonriente.

—No es por ser demasiado irritante pero pareciera que quisieran librarse de todas esas chicas —habló Frida—. Si que han tardado en sacar todas sus cosas —escupió con ironía y enfado.

—Si, la verdad es que tienes razón —comenté de acuerdo con ella.

—¿Qué tal si vemos esto como una oportunidad de conocernos mejor? —habló Gala entusiasmada.

—No se yo —Frida puso una mueca.

Ambas me miraron esperando a que yo desempatara la conversación. Tragué con nerviosismo, esto era algo muy nuevo para mi aún, no sabía cómo manejar una amistad o como estar en un grupo. Decidí apoyarme en Gala para que me ayudara con eso.

—Creo que es una buena idea, Gala. Al fin y al cabo, ¿qué más podemos hacer? —me encogí de hombros y observé como Gala se emocionaba por que fuéramos a hacerlo.

—¡Genial! Hagamos el juego de las diez preguntas —dijo Gala mientras se sentaba en el suelo.

Frida y yo la imitamos, creando un círculo en el suelo. Se me ocurrió un comentario sarcástico pero decidí no decirlo ya que no quería estropear esta especie de nueva amistad.

—Issa, ¿quieres empezar preguntando o respondiendo? —me preguntó Gala, sonriente.

—Pues... respondiendo... —dije no muy segura.

En realidad lo tuve que meditar muy rápido, quizás si preguntaba haría alguna pregunta absurda o una de mal gusto, así que preferí no arriesgarme.

—Está bien, ¿Tienes familiares, están aquí? —dijo curiosa.

La primera pregunta ya me había descolocado, no quería imaginar cómo serían las siguientes.

—Solo a mi hermano, se llama Isaac, somos mellizos —aclaré algo incómoda.

Gala pareció notar mi incomodidad y se conformó con la respuesta.

—Me gustaría conocerlo algún día —dijo Gala, sincera.

—¿Tienes alguna especialidad en mente? —habló ahora Frida.

Lo pensé detenidamente, la verdad es que no estaba segura de cual encajaba mejor conmigo pero recordaba cuando Luca dijo que tenía claro que acabaría entrando en su especialidad, y la verdad, no iba mal encaminado.

—Puede que... bueno, me gusta lo de los cazadores, creo que en cierto sentido va con mi personalidad.

Estaba siendo sincera, además, la compañia de Luca no era nada desagradable, y estaba empezando a interesarme un poco como era. Tenía curiosidad, algo me decía que podríamos ser amigos, y había sido muy amable y cuidadoso conmigo.

—¿Te refieres a la especialidad de Luca? —comentó Frida de forma pícara.

—Oh, espera, ¿nuestro profesor de Cultura Humana? ¿Te gusta? —Gala se acercó más, emocionada.

—No, no, no, no tiene nada que ver con él, además, ni siquiera lo conozco —me encogí de hombros.

—Puede que ahora, pero yo no descartaría nada —Frida me guiñó un ojo lo que me hizo soltar una carcajada.

Empezaban a caerme muy bien, la verdad, eran muy amables y graciosas. El pensamiento de que por fin pudiera tener amigas hizo que sonriera y por un momento me alegré de haberlas salvado a ellas dos.

—Sigamos, ¿Quién de nuestros tres instructores te parece el más guapo? —soltó Gala.

—Oye, ¿qué tal si las tres respondemos las mismas preguntas? Sería más justo, ¿no? —Frida nos miró a cada una mientras esperaba nuestra respuesta.

Gala y yo asentimos con la cabeza de acuerdo con ella, y creamos una especie de rotación en la que yo empezaba respondiendo, luego Gala, y por último Frida.

—De acuerdo pues... ¡Primero de todo!, esto no sale de aquí, y no tiene nada que ver con mi anterior respuesta —dije rápidamente mientras me reía.

Ambas empezaron a mostrarse sorprendidas y a reír también.

—No me digas, a ver si adivinamos —Frida miró a Gala para decirlo a la vez.

—¡Luca! —gritaron ambas a la vez.

—Shhh, os van a oír —las callé rápidamente. Cuando por fin dejaron de reírse pude hablar—. Venga os toca.

—Aiden, sin dudas —Frida habló indiferente y sin pensarlo.

—Debo admitir que los tres son muy guapos la verdad, pero si tengo que elegir, debo admitir que Izan me ha llamado mucho la atención —tras decir eso, Gala se sonrojó.

—Gala, es ciego —se rió Frida.

—De un ojo —contraatacó Gala.

—Tiene una enorme cicatriz atravesando ese ojo —puntualicé.

—Le da un toque más interesante —dudó Gala.

Frida y yo nos miramos y empezamos a reirnos a la vez. No podíamos parar de reírnos a pesar de la cara de incredulidad de Gala y de sus advertencias para que paráramos.

—Así que a Gala le van los tuertos, de acuerdo, anotado —se burló Frida mientras se quitaba las lágrimas que habían caído de sus ojos por la risa.

—No me van los tuertos —Gala la miró ofendida.

—Cierto, solo le va Izan —de nuevo Frida empezó a reírse por mi comentario.

Estuvimos así durante un rato mientras nos gastábamos bromas sobre quién de los tres era de verdad el más guapo.

—Tengo una pregunta para Issa —habló Gala.

Habíamos acabado juntando las tres camas, una al lado de la otra, y estábamos tumbadas mientras nos íbamos preguntando cosas triviales.

—¿Por qué nunca has hablado con nadie? De haber sabido que eras así de maja y no la borde que decían que eras, me habría acercado antes —Gala hizo un puchero mientras me miraba, a lo que reí.

—Si, estoy de acuerdo —Frida me sonrió amable, de acuerdo con Gala.

—No lo sé la verdad, nunca se me dió bien hacer amigos —rodé sobre mi cuerpo para mirar a Gala de frente, ya que era la que se encontraba a mi lado tumbada—. Tenía... miedo, miedo de darme cuenta de que no podía encajar como vosotras, de que no caería bien o no me aceptarían. Mi hermano siempre fue el sociable, no sabía cómo acercarme a la gente cuando nos separamos.

Los recuerdos de mi hermano inundaron mi mente. Le echaba de menos, mucho la verdad, esa seguridad que sentía con él no sabía si conseguiría sentirla con alguien algún día. Él solía decirme que yo era una persona muy independiente, y que aún así, si dejaba a las personas llegar a conocerme, me daría cuenta de que encajaba más en el mundo de lo que yo creía.

—Lo siento... has debido de sentirte muy sola todo este tiempo —susurró Gala, pues ahora que ya habían apagado las luces, teníamos que bajar la voz. Asentí a lo dicho por Gala y sonreí triste—. Pero ahora nos tienes a nosotras, y no vamos a dejarte sola. Sé que es difícil empezar a confiar en alguien a quien no conoces del todo, pero quiero que sepas que si necesitas algo, o necesitas ayuda, solo tienes que llamar —Gala sacó una hermosa gargantilla que tenía una especie de fuego de plata colgando—. Ahora eres una de los nuestros... Frida también tiene uno.

—¿Qué significa el fuego? —susurré mirando la gargantilla.

—Esperanza —miré a Gala algo sorprendida—. Esperanza de que algún día podremos vivir fuera de estos muros, que saldremos allí fuera, vivas, y podremos vivir una vida real, juntas —una lágrima resbaló por el rostro de Gala mientras hablaba—. Si quieres ser una de nosotras, si quieres que seamos amigas, que nos cuidemos y nos protejamos, pontelo.

—Gracias, Gala —me acerqué a ella y la abracé, siendo correspondida por ella.

—No me las des, siempre he querido ser tu amiga —más lágrimas caían de sus ojos y empecé a apartarlas con suavidad—. Veía que al menos parecías libre.

—Nunca he sido libre —la miré con compasión.

—Puede, pero no has vivido como nosotras. Quería que me enseñaras, que me enseñaras a vivir la vida de verdad.

Entendía como debía de sentirse Gala, atrapada, ella era una de esas personas que no habían llevado bien el vivir aquí. Sabía que necesitaba apoyo, y pensaba darle el que pudiera, como ella estaba haciendo. Recuerdo que una vez, en un entrenamiento, Roi me machacó y me machacó hasta el punto de que acabé llorando. Ella salió en mi defensa, nadie más, solo Gala.

—Te prometo que las cosas serán diferentes, nos ayudaremos mutuamente —la animé un poco y la sonreí sincera.

—Gracias, Issa.

La volví a abrazar y acabamos quedándonos así dormidas.

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