Capítulo 4

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Mientras le explicaba a Lev la forma en la que el universo parecía dividirse, y porque los seres humanos no eran capaces de retroceder el tiempo o detenerlo, Zoé no pudo evitar pensar que hubiera preferido tener ese tipo de poder fantasioso, así podría detener las manecillas del reloj justo ahí, en esa biblioteca abarrotada de libros y grandes y pesadas mesas, solo así podría verlo para toda la eternidad, con el uniforme verdoso del Molina, con sus brillantes ojos observandola a ella como si fuera le reencarnación de Afrodita misma quien le daba clases en sus horas libres o después de la escuela.
Se preguntó si algún día descubriria como evitar que las mitocondrias en las células de los humanos dejarán de producir energía en algún momento de su vida y así evitar la muerte celular, o tal vez podría encontrar la forma de congelar todos aquellos átomos y sistemas que conforman el cuerpo humano y así lograr la inmortalidad.

Se congelaria a ella misma para vivir por siempre si eso fuera posible...con tal de volver a verlo.

Había visto a Lev el primer día de clases, mientras caminaba con sus libros y su mochila al laboratorio de bioquímica, logró ver por el rabillo del ojo como un chico rubio curiosaba entre los trofeos de la escuela, expuestos presuntuosamente en el que era quizás, el pasillo más transitado del edificio, aquella vitrina era el orgullo más grande del director y gustaba llevar ahí a cada padre de familia que se acercara para preguntar algún tema relacionado con la educación de sus hijos. Sin embargo Lev no miraba en un punto perdido de aquella vitrina, no.
Se inclinó para observar más de cerca un reconocimiento enmarcado, uno en particular.

El suyo.

Una sonrisa se le dibujo en el rostro, antes de continuar su camino supo la razón por la cual Lev le había llamado la atención en primera estancia, y no es porque fuera especialmente brillante en alguna área de estudio dentro del Molina, o porque fuera especialmente bueno en algún deporte, en lo absoluto. Lev le gustaba porque era guapo y ya; tenía los ojos verdes de un tono precioso, el cabello rizado y rubio como las antiguas monedas de oro, de complexión delgada, manos delgadas pero varoniles, era alto para su edad y con los rasgos faciales finos.

Casi parecía un príncipe de los que aparecen en esos cuentos infantiles.

Y para ella, eso estaba más que bien, era bastante apetecible si se le permitía ser un poco menos educada.

A partir de ese día cuando llegaba a verlo en la escuela era imposible quitarle los ojos de encima, se humedecia los labios cuando la camisa se le desacomodaba, dejando ver sus clavícula y parte de su cuello.
Si algo había aprendió Zoé en esos años de adolescencia es que los hombres no valían más que su apariencia física y a veces hasta ni eso era suficiente.

Había estado con muchos chicos antes, pero ninguno del Molina, más que nada para mantener su reputación dentro de la escuela justo como debía estar, respetable, casi inalcanzable.

Y la mayoría de los hombres eran terriblemente sosos, la miraban con seguridad y le hablaban de anécdotas inventadas para impresionarla, intentaban sonar amistosos pero Zoé conocía bastante bien como jugaban sus cartas y que esperaban conseguir, si el chico en cuestión le gustaba lo suficiente permitía que sucediera, solo una vez por su puesto, aunque a veces solía llevarse más decepciones que una buena experiencias. Dejaba que hablaran y presumieran de sus "hazañas con ella" enfrente de su grupo de amigos, aunque cuando aparecía de la mano con otro jóven parecía ya no gustarles tanto el hecho de que no estuvieran involucrados en "nada serio".
Zoé se reía a menudo de ellos, pues pensaban que estaban jugando con sus sentimientos cuando en realidad a ella poco le importaba como se sintieran ellos después de botarlos y expresara poca habilidad que tenían en la cama, de la cual habían presumido hasta más no poder.

Quizás fuera su forma de ser o la forma de su cuerpo lo que también invitaba a hombres mucho mayores a mirarla de vez en cuando, sin embargo para Zoé todos eran absolutamente iguales.

Igual de ridículos y poco inteligentes.
Seres que serían capaces de destruir a una mujer solo por un poco de placer, aunque particularmente los hombres mayores le resultaban un poco más insoportables. ¿Qué haría un hombre adulto de treinta y tantos intentando acostarse con una niña de preparatoria?, a esos procuraba ni siquiera voltear a mirar o respirar cerca de ellos.
Y ningún chico le duraba para mucho en realidad, el entusiasmo se le acababa rápido al igual que el gusto por su rostro o por sus abdominales marcados, le consolaba que al menos siempre tendría sus libros y sus apuntes, ellos no hablarían mal de ella por no haberlos tomado entre sus manos una noche para estudiar.

Sin embargo Lev era...
Un caso especial.

Un día no tan productivo lo encontró en esa misma biblioteca, consumido por la presión que los profesores ejercían sobre los estudiantes para obligarlos a ser mejores y ya la mayoría de sus compañeros se encontraban entregados al caos y al estrés producto de ese mismo nivel de exigencia, aunque no es que tuvieran el derecho a quejarse, pues ellos mismos eligieron esa tortura al ingresar a una escuela como lo era el Molina.
Sin embargo, eso ya no tenía ningún tipo de efecto en ella, ya se había acostumbrado hace mucho tiempo y quizás...había dejado de importarle un poco el hecho de que su calificación a final de semestre no fuera un diez perfecto.
Támpoco es que con su cerebro, necesitara largas sesiones de estudio para obtener una nota sobresaliente.

Se acercó a él por mero impulso y eso los había conducido al día del concierto, en el cual canto para él un par de estrofas, lo hizo sentir especial por algunos segundos solo para después ignorarlo un buen rato hasta que al final nuevamente lo tomó en cuenta para formar parte (de cierta manera) del espectáculo, después de eso le ayudo a estudiar y el resto...ya era historia.

Se reunían todos los días o a veces tres días a la semana para que él pudiera aprender un poco de ella, no todo era forzar al cerebro a memorizar grandes cantidades de información, debía entender los temas y no solo repetirlos como un bonito periquito, aunque el llevarse bien con quienes impartian las clases eran algo importante, pues un profesor podría ayudarte o ser tu pero enemigo y Zoé aprendió bastante bien y bastante rápido ese juego.
Le ayudaba con sus materias y también le ayudaba a desarrollar habilidades sociales, de alguna forma le hacía sentirse llena, le gustaba enseñar, o tal vez solo le gustara enseñarle a ÉL.

Quien sabe, aunque támpoco es que tuviera ganas de organizar algún club de estudio para los alumnos más pequeños, únicamente hacia este tipo de cosas porque quería pasar tiempo con Lev.

Por eso decía que era un caso especial.
Si fuera cualquier otro chico probablemente ya estaría en busca de otro que le ayudara a mantener sus hormonas controladas. Sin embargo, en primera estancia, Lev era alumno del Molina y se estaba volviendo particularmente bueno en ello, así que no podía ir y ponerle todas las cartas sobre la mesa así como así, puede que aceptara, a final de cuentas no dejaba ser ser un hombre, pero algo más le decía que tal vez terminara por asustarse.
La segunda cosa es que...Lev era más pequeño, tal vez solo fueran dos años pero la idea de acostarse con él tan pronto la perturbaba un poco. Pues ella ya debería estar estudiando para los exámenes de admisión o asistiendo a distintas universidades para saber cual era su mejor opción, y Lev apenas estaba comenzando la preparatoria, eso lo volvía mucho más complicado, la tercera cuestión era que el chico tenía pinta de jamás haber tocado a una mujer, era el tipo de niño bueno al que mamá le da besos después de la escuela y hace todo correctamente, como debe de ser.

Quizás habría experimentado algunos besos y uno que otro roce por aquí pero nada más, a final de cuentas era atractivo y no es que Zoé estuviera cerrada de ojos. Pero había algo más, que no le permitía avanzar tan rápido con él.

Lev terminó de escribir algo en su libreta y finalmente la cerró antes de guardar todas sus pertenecias dentro de la mochila que siempre llevaba consigo, Zoé hizo lo mismo y estuvo a punto de caminar en dirección a la salida cuando una mano cálida tomo la suya, era suave. No como la de Edgar, sus dedos siempre estaban llenos de pequeñas heridas, y en los nudillo tenía cicatrices.
Miró por encima de su hombro para encontrarse con Lev, bastante nervioso y hasta sonrojado.

-¿Puedes esperar un minuto?-su voz sonó más aguda, por los nervios tal vez. La chica asintió y Lev la soltó para buscar algo en su mochila. De la misma extrajo una pequeña caja en forma hexagonal, de esas que puedes comprar en cualquier papelería, estaba pintada de rosa con un listón rojo como moño, avergonzado se la ofreció y Zoé la tomó entre sus manos, estaba algo pesada-No es mucho, pero es un pequeño detalle que quería darte por...-la miró por un momento, como dudando si continuar o no-Por todo esto, por ayudarme y ser mi profesora estos últimos meses.

Zoé acuno la caja en uno de sus brazos y con la ayuda de su mano libre la abrió cuidadosamente, pues alcanzó a observar que en la caja, estaban dibujadas a mano un montón de pequeñas rosas rojas. Al abrirla por completo y dejar al lado la tapa, se encontró con un pequeño ramito de flores silvestres que tenían pinta de no haber sido cortadas hace mucho, una gargantilla blanca hecha de encaje sobresalia entre toda la decoración, de ella colgaban pequeñas piedritas que simulaban ser perlas, era demasiado linda, aunque no fuera micho su estilo. Y para dar el toque final, varias bolsitas de dulces y chocolates separadas unas de otras terminaban de decorar aquel presente.

-¿Lo hiciste tú?-quiso saber mientras tomada la gargantilla entre sus dedos para observarla más de cerca.
-Mi mamá me ayudó...-este detalle le hizo un poco de gracia y ternura, ya había olvidado la última vez que un chico le hizo un obsequio tan lindo. Colocó la caja sobre la mesa y se acercó a Lev.
-¿Me ayudas?-ahí estaba de nuevo, ese brillo en los ojos verdes, ese que tanto le gustaba, el chico asintió con emoción y ella le dió la espalda. Lev le colocó la gargantilla con micho cuidado y le acomodo el cabello con suavidad para dejar libre su pequeño cuello.
-Es que, noté que ya no usas el otro collar, el que es negro y parece de vampiro-Zoé sonrió, al parecer el chico era más observador de lo que creía.

Terminó de colocar la gargantilla y nuevamente acomodó su cabello en su lugar original.

Ambos salieron del lugar sin decir mucho, pues ya era tarde para estar en la escuela. El Sol comenzaba a ocultarse poco a poco, en tonos naranjosos, sin embargo el Molina como no podía ser más, era bastante peculiar, pues permitía que sus alumnos se mantuvieran dentro de las instalaciones hasta altas horas de la tarde, un vigilante era el encargado de abrir y cerrar una pequeña puerta por la cual salían todos los que deseara quedarse horas extras para estudiar en un ambiente propicio para ello.
Cuando salieron de la institución avanzaron por las calles de la ciudad mientras hablaban sobre lo sucedido en la semana, pues ya era jueves y el siguiente día no tendrían clases, pues supuestamente los profesores debían reunirse para comenzar a organizar lo que ellos denominan como "Torneo de las ciencias"

Año con año lo hacían para decidir que equipo sería enviado a la competencia nacional; y para ello los alumnos debían comenzar a organizarse en grupos de hasta seis integrantes, el objetivo era fomentar la investigación y creación de nuevos proyectos que ayudaran a la constante evolución de la ciencia, servía para estimular a los estudiantes en el ámbito de la competitividad, aunque Zoé sospechaba que quizás uno que otro adulto se robara las ideas de los pobres chicos que se mataban horas estudiando y peleando entre ellos para sacar el dichoso proyecto a flote. Eran temas que no le apetecia tocar por ahora, pues ella misma estuvo en esa situación tanto en la cuestión grupal como individual y aunque en ambas ganó, no obtuvo más que un reconocimiento impreso, una medalla y el que se llevarán su proyecto para "estudiarlo"
Jamás lo volvió a ver y eso era bastante sospechoso, si iban a llevárselo hubiera preferido cobrar las regalías.

Pero ahora ya no importaba, nada de eso lo hacía.

Avanzaron un poco más, pues sus respectivos hogares no estaban muy lejos uno del otro (que casualidad)

-Me he estado preguntando, ¿qué tipo de música toca tu banda?-Zoé no tardó en responderle.
-En realidad, creo que sería como rock...¿alternativo?-Lev levanto una de sus cejas, extrañado por la respuesta.
-Lo que tocaron el otro día no parecía...
-¡Ah, eso!, solo lo hicimos porque el director nos lo pidió, y a mi hermano no le molestó.
-¿Hablas de chico que también tiene la cabello pintado de rojo?-le sorprendió un poco que le hubiera prestado atención a ese detalle, aunque también Nicolás tenía la culpa por insistir en pintarse el cabello exactamente igual, era como si les estuvieran gritando al mundo que querían atención y es que así era.
-Exacto, prácticamente él es el dueño de Ignis, él decide que hacer o no dentro de la banda, es algo así como un genio musical, hace todos los arreglos de las canciones y le da voz a varias-puede que sonara algo presuntuosa, pero si ella no presumía a su hermano mayor, ¿Quién más lo haría?, ¿sus padres?, la mayor parte del tiempo se avergonzaban de él al ver sus notas en la carrera que le obligaron a elegir y el resto del tiempo lo usaban para decirle que debía dejar de fantasear con triunfar en la música. Además no estaba diciendo mentiras, su hermano, era realmente genial.
-¿Y el de la batería?-normalmente la gente no conocía a Ignis por Edgar, pues a pesar de ser talentoso la realidad es que sin poder moverse por el escenario era difícil conectar con el público. Puede que Lev fuera muy curioso o genuinamente se encontrará interesado en algo que ella parecía disfrutar.
-Ese es Edgar, es medio insoportable pero aún así me cae bien-no supo si había sido su imaginación, pero noto como Lev apretaba la mandíbula, muy discretamente.

Quizás sentía, ¿Celos?, quiso averiguar más.

-¿Alguna vez has tenido novia, Lev?-él la miro por el rabillo del ojo, solo una instante para luego volver a mirar al frente. Como si realmente aquella pregunta fuera demasiado trivial.
-Solo una vez-declaró-¿Y tú?
-Tuve algunos novios-estaba mintiendo, pues ella no contaba como "novios" a chicos que estuvo utilizando para satisfacerse, o con quien estuvo solo un par de meses o semanas.

De pronto, un rostro conocido, se le vino a la mente, aunque alejo esos recuerdos, ya no quería pensar más en eso. En los ojos oscuros, o en su cabello negro enmarcando una expresión facial que antes le encantaba.

-Pensé que tendrías más suerte con las chicas-Le. soltó una pequeña risita ahogada y detuvo el paso.
-Pues no, todas dicen que estoy muy metido en la escuela.
-¿Eso es algo malo?-él negó-Por supuesto que no es malo, aunque creo que tendrías que darte tiempo para hacer otras cosas.
-Creí que serías la primera en decirme que la escuela lo era todo-retomaron el paso, aunque esta vez más lento y con menos nerviosismo que antes.
-Los estudios son super importantes, pero deberías adquirir otras habilidades además de memorizar datos-señaló con una sonrisa antes de enumerar esas otras habilidades-El saber socializar te llevará más lejos de lo que crees, también deberías prender algún oficio, siempre son de ayuda, debes aprender a volverte útil, solo así serás valioso para el resto del mundo-era bastante hipócrita hablar de esa forma, pues ella no estaba haciendo nada de ello, o al menos así era su percepción. No se estaba volviendo útil para nadie, pues no es que su gran voz fuera a darle de comer cuando fuera vieja y para nada atractiva.
-¿Has pensado que harás después de la escuela?, además de lo que me dijiste el otro día-Zoé suspiro, había sido una completa estupidez revelarle aquel plan a un niño que ni siquiera terminaba de conocer.
-Bueno ya lo has dicho tú-a diferencia de Nicolás, ella estaba sujeta a las expectativas de sus padres, ni si quiera se habían preocupado en hacerle la sencilla pregunta de si lo que ahora estaba haciendo (ganar concursos por su mérito académico y esas cosas), la hacía completamente feliz, suponía que ellos estaban asumiendo que así era, aunque la realidad fuese otra.
-¿Y si no funciona?-la velocidad de sus pasos disminuyó de golpe,, quizás había sido su culpa, pues ella fue quien dejo de caminar a un ritmo continuo y Lev solo la había imitado, quizás por mera educación, para no dejarla sola-Deberías armar un plan B, eres una genio prácticamente podrías entrar a la carrera que quisieras...-eso lo sabía bastante bien, no necesitaba que le recordaste lo que todos esperaban que hiciera con su vida.
-La verdad, no sé si esto me hace feliz-Lev la miro con los ojos muy abiertos, antes de carraspear y peinar sus rebeldes rizos hacía atrás.
-Creo que tú serías muy útil, para la sociedad, podrías salvar muchas vidas si decidieras ser doctora, por ejemplo-aclaro, con entusiasmo-Si alguien puede hacer eso, creo que serías tú...-eso ya era raro, era demasiado específico, pues en realidad, nadie más sabía que su interés en la biología o demás ramas de dicha disciplina se debía a que en algún momento de la preparatoria.

Y justo antes de...él. Deseaba ser médico, pero últimamente ya no pensaba mucho en ello.

-¿Tú cómo sabes...?-inquirio, con sorpresa. Lev se mordió los labios y fingió demencia absoluta.
Por alguna razón eso no hizo más que ocasionar una gran punzada de interés en ella, mucho más del que ya tenía. Zoé se paro frente al chico, obstruyendo el paso, después se inclinó hacia el frente, buscando interrogarlo-¿Qué tanto has estado investigando?
-¡E-eso lo sé porque Maximiliano me lo dijo!, es tu fan o algo así.

Después de eso los temas de conversación fluyeron como el riachuelo donde solía jugar con su hermano cuando eran niños, sin ningún contra tiempo, a veces con sonrisas de medio lado y miradas extrañas, pero nada que Zoé no hubiera experimentado antes.
Le gustaba la sensación, lo que representaba comenzar a interesarse genuinamente en alguien.

Aunque representará cierto grado de dolor cuando tuvieran que separarse...o el lograra deceocionarla de alguna forma.

Se obligó a no pensar en ello y disfrutar del momento, de la voz de Lev, de sus chistes inocentes y sus conclusiones bien pensadas, de sus ocurrencias, pero lo muy inteligente que podía ser. Y también disfruto de la inexperiencia amorosa de su acompañante, de las muchas preguntas que se estaba guardando dentro de si mientras ellas hablaba de anécdotas vividas cuando era más jóven.
Hablaron de música, discutieron sobre el hecho de que Lev jamás había sentido afección por el rock alternativo o el metal sinfónico hasta que Zoé apareció en su vida.

La historia era otro de sus temas favoritos, así que se entretuvieron el resto del viaje dejándose llevar por el pasado de su país, envueltos en el tema de la Independencia y la Revolución, de como habrían sido las cosas si tan solo cierto presidente jamás hubiera sido destituido del poder.

Para cuando se dieron cuenta ya estaban en frente de la casa de Zoé y tuvieron que despedirse.

Tras un par de amistosas palabras y que Zoé pudiera agradecerle por acompañarla a casa, el chico rubio se dió media vuelta y comenzó a caminar lentamente hasta la acera, se giro un momento, para mirarla y despedirse de ella sacudiendo su mano. Apenas había levantado la mano cuando Zoé notó que alguien se aproximaba caminando hasta él.

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