⛓Chapter eight!

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Tenía toda la mañana trabajando en su oficina, el papeleo parecía no querer disminuir y sus deseos de aventar todo a la mierda estaban en su punto máximo de tentación.

Jimin soltó el lápiz que sostenía con brusquedad, la botella de coñac estaba medio vacía y ya no habían más cigarrillos para fumar. Resopló molesto porque no importaba todo lo que hiciera, Hoseok siempre encontraría un método eficaz para joderle el humor.

Hace pocas horas había recibido una invitación para participar en una subasta de alfas. Jimin no estaba interesado en obtener otro juguete, si a Yoongi a duras penas podía verlo por su tiempo limitado, no quería imaginar lo que pasaría si decidía tener un segundo esclavo. Lo peor del asunto es que él se lo dijo a Hoseok, pero el estúpido creyó que se trataba de alguna excusa barata del omega para librarse del asunto.

A esas alturas, Jimin ya no estaba tan seguro de la inteligencia de su prometido.

La puerta de su oficina se abrió sin ser tocada, el omega tras el escritorio no se inmutó por ello ya que sabía bien de quién se trataba, gracias a los aromas definidos que llegaron a su nariz.

—Jimin, necesito hablar contigo.

El mencionado observó por segundos silenciosos a su padre. El hombre lucía bastante tenso, pero a su vez le lanzaba una mirada despreocupada que era lo bastante convincente como para detener todas las preguntas que hacían cosquillas en su lengua.

Apuntó hacia una de las sillas que estaban frente a él y esperó a que el líder se sentara.

—¿Sobre qué? —interrogó, sus manos inquietas hurgando en su chaqueta para ver si encontraba algún cigarrillo.

YoonWoo chasqueó la lengua. —Esta mañana tuve una reunión con el consejo, y por casualidad mencionaron el tema de tu compromiso con Hoseok.

—¿Y? —inquirió el menor con una mueca de hastío.

—Se quejaron porque no les han visto interactuar como pareja, Jimin —recriminó el hombre—. Están comprometidos, pero no hay una base sólida que sostenga esa noticia con los demás miembros de la manada.

El menor entrelazó sus manos, sus ojos oscuros clavados como dagas venenosas en la mirada de su padre, importándole poco mostrar sin ningún tipo de inhibición toda la irritación que aquel tema en particular le provocaba.

—Kim Jennie lo sabe —dijo por fin—. Para mí es más que suficiente.

Kim Jennie era la presidenta del consejo de la manada. Luego del líder y el sucesor, ella tenía el mando absoluto; tanto de ayudar para mantener un control estricto, como para desatar un caos irremediable.

YoonWoo sonrió, pero su sonrisa no demostraba algo más que amargura y enojo contenido.

—¿Sabes lo que Jennie opina de ti, hijo?

Jimin sonrió ladino. —¿Crees que aceptaría todo lo que me pides si no lo supiera?

—Ella está segura que no podrás liderar esta manada, que no tienes lo que se necesita para mantener el orden —contó el líder—. Como presidenta sus palabras son escuchadas por los demás miembros y poco a poco se han ido formando ideas erróneas que provocaron una división interna —le miró con severidad—. Eres mi único hijo, la manada te pertenece por derecho; pero si el consejo convoca a una revolución, no habrá nada ni nadie que pueda salvarte el pellejo.

—Y es ahí donde mi matrimonio con el segundo al mando entra en el juego —agregó Jimin, ganándose un asentimiento de su padre.

—Sé bien que te cuesta mucho trabajo procesar la idea de casarte con Jung, pero es la única carta fuerte que tenemos para demostrar al consejo que estás listo para liderar.

El sucesor tomó un vaso y vertió una generosa cantidad de coñac, el líquido oscuro se agitó cuando bebió de él, ardiendo en su garganta seca y sirviendo como relajante para mitigar la furia de su lobo.

—Lo sé. No he dudado por ningún momento en que casarme con Hoseok es lo que debo hacer, joder, incluso omití los sentimientos de mi mejor amigo para cuidar mis intereses —gruñó irritado—; lo que necesito es cerrar todas las bocas que se atrevieron a ensuciar mi nombre, y no quiero una maldita boda para eso.

El líder sonrió con aires de complacencia, a veces olvidaba que la determinación y coraje de su hijo eran los suficientes para doblegar a todos aquellos que se atrevían a cuestionar sus decisiones, sin saber que la mente del menor iba mucho más allá de eso.

—¿Y una fiesta de compromiso? —propuso con complicidad.

Jimin alzó una ceja. —Te escucho, padre.

—Para que el compromiso adquiera más poder realizaremos una fiesta para anunciarlo a toda la manada y las vecinas —explicó, obteniendo la atención inmediata de su hijo—. Todos deben quedar completamente convencidos de que tendremos matrimonio, fortalecemos nuestras alianzas, y una vez más nuestro linaje se alzará sobre los demás, más aún en aquellos que ponen en duda tus capacidades.

—Estaba pensando algo parecido —admitió el menor—. No es mala idea, también podríamos anunciar la fecha exacta del matrimonio.

—Exactamente —concedió YoonWoo—. Si lo haces, el consejo confiará en ti y ya no tendremos que preocuparnos por alguna decisión futura que amenace contra nuestro apellido.

—Bien, entonces te aconsejo que hables con Hoseok —dijo con la frente arrugada—. Él tiene que estar al tanto y cooperar.

El mayor asintió. —Me encargaré de ello, ahora quiero hablarte de otro asunto.

—¿Cuál?

—Tu juguete.

Jimin ladeó la cabeza. —¿Qué pasa con él?

—Ya cumplió dos meses estando contigo, y durante todo este tiempo no he sabido que lo mandaras al salón rojo —reconoció con evidente disgusto—. Sabes que es un requisito que está resaltado en nuestros códigos.

Al menor no le hacía gracia aquello. El salón rojo era una casa que fue diseñada especialmente para que los juguetes del líder, sucesor y presidente de consejo convivieran; más que todo servía como área de recreación para que los alfas se mezclaran entre ellos, y así poder mantener ese lado salvaje a raya, obteniendo como resultado un mejor control.

Jimin sabía que su padre estaba especialmente interesado de que Yoongi fuera a ese lugar. Era un alfa legendario, los más salvajes y extraños del mundo, por supuesto que Park YoonWoo también querría obtener una diminuta pizca de control sobre él también.

Aplanó sus labios para no soltar una maldición.

—Todavía no está listo —aseguró con un leve gruñido.

—¿Quién te asegura eso? —debatió el mayor.

—No está listo —repitió con los dientes apretados—. Mi juguete es diferente a los que están en el salón rojo.

—Es más salvaje, agresivo, animal —dijo el líder—; por eso necesito que lo envíes con los demás para que se mezcle con ellos.

Jimin mostró reticencia en sus hombros tensos, mirada afilada y mandíbula rígida. Conocía a los juguetes de su padre, dos de ellos no le preocupaban, pero los otros cinco significarían un problema grande para la ingenuidad y timidez que Yoongi aún mostraba.

Sin mencionar los juguetes de Kim Jennie que le parecían bastante extraños.

—No.

YoonWoo miró a su hijo con incredulidad; sin embargo, Jimin no mostró cambios en su expresión decidida.

—¿Qué dijiste, Jimin?

—No lo haré, mi juguete no está acostumbrado a mezclarse con bastantes personas —dijo con el ceño fruncido—. ¿Por qué crees que le pedí a NamJoon que le enseñara? Si hago lo que me pides, buscarán pelea con él y como consecuencia obtendrán una masacre y mi entero enojo.

Tenía razón, YoonWoo alguna vez tuvo la oportunidad de tener en sus manos a un alfa legendario. Bastante fuertes, apuestos, pero difíciles de domar; lastimosamente no pudo mantenerlo por mucho tiempo porque su carácter era demasiado volátil, así que no dudó en asesinarlo para deshacerse del problema.

Esperaba que Jimin tuviera la misma sensatez, si en algún momento el juguete que le había obsequiado se convertía en un estorbo, debía ser eliminado.

Suspiró rendido. —Está bien, por el momento nos concentraremos en asuntos más importantes.

—¿Eso es todo? —inquirió el menor—. Tengo trabajo por hacer y quiero adelantarlo.

—En ese caso me iré —anunció el líder, al mismo tiempo que se ponía de pie—. Daré inicio con los preparativos para la fiesta de compromiso, te mantendré informado.

Jimin simplemente asintió. Bajó la cabeza para concentrarse en los papeles que tenía desparramados en el escritorio, sin molestarse siquiera en darle otra mirada a su padre.

Yoongi jamás pensó que algún día se sentiría orgulloso de sí mismo.

Los estudios a los que tuvo que enfrentarse no eran un juego. NamJoon se encargó de enseñarle aspectos importantes de aquella manada a la que ahora pertenecía, aunque muy en el fondo, él no se sintiera de esa forma.

El cambio más notorio lo tuvo en el lenguaje y su forma de expresarse, por supuesto que todavía existían muchas palabras que no conocía o que se le dificultaban para pronunciar, pero el alfa tenía la convicción de seguir aprendiendo para nunca sentirse fuera de lugar.

Ese aspecto lo tenía controlado, mas existía otro que era un completo desastre.

Y es que últimamente no comprendía a su lobo en lo absoluto. El lazo que una vez tuvieron comenzaba a atrofiarse, hasta llegar a un punto de completo desequilibrio.

La mayoría de las veces no comprendía lo que el animal le exigía, y eso le molestaba.

—Si continúas arrugando la frente de esa manera, tendrás arrugas permanentes.

El alfa se asustó porque no esperaba escuchar aquella voz, giró a su izquierda y ahí lo encontró.

Jimin estaba de pie en la puerta de la habitación, los brazos cruzados y una leve mueca entretenida por haber asustado a su juguete de aquella forma.

Yoongi se puso de pie como si tuviera un resorte en el trasero, caminó hasta posicionarse frente al omega y sin más se tiró de rodillas.

—Amo —mencionó en tono bajo, mostrando el cuello en sumisión.

El omega se deleitó con la imagen de su esclavo de rodillas, porque había una serie de detalles que inevitablemente no podía ignorar.

Yoongi era una cabeza más alto que él, con un cuerpo más grande y fuerte, ojos salvajes, aromas que, aunque no eran definidos, tenían la potencia suficiente para hacerse conocer, voz profunda..., y, pese a ello, cuando estaba a su alrededor toda esa combinación se reducía a un pequeño cachorro que movía la cola y bajaba las orejas ante la presencia de su dueño.

Le encantaba el poder que su juguete le hacía sentir con aquella simple acción.

Yoongi le encantaba, así de sencillo.

—De pie, cachorrito —pidió, mientras ingresaba a la habitación del alfa.

El mayor de ambos obedeció la orden. Se incorporó y permaneció de esa manera, mientras sus ojos miraban con atención al omega sentado en su cama.

El lobo en su interior comenzó a gimotear, pidiendo, exigiendo cosas que Yoongi no comprendía del todo.

Nuevamente se encontraba arrugando la frente, Jimin rió por aquello.

—¿Me dirás en qué piensas? —preguntó Jimin, mirando con curiosidad la mueca del alfa.

Había estado lleno de estrés y mal humor que al principio no pensaba ir a ver a su juguete, pero a medida que caminaba por la mansión tuvo la necesidad de hacerlo. Descubrió que su ánimo mejoró cuando miró aquellos ojos pequeños, y aunque sabía que no debería disfrutarlo tanto, lo terminaba haciendo.

Yoongi arrugó la nariz, pensando seriamente en la respuesta que daría. Terminó encogiéndose de hombros, lo único claro que tenía era que estaba confundido. Sí, así de raro.

—No entiendo lo que pienso, amo —decidió responder, ladeando la cabeza confundido.

Jimin lo llamó con un movimiento de manos. El alfa cayó de rodillas en medio de los muslos abiertos del omega, con las manos apoyadas a cada lado del colchón.

Se miraron mutuamente, el pelinegro apartó un mechón de cabello rebelde que le impedía ver la profundidad de la mirada que tenía su juguete.

—Bueno, mientras aclaras esos pensamientos que te hacen arrugar la frente podemos salir al jardín trasero, ¿qué te parece? —propuso Jimin, costándole creer sus propias palabras.

El alfa frunció la boca antes de hablar. —¿Para qué, amo?

Diosa, ya lo había iniciado, ahora el omega no podía retractarse. Aunque tampoco es como si lo deseara.

Así que, ignorando las alertas de su mente, lo dijo:

—Para que transmutes. Quiero conocer a tu lobo.
























Lamento tanto haberme perdido por tanto tiempo 😭😭😭😭 perdón.

Espero que el capítulo les haya gustado, déjenme sus opiniones. 🤧💗

Muchas gracias por su apoyo y paciencia. 🫶🏻

Yoon~

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