Capítulo 3

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¿𝓠𝓾é 𝓮𝓼 𝓵𝓸 𝓮𝓼𝓹𝓮𝓬𝓲𝓪𝓵 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓲𝓷𝓽𝓲𝓶𝓲𝓭𝓪𝓭?

El frío se colaba por la rendilla de su habitación.

Naturalmente estaba solo él, sus baquetas y su cama destendida.
Sus libros apenas acomodados en el escritorio y la luz apagada.

Pero como siempre, Zoé tenía que llegar a desacomodar algún ámbito de su vida.

Cuando la encontró fuera de su departamento no tenía intenciones de que sucediera algo más, ya que siempre hacía ese tipo de cosas cuando la soledad la cubría con su manto y de forma muy poco generosa le recordaba que por muy inteligente o super dotada que fuera, la persistencia de cierto dolor en el pecho se quedaría a su lado hasta que las células de su cuerpo decidieran dejar de vivir. No tenía planeado involucrarse con la vocalista de su banda de esa manera, siempre le pareció extraña, observando todo con una especie de curiosidad obsesiva, hablando en voz baja para si misma, casi siempre metiendo las narices dentro de sus libros y esa libreta de cuero que llevaba a todos lados, cuando no estaba cantando, escribía sin parar o elaboraba tareas de la escuela.

Aún recordaba bastante bien la primera vez que la vió.

Fue hace un año, cuando Nicolás la llevó de la mano hasta la cochera de Matías, donde llevaban a cabo sus ensayos desde que Ignis se formó de manera oficial. Todos en la banda sabían que su líder tenía una hermanita, sin embargo no tuvieron el placer de conocerla hasta esa tarde, usaba el uniforme del verdoso del Instituto Molina y los observaba a todos como si estuviera juzgandolos por su apariencia, y no tenía intención alguna de mentir, pues en cuanto la vió llegar, aferrada a la mano de su hermano mayor, con el ceño fruncido y los ojos rojos, la tacho de mimada e insoportable casi al instante, sin embargo, cuando la escuchó cantar supo porque Nicolás se atrevió a llevarla en primer lugar, era su voz, la posible clave para su éxito como grupo, no le importó tener que dejar su puesto como vocalista y pasar a ser la guitarra líder.
En cuando Zoé llegó, muchas cosas cambiaron, pasaron de ser solo cinco chicos tocando en la cochera de uno de sus amigos a ser seis adultos jóvenes cuidando de una mocosa de diesiceis que veía más todo aquello como un pasatiempo más, un hobbie algo ridículo y que no daría para comer en un futuro.
Ella jamás faltaba a los ensayos, ni a las reuniones externas para tomar desiciones respecto al grupo, pero podía verlo cada vez que ensayaban, ella no se tomaba las cosas enserio, al menos no al mismo nivel que el resto de la agrupación, pero Nicolás insistía una y otra vez en que con su voz, por fin las compañías discográficas los tomarían en serio y más temprano que tarde, podrían firmar un contrato y ser músicos de forma "profesional"; aunque puede que llegado a ese punto, la esperanza de la mayoría se encontrara un poco escasa, pues con su estilo y letras, era muy probable que en un país como lo era México, nadie quisiera apostar por un género musical como el que ellos manejaban.

Tal vez si hubiesen nacido una década atrás las cosas habrían sido muy distintas, cuando el rock estaba de moda todavía; pero ahora todos parecían preferir las letras vulgares y los ritmos repetitivos. Así que paulatinamente comenzó a prestarle más atención a lo verdaderamente importante: la universidad, su carrera como ingeniero industrial, pues sus padres solían decirle que debía elegir "una carrera de verdad", podría ser muy bueno con la batería, pero aquello no le daría de comer en un futuro, o quizás si llegaba a volverlo una especie de negocio, no podría esperar recibir muchas regalías.

La idea de vivir pobre no le entusiasmaba para nada.

Y fue en ese momento cuando a Nicolás se le ocurrió la maravillosa idea de prácticamente escaparse para luchar por su sueño en otra parte, en otro país.

Nicolás Villarroel...

¿Cómo podría comenzar a describir al líder de Ignis?

Físicamente el chico no podía quejarse: era más alto que el promedio, con rasgos afilados que resultaban atrayentes para varias mujeres, delgado pero no en extremo, el tipo dominaba tanto el piano como la guitarra y era bastante bueno para escribir canciones. Si se le permitía ser sincero, admiraba bastante a Nicolás y él mismo podría denominarlo como un genio musical, todo lo opuesto a su hermana, claro esta.

Tal vez por esa misma razón terminaron por expulsarlo del Molina, simplemente no encajaba ahí, aunque sus padres hubieran convencido de lo contrario al director.

Pero todos en Ignis confiaban en él.
Tenía una habilidad bastante rara para convencer a los demás, siempre les hacía pensar que era él quien tenía la razón, aunque muchas veces no fuera así y tal vez se debía a su personalidad extrovertida, altamente confiada y despreocupada. Sin embargo Nicolás parecía tomar desiciones apresuradas de vez en cuando, bastante arriesgadas.

—Vámonos de aquí—fue lo primero que les dijo una noche tras terminar el ensayo de esa ocasión—Nunca lograremos nada más grande que tocar en bares, necesitamos algo más grande...
—¿Y a dónde pretendes que vayamos?—le cuestionó Matías, casi euforico por la propuesta.
—¿A la capital?—preguntó de forma casi sarcástica el mismo Edgar, mientras jugaba con sus baquetas, con Zoé mirándolo de reojo.
—Inglaterra...—pronunció finalmente el líder del grupo.

Y la cochera se sumio en un silencio incómodo, incluso Edgar dejó caer las baquetas y estas se estrellaron contra el suelo.

Al principio todos objetaron, gritaron y reclamaron cosas, sin embargo Nicolás no hizo ningún tipo de intento pos tranquilizarlos, los dejó expresarse y hablar hasta que se hubieran cansado, quizás estaba luchando por no responder ante todos los reclamos y palabras hirientes, pero logró no sucumbir ante sus pensamientos más oscuros y una vez el caos se detuvo, Nicolás habló con tranquilidad y les explicó el plan con lujo de detalles, desde el precio de los boletos de avión hasta el lugar donde tenía planeado quedarse, les puso sobre la mesa dos posibles escenarios, uno donde triunfaban y otro donde fracasaban terriblemente. El segundo escenario sonaba mucho más realista que el primero, sin embargo, también expresó el hecho de que las grandes bandas musicales comenzaron de la misma forma que ellos: con miedo e incertidumbre.

Aunque no les pidió que permanecieran en Ignis tras esa charla, si decidían seguirlo sería por desición propia, pero él ya había decidido que camino quería seguir, al igual que su hermana menor.

Edgar no supo porque, o como, pero terminó quedandose, al igual que el resto de sus compañeros.
Quizás su amor por la música era mucho más grande que lo que llegara a sentir por un montón de billetes.
No quería vivir atrapado en un mundo que no terminaba de llenarlo, con un trabajo que probablemente odiaría más pronto que tarde.

Pero definitivamente jamás espero verse involucrado con Zoé, no de esa manera, nunca así.

Casi por costumbre, rodó sobre su propio costado y se acomodo entre las sábanas de la cama, extendió uno de sus brazos hasta que se topo con un cuerpo cálido, suave y pequeño, al menos él lo percibía de esa manera. Se aferro a esa silueta delicada con manos pequeñas y rizos rojos como las cerezas en almíbar, caía pareció hundirme su nariz dentro de aquella manta de cabello.

Le gustaba su olor.
Ella siempre olía bien.

Se tomó la libertad de explorar la parte frontal del cuerpo ajeno, incluso alcanzó a entrelazar su mano izquierda con la de su compañera de lecho y casi de inmediato la abrazo por completo, en un gesto que tenía toda la intención de ser cariñoso. Pudo sentir la respiración de Zoé sobre sus nudillos y eso le ocasionó cosquillas. Se apretujo más contra la chica, disfrutando de su piel desnuda y el olor de la misma.

Zoé se quejo e intento apartarse de él, sin embargo Edgar no se lo permitió, continuó ejerciendo presión para mantenerla entre sus brazos. Pero cuando la chica le puso una mano en el rostro y lo obligó a retroceder no tuvo más opción que finalmente ceder y dejarla en paz.

—Deja de molestarme—se quejó antes de cubrirse con las cobijas de la cama hasta por encima de la cabeza.
—Solo quería ser un poco más cariñoso—Edgar no insistió más en establecer otro tipo de contacto físico, simplemente se dió la media vuelta sobre la cama—Pensé que eso te gustaría.
—Y si me gusta, pero no cuando estoy tratando de dormir—su voz sonó amortiguada gracias al grosor de la manta sobre ella. Edgar suspiro pesadamente antes de intentar dormir por cuenta propia, aunque el olor fresco de aquellos rizos rojos le hubiera sido de mucha ayuda.

Se quedaron así un par de minutos, cada uno sumido en su propio mundo hasta que una pregunta se asomo en los labios de Edgar, una demasiado inoportuna para ese momento, quizás hasta algo repetitiva, pero debía hacerla.

—Zoé...—la llamo en un susurro, no queriendo perturbar a la pequeña fierecilla que dormitaba a su lado.
—¿Si?—y de pronto un nudo en la garganta le impidió hablar sin que su voz sonara extraña.
—¿Todavía te gusto?—Zoé rápidamente se incorporó sobre la cama, sin decoro alguno, sin cubrir su piel desnuda con la cobija del lecho, con loz rizos revueltos y la respiración agitada, lo observó como si acabara de decir alguna tontería y por un momento se sintió el hombre más indefenso del mundo.

El tenía veinte años ya cumplidos.
Y Zoé diecisiete, pronta a cumplir la mayoría de edad dentro de unos meses.

Sabía que lo que estaban haciendo estaba mal, muy mal de hecho, podría ir a la cárcel si alguien llegaba a enterarse, aunque por la forma en la que Nicolás le golpeaba la nuca cuando se equivocaba en algún compás, podría decirse que él ya lo sabía, pero no había interferido por...quien sabe.
A lo mejor Zoé en un momento de benevolencia pidió por el cuello del jóven qué usaba para satisfacer sus necesidades carnales.

—Pues, pues si—alcanzó a decir, entre palabras rápidas y atropeyadas—Si no me gustaras no dejaría que...bueno, ya sabes—la chica observó la cama y la habitación con esa mirada qué a Edgar a veces le daba escalofríos, casi parecía que podía ver cada uno de los átomos que componían a la formación de la materia en todo aquello que observaba atentamente, incluyendolo a él, por supuesto. Aunque notó que le presto especial atención a la ropa desperdigada por la cama y el suelo—...sucedieran este tipo de cosas—cerró los ojos por un momento y se llevó las manos a las mejillas antes de soltar un suspiro exhausto—Mira, si ya no quieres hacer esto...
—No te lo preguntaba por eso—en un movimiento impulsivo la tomó de la mano, apretando los sus pequeños y frágiles huesos, no supo exactamente porque, pero quería darle confort.
—Entonces no me lo vuelvas a preguntar, si ya sabes la respuesta—Zoé se puso de pie, alejando aquella mano masculina, casi como si tuviera una especie de enfermedad infecciosa y ella no quisiera contagiarse.

Su trato con él específicamente lo confundía demasiado.

Cuando se trataba de mantener relaciones íntimas por mera necesidad, lo llamaba mi amor, mi niño, mi príncipe y el ciclo se repetía cuando necesitaba que la llevara a los ensayos de la banda entre muchos otros favores; cuando necesitaba de él casi podía sentirse como si estuvieran en una relación, como si fuesen pareja.
Pero una vez aquella acción terminara, volvía a tratarlo con cierto desprecio, no lo miraba, no lo tocaba y no le hablaba más de lo necesario.
Puede que en un inicio estuviese conforme con ese tipo de relación y trato frivolo en presencia de terceros, incluso cuando hablo de ello frente a sus amigos en la universidad la mayoría lo llamó suertudo y le aconsejó que continuara llevandosela a la cama cada vez que tuviera la oportunidad, no tenía que serle fiel ni nada por el estilo, así que si se topaba con algo más apetecible entre sus compañeras o amigas de las mismas, simplemente podría tomarlo y Zoé no podría decir nada al respecto.
La relación de ambos estaba hecha para que él saliera ganando y aparentemente Zoé siempre estaba dispuesta, a veces ella lo llamaba y le pedía reunirse.

Por un tiempo todo fue miel sobre huelas hasta que claramente, dejó de ser así.

Una tarde muy amena, Zoé recibió un mensaje de texto, era uno de esos niños de preparatoria que probablemente debió haber conocido en esas competencias que el Molina organizaba con otras escuelas para demostrar año con año quien tenía al mejor alumnado, a Edgar todavía le daba algo de gracia que continuaran llevándolas a cabo, pues bien sabían quien se llevaría el primer puesto, con Zoé a la cabeza del equipo el Molina se volvía imparable.
Por curiosidad o quizás guiado por los celos se atrevió a preguntarle a Zoé sobre dicho mensaje y la procedencia del mismo.

—Es mi novio—le dijo, como si hace una semana atrás ellos no se hubieran involucrado físicamente hablando, como si él no hubiera dicho si nombre entre jadeos y respiraciones agitadas.
En ese momento sintió una extraña opresión en el pecho y de pronto sus pies no se movían, casi parecía que alguien lo hubiera pegado al suelo.

—Empezamos a salir recientemente, no me molestes en un rato, ¿si?—después de eso se dió la media vuelta y continuó practicando su canto.

Cantaba como una virgen, un ángel caído y desterrado del reino divino por haberse comportado como una tremenda...

No quería decir la palabra, al menos ya no.

No podía creer que simplemente lo botara así de esa forma, no podía creer que Zoé estuviese coqueteando y saliendo con otro tipo cuando ellos aún estaban..."juntos". Quiso desquitarse lo más que pudo, y como todo hombre que era no encontró algo mejor que expresarse mal de ella con sus amigos, no con la banda, claro esta, porque estaba seguro que todos se le irían encima en cuanto comenzara a hablar mal de su vocalista, ya que por alguna extraña razón los demás parecían tenerle un cariño especial.

Edgar sospechaba que tenían claras intenciones de llevársela a sus habitaciones, (que en su propia opinión, muy difícil no era).
Le acariciaban el cabello color cereza, le daban halagos por su voz, cargaban su pesada mochila y se reían con ella. Cuando le preguntó a Matías por ese comportamiento, los chicos respondieron que ella solo les caía bien y ya, que era demasiado pequeña para ellos y aunque si les resultara atractiva hasta cierto punto, la veían más como una hermana menor, a la cual debían proteger, después de todo, su voz y su carisma eran en general los puntos fuertes de la banda, gracias a Zoé tenían una agrupación sólida de fans en los bares donde frecuentaban tocar (más que nada por el tipo de género musical que manejaban).

No es que Ignis fuera malo por si solo.
Con el sentimiento que Nicolás le ponía a cada una de sus canciones, el talento de Matías con el bajo eléctrico, Gael en la guitarra rítmica, Alex como la guitarra líder y él mismo en la batería, ya sonaban bastante bien, sin embargo Zoé le daba un toque distinto a su música.
Debido a su tipo de voz casi parecían un grupo de metal sinfónico.

Era una lástima que Nicolás aún no hubiese escrito más canciones para ella, pues aún se estaba acostumbrando al nuevo estilo que estaba creando para su hermana.

Pronto se sintió perdido cuando la vió de nuevo frente a él, ya vestida y con una liga sosteniendo su frondoso cabello, mientras leía y parecía transcribir algo en una de sus libretas, estaba ocupando el mismo escritorio que él usaba para hacer sus propias tareas.

Ella siempre era así.
Tan responsable cuando se trataba de la escuela y quizás demasiado lista para el Molina, se quedó un rato más mirándola, completamente embobado.

Le gustaban sus ojos, especialmente cuando se movían así de rápido entre las letras de sus libros, no conocía a nadie que leyera así de rápido y entendiera las cosas aún con más velocidad, no le despegó la mirada de encima, ni cuando los labios femeninos se movieron, articulando palabras que él no entendía y estaba seguro jamás sería capaz de comprender. La chica terminó de escribir y dejó la libreta a un lado, mientras continuaba recitando un mini discurso para si misma.

Esa parte de ella la fascinaba...

No tardó mucho en romper con el chico del mensaje, y támpoco lo mantuvo esperando a él tanto tiempo, ya se encontraban abrazos y para cuando se dió cuenta ya se estaban besando.

Sin embargo otro chico llegó y él se quedó en el olvido.

Otra vez.

El ciclo se repitió varias veces en un mismo año.
Sin embargo cuando ella regresaba por él, no lloraba, como la primera vez.

Edgar cerró los ojos por un momento y se permitió recordar como fue que toda esa extraña relación comenzó, aunque se prometió así mismo que no lo haría.
Esa tarde estaba lloviendo, y el ensayo de canceló porque todos estaban o en sus respectivas clases de la universidad o atorados en el tráfico, incluso Matías tuvo que disculparse con ellos porque no iba a llegar para abrir la cochera.
Por suerte para él, su departamento estaba cerca y apenas iba de camino cuando la lluvia comenzó, quiso volver a casa tan pronto como pudo pero una silueta conocida se próximo lentamente por la calle, casi parecía sostenerse de las paredes de las otras casas, como si fuera una especie de zombie en busca de alimento, la chica aún llevaba su uniforme puesto y una muy pesada mochila colgando en su espalda, quiso esperarla, pero sus pies parecieron moverse solos y de pronto ya se encontraba de pie frente a ella, abrazándola para cubrirla del frío de la lluvia, se quitó la chamarra que llevaba puesta ese día y le extraño mucho no ver a Nicolás con ella, después de todo siempre iban juntos a todos lados.

No tuvo más remedio que llevarla consigo, al final de todo, ¿a dónde más irían?, ella necesitaba cambiarse la ropa húmeda, tal vez tomar un baño con agua caliente, secarse el cabello y...puede que dormir un poco no le haría mal. Se veía ojerosa y pálida, como si estuviera enferma.

No dijeron mucho en el transcurso al departamento, solo se apresuraron a correr en medio de la lluvia para evitar (inutilmente) no mojarse más.

—No tengo ropa de mujer, pero podría prestarte una de mis sudaderas y tal vez tenga algún pantalón de mezclilla que te sirva de momento—fue lo primero que le dijo cuando abrió la puerta del departamento y la dejó pasar—Puedes darte un baño si quieres...—ella no se movió, solo se quedó ahí, de pie, enmedio de la sala con la mirada perdida y apagada—Vamos, que no muerdo—intentó animarla a portarse un poco menos tímida, la empujó un poco de la espalda para hacerla entrar al baño, le explico que la llave del agua caliente era la de la izquierda, pero que no la girara mucho o el agua saldría hirviendo prácticamente.

Después de eso cerro la puerta del baño y se encomendó a la tarea de buscar la muda de ropa más pequeña que encontrara y finalmente lo hizo: una sudadera color vino y un pans deportivo que dejó de usar porque ya le apretaba de la parte de la cadera.
Entró nuevamente al baño tapándose los ojos para no hacerla sentir incomoda y la dejó a solas para que pudiera cambiarse.
Él también tenía que tomar un baño, así que le ofreció mirar algo en la sala de estar mientras él se duchaba.

La situación ya era rara de por si.
Normalmente habría esperado llevar a cabo esa rutina con alguna novia, y por supuesto con alguien de su edad, no es que le incomodara, solo era muy raro y ya podía imaginarse a Nicolás tocando la puerta de su hogar en cuanto Zoé le notificara de su ubicación actual.
Salió del baño humeante ya vestido y con el cabello húmedo, pensó que sería grosero no ofrecer una bebida caliente así que preparó dos tazas de café instantáneo y las llevó hasta la sala de estar, donde la televisión no estaba prendida todavía, y ella continuaba mirando al vacío, acurrucada entre los cojines del único sillón del departamento.

—Sé me hizo raro que Nicolás no llegara contigo—intentó de alguna manera tener un tema de conversación distinto al que ya tenían todos los viernes y jueves, la música, el grupo, si estaba entrando mal en alguna parte de las canciones, todo ese tipo de tecnisismos ya lo tenían bastante aburrido, al menos por ese mes.
—Dijo que tenía un trabajo en equipo de la uni—naturalmente ella habría reaccionado más euforica, tal vez enojada por haber sido abandonada por su hermano mayor de esa manera, ya casi podía visualizarla de pie en el sillón, dando brincos y apretando los puños mientras maldecía el nombre de su hermano en voz alta, pero eso no pasó. Solo se quedó ahí, acurrucada en la sudadera prestada hablando en voz muy baja.
—Ah, ya veo, entonces iban a encontrarse aquí—por su parte, Edgar intentó actuar con normalidad, fingiendo que no le incomodaba el estado emocional de su invitada—¿Y esta muy lejos tu escuela de aquí?—empujó la taza de café que sería para Zoé, deslizandola por la improvisada mesita de centro para acercarla más a la chica, pero ella no la tomo.
—No...—Edgar intentó sonreirle, aunque en realidad estaba comenzando a perder la paciencia.
Se acercó un poco más a ella y no tardó en notar el olor particular de su crema para peinar.
—¿Usaste mis productos para el cabello?—Zoé tomo una mejor postura, eurgio un poco más la espalda y se acomodó en el sillón, con los ojos más abiertos de lo normal y una expresión de preocupación en el rostro.

Ah...por fin dejaba de parecer un zombie.

—¡L-lo siento mucho!—dijo y agachó un poco la cabeza, en señal de estar verdaderamente arrepentida—Es que mi cabello...mmm si no lo peino con cierta técnica...—Edgar se soltó a reír, porque realmente logró asustarla.

No es que estuviera enojado, en lo absoluto, sabía bastante bien que el cabello rizado debía tratarse de cierta forma, porque él tenía unas ondas bastante pronunciadas en su cabello y de cierto punto en su adolescencia hasta la actualidad no podía vivir sin sus productos para el cuidado del cabello. Zoé debió usarlos por desesperación, o si no, su cabello se esponjaria.

—¡No te rías!, no es gracioso—quiso intentarlo, pero la expresión en el rostro femenino era insuperable, por primera vez la veía realmente temerosa a algo, así que él continuó riéndose.
De un momento a otra ella se acercó demasiado y lo tomó de las muñecas pidiéndole que se detuviera.

Sin embargo Edgar la estrecho entre sus brazos y se puso de pie mientras la abrazaba y se movía de un lado al otro con ella.

—Por fin eres tu de nuevo—y esto pareció desconcertarla, se aferro a su espalda por temor a caerse—Estaba preocupado porque mi vocalista no estaba actuando normal—y no estaba mintiendo, en realidad había perdido la paciencia hace un rato porque desconocía la razón de su aparente malestar, no le gustaba verla así, prefería que fuera rara a su manera, que se perdiera entre sus libros y hablara en voz baja o les explicara a todos en la banda los procesos de reproducción celular y un montón de cosas más que él no tenía interés por aprender.

Pero no soportaba verla decaída y perdida entre sus pensamientos más oscuros.

No quería volver a verla como un zombie.

Zoé lucho por liberarse y él la dejó ir, poniéndola de nuevo en el suelo.

—Aunque siempre has sido un poco extraña—la chica arrugó el entrecejo y le dio un inesperado abrazo que lo hizo tambalea un poco en su lugar, aún así no la rechazó y acarició su cabeza, sintiendo como se acurrucaba en su pecho, pues debido a la diferencia de estaturas, ella era realmente pequeña a comparación suya.

Aún tenía el cabello húmedo, pero aún así comenzaban a formarse varias ondas rebeldes, Edgar tomó una y la enrollo entre sus dedos, intentando darle más forma.

—Gracias, por esto—le dijo en un susurro cuando levantó la cara para mirarlo a los ojos.
—No te emociones, que si te daba una neumonia, ¿cómo íbamos a ser famosos después?—bromeó sin soltar el mechón de cabello rojo, pero pudo ver por el rabillo del ojo como ella le sonreía.

Por primera vez, le estaba sonriendo a él.

Y algo dentro de si comenzó a alterarlo.

Trago saliva intentando alejar el sentimiento de sus pensamientos, hasta que Zoé se puso de puntitas y le puso los brazos detrás de la nuca, antes de darle un beso en la mejilla.

—Gracias por prestarme tu ropa, Edgar—era similar a una niña pequeña, que da como premio besos a su padre por comprarle una muñequita nueva o a su hermano por llevarle un dulce.

De pronto sintió la necesidad de hacer otra cosa.

Él se agachó un poco y la tomó del mentón con una de sus manos, antes de darle un beso en los labios.
Fue breve y nada profundo.

—Gracias por ser la vocalista de nuestra banda—le susurró muy cerca del oído con aire conciliador, antes de volver a hablar—Pareces fresita con el cabello así...—se alejo de ella para ver la reacción que tendría.

Y esperaba quizás un sonrojo o un rostro de disgusto por lo que acababa de pasar. Sin embargo se topó con todo menos lo que esperaba.

Zoé lo observó por unos breves momentos, pero alcanzó a notar como sus ojos oscuros se llenaban de agua, de lágrimas.
Ella trató de ocultarlo con ayuda de sus manos, jamás la había visto llorar y se sintió culpable por ser el causante de dicho llanto aunque no supiera que fue lo que lo provocó en primera instancia.

Tal vez el beso.

—Perdón, no estuvo bien que te robara un beso, debí preguntarte antes...ay...¿qué hago?, ¿quieres golpearme?, te dejaré pegarme si eso te hace sentir mejor—e incluso ladeo un poco la cabeza para ofrecerle su mejilla derecha, pero Zoé no respondió, solo lloró emitiendo gimoteos débiles, como si se avergonzara de soltarse a llorar como una niña pequeña.
—N-no es por el beso...—alcanzó a decir entre gimoteos—¿Puedes llamarme así?, como hace rato, p-por favor—Edgar parpadeo un par de veces intentando recordar que era lo que había dicho exactamente.
—¿Cómo?, ¿fresita?—ella asintió, aún sumida en el llanto, aunque parecía que esta última palabra le ocasionó más dolor—Pero ya no llores, no te ves guapa si lloras—tomó la mano de Zoé y la alejó del rostro húmedo y rojo de su acompañante.

Sin darse cuenta sonrió.

—No es cierto, soy un mentiroso, incluso cuando lloras te ves guapa—logro sacarle otra sonrisilla espontánea y cuando pensó que todo se quedaría solo en una anécdota graciosa, Zoé encendió la llama nuevamente.
—Edgar, quiero otro beso—más dispuesto que temeroso él le colocó una mano en la mejilla, para quitar las lágrimas con ayuda de uno de sus pulgares.
—¿Me das permiso?—ella le tomó la mano cariñosamente y asintió...

________________________

Él recuerdo se desvaneció por el humo del cigarro que ahora Edgar tenía entre los dedos, se dió cuenta de que seguía desvestido sobre la cama y Zoé ahora estaba recostada sobre su abdomen mientras tecleaba algo en su teléfono.

¿En qué momento se paro a encender un cigarro?
¿Y por qué no estaba vestido todavía?

—¿Con quién hablas?—quiso saber mientras dejaba el cigarrillo de lado, en el cenicero al lado de la cama.
—Mmm, con alguien—odiaba cuando hacía eso. En un arrebato de celos tomó el teléfono de las manos de Zoé y miró la foto de perfil de la persona con la que hablaba.
—¿Quién demonios es Lev?—¿sería mujer o hombre?, aunque tenía más pinta de ser un nombre masculino.

Eso no le gustó.

—Un compañero—le quito el teléfono de las manos y volvió a recostarse para seguir hablando con ese tipo.
—¿Es el wey al que le estabas coqueteando cuando fuimos a dar el concierto en tu escuela?—Zoé rodó los ojos—¿Es tu amiguito o...?
—Y si es o no es, ¿a ti qué?—ella se puso de pie y se acomodó al otro extremo de la cama, sin dejar de ver el teléfono, sin dejar de teclear.
—¿Cómo qué a mi que?, Zoé nosotros estamos...
—Nosotros no somos nada—esas palabras le dolieron más de lo que esperaba y se sintió claramente ofendido, utilizado y rebajado.

¿O sea solo eran algo cuando a ella se le antojaba y cuando no simplemente pasaban a ser...nada?




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