∞Capítulo 12∞

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El mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad.

-Albert Einstein.


Samantha.


Cuando entro al vestíbulo le entrego la mochila en un saludo silencioso a uno de los dos vigilantes que están sentados a una mesa alargada hablando animadamente sobre sus vacaciones. Ellos la abren mientras siguen su conversación y revisan que no llevo ningún arma o cualquier objeto peligroso.

Cruzo el arco del detector de metales desapercibida. El silencio indica que voy limpia. En el instituto de Searles Valley no era necesario esta seguridad y cuando puse los pies aquí por primera vez me pareció chocante esta inspección de entrada, pero en las grandes ciudades lo tienen todo muy controlado y después de tantos años ya lo veo normal.

Hecho un vistazo alrededor mientras espero frente a la mesa a que los guardias acaben la revisión. Todo en el hall permanece igual desde junio, en realidad desde los últimos cinco años. Las paredes blancas que han adquirido un tono tostado desde su última mano de pintura están repletas letreros y carteles de prohibición haciendo campaña en contra de armas y drogas.

Banderines de todos los países cuelgan de los techos en representación a la comunidad multicultural y multirracial que compone este instituto. En Woodrow los estadounidenses somos un grupo minoritario, la mayoría del alumnado procede de países latinos y gracias a ello mi nivel de español ha mejorado, aunque aún no es muy bueno.

Vuelvo a mirar a los vigilantes al ver que la charla entre ellos sobre sus viajes se aviva en un debate de qué destino es el mejor mientras registran los interiores de mi mochila flemáticos y sin prestar mucha atención a su contenido. Podría tener una pistola escondida y la pasarían por alto.

—¿Y tú qué piensas? —pregunta de repente el más mayor.

Tardo unos segundos en darme cuenta de que se dirige a mí y lo miro sin saber a qué se refiere. No estaba prestando mucha atención a su cháchara vacacional.

—¿Cancún o Hawái? —me pregunta señalando a su compañero con la mano y después a sí mismo.

Sopeso la respuesta mientras me miran expectantes y deseosos de que diga el lugar que le corresponde a cada uno ¿De verdad les importa mi opinión?

—Hawái —contesto sin pensármelo mucho.

Ninguno de los dos destinos me gustan, prefiero los lugares clásicos, pero entre esos opto por Hawái porque se habla el mismo idioma.

—No tiene nada que ver —rebate el joven a su compañero —Es como comparar a Obama con Trump. Hawái son playas y paisajes y Cancún es cultura y ruinas.

—Tú mismo lo has dicho, ruinas ¿Y para qué quiero ver yo un montón de rocas medio cayendo? Igual se me cae una encima—su tono gracioso me hace reír —Además, Hawái también tiene su cultura hawaiana.

—Vale, sí, Hawái también tiene cultura —le da la razón —Pero la cultura maya es mucho más antigua e interesante porque... Espera... —se interrumpe a sí mismo al ver algo que le llama la atención dentro de mi mochila.

Lo miro confundida. Que yo sepa no guardé nada extraño.

—¿Y esto? —pregunta sacando mi Walkman.

El otro vigilante lanza una risotada ronca al techo con las manos sobre su redonda barriga.

—Ese aparatejo tiene más años que tú, niña.

—Y que yo —dice el otro guardando el Walkman —¿Cómo andas con este cacharro habiendo Ipods?

Me encojo de hombros sin saber qué decir. Hoy están muy habladores y eso me descoloca. Esta es una de las pocas veces que me dirigen la palabra, normalmente se encargan de examinar mis cosas como si yo no estuviera. El verano les sentó bien.

Cierra mi mochila y me la devuelve tras verificar que todo está en orden. Entonces me alejo mientras ellos reanudan su discusión sobre el mejor destino y examinan las mochilas de otros alumnos que van llegando.

Camino por corredores abarrotados de puertas y taquillas azules empotradas en las paredes. Los huecos que no están ocupados por puertas ni taquillas están adornados con cartulinas de colores que exponen trabajos hechos por los alumnos.

Los pasillos están repletos de reencuentros entre amigos y compañeros que forman sus pequeños corros mientras yo hago la ruta solitaria directa a mi taquilla esquivando a otros estudiantes que vienen y van.

El idioma que más se oye hablar es el español. Parte de lo que escucho no lo comprendo y el resto me cuesta entenderlo si no le presto atención.

Oigo saludos alegres, aunque no todos están muy contentos, a mis oídos también llegan quejas porque se hayan acabado las vacaciones, pero la palabra más repetida es "hola" en inglés y en español, desde diferentes voces y acentos...

—Oh, chicas, pero mirad a quien tenemos aquí, la paleta —oigo decir a mi espalda.

Esa voz chirriante solo puede pertenecer a una persona, la repelente y narcisista Ashley Wynn. Me llama paleta en tono despectivo por mi origen, como si el hecho de nacer en una ciudad o en un pueblo diera más o menos prestigio.

Me detengo y pongo los ojos en blanco echando aire por la boca con irritación. El día no empieza bien, pero fabrico la mejor de mis sonrisas porque sé que a Ashley le repatea cuando su objetivo es fastidiarme y me vuelvo para hacerle frente.

Junto a las taquillas Ashley me sonríe con suficiencia flaqueada por sus inseparables secuaces, Nicole y Kimberly. Tres barbies rubias con ropa de marca cuyos pares de ojos claros me miran con altivez y desprecio. Todos las conocen como las ANK, las siglas de sus nombres.

—Hola...

<<Pijas.>> complementa mi mente.

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*Nota:* en España llamamos a alguien "pijo" cuando es de clase social alta. Lo aclaro para los lectores latinos, ya que esta palabra igual tiene otro significado en sus respectivos países y no quiero que genere confusiones, en México creo que les dicen fresas, no sé en los demás.

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Saludé con toda la amabilidad que recaudé para no inducirlas a provocarme, pero si yo misma noté la falsedad con la que soné ellas también. Mentir no se me da bien y tampoco ocultar mis emociones, todo lo que siento se exterioriza.

—Hola, paleta —me saluda en una sonrisa malintencionada —¿Vienes del pueblo?

Nicole y Kimberly le ríen la gracia. Respiro hondo calmando el enfado naciente. No merece la pena que arruine este día por tres niñas ricas. Nunca busco pleito, procuro eludir los problemas para evitar situaciones que puedan derivar más allá de la violencia verbal, pero si alguien me ataca me defiendo, no pongo fácil la tarea.

—En realidad ni si quiera fui ¿Y tú? ¿Vienes de hacerte la cirugía? —contrataco.

<<¡Ja, chúpate esa!>>

—¿Perdón? —me pregunta con incredulidad junto a las exclamaciones escandalizadas de Nicole y Kimberly.

Sonrío triunfal. Me encanta su reacción cuando les reboto las ofensas.

A continuación Ashley se despega de la taquilla y se posiciona a un paso de mí. No es mucho más alta que yo, pero subida a sus indispensables tacones me saca una cuarta y me mira desde lo alto con una sonrisa de superioridad que me dan ganas de vomitarle en los zapatos para que se baje de sus plataformas a encararme a mi altura.

Las dos réplicas de Ashley se colocan a ambos lados de ella y digo réplicas porque Nicole y Kimberly copian a su emperatriz hasta en la forma de vestir, pero hay una norma de oro establecida entre ellas: nunca verse más llamativas que la reina. No pueden hacerle sombra a Ashley, siempre tiene que ser ella la que despunte.

—Mira, paleta —me comienza a decir con altanería —Todo lo que ves es natural —enfatiza pavoneándose.

Recorre el contorno de su cuerpo exhibiéndose en una pose de presunción. Me está restregando por los ojos lo que yo no tengo. Alguien tan odiosa como Ashley no merece haber sido dotada de tanta belleza. Su largo cabello ondulado cae en cascada hasta la mitad de la espalda y encuadra un rostro de facciones perfectas, pero bajo su gruesa capa de maquillaje esconde alguna imperfección. Es humana, no la diosa que aparenta ser.

—Pues lo que dicen por ahí me hace dudar de ello.

Su sonrisa de alarde se alinea en una expresión seria acompañada de las caras de sorpresa de Nicole y Kimberly que se miran entre ellas. Dicen que está operada, pero nunca le doy credibilidad a los rumores, aunque sus reacciones me hacen pensar que no vayan tan descaminados y un amago de sonrisa asoma en mis labios.

—¿Quién te lo ha dicho? —exige saber cruzándose de brazos a la defensiva.

Seguro que quiere tomar venganza con quien originó el chisme, pero no tengo ni idea de cuál fue la primera boca del que salió y aunque lo supiera tampoco lo delataría.

—A mí no me lo dijo nadie, solo lo oí por ahí.

—Pues debes escuchar mal —de improvisto me agarra de la oreja y se inclina a mi altura acercando sus labios repintados de rosa cursi —Sor-da —recalca cada sílaba al conducto de mi oído.

Contraigo el rostro en una mueca dolorosa y aparto la mano de Ashley de una manotada mirándola con la furia ardiendo en mis ojos mientras me alejo frotando la oreja. Lo peor no fue el tirón, sino su voz chillona que resuena retumbante contra mi tímpano, casi me lo revienta.

Ashley sonríe de oreja a oreja satisfecha con el resultado obtenido y las voces de Nicole y Kimberly hacen acto de presencia cuando el desagradable eco de su voz todavía atrona mi cerebro y perfora hasta la última de mis neuronas.

—Sorda paleta —me insultan al unísono como si se tratara del peor de los improperios y es que la creatividad no tiene cabida en sus cerebros de chorlito.

Ashley baja la vista a la mano y su sonrisa se tuerce en un gesto de repulsión observando sus dedos como si los tuviera pringados de una sustancia viscosa. Bajo la mano de la oreja recobrando la compostura y la miro con diversión.

—Habértelo pensado mejor antes de tocarme, Ashley.

Me echa una mirada fulminante enseñando los dientes como un perro y sin decir nada se limpia a la blusa de Nicole haciendo que profiera un grito tan agudo que me atraviesa la cabeza.

—¿¡Pero qué haces, Ashley!? —alborota atrayendo algunas miradas de curiosidad y sobresalto —¡Ahora me vas a pegar lo hortera! —protesta.

Kimberly se hace a un lado con aversión y Nicole se aparta repelida sacudiéndose la ropa compulsivamente para limpiar los restos de mis microbios. Qué pena no tener la peste para contagiarlas.

—¡Ah, qué tragedia! —dramatizo llevándome una mano a la frente —Y a mí lo pijo... Oh, me voy a morir —imito su forma de hablar y simulo que me voy a desmayar.

No aguanto más la gracia de la escena y exploto a carcajadas. Los labios de Ashley se transforman en un mohín y sus clones hacen lo mismo por mi insolencia. Les fastidia que me ría a su costa y eso fortalece mis risas hasta el punto de que mi cuerpo no soporta tanto y mis risas se van apagando.

—Ay... —suspiro cuando mis risas se apagan.

Qué a gusto quedé. Me duele el abdomen y la garganta, pero es un dolor placentero.

—Tienes una risa tan horrible que te debería de dar vergüenza reírte.

El intento de Ashley por derruirme la moral es ineficaz.

—Sí, pero se siente bien.

Y lo mejor de todo es que esta vez gané la batalla.

No sabía que sería solo de forma momentánea. Después ella ganaría la revancha.

Los labios de Kimberly se encorvan en una sonrisa de malicia, parece que su cabeza hueca tuvo una idea. Acerca los labios a la oreja de Ashley poniendo una mano a un lado como barrera para que yo no pueda escuchar lo que susurra y Nicole se une pegando su oreja por detrás para oír.

Las ANK cuchichean entre ellas, están tramando algo por la forma en la que ríen por lo bajo y me dedican alguna que otra mirada sonriendo con maldad. Están hablando de mí. Me cruzo de brazos y ruedo los ojos.

—¿Qué pasa? ¿Ahora os andáis con secretitos? —les pregunto haciendo que dejen de murmurar entre ellas —Si estáis diciendo algo de mi decídmelo a la cara, que estoy aquí delante —extiendo los brazos a ambos lados en acto de presencia.

—No estábamos hablando de ti, paleta, sino de tus amigos, mira dónde los tienes —dice señalando en un movimiento de cabeza hacia algún lugar tras de mí.

<<¿Amigos?>> frunzo el ceño con extrañeza.

¿Serán Rachel y Alex? Algo en su tono y la manera de contenerse la risa junto a sus calcos me da a entender que no. Me giro a donde indica y cuando veo quienes son abro los ojos con espanto y casi tirito de horror gritando por dentro.

Al fondo del pasillo están Yu, Ace y Jules, la peligrosa pandilla de matones del instituto. Su rebeldía y crueldad es conocida y temida por todos los alumnos de Woodrow. Nunca les faltan las cadenas plateadas en los pantalones y sus imprescindibles chaquetas de cuero. Siempre llevan alguna prenda negra porque ese color simboliza su hermandad del mal.

Ashley y sus copias no me amedrentan ¿Pero ellos? ¡A ellos les tengo pánico! No... Ya llega al extremo de ser fobia. Con solo verlos inspiran respeto, aún más con lo que están haciendo ahora, lo que siempre hacen.

Acorralan a un crío entre ellos recién llegado a primero con pequeños empujones. Yu lo agarra por la camisa y lo arroja contra las taquillas de un empujón tan fuerte que al impactar suena un estrépito metálico. Dios... Eso le tuvo que doler al pobre, el lastimero gemido que suelta es la viva prueba de ello.

—¡Joder, pero si el muy debilucho no aguanta ni un empujoncito! —ríe Yu burlesco.

—¡No vale para nada!

—¡Es un nenaza!

Dicen Ace y Jules respectivamente, que se unen a reír con Yu componiendo un trío de risas perversas.

Antes de que el niño se pueda recuperar Ace lo empuja desde un lado haciendo que se tambalee, pero por el otro lateral Jules tiene la bondad de sostenerlo por los brazos y estabilizarlo para después arrebatarle la mochila de la espalda.

—¿Qué tenemos aquí, novatillo?

Preguntando eso abre la mochila y le da la vuelta vaciándola a los pies del chico. Un montón de libros caen estruendosos. Yu y Ace los patalean haciendo que se deslicen sobre las baldosas en varias direcciones. Algunos que pasan caminando los esquivan, otros se tropiezan y sin querer los pisan o los lazan más lejos.

Los que están en el radio de alcance de la agresión se alejan por el bien de su integridad física. Otros se apartan a una distancia que los proteja mirando de pasada y algunos se suman al público disperso. Uno tiene la procacidad de grabar con su móvil. Nunca falta alguien que inmortalice la desgracia ajena para compartirla a través de las redes sociales y sustentar la inhumanidad de la raza humana.

Es lamentable ver el pasillo lleno de testigos y que nadie se entrometa. Yo no puedo contra ellos y los que pueden se quedan quietos, eso me hace sentir tanta impotencia... ¿Alguien más está sintiendo lo mismo que yo o les es indiferente? No todos pueden ser tan insensibles como representan ¿Dónde están los héroes cuando se necesitan para que impartan justicia?

El niño se agacha medio llorando a recoger su material escolar esparcido a lo largo del pasillo y Jules le tira la mochila encima. Los tres se ríen malévolos a su alrededor mientras él los mira arrodillado desde el suelo con los ojos encharcados como lo que son, unos monstruos que se nutren del dolor.

No hay derecho, el chico acaba de llegar y ya está pasándolo mal, menudo recibimiento al primer año ¿Cómo pueden hacerle eso a un crío? Precisamente porque siempre arremeten contra los más débiles, abusan de su poder sobre ellos.

Sus risas se van pausando y echan una ojeada al pasillo, seguro que para asegurarse que no hay ningún profesor que los pueda pillar. En ese repaso miran en nuestra dirección. Ashley sonríe como una niña buena, alza un poco la mano y mueve los dedos en el aire como saludo.

—Venid, chicos —los invita haciendo un gesto con la mano.

<<Oh, no...>>

Me atemoriza que yo pueda ser la siguiente víctima del trío diabólico.

Dejan al chico por fin en paz para venir hacia nosotras. Ace al pasar por su lado le frota la cabeza y lo despeina a mala fe a modo de despedida, pero el niño se aparta como si su contacto quemara.

Los espectadores se disgregan y ninguno ayuda al niño a reunir sus libros y libretas. Comprendo que teman salir heridos si se oponen a los matones ¿Pero ahora que se fueron? Eso sí que ya no lo entiendo.

Yu, Ace y Jules cada vez están más cerca y eso me aterra porque yo también sufrí en mis carnes sus salvajadas. Ya me han hecho tanto que no les queda nada por hacerme, creo, no quiero quedarme a comprobar lo contrario.

Antes de que sea demasiado tarde hago ademán de escaquearme, pero no puedo avanzar más de un paso cuando varias manos se aferran a mis brazos impidiendo que me vaya.

<<No...>> lloriquea una vocecilla en mi mente.

—¿Pero a dónde vas tan rápido, paleta? —me pregunta Ashley.

—¿Ahora no os da asco tocarme? —les pregunto sacudiendo los brazos molesta, pero no logro quitármelas de encima.

—A veces hay que sacrificarse, todo sea por una buena causa ¿Verdad, chicas?

Sus acólitas asienten dándole la razón. Me retuerzo para zafarme de su triple agarre, pero sus seis manos me sujetan con firmeza.

—¿No quieres quedarte a saludar a tus amigos, paleta? —me pregunta Kimberly soltando una estúpida risita.

—¡No son mis amigos! —me remuevo.

—Vamos, paleta, seguro que ellos se alegran de verte —se burla Nicole.

Las tres ríen malvadas y quiero gritarles que son unas brujas, pero no quiero echar brasas al fuego.

—¡Soltadme! —mi voz suena trémula.

—¿Qué fue eso, paleta? Te tembló la voz —afirma Ashley —Tienes miedo —dice en un susurro filoso.

Lo peor es que no lo puedo desmentir y Ashley goza ello. La miro tragando saliva con dificultad y ella me devuelve la mirada complacida.

Por más que me intento desprender de ellas no puedo, sus manos están adheridas a mí como ventosas. Todos mis esfuerzos por liberarme solo sirven para gastar fuerza y algo me dice que es mejor que la guarde para cuando la necesite, así que dejo de luchar.

Tengo la esperanza de que me suelten y estoy lista para echar a correr tan rápido que no me puedan atrapar cuando bajen la guardia, pero ese momento no llega, su agarre no se afloja. Deben sospechar que me pueda escabullir. Tuve un plan tan malo que no sé cómo pensé que podría funcionar.

Como último recurso busco con mirada desesperada algún profesor que me salve, pero solo hay estudiantes con los que no puedo contar porque siguen la ley del sálvese quien pueda y quien no que se vaya a la mierda. Tampoco veo a Rachel y Alex, sé que ellos no me darían la espalda, pero siempre que los necesito no están.

En ese vistazo mis ojos se topan de nuevo con Yu, Ace y Jules acortando la distancia peligrosamente y un montón de recuerdos desagradables que acumulo en la memoria pasan a toda velocidad ante mis ojos en un involuntario repaso mental de todo lo que me han hecho.

Una vez me lanzaron un libro por una ventana del último piso, en otra ocasión me tiraron encima mi propia comida en el comedor, también me pegaron un chicle al pelo y por eso no luzco la melena larga que tenía antes, sino un poco por debajo de los hombros que me tardó siglos en crecer, pero lo peor fue cuando me encerraron dentro de una taquilla, desde entonces soy claustrofóbica... Y una extensa lista de sucesos innumerables que me tienen traumada.

Menos mal que no hago caso literal del consejo que me dio mi madre de dejarme llevar por lo que sienta, de lo contrario ya estaría a kilómetros de distancia de Woodrow. Ni el amarre al que las ANK me tienen sometida me frenaría, las llevaría arrastras conmigo si hiciera falta.

Yu, Ace y Jules cada vez están más cerca, se aproximan amenazadores mientras las ANK me retienen de forma forzosa. Caminan con andares chulescos hacia mi ejecución y los miro uno a uno con un miedo racionalmente irracional.

Las facciones suaves del rostro asiático de Yu son ligeramente afeminadas, pero la bandana que cubre su frente lo neutraliza y le da la dureza que le falta a sus rasgos. Es demasiado alto para ser chino, mide casi dos metros, aunque es flaco, pero no por eso hay que despreciar su fuerza.

La piel bronceada de Ace realza el azul de sus ojos a pesar de ser pequeños y destacan su cabello rubio dorado peinado hacia atrás con una cantidad exagerada de gomina que lo hace ver grasiento. Al lado de Yu no parece tan alto, pero debe medir poco más de metro ochenta.

Después está Jules con su mata de rizos tan negros como el azabache, que destaca sus ojos grises depredadores. Es el más bajo de los tres, le faltan varios centímetros para alcanzar el metro setenta, pero compensa su corta estatura con un cuerpo fornido y robusto.

Físicamente son muy distintos entre ellos, pero los tres son igual de diablos que forman el Satanás de Woodrow haciendo del instituto un infierno a su gusto.

Mi corazón se acelera al ritmo de sus pisadas que acortan los metros que nos separan y empiezo a hiperventilar, pero contengo el aliento para regular mi respiración. No quiero que mi pavor sea tan evidente.

Las ANK me sueltan en cuanto llegan, cuando ya no tengo probabilidad de escape y me quedo tan tiesa como una estatua con los músculos tirantes. Creo que si no me muevo no me harán daño, es un método que funciona contra los osos ¿Pero con estos animales? No lo sé.

—¿Qué pasa, Grungy? —me saluda Ace tomando posición a mi derecha.

—¿Cómo estás? —me pregunta Jules poniéndose a mi izquierda.

Me hablan como si fueran amigos míos de toda la vida, pero su tono de voz encierra malas intenciones. Un nudo en la garganta no me deja responder y se acentúa cuando Yu se coloca tras de mí. Noto su imponente presencia y un incontrolable escalofrío de terror recorre mi cuerpo.

—No sabes cuánto te hemos echado de menos, Grungy.

No dudo de sus palabras, es indiscutible que me echaron de menos, pero no en el buen sentido. Yo a ellos ni una pizca, lo mejor del verano fue que no los vi ni una vez. Fueron unos meses muy tranquilos sin verlos, pero ahora vuelve la inquietud.

Están demasiado cerca y me centro entre ellos marcando la máxima distancia posible entre nuestros cuerpos, pero la separación es mínima. Los tres me rodean estratégicamente y me recuerdan a una manada de leones hambrientos preparados para saltar sobre su presa. Esto no me gusta nada... Los miro intranquila. Ellos me responden con una sonrisa maquiavélica que me pone los pelos de punta.

—¿Qué tal estáis, chicas? —les pregunta Jules con una amabilidad que no creí que pudiera albergar.

—Bueno... —dice Ashley haciendo una mueca de disgusto —Podríamos estar mejor... —contesta como portavoz.

Esto no pinta bien... Puede que por fuera esté inmóvil, pero por dentro tengo toda una procesión en movimiento. El corazón me late a mil revoluciones y un manojo de nervios corren despavoridos.

—¿Tenéis algún problema con Grungy? —les pregunta Ace.

Ashley me mira con una sonrisa maliciosa y mi instinto de supervivencia le suplica con los ojos. Ella no solo les contará lo que pasó, sino que inflará la historia con alguna invención para agrandar la gravedad y que los matones impongan el castigo pertinente, pues se ponen a su disposición si las ank lo requieren. Los utilizan como perros a sus órdenes y ellos no se enteran.

—¿Queréis que nos ocupemos de ella? —propone Yu posando una mano sobre mi hombro de forma poco amistosa.

Su contacto me pone más rígida. Desconfiada miro de reojo la manaza de Yu, que me abarca el hombro en su totalidad. Descansa inerte en una engañosa apariencia inofensiva a escasos centímetros de mi cuello, donde sospecho que pueda acabar.

La sonrisa de Ashley se ensancha con la propuesta de Yu. Le encanta que dependa de una decisión suya.

<<Por favor, no...>> suplico temiendo lo peor.

—Mmm —se lleva una mano a la barbilla pensativa para aumentar la tensión con la espera —Por ahora no, hoy ya tuvo bastante con el susto.

Una ola de alivio destensa la tirantez de mi cuerpo y a juzgar por las caras de sus duplos no están de acuerdo, pero no dicen ni pio, tienen que aprobar la decisión de su majestad.

Me resulta extraño que Ashley me perdone sin mandarme al paredón, tanto que no me creo del todo su perdón. Quizá sea porque es el primer día de clase y viene con los niveles de paciencia rebosantes.

—Vaya... —se queja Jules disgustado.

—Qué pena —lamenta Ace.

—Pues sí, hoy te salvas, Grungy —dice bajando su mano de mi hombro —Felicidades.

—Pero... —suelta Ashley de repente y la miro con el corazón en un puño mientras ellos la miran esperanzados —A la próxima te los mando a ellos ¿Te queda claro?

No puedo hablar, se me fue la voz con tanto nerviosismo así que solo asiento con la cabeza.

—He preguntado si te queda claro —dice más alto.

Aprieto los dientes para reprimirme las ganas de decirle que no estoy sorda y me limito a contestar tragando el resto de palabras que quisiera escupirle con saliva ácida para deformarle su cara bonita.

—Sí —contesto sucinta y casi inaudible.

—Hoy estás perdona, pero ten cuidado para la próxima.

—Ten cuidado —repiten Ace y Jules como aviso.

En sus voces graves esas dos palabras suenan más amenazantes a la vez que me empujan de un lado a otro entre ellos, pero no usan ni la mitad de su potencia como respeto a la sentencia instaurada, de lo contrario ya estaría tirada en el suelo.

—Muy bien —dice Ashley en una sonrisa de conformidad.

Dicho eso las ANK se despiden a coro, se giran con una sincronía propia de robots que me hace pensar que sus cerebros están conectados y se alejan caminando como si los pasillos se trataran de una pasarela y ellas modelos desfilando.

A mí alrededor Yu, Ace y Jules las siguen con los ojos. Mirar es a lo máximo a lo que pueden aspirar porque por más trabajos sucios que les hagan sus fantasías nunca se harán realidad, ninguna de las ANK se dejará tocar pos sus brutas manos.

Estoy a punto de irme cuando Jules me empuja a un lado para avanzar. Choco con el hombro contra una taquilla que me sirve para recuperar el equilibrio. Tengo que morderme la lengua para no preguntarle si el pasillo no tiene suficiente espacio para él, ahora que estoy salvada no quiero pagar condena, ya estoy escarmentada para toda la semana.

Yu se dobla hacia mí plantando su cara a mi altura tan cerca que me intimida y corta mi respiración. Apretujo mi cuerpo contra la taquilla flexionando las rodillas para descender y añadir unos centímetros más de distancia entre nuestros rostros. Me siento pequeña, débil e indefensa ante él, justo lo que busca.

Sus ojos fríos se clavan penetrantes en los míos y no aguanto su mirada de hielo sin congelarme. De pronto alza una mano y me apunta con el dedo entre los ojos, tan cerca que bizqueo mirando su yema. Temo la forma en que lo pueda utilizar. Sé por experiencia que Yu puede usar las cosas más insospechadas para hacer daño.

—Yu... —me atrevo a decir en un temeroso susurro.

—Cuidado —advierte tan áspero que puedo sentir el tacto de su voz raspándome la piel.

Tras esa última advertencia se aleja de mí dando como fin un escandaloso golpe a mano abierta en la superficie de metal de la taquilla junto a mi cabeza. Doy un respingo y casi me arranca un grito de la garganta.

Vuelvo a respirar absorbiendo una bocanada de aire como quien sale a flote después de estar mucho rato sumergido bajo el agua. No pasaron más de diez segundos, pero creí asfixiarme con el peso de la cercanía de Yu cargando el ambiente y dominando mi espacio íntimo.

Con el susto aún metido en el cuerpo observo a Yu irse con Ace y Jules. Los tres se van sembrando el caos y la destrucción allá por donde pasan empujando a alguno que otro intencionadamente. Saber que no soy la única a la que tratan mal acaba siendo un consuelo aunque no esté bien.

Si todos nos uniéramos en su contra les pararíamos los pies. La unión hace la fuerza, ellos solo son tres, pero en este instituto hay cientos de estudiantes, el problema es que no hay voluntad de cambio. El mundo está lleno de cobardes, faltan valientes que cambien la regla del más fuerte.

Más allá Ashley sube las escaleras junto a Nicole y Kimberly. Antes de desaparecer de mi campo de visión me dedica una mirada en la que leo que me perdonó la vida y por tanto se lo tengo que agradecer, pero no lo haré, nunca le daré las gracias, no le debo nada a esa arrogante.

—Puta zorra —escupo ahora que no me puede oír descargando toda la rabia contenida.

Al final ganó ella. Las cosas empiezan de una manera y terminan de otra.

Entonces retomo mi camino interrumpido hacia la taquilla por el pasillo opuesto. Ya no hay ni rastro del niño de antes y es una pena, porque lo hubiera ayudado a recoger sus cosas.

Esta bienvenida al instituto me hace perder el ánimo con el que me levanté. Hoy no empecé el día con buen pie y no sé cómo lo acabaré si en los primeros cinco minutos ya recibí una amenaza.

Y eso no sería lo peor del día. 

***

Después del capítulo corto de la semana anterior os compenso con uno largo y más entretenido gracias a la introducción de estos seis nuevos y prometedores personajes que sin duda darán qué hablar, sobre todo el trío de matones. Si queréis conocer cómo los imagino podéis pasaros por la sección dedicada a los personajes, ahí estarán las fotos ;)

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