⛓️Chapter twenty two!

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Hoseok estaba sentado en la esquina más oscura de su celda. Tenía la mirada fija en la pared grisácea y húmeda, mientras pensamientos múltiples nacían y morían en su mente.

Las mazmorras era la prisión donde dejaban a los delincuentes más peligrosos de la manada, un lugar hostil que tenía la capacidad de enloquecer mentes, trastornar ideas y debilitar cuerpos, hasta que los huesos se quebraran uno a uno de forma lenta y dolorosa.

Hoseok sabía la capacidad que ese lugar tenía para perder a las personas; llevaba dos días ahí y ya había perdido la capacidad de diferenciar el día de la noche, así como su olfato dejó de avisarle cuando existía alguien más acechándole.

Sin embargo, nada de eso le importaba, pues su mente estaba tan lúcida como antes.

Hubo un golpe fuerte dado a los barrotes de su celda que le hizo salir de interminables pensamientos. El beta miró de reojo al guardia, era un hombre de aspecto sucio, alto y lleno de cadenas, con más cicatrices que piel sana.

Sonrió, otro detalle interesante de las mazmorras era que los carceleros eran alfas adiestrados, aunque muy sucios e ignorantes.

—Tienes visita —avisó el alfa.

El interés brilló en los ojos del beta cuando notó como el carcelero hacía una inclinación en extremo respetuosa. Segundos después, sus sospechas fueron aclaradas cuando el mismo líder del clan se presentó ante él.

—Luces fatal, Jung —dijo YoonWoo, dándole una mirada inexpresiva.

—Me disculpará por no hacer la reverencia que espera, pero, como puede ver, tengo cadenas que me lo impiden —habló Hoseok, decidiendo concentrarse en la pared.

—No me interesan tus reverencias, hay asuntos más importantes —aseguró el omega.

—Lo sé, aún así, no pienso hablar hasta que ese perro se haya marchado —advirtió Hoseok, dándole una mirada amarga al carcelero que no se había movido de su lugar.

YoonWoo miró al alfa, y sólo bastó con un movimiento de cabeza para que el corpulento hombre se marchara, dejando al líder y al beta completamente solos.

Esperaron un par de minutos, y cuando el silencio otorgó más seguridad, el líder preguntó:

—¿Las razones son las mismas?

—Sí —respondió el beta—. Nada ha cambiado, señor. Aunque, sí soy sincero, no me esperaba tanta crueldad de parte de mi ex prometido.

—Conoces a mi hijo desde que ambos eran cachorros, el hecho que te sorprenda es una burla para mí.

—¿Qué va a pasar con mi madre? —preguntó Hoseok—. Necesito seguridad para ella, señor.

—La tendrá, las condiciones no han cambiado. En este momento SeokJin la está moviendo de distrito —tranquilizó YoonWoo—. Ahora, hablemos de lo importante.

—Lo escucho —dijo el beta, con sus ojos haciendo contacto visual con el líder.

—Tenías razón, los asesinatos recientes fueron meramente una fachada para infiltrar personas desconocidas dentro de la manada —informó el líder, mientras sus manos apretaban con fuerza los barrotes de la celda—. Mi hijo está a punto de sentarse en el trono de líder, es por ello que no me sorprende una rebelión.

—Conmigo fuera del camino, tendrán la oportunidad perfecta para atacar —dijo Hoseok—. ¿Está seguro de no querer informarle a Jimin? Con todo respeto, señor Park, su hijo es más letal de lo que aparenta.

—Necesito crear un ejército que le sea leal a mi hijo, y en este momento no confío en muchas personas que digamos —gruñó rabioso—. Lo que hiciste fue una estupidez, espero que valga la pena.

Hoseok sonrió torcido antes de afirmar:

—Valió la pena, la información real está en manos de mi madre —informó—. Ella se la entregará cuando las condiciones estén cumplidas.

—¿Qué pasó con el juguete de mi hijo? —cuestionó el omega—. ¿Teníamos razón o no?

El beta resopló, pensar en ese alfa le revolvía el estómago.

—Estábamos equivocados —afirmó con seguridad.

—¿Estás seguro?

—Completamente —aceptó de mala gana—. Ese perro no es más que un salvaje ignorante que mueve la cola contento ante la presencia de su amo —siguió diciendo—. Hice todos los exámenes que lo confirmaron, no es uno de los sospechosos.

—Sin embargo, SeokJin sospecha del juguete de Taehyung —comentó YoonWoo con su mente rebobinando toda la información recolectada.

—¿Hay alguna causa específica que alimenten las sospechas del general? —inquirió el beta, decidiendo ignorar la puñalada dolorosa que atravesó su pecho cuando corroboró lo que se negaba a aceptar.

Taehyung tenía un juguete, y, para su mala suerte Hoseok no podía determinar que tan peligroso era.

—Es un alfa legendario, al igual que el juguete de Jimin —informó—. Lo que llamó la atención de Kim es que el comportamiento de ese alfa es muy diferente a lo que denominamos habitual.

—¿A qué se refiere? —preguntó de inmediato, no gustándole para nada lo que escuchaba.

—Habla fluidamente, tiene comportamiento altivo, incluso arrogante —contó YoonWoo con una mueca entretenida—. Incluso se resiste a su propio instinto de sumisión, o eso es lo que dice el reporte hecho por SeokJin.

La mente de Hoseok comenzó a trabajar con rapidez, y no le llevó mucho tiempo llegar a una poderosa conclusión.

—Un alfa adiestrado —comunicó.

—Fue lo que pensamos, pero cuando se investigó más, supimos que ese alfa fue criado en cautiverio —comentó el líder—. Significa que pasó la mayor parte de su vida en su forma humana, así que eso podría explicarlo.

—¿No fue cazado? —preguntó el beta.

—Eso es lo extraño —murmuró el mayor—. En la subasta comentaron que fue cazado, así que, si en verdad fue criado en cautiverio, deben existir registros de él en la manada.

—Y si no los encuentran, entonces es un alfa infiltrado —dedujo Hoseok y YoonWoo le dio la razón.

—Nosotros nos encargaremos de esto, tú ya sabes lo que tienes que hacer —le recordó el líder.

—Recibir una humillación pública por un omega vengativo que no soportó que me divirtiera con su juguete.

—Jung, admite que fuiste un idiota y hazte responsable —riñó el omega—. Todo queda igual, recuérdalo.

—Lo tendré presente, señor Park —respondió, mirándole atentamente.

YoonWoo salió de ese lugar con dudas despejadas y un nuevo objetivo en mente.

Hoseok quedó encerrado, a la espera de la finalización de su castigo para volver a enfocarse en su objetivo inicial impuesto por el líder del clan Park.

El coliseo estaba repleto de personas hambrientas por presenciar un buen show.

No recordaban cuando fue la última vez que un condenado fue sometido a una humillación pública; sin embargo, el verdadero elemento que los hizo estar presentes, era el conocimiento explícito de quién sería el prisionero, y quién llevaría a cabo el castigo.

Ninguno de los presentes podía creer la capacidad cruel del que sería su próximo líder. Para ellos era increíble e inaudito al mismo tiempo que Park Jimin castigara de tal manera al que hace pocos días era su prometido, un beta proveniente de una buena familia y, leal al legado Park.

Y lo más impactante para el público fue conocer la razón: un simple alfa.

Pese a ello, no podían quejarse. Park Jimin estaba demostrando una vez más que no tenía contemplaciones al momento de hacer valer las leyes de su manada, a exigir el respeto que como sucesor merece, sobre todo, no estaba dispuesto a pasar por alto protocolos, importándole poco o nada el cargo que la persona implicada pudiera poseer.

Misma razón que los había reunido a todos en un mismo lugar, y con un sólo objetivo.

El primero en aparecer fue el condenado. Jung Hoseok caminó custodiado de guardias, las cadenas pesadas que iban atadas al cuerpo le impedían moverse con normalidad, provocando que tropezara en un par de ocasiones.

El beta subió los escalones que lo llevaban al escenario, escuchando los gritos enloquecidos de la multitud. Al llegar, le ataron las manos a un poste de madera, mientras que otros guardias se encargaban de desgarrar la camisa que llevaba, para dejar descubierta la piel de su espalda.

Hoseok apoyó la frente en la madera, el corazón latía acelerado, y no sabía si era por temor o la misma adrenalina que no lo estaba dejando respirar.

Todo empeoró cuando los gritos aumentaron, anunciando con ello la llegada del sucesor.

El público completo se puso de pie al mismo tiempo. Reverenciaron con respeto la presencia de Jimin, y en ese mismo momento, un silencio sepulcral llenó cada punto existente del coliseo.

El omega miraba directamente hacia el escenario, sus ojos oscurecidos por la furia no se apartaban de la espalda desnuda que en cuestión de minutos destrozaría, para hacerle vivir al beta en carne propia lo que su juguete soportó durante días.

—¿Qué tipo de látigo desea utilizar, mi señor? —preguntó uno de los guardias, con la mirada fija en el suelo.

Jimin no tuvo que pensarlo tanto.

—Látigo de cuchillas.

En cuestión de segundos, un látigo largo con cuchillas en los extremos fue dejado en las manos del sucesor. Lo admiró por un momento, sonriendo cuando el brillo intenso de las láminas diminutas advirtieron el filo que poseían.

Comenzó a caminar con seguridad, miles de ojos analizaban cada uno de los movimientos del omega y realmente no le importaba. Para Jimin la prioridad ahí era herir a Hoseok, hacerlo sufrir en minutos contados que serían agónicos para el beta.

Subió las escaleras, y cuando estuvo a un metro de distancia del peligris, una sonrisa siniestra se formó para desfigurarle las facciones al omega.

—Jung —pronunció, al mismo tiempo que el látigo se mecía con el viento.

Hoseok no respondió, simplemente esperó a que el primer golpe llegara.

Y entonces sucedió. El primer latigazo lo azotó como una tormenta eléctrica que estremeció cada fibra de su cuerpo, el beta sintió como las cuchillas se hundían en su carne, para luego salir en cuestión de segundos y con una fuerza inhumana.

Los labios le temblaron, un pitido sordo se instauró en sus oídos, mas Hoseok no dejó escapar el mínimo quejido.

El segundo azote llegó, tan fuerte y demoledor como el primero. Aumentó el dolor en el beta y disminuyó sus fuerzas, tanto que, como un último recurso sus manos apretaron con fuerza las cadenas que lo sujetaban al poste.

La agonía se prolongó con el tercer azote. Jimin lo golpeó de forma certera en las costillas, llevándose con él la sangre que las cortadas creaban, siendo unas más profundas que otras.

En ningún momento se escuchó los lamentos de Jung Hoseok, aunque estuviese muriendo por dentro.

Un cuarto azote.

Un quinto azote.

Y ya para el sexto, el primer quejido bajo abandonó los labios heridos del beta, siendo ese el momento exacto que un chorro considerable de sangre salpicó el rostro de un sonriente omega.

—No hemos llegado ni al décimo, y tú ya estás muriendo —se mofó Jimin, dejando caer otro golpe en la espalda abierta de heridas sangrantes.

La mayor agonía era la fuerza del omega. Los azotes que llegaban superaban al anterior en fuerza y violencia, arrancando carne, rallando huesos, drenando sangre.

La escena era brutal, el silencio del público lo confirmaba.

Hubo un momento en que las fuerzas en el beta fallaron, cayó de rodillas en el charco de su propia sangre, sintiendo el ardor insoportable que su garganta creaba al resistir todos los gritos que tanto ansiaba soltar.

Jimin en ningún momento dudó, continuó azotando, y cuando no encontró punto para herir en la espalda se fue a las costillas, hasta que llegó al golpe número treinta.

No sintió compasión, ni siquiera un ápice de remordimiento.

Y fue en ese momento exacto, que todos los presentes se dieron cuenta de algo sumamente importante:

Ese era el camino inminente que le esperaba a todos aquellos que osaran desafiar al próximo líder de su clan.























¿Teorías? Cuéntenme, mi lado chismoso quiere saber. 👀

Calificación de la historia del uno al diez. 👀

Espero que el capítulo les haya gustado, infinitas gracias por leer.

⛓️Yoon~

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