⛓Chapter two!

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La temperatura en el lugar descendió de manera abrupta, Yoongi podía sentirlo.

Sus ojos dorados estaban clavados en aquellos oscuros que le devolvían la mirada, tanta intensidad le hacía víctima de sensaciones extrañas que tenían a su lobo interno en un constante lloriqueo hasta el punto de hacerle doler la cabeza.

Podía verlo, la oscuridad contenida de un deseo latente y enfermizo que lo envolvía como la presa que era, sintiéndose vívidamente en su piel sensible que pedía a gritos ser tocada, mientras que sus oídos ansiaban volver a escuchar el sonido de aquella voz suave y peligrosa que había afirmado ser su dueño.

Los aromas dulces estaban completamente presentes , y a diferencia de los suyos, éstos eran definidos, logrando delatar el linaje superior del chico que seguía mirándole tan profundamente.

Quería gruñir, rasguñarlo y amenazarlo, pero su lobo no cooperaba, permaneciendo manso y con incontrolables ganas de mostrar el cuello en completa entrega y sumisión, todo desencadenado por el poder que demostraba la mirada contraria.

No sabía con exactitud los minutos exactos que pasaron sumergidos en aquel silencio angustiante, lo único que podía sentir era el errático latir de su corazón, así como el dolor en su cráneo debido al fuerte agarre que el omega estaba haciendo en su cabello, siendo esa la misma razón que el sudor haya sido formado para empapar su frente.

—Mírate, estás temblando —dijo Jimin, llevando su otra mano para acariciar parte del rostro del alfa.

Los dedos se hundieron en la piel blanca, delinearon la mandíbula marcada y siguieron bajando por el cuello mojado hasta hacer un leve cosquilleo en el pecho que subía y bajaba violentamente por el descontrol en la respiración del alfa.

La mano de Jimin no se detuvo, siguió bajando y acariciando muy superficialmente, recorría lentamente cada centímetro de piel accesible, amando el temblor evidente que llegó para controlar las expresiones de su bonito juguete, hasta convertirlo en un desastre completamente deleitable.

Finalmente los dedos tocaron la suave tela del pantalón marrón que cubría al alfa, Jimin le dio una mirada divertida que mostraba sus intenciones y al segundo siguiente se encontraba bajando aún más hasta llegar al punto nuevo que quería tocar.

—N-no —habló el alfa, tan bajo y ronco que inmediatamente ganó la atención del omega.

—¿No qué? —cuestionó el pelinegro, mientras hacía una leve presión en la entrepierna que poco a poco comenzaba a endurecer.

Yoongi tensó la mandíbula y finalmente apoyó la frente en uno de los barrotes de la jaula, la pequeña mano que lo acariciaba hacia la presión correcta para hacerle jadear, provocando que su cuerpo nuevamente se estremeciera en sensaciones desconocidas, pero placenteras.

—Ya veo... —murmuró el omega, dando un ligero apretón por encima de la tela—. Nunca antes habías sido tocado de esta manera, ¿no es así?

—A-amo... —gruñó el alfa, gimiendo audible cuando el omega dio una palmada fuerte en su miembro.

—Sin gruñidos, cachorrito —susurró, continuando con sus toques certeros que tenían al contrario lloriqueando en un deseo que no terminaba de comprender.

Jimin analizó cada una de las reacciones que su juguete estaba mostrando, sabía bien que la naturaleza de los alfas era sumisa y complaciente; sin embargo, había algo en aquel hombre que sin duda alguna era diferente.

El tinte salvaje estaba ahí, brillando con fuerza en aquellos ojos gatunos que no se apagaron al verle a los ojos, demostrando con ello un aspecto singular que avivó el interés en el omega.

En un movimiento rápido llevó su mano un poco más abajo y tomó ambos testículos, los masajeo y permitió que la tela que los cubría sirviera de doble estimulación, todo mientras sus ojos se encargaban de robar cada expresión que su pequeña presa estaba dándole de forma inconsciente.

—Vamos, déjalo salir —ordenó, su voz sonando fuerte y con la exigencia pintada en cada palabra dicha.

Yoongi gruñó gutural al mismo tiempo que su liberación llegaba, con sus manos apretó los barrotes ejerciendo una fuerza abismal que hizo remarcar las venas azuladas que le adornaban.

El omega se inclinó, y sin más lamió lentamente el camino de venas que componían la mano izquierda, sintiendo cómo pulsaban con fuerza bajo su lengua, debido a la sangre acumulada y caliente como lava.

Finalmente alejó el tacto que había estado ejerciendo en su juguete, retrocedió un par de pasos y se aseguró de conectar su mirada con la contraria.

—Me perteneces y lo sabes —dijo en voz lo suficientemente alta para hacerse entender—. ¿Lo comprendes o te hago comprenderlo?

Yoongi no respondió con palabras, simplemente se dejó caer de rodillas al suelo con la cabeza inclinada, mostrando con sumisión el cuello pálido y sudoroso, donde una única vena seguía palpitando con violencia.

—Y-yo... pertenecer... a-amo —dijo entrecortado, pues no estaba acostumbrado a hablar.

De hecho, en sus años de vida nunca lo había hecho, al menos de manera directa.

La sonrisa de Jimin fue depredadora, posesiva y oscura, logrando endurecer cada una de sus facciones; sin embargo, no pudo ser apreciada por el alfa, ya que éste permanecía con la mirada clavada en el suelo.

Nuevamente caminó hacia la jaula y esta vez decidió abrirla, el clic del candado al ceder retumbó con fuerza por toda la habitación, provocando una mínima reacción en el alfa, pero que fue lo suficientemente evidente como para que el omega pudiera verla.

El pelinegro abrió la puerta y tomó la gruesa cadena que sujetaba al contrario, tiró de ella lo suficiente como para que el rostro pálido se alzara lo suficiente para que sus miradas nuevamente se encontraran.

Y mierda si a Jimin no le ponía ser observado como aquel hombre lo hacía.

Tan descarado, rudo, salvaje, pero con un tinte ingenuo que demostraba lo nuevo que era todo para él.

—De pie —ordenó.

El alfa obedeció en un rápido movimiento, el enorme cuerpo irguiéndose de manera gloriosa ante los ojos oscuros de Jimin, quien no pudo ni quiso evitar el lamerse los labios al sentirlos repentinamente resecos.

—Sal de ahí —ronroneó, llamándole con un suave movimiento de su índice.

Yoongi obedeció sin pensarlo, su lobo y él queriendo ver siempre aquella expresión complacida en su amo para sentir la satisfacción llenarle por completo.

Fuera de la jaula Jimin pudo apreciarlo mucho mejor. Sin duda era más alto que él, mucho más, tenía brazos fuertes, un pecho libre de vello con dos pezones de tonalidad rosa; el firme abdomen definido, y, aunque no lo podía ver un enorme paquete yacía entre las piernas, mismo que había tocado a su antojo hasta hacerlo delirar.

Era una delicia, un manjar virgen que pertenecía sólo a él.

—De todos los regalos de cumpleaños, este ha sido el mejor —comentó Jimin, mientras caminaba alrededor del cuerpo más grande—. ¿Tienes nombre, cachorrito?

El castaño bajó la mirada a sus pies descalzos. —Y-yoon...

—¿Yoon? —inquirió Jimin, deteniéndose frente al alfa.

—G-gi...

El omega ladeó la cabeza. —¿Gi?

—J-jun... —frunció el ceño y obligó su lengua a hablar mejor—. J-junto...

—Oh, entonces ¿Yoongi? —aventuró el pelinegro, recibiendo un asentimiento del contrario.

Nuevamente las manos del omega viajaron al rostro del castaño, acunaron ambas mejillas en un toque firme que no permitía la separación de sus miradas y de ahí mismo sonrió ladino.

—Mi juguete tiene un lindo nombre —susurró, observando detenidamente el temblor en aquellos labios finos.

El alfa parpadeó un par de veces, hasta que finalmente se animó a dar una sonrisa pequeña, junto a una pregunta que se había formado en su mente.

—¿S-ser de... amo? —interrogó, mirando con algo de duda y curiosidad al más bajo.

—Ser mío —respondió el omega, bajando ambas manos hasta los hombros contrarios donde apretó—. Completamente mío.

El silencio usual del despacho se vio interrumpido tras el estruendo formado de las puertas al abrirse.

YoonWoo miró con seriedad a su hijo, sus ojos analizando la sangre que estaba impresa en su ropa y gran parte de su rostro, así como las pupilas levemente dilatadas que demostraban el estado de éxtasis que todavía recorría el cuerpo del menor.

—Espero que las noticias sean buenas —dijo el mayor, para luego concentrarse en los papeles de su escritorio.

Jimin sonrió, caminó hasta las sillas que estaban frente al mueble de madera y ahí dejó sus armas, incluidas algunas navajas que todavía eran capaces de gotear sangre.

—Por supuesto, la redada tuvo el éxito que se esperaba —informó con ese toque arrogante que lo caracterizaba.

—¿Cuántas personas?

—Nueve, cinco betas y cuatro omegas —respondió, mirando con una mueca la sangre seca que había quedado en sus manos.

YoonWoo lanzó una mirada inquisitiva. —¿Alguno de ellos habló?

—Terminaron haciéndolo cuando notaron mi fijación por la sangre —murmuró con pereza—. Aunque la información no era algo que no supiéramos ya.

El líder gruñó. Desde hace meses que había estado recibiendo ataques de varios grupos rebeldes que estaban distribuidos en sus dominios como una maldita plaga; ese tipo de personas no eran más que una amenaza constante que debía ser aniquilada desde la raíz, misma razón que orilló a mandar a su propio hijo a realizar una de las redadas más importantes, ya que Jimin era uno de los más experimentados dentro del ámbito de la caza, y no se tocaba el corazón al momento de asesinar.

—¿Los mataste a todos? —preguntó el mayor, entrecerrando los ojos al ver la sonrisa de su hijo.

—Créeme que era tentador hacerlo, pero Hoseok no me lo permitió —declaró, con una mueca de disgusto.

—Es lo mejor —analizó el líder omega—. No sabemos qué tanta información aún permanezca oculta, así que siempre es beneficioso dejar una huella intacta.

Jimin resopló. —Si tú lo dices.

—Ahora —cortó el mayor, a sabiendas del mal humor de su hijo—. ¿Te gustó mi regalo de cumpleaños? Con tanto trabajo no tuve la oportunidad de preguntarte antes.

El menor dibujó una sonrisa automática, recordando al alfa que tenía bajo sus dominios y que dormía en la habitación que estaba pegada a la suya.

—Me encantó —confesó, mordiéndose el labio inferior para controlar la sonrisa autosuficiente.

—¿Te has divertido con él? —indagó YoonWoo, bastante curioso por saber cómo estaba siendo la vida de su hijo en compañía del nuevo juguete que le había obsequiado.

El pelinegro negó. —Sólo lo he visto dos veces porque me has llenado de trabajo —reclamó—. La primera cuando lo descubrí en mi habitación y la segunda la noche anterior, donde tuve el impulso de querer verlo dormir.

—Bueno, ahora tienes días libres así que podrás aprovecharlos —aseguró el mayor—. No habrá redadas en las que participes, al menos por el momento.

—Me parece bien, necesito salir con mi juguete lindo para comprar unas cosas que necesitará —informó.

—¿Cosas?

—Ya sabes, ropa, artículos de limpieza y algunos libros que le ayuden a desarrollar el lenguaje —contó—. Quiero que esté a la altura de mi linaje.

—No lo consientas tanto, Jimin —pidió YoonWoo, aunque ciertamente no le preocupaba el comportamiento ilusionado de su hijo, porque sabía que era la emoción de tener su primer esclavo.

Ese sentimiento iría cambiando a medida que más juguetes se fueran agregando a la colección.

El gruñido territorial que salió de la garganta del omega menor dejó de lado todos los pensamientos del líder, provocando una tensión inmediata en el lugar.

YoonWoo miró los ojos oscuros del heredero y frunció el ceño al ver la rabia contenida descomponer las facciones agraciadas.

—No te metas con lo que es mío, padre —gruñó, con un tono de amenaza que no se preocupó en controlar—. Haré con mi juguete lo que quiera, y nadie tiene el derecho a entrometerse.

Tras esas palabras abandonó la oficina, dejando un rastro de su aroma denso en el aire, y con los pensamientos mezclados en el omega líder.

















Estoy actualizando seguido porque tengo las ideas lloviendo con fuerza y porque he notado que la historia les está gustando. 🥹🫶🏻

Muchas gracias por todo el apoyo. ❤️

Nos seguiremos leyendo. 🤧

Yoon~

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