Capítulo 2

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Zoé recordaba bastante bien su primer día de escuela.

Tenía cuatro años de edad y miraba a todos los demás niños como bichos raros que debían estar en exhibición tras una vitrina para observar sus extraños comportamientos, la mayoría lloraba y pataleaba en el suelo, pidiendo a gritos a sus madres.

Todos menos ella por supuesto.

El ambiente del aula le era bastante familiar como para sentirse asustada o agobiada frente a un escenario que debería ser aparentemente nuevo.

Lo que si le llamaba la atención eran los colores vibrantes que parecían cubrir toda el aula y las figuras de foami qué similaban ser orugas y mariposas, aunque pronto encontró algo más.
Un par de libros de cuentos, demasiado delgados y con ilustraciones de osos despertaron una curiosidad en ella que era casi imposible de domar. Tomó uno de los libros entre sus manos y se dirigió a una de las pequeñas sillas que adoranaban el aula antes de sentarse y comenzar a descifrar lo que las letras contenidas en aquellas páginas querían decir.

La profesora notó su curiosidad en aquellas historias infantiles y tal vez entre exhausta por los llantos de los demás alumnos y sorprendida por ver una conducta tan poco habitual en esa pequeña niña de cabello ondulado se sentó a su lado y le preguntó si los dibujos le gustaban.

Zoé no mencionó nada inmediatamente.

Aunque un par de segundos más tarde comenzó a recitar en voz alta las palabras ahí escritas y que por supuesto estaba leyendo casi a la perfección.

A partir de ese momento dejó de ser una niña normal para transformarse en lo que muchos gustaban llamar como "una niña con altas capacidades", al parecer la palabra "prodigio" podía ocasionar sentimientos de inferioridad en los demás niños.

Se destacó notablemente en el área de las ciencias, química, biología, física, y más materias de ese tipo se transformaron pronto en su pasión, aunque támpoco es que se le dificultaran los cálculos complejos y el mundo matemático en general.

Pensaron en adelantarla algunos años sería lo mejor, sin embargo, sufrió una etapa pronta de rebeldía alrededor de los diez años, estaban a punto de inscribirla en el Instituto Wilde cuando hizo un berrinche enorme.
Rompió sus diplomas y reconocimientos, tiro todas las medallas y cualquier rastro tangible de que fuera una superdotada y amenazó a sus padres con reprobar todos los exámenes y perder en cualquier Olimpiada del conocimiento a la que se les ocurriera inscribirla si no la dejaban en paz con el tema de la escuela.

Era una niña.

Quería disfrutar de cada una de sus etapas como lo haría cualquier niña normal.

En parte porque se sentiría rara entre un montón de adolescentes mucho mayores y porque también quería jugar y vivir las experiencias propias de su herencia.

A girones y estirones sus padres terminaron por dejarla vivir las distintas etapas de su vida.
Fue solo hasta la preparatoria cuando ingresó al Molina que la verdadera presión comenzó, la competencia era medianamente brutal los primeros meses y de alguna forma logró colocarse como la aclamada "alumna estrella" en poco tiempo.

Sin embargo, no se sentía completa.

Después de las medallas y los trofeos premiando su inteligencia, a pesar de sentirse feliz, se trataba de un sentimiento efímero y poco duraba la emoción.
En realidad lo que le costó un poco al inicio fue el proceso de adaptación, no tanto los temas a tratar en clase. Le parecían tan poco interesantes, solo el área de la Química o de la Biología se salvaban un poco, pero aún así, no encontraba algo que pudiera apasionarle por completo.

Era una niña dotada, lo sabía bastante bien.
Sin embargo no le encontraba nada emocionante a aquel título.

Fue hasta que un día su hermano apareció con una guitarra en las manos. A él siempre le gusto la música más que cualquier otra cosa en el mundo, sus padres intentaron con todas sus fuerzas hacerlo entrar en razón, sin embargo tras ser expulsado del Molina por mala conducta (algo inaudito en dicha institución), Zoé, por mera curiosidad decidió preguntarle si podría enseñarle como tocarla, como sentir la música tal y como lo hacía él.

—No puedo enseñarte a "sentir la música"—alegó haciendo comillas con los dedos—Eso no es algo que se aprenda—después, le colocó la guitarra en las manos y le miro como si por primera vez, él tuviera más conocimiento que ella.

Pero por alguna razón no le molesto.

—Déjate llevar...

Con el paso de los días Zoé aprendió que podía ser muy inteligente académicamente hablando, buena con los números y aún mejor entendiendo los procesos biológicos del cuerpo humano. Pero la guitarra de su hermano...esa maldita guitarra era algo muy distinto. No le fue difícil aprender a colocar los dedos donde se suponía, debían ir, los acordes y las notas para comenzar, era el rasgueo lo que arruinaba todo, al parecer sus dedos jamás apretaba demasiado la cuerda, o lo hacía demasiado fuerte, a veces su muñeca se movía muy rápido, otras veces muy lenta y pronto la desesperación comenzó a llegar.

Ella era lista y talentosa para muchas cosas, podía resolver cálculos complejos en cuestión de segundos, podría discutir con un universitario y sentarlo en el piso con sus argumentos altamente estructurados, pero no podía tocar, ni sentir ni disfrutarlo como lo hacía Nicolás, y sintió envidia por eso mismo.

Estuvo a punto de claudicar el primer año, dejarlo atrás y ocuparse en lo que verdaderamente le propocironaba el título de mejor estudiante del Molina, aunque le aburriera terriblemente.

Pero por alguna razón...támpoco pudo soltar la guitarra y simplemente dejala ir.

Tal vez Edgar tuviera algo que ver con eso, tal vez de alguna forma, esperaba gustarle...o simplemente era muy terca y no podía simplemente aceptar que su cerebro no diera para interpretar un par de canciones. Fue el ego herido lo que la hizo intentarlo una y otra vez, hasta que finalmente, supo que realmente su hermano mayor y ella no eran tan distintos como muchos lo mencionaban.

En esos días se enamoro de la música.
Y encontró la verdadera pasión en algo que jamás hubiera imaginado, aunque también hubo algo más que la impulso a adentrarse más al mundo de la música...

Su propia voz...

____________________

Todos los alumnos se reunieron en el patio central, dispuestos a degustar de sus respectivos alimentos y descansar un poco sus pobres mentes gobiadas antes de que la jornada escolar se retomara con la normalidad casi asfixiante y tediosa de absolutamente todos los días.
Si embargo, algo raro ocurría ese día, y es que una pequeña tarima se ubicaba al centro del patio de cemento, sobre esta pequeña e improvisada estructura, se encontraba un grupo de chicos, acomodando sus instrumentos, guitarras eléctricas, las conectaban a cables que atravezaban todo el lugar hasta llegar al laboratorio de cómputo, uno de ellos se encontraba sentado detrás de una batería, chocaba sus baquetas una y otra vez, a veces las aventaba sobre su cabeza solo para atraparlas antes de que estas cayeran al piso, solo para después ejecutar un par de golpes en los tambores y platos que sonaban con estruendo, molestando a varios alumnos que se encontraban estudiando mientras desayunaban.

Los integrantes de esa "banda" si es que se les podía llamar así, parecían ser universitarios, jóvenes entre sus dieciocho y veinte años, definitivamente no eran alumnos del Molina, uno en especial, alto como un espárrago, delgado y sin chiste alguno, le llamo la atención, vestía completamente de negro, con pantalones rotos, esclavas de plata y cadenas del mismo materia, su cabello era igualmente oscuro y mal peinado, nada comparado con Lev, quien todos los días si falta peinaba su cabello adecuadamente y utilizaba gel, pues muy a su pesar, tenía el cabello rizado y odiaba el hecho de que se esponjara, parecía una palmera y el código de vestimenta en el Molina era realmente riguroso, con todos a excepción de una sola persona: Zoé Villarroel.

De pronto un grupo grande de alumnos se congregó ahí mismo en la explanada de la escuela, para observar a la banda que ya se encontraba alistándose para dar una especie de show. A Lev no podía parecerle más ridículo, necesitaban aprovechar el mayor tiempo posible para estudiar y adelantar temas, la competencia entre los alumnos del mismo grado era brutal, durante la secundaria competía con tal vez dos o tres chicos por obtener las mejores calificaciones, ahora se enfrentaba a más o menos veinte promedios casi perfectos, sin contar al resto de los grupos. Se quedaba hasta altas horas de la noche estudiando y bebiendo café, la obsesión por volverse el mejor lo estaba carcomiendo y se comenzaba a notar en las ojeras alrededor de sus ojos verdosos.
Sin embargo, Maximiliano, se acercó a la tarima, genuinamente emocionado, enficando sus ojos casi maníacos debido al estrés en los músicos, en especial en uno de los guitarristas, con el cabello pintado de un rojo cereza que casi gritaba un suplicante: "mírame por favor".

Reconoció esa tonalidad de inmediato, al igual que los rasgos finos y los ojos coquetos, casi parecía ser que Zoé hubiera reencarnado en un hombre y tal vez si no se hubiera dedicado a investigar un poco acerca de la vida de la chica estas últimas semanas, (por mera curiosidad obviamente), hubiera jurado que se trataba de su gemelo, uno malvado tal vez, pero no era el caso.

El chico se llamaba Nikolas, era el hermano mayor de Zoé, estuvo estudiando ingeniería aeroespacial por un corto período de tiempo hasta que decidió abandonar la universidad, por la razón más estúpida que Lev pudo haber imaginado. Dejó una carrera de tal calibre para dedicarse a la música, con un grupo que formó recién en la preparatoria durante su estancia en el Molina. Para ser sinceros no lo entendía en lo absoluto y un repudio casi instantáneo hacía la figura del chico le invadió el cuerpo en cuanto lo reconoció, así como la sensación de clara superioridad.

Si de algo estaba seguro era que él jamás cometería tal tontería.

Nunca.

Intentó marcharse, debía estudiar y la biblioteca estaría casi vacía, pues muchos alumnos acudieron como moscas en cuanto notaron aquella presencia inusual, podrían ser muy listos, pero seguían siendo adolescentes y en cuanto una distracción los llamara, ellos acudirian sin dudarlo. Pero él no, él debía ser distinto si es que quería tener éxito dentro del Molina.
Sin embargo, cuando estaba a punto de marcharse, el fuerte agarre de Maximiliano lo detuvo en secó y lo obligó a ir más al frente, justo en la línea imaginaria que una gran pequeña multitud ya había marcado entre el escenario y ellos.

La música comenzó a sonar sin muchas interrupciones y de repente, una alocada cabellera marrón con ondas rojizas apareció entre la multitud, bailando al son de las guitarras eléctricas, la chica en cuestión usaba un pantalón de mezclilla muy ceñido al cuerpo, y un corsé de color negro.

Casi parecía otra persona.
Tal vez más grande, la confianza que parecía emanar de ella al igual que la felicidad, contagio a la mayoría de la pequeña multitud ahí congregada, casi hipnotizados por ella comenzaron a aplaudir al ritmo de la música y a mover las cabezas como si estuvieran asintiendo.

Zoé subió al escenario con agilidad y tomó el micrófono qué ya estaba debidamente posicionado al frente del escenario.

—¡Buenas tardes a todos!—y en cuanto hablo, ya no pudo despegar sus ojos de ella, somo si su diminuta cintura lo mantuviera atado para no apartar la vista—Nosotros somos Ignis—tenía los labios pintados de un rosa muy sutil, las pestañas llamativas y las uñas pintadas de un negro brillante, los anillos relucian entre sus dedos como diamantes—Y esperamos hechizarlos el día de hoy—sonrió coquetamente a la multitud, antes de mirar hacía abajo, como si hubiera olvidado decir algo, pero en realidad, se agachó un poco, aún con el micrófono en la mano derecha—¡Ay!, a alguien se la cayó una moneda—hizo como si fuera a levantar algo del suelo de la tarima, pero de pronto, levantó el rostro, al tiempo que se pasaba su única mano libre por aquella cabellera abundante.

Le guiño un ojo al público al tiempo que de sus labios salían las primeras letras de la canción.
Pero parecía mirarlo a él específicamente.

" Tienes unos ojos que me invitan a probarte...

Y a Lev le temblaron las piernas.
No pudo evitar sonrojarse.

Parecía otra persona, había pasado de ser una "alumna de excelencia" a transformarse en una criatura que despedía sensualidad con un gesto tan simple como el que acababa de hacer.
Y al parecer no era el único que lo pensaba así. Maximiliano mantenía la boca abierta, casi babeando.

Y se sintió extrañamente molesto por ello.

Piel de duraznillo

Corazón de chocolate

Alma de manzana, que me invita al paraíso...

Durante esas estrofas, no le quitó la mirada de encima, mientras se ponía de pie lentamente y caminaba por el escenario. Él la siguió con la vista, completamente hechizado por ella.

Y un par de melones porque Dios así lo quiso.

¿Por qué te fuiste?

¿Cuándo es que volverás?

¿Qué cosa me diste?

Que no te he podido olvidar

Esperaba que le mirara mientras cantaba aquellas estrofas, sin embargo, los ojos marrones de la chica dejaron de observarlo para enfocarse en el público general, más allá de sus rizos rubios y lejos de él verde de sus ojos.

Se sintió algo indignado.

¿Ella lo estaba rechazando?

De alguna manera era lo que debía esperarse, o eso suponía.
Ella era la figura más respetada en la escuela por la comunidad estudiantil, una genio que era capaz incluso de hacer arte y él...bueno, se había sentido inteligente y altamente brillante hasta que paso un par de meses en el Molina, ahora tal vez solo fuera un alumno más entre el montón de mentes novedosas que se pelean por sobresalir, a arañazos y puños, en la cumbre de todo ese caos, Zoé se alzaba casi perfecta sosteniendo sus trofeos y medallas premiando a su ingenio.

No podía esperar que ella simplemente lo mirara en busca de algo más...profundo. Se sintió avergonzado y quiso salir de entre la pequeña multitud que se alzaba frente al escenario. Se veían bastante animados, como si por fin fueran adolescentes normales en lugar de pequeños adultos demasiado serios, envueltos en sus apretados uniformes y peinados dolorosamente hacía atrás con capas y capas de gel sobre su cabelleras.

La canción continuó y aunque la reconoció al instante, se resistió a mostrar alguna especie de emoción, a pesar de que sus dedos, dentro de los bolsillo de su uniforme se movían al ritmo de la música, intentando quizás, imitar el rasgueo de la guitarra.

"Elefante" fue una banda emblemática para el rock y el pop mexicano, se creo mucho antes de que él siquiera hubiera llegado al mundo, sin embargo, gracias a su madre pudo disfrutar de la buena música y no esa basura que le gustaba a los jóvenes de su generación, con letras y bailes vulgares. Tan solo de escucharlas se le revolvia el estómago.

Zoé camino por el escenario, animando al público a seguir mirando mientras ella se movía por toda esa extensa plataforma de madera, movía los brazos y las manos, sacudia su salvaje cabellera de un lado al otro y se aprovechaba de su diminuta cintura para embobar a uno que otro imbécil en el público, dirigía miradas seductoras y cantaba con una seguridad que Lev no había visto antes en una chica de su edad, parecía ya toda una profesional, casi una especie de celebridad ya consolidada.
De pronto, en medio de todo ese show, Zoé pareció dirigir sus pasos en su dirección.

Un empujón de algún chistoso entre aquella masa de gente lo obligó a dar un par de pasos más adelante, tuvo que poner las manos en la tarima para evitar chocar con ella, aferrandose a la superficie de la misma y echando la cabeza para atrás, para no golpearse la frente.
Nervioso, notó como la sombra de aquella chica se sernia sobre él.

La vió agacharse, ponerse de rodillas sobre la tarima, antes de tomarlo por la corbata que todos los días llevaba perfectamente atada alrededor de su cuello, no supo porque, pero el hecho de que ella se tomara esa libertad con él, lo llenó de pánico.

"Llévame a la luna

Llévame...

Como tu ninguno..."

La canción comenzó a difuminarse en el aire, las guitarras parecieron apagarse de a poco y él, no podía estar más nervioso. Mucho más que cuando presento su exámen de admisión para el Molina.
Estaban tan cerca, podía sentir su respiración mezclandose con la suya, con la de Zoé y quiso correr, sus piernas le pedían a gritos que saliera de ahí, sin embargo, no lo hizo, se quedó ahí de pie, emobabado por el bello rostro que esa pequeña genio tenía, embriagado por el aroma de sus rizos que le tocaban el rostro acariciandolo e invitandolo a dar un paso más y quizás, robarle un beso.

Pero no lo hizo.

No por las vocalizaciones de la multitud a su alrededor, parecían emocionados por lo que estaba aconteciendo, pero no fue por esa razón que no la beso.

Más bien, ella colocó dos dedos sobre su pecho, le sonrió coqueta y lo empujó de nuevo a la multitud.

No fue con fuerza pero si logró descolocarlo, hacerle perder el equilibrio y ceder ante la gravedad, atraído hacía la tierra, sin embargo, Maximiliano logró sostenerlo en brazos, antes de que de verdad terminara cayéndose en el pavimento del patio.

La multitud pareció enloquecer con aquel gesto y Zoé se puso de pie, para lanzar una especie de beso imaginario al público, después de eso, llevo a cabo una pequeña reverencia.

—¡Gracias a todos por hoy!, y en especial a las autoridades de la escuela, quienes nos concedieron el permiso para hacer realidad este pequeño evento—era buena cantando, demasiado de hecho y también tenía presencia, la suficiente para levantar el ánimo de adolescentes que hace poco parecían muertos vivientes, caminando por el patio, sosteniendo libros o discutiendo entre ellos por un par de ecuaciones sin resolver en la clase de cálculo avanzado.

Suponía, eso, debía ser maravilloso.

—Podríamos dejarlo aquí o...—la multitud pareció rugir un rotundo no, antes de pedir otra canción a gritos, algunos levantaban la mano sugiriendo temas para tocar, otros más solo pedían que la banda no se fuera todavía.

Pero él.

Solo se pudo quedar ahí, casi de pie, mirando a la artista que se inclinaba en dirección al público para escuchar sus propuestas.

________________________

Se enfocó en caminar por el pasillo, apresurado.

Perdió demasiado tiempo en ese tonto, tonto evento artístico, debía repasar para la clase de física de esa tarde, todavía le quedaba una hora y media más o menos, tal vez alcanzaría a leer un poco del tema, tal vez pudiera entender un poco, porque Maximiliano siempre estaba por lo menos cuatro pasos adelante y él no podía permitirse eso, de ninguna manera.

Él único lugar pacífico y lejos del alboroto que había dejado Zoé tras su concierto, era la biblioteca de la escuela. Se desplazó rápidamente por los pasillos, cuidando que sus libros y libretas no cayeran al suelo, cuando una figura esbelta y pequeña se cruzó en su camino, enmedio del pasillo, tenía las manos atrás de su espalda, muy distinta a lo que mostró ser en el escenario.
Ahora llevaba puesto el uniforme escolar del Molina y un pequeño lazo negro se encontraba acomodado sobre su cabellera a forma de diadema. Pensó en ignorala, simplemente fingir que no existía.

Pero como todo.

Zoé Villarroel nunca perdía.
Y esta no sería la excepción.

—¿Qué te pareció el concierto?—le preguntó con voz cantarina mientras lo interceptaba en el camino. Lev detuvo su andar, completamente intimidado por esa pequeña chica.

De alguna forma, no quiso seguir caminando.

Aún tenía los libros apretados contra su pecho, cuando ella se acercó más.

—¿Te comió la lengua el ratón?—tal vez era verdad, porque no podía hablar, solo pudo negar con la cabeza, casi de forma caótica mientras un sonrojo inundaba sus mejillas y parte de su nariz.
—N-no, no—suspiro pesadamente y dió un par de pasos hacía atrás, ella le siguió.
—¡Pero que ternura das!—de pronto ella se alejo, sonriente, como si aún se encontrara en el escenario.

Y por alguna razón muy estúpida, Lev sintió la necesidad de seguir con la conversación, obligando a desenredar su lengua, en una escena casi caricaturesca.

—Te veías muy bien cantando—y casi de inmediato se arrepintió de haberse confesado de esa forma.

Zoé Villarroel negó con la cabeza antes de soltar un suspiro, parecía ya haber escuchado ese tipo de alago antes y luciendo bastante decepcionada, se adentro en la biblioteca. Antes de asomar la cabeza nuevamente por el marco de la puerta y hacerse una señal con su dedo índice.

—¿Quieres aprender un par de cosas?, ¿o solo vas a quedarte ahí parado?—Lev dió un respingo en su lugar y como un cachorro confundido, la siguió adentro de la gran biblioteca del Molina.

La chica pareció desaparecer detrás de uno de los grandes libreros qué volvían al lugar casi un laberinto tortuoso del cual era difícil salir, casi pudo ver las puntas de su cabello rojizo como las cerezas, ondeando antes de ocultarse tras la madera.
Lev la siguió, con la respiración agitada y los libros pegados a su pecho, sostenidos por sus propias manos. Las cuales sentía húmedas por el sudor y débiles a causa de los temblores que invadían su cuerpo a cada paso que daba.
Al dar vuelta a la esquina del librero encontró una escena para nada esperada y aunque no era altamente provocativa, si temio tener una reacción inadecuada.

Como morirse de miedo y salir corriendo.

Zoé estaba sentada sobre una de las grandes mesas del lugar, con las piernas cruzadas, la falda del uniforme la cubría los muslos y apenas acariciaba sus pequeñas rodillas (no supo en que momento se cambió de ropa), tenía las manos apoyadas detrás suyo, recargandose en ellas, mientras le sonreía, aparentemente divertida.

—¿Con qué quieres empezar?, quizás matemáticas—dijo y tomó uno de los libros que se encontraban desperdigados por la mesa, ya que algunos alumnos los dejaban ahí por equivocación—O química—dejo el libro anterior a un lado y tomó otro más, después, le dirigió una mirada qué a Lev le pareció guardar cierta escencia felina en ella, casi amenazante—Aunque, disfruto más de la biología—Lev trago saliva, incapaz de hablar por un par de segundos, antes de responder, tratando de ocultar que todo esa situación lo ponía especialmente incómodo.

Pero no del tipo de nerviosismo que la gente quería evitar a toda costa.

Esto era distinto.

—Lo que tu quieras...—apenas alcanzó a articular un par de palabras antes de tomar asiento en una de las muchas sillas disponibles al lado de la mesa. Zoé le sonrió y le acarició la mejilla.
—Eso, eso está bien.

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