Capítulo I

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Lev recordaba con vividez la primera vez que la vio.

Fue un lunes, en la ceremonia de ingreso para dar la bienvenida a los alumnos de primer año, hacía frío y el viento movía la bandera de su país en el hasta bandera justo enmedio del patio, él se encontraba formado, en los últimos puestos claro, pues su prominente altura lo obligaba a permanecer excluido en las últimas filas de la formación, escuchaba hablar a los directivos y a los profesores durante la ceremonia a través de un micrófono, también aplaudia de vez en cuando, cuando era necesario por su puesto, fue en uno de esos momentos, en los que su curiosidad lo llevó a alejar su mente del movimiento que ejecutaban sus manos cuando observando por encima de las cabezas de sus compañeros, se topo con una pequeña mancha pelirroja que se movía, curiosa entre la multitud de cabelleras negras o marrones y en su mayoría, atadas en apretadas coletas y bien aseguradas con gel.

Ella no.
Al menos no en su totalidad.

Su cabello se movía libremente, dejando a la vista sus ondas invadidas por el rojo intenso típico de una cereza en almíbar y aunque al inicio se escandalizo por aquel muy claro rompimiento de las reglas del código de vestimenta escolar, la sensación de incomodidad se fue tan rápido cuando la vio salir de entre el resto de los alumnos, caminaba al frente a pasos grandes y seguros, sonriendo y asintiendo levemente cuando el director le susurró algo al oído.
Ahí supo que no era solo rebelde, también muy bonita.

Sus ojos eran oscuros, tan oscuros que podría confundirlos fácilmente con dos trozos de obsidiana, tenía los labios finos y el rostro pequeño, combinados con una sonrisa agradable que engatusaria a cualquiera.
Todo eso complementaba a su extravagante forma de ser.

Risueña y extrovertida, tomó el micrófono con confianza antes de saludar a todos como si aquella mañana no estuviera casi helando.

Parecía más bien una artista antes que una alumna cualquiera.

—Puede que muchos de ustedes estén asustados—dijo, con la voz aguda y dulce—Pero no se preocupen, esta escuela no es un campo de batalla o algo similar, solo por estar aquí, ya los hace más inteligentes que el resto, recuerden que una oportunidad no se les presentaría si no fueran capaces de concluirla con éxito—caminó por el gran patio central, cuidando de vez en cuando que el micrófono no fuera a enredarse entre sus piernas—Como alumna de tercer año solo puedo aconsejarles que disfruten del proceso jamás tendrán quince años de nuevo, los exámenes y los estudios son algo maravilloso, pueden cambiar al mundo con ello, así que por favor, encuentren algo que los haga felices durante estos tres años y vivan cada momento a tope—el director parecía sorprendido, e intento acercarse lentamente a la chica, pero ella fue más rápida, casi pareció deslizarse por el suelo de cemento, como si este estuviera hecho a base de hielo—Les doy una cálida bienvenida al Instituto Molina, ¡feliz inicio de clases!—en un movimiento fluido, casi liquido, le devolvió el micrófono al hombre de contextura ancha que buscando ser discreto ya se encontraba cerca de ella, sin embargo, su rostro no reprimio una mueca de asombro cuando la muchacha le extendió los brazos alrededor de la cintura antes de abrazarlo muy fuertemente, solo para después despedirse del alumnado con ambas manos antes de volver a deslizarse por el patio hasta el lugar donde se encontraba su grupo.

Lev pensó que ella era muy rara.
Demasiado liberal para el Molina.

Después de unas cuantas palabras más que ahora Lev no recordaba bien, los profesores los llevaron hasta sus respectivas aulas, las habitaciones donde convivirian con otros chicos el resto de su adolescencia, antes de dar y paso hacía la inevitable adultez que los asechaba desde la sombras.

El Instinto Mario Molina fue nombrado así en honor a el químico e ingeniero del mismo nombre quien fue el primer mexicano en ganar el premio Nobel de química en 1995.
La escuela llevaba funcionando desde los inicios de los dos mil más o menos, con veinticuatro años de trayectoria, pronto logro ganar reconocimiento entre los planteles educativos por los altos niveles de conocimiento y habilidades que adquirian sus alumnos tras haber cursado la preparatoria ahí, pues desde el inicio, la escuela fue edificada con el fin de reunir a las jóvenes mentes más brillantes del estado de Puebla.

El estudiar en el Molina casi te aseguraba un pase directo a las universidades más prestigiosas no solo de la zona, si no del país entero, por lo que el tan solo ingresar ya era demasiado complicado. Según Lev, existían cuatro formas de entrar a la escuela.
La primera y la más común, era el exámen de admisión, donde solo los alumnos más inteligentes, o más "matados" lograban aprobar sin muchos problemas más allá del gran temario que debían repasar antes de poder presentar el exámen, la segunda forma era por reconocimiento académico, se debía contar con un mínimo de calificaciones perfectas para poder ser aspirante a dicho recurso, además de también contar con bastantes diplomas y reconocimientos escolares, la tercera forma era algo casi inaudito y que casi no pasaba, y esa era la recomendación, no se necesitaba pasar los dos primeros filtros, solo era necesaria un carta donde algún adulto lo suficientemente respetado por la comunidad del Molina escribiera una carta para que el alumno o alumna fuera aceptado sin rechistar. Pero Lev insistía, eso era muy raro de presenciar.

Y la cuarta pero no menos importante.

Por donaciones.

El padre de familia debía depositar una gran suma de dinero para mejorar las instalaciones de la escuela, para que su descendencia fuera admitida en la institución, aunque claro, esa oportunidad solo estaba reservada para un porcentaje muy reducido de la población del estado.

Lev pudo ingresar gracias al exámen de admisión, intento con su mérito académico, sin embargo, sus calificaciones y diplomas no fueron lo suficientemente sorprendentes para los docentes de la institución. Así que tuvo que estudiar como todos los simples mortales y en cuanto le entregaron los resultados, solo pudo agradecer a Dios o a cualquier deidad que lo estuviera escuchando por brindarle una memoria lo suficientemente buena como para haber podido recordar la mayoría de los temas que venían en el exámen.

Ahora se encontraba ahí, con su costoso uniforme, sentado en un pupitre mientras miraba el gran pizarrón moderno que se alzaba frente a él, completamente listo para afrontar la primera clase del día: Física.

Támpoco habría que confundirse, el Molina no era una escuela especial para super dotados, no como tal, aún estaban muy lejos de llegar a ello, pero si buscaba reunir a alumnos destacados, alejarlos del resto de adolescentes que encontraban más importante la vida social que la académica, aunque claro, eso no quería decir que algunos cerebritos con un IQ superior no se encontraran rondando por la academia, y un ejemplo de ello, era la chica que acababa de ver hace un momento.

¿La rebelde?

En un principio llegó a imaginar que era una de esas niñas ricas que solo ingreso al Molina gracias al dinero de su familia, sin embargo, más tarde terminó enterandose que no era así, más bien lo contrario. Y de eso se encargo Maximiliano, uno de los chicos que se sentaba a su lado, él se encargó de explicarle como eran las cosas en la escuela, ya que aunque estaba en primer año, su hermano mayor salió graduado con honores hace apenas unos años atrás y ahora se encontraba cursando la universidad en la capital del país, así que si alguien conocía de pies a cabeza la estructura de la escuela, ese era Maximiliano.

—¿Quién es la chica que hablo en la ceremonia?—quiso saber, lleno de curiosidad, pues realmente no podía creer que la hubieran dejado darles la bienvenida, esperaba que el que diera las primeras palabras para el inicio de curso fuera un alumno destacado, altamente interesado en su educación, pero ella no lo hizo, solamente les dio un discurso que únicamente sirvió para sembrar falsas esperanzas en algunos compañeros que ni siquiera llegarían a término del año escolar, probablemente la presión y la competencia terminara con ellos antes de que la verdadera batalla comenzara. Pues había escuchado rumores acerca del nivel de estrés al que eran sometidos los alumnos de la escuela, llegando a see brutal para algunos—Debe de ser una de esas que esta aquí calentando la banca—dijo Lev, muy seguro de sus propias palabras, aunque la expresión en el rostro de Maximiliano, le indicó que había dicho algo muy muy malo.
—Estas muy alejado de la realidad—aseguro su compañero, negando con la cabeza—Esa "vaga" como quieres llamarla—alegó haciendo comillas con los dedos—Es Zoé Villarroel, una prodigio por si no lo sabías—casi parecía ofendido—Es la campeona actual de la Olimpiada del conocimiento, nadie ha podido vencerla y dudo mucho que lo hagan este año—pronto se encontraron caminando por los pasillos de la escuela, hasta que encontraron una enorme vitrina con premios y fotos de las mejores mentes de la escuela, fue ahí donde Lev reconoció a la chica de la ceremonia, sostenía un gran trofeo junto a lo que parecia ser su proyecto para el concurso de hace un año, en la fotografía no tenía el cabello teñido y algo en ella, le evocaba un poco más del estereotipo que buscaba ver en la mente más prodigiosa de todo el colegio—Ha ganado más premios gracias a su cerebro que nosotros dos juntos—explicó mientras continuaban mirando las medallas, trofeos y fotos que citaban distintos años y categorías, pero siempre el mismo nombre.

Zoé Villarroel.

Continuaron caminando hasta que se toparon con una gran tabla, de madera, donde se colocaban los nombres de los alumnos con mejores promedios dentro de la escuela, al menos los mejores cincuenta, Lev esperaba ver su nombre algún día, en el top diez si era posible, sin embargo, un apellido que ya conocía bastante bien se encontraba en la cima de aquella clasificación, con un puntaje de diez perfecto, Zoé parecía casi ser una diosa dentro del universo del Molina.

Una prodigio en toda la extensión de la palabra.

Conforme pasaron los días, se entero que el área de las ciencias era donde destacaba más, si es que eso era posible. Sin embargo, a pesar del ambiente asfixiante que comenzaba a sentirse con el pasar de las semanas, cuando el estrés acumulado empezó a pasarle factura, reflejado en sus ojeras y aspecto cansado, pronto noto que la mayoría de alumnos eran consumidos por ese mismo fenómeno, varios llevaban sus termos con café a todos lados, solo los más grandes parecían disimularlo mejor, aunque varias veces vió a esos mismos compañeros quedarse horas extra en la vasta biblioteca de la escuela, leyendo, tomando notas y así mismo, quedarse dormidos sobre las grandes mesas de roble, babeando sobre sus propios apuntes, otros más se jalaban el cabello, presos de la desesperación al no comprender los temas enseñados durante el día y los cuales debían repasar después de la jornada escolar.
Él mismo fue presa de ese mismo sentimiento.

Por primera vez se sentía estúpido.

Cuando estaba en secundaria siempre se mofo del resto de sus compañeros, cuando ellos no comprendían un tema del todo, Lev disfrutaba de hacerlos sentir mal por ello, demostrando que él era mucho más inteligente que el resto, ha la do con palabras poco comunes y resolviendo ejercicios matemáticos en el menor tiempo posible, sin embargo, ahora mismo, se estaba dando cuenta que tal vez no era tan listo como pensaba, Maximiliano estaba trapeando el suelo con él todos los días, jamás había experimentado esa sensación, el toparse con alguien mucho más listo era algo nuevo y que de alguna manera le heria el orgullo terriblemente.

¿Cómo era posible aquello?

Él fue el mejor promedio de su generación durante años, sin embargo, llegado a ese punto, supo que aunque fuera listo, solo era uno más del montón, no lo suficientemente talentoso como para luchar dentro del Molina, era estudioso pero no una mente brillante.
Todos esos pensamientos se agruparon en el interior de su subconsciente y aunque muchos otros se encontraban en esa situación, no podía parar de pensar que nadie había caído tan bajo como él.
Pronto comenzó a morderse las uñas y a rasguñarse las manos de manera involuntaria, sentía terror cada vez que el maestro lo miraba y me preguntaba algo directamente, ahora ya no sabía si sus respuestas eran correctas, solo alcanzaba a balbucear un par de palabras casi inentendibles antes de sentarse y respirar de manera agitada creyendo que todos lo estaban juzgando.

Se encontraba en la biblioteca cuando el primer ataque llegó.

Su lápiz se rompió por milésima vez mientras resolvía uno de los tantos ejercicios de física que tenía como tarea para el día siguiente, estaba temblando literalmente, por alguna razón no podía con dicha tarea, era lo más sencillo del mundo en su propia percepción, pero su mente parecía no querer cooperar, las fórmulas, los números y el planteamiento del problema en general, parecían revolvserse hasta convertirse en una masa amorfa que le carcomia el cerebro, arrancó la hoja antes de aventarla contra la mesa, en busca de un poco de consuelo quizás, se llevó las manos al rostro arañandolo en el proceso y un sonido muy similar a un bufido salió de sus labios ante la frustración. Estaba a punto de gritar, cuando un par de manos femeninas tomaron el libro que tenía en la mesa de roble, enfocó su mirada en la misteriosa chica que parecía interesada en ayudarle o quizás solo buscaba humillarlo para reírse en su cara, sin embargo nada de eso pasó.

La chica tomó un lapicero de su estuchera, y comenzó a garabatear un par de cálculos en la libreta que sin previo aviso también tomó.
Lev contó los segundos que ella tardó en resolver el primer problema.

Menos de dos minutos.

Cuando termino, ella le devolvió sus materiales y se acercó a él, Lev no pudo evitar dar unos pasos hacía atrás al encontrarse con la estudiante número uno de la escuela.

—Deberías descansar un poco, una mente brillante tan exhausta no puede dar buenos resultados—Zoé Villarroel estaba hablándole.

A él.

Trago saliva y obedientemente se dejó caer en una de las sillas de madera, puestas al frente de la mesa de roble, sin dejar de mirarla.
Ella era la única que parecía no tener estrago alguno de estrés o cansancio, pues se le veía tan fresca y llena de vitalidad como la mañana del primer día de clases, eso ya era raro, pues aunque fuera una genio, también debía estudiar, ¿no?, era humana a final de cuentas, se cansaba y se estresada como todos, ¿por qué parecía que no era así?, ¿y por qué le molestaba tanto esa situación en primer lugar?

La chica le sonrió antes de tomar asiento junto a él para hacer algo tremendamente raro tomando en cuenta que apenas y se conocían, jamás hablaron antes y él solo la miraba de lejos, esperando algún día ser capaz de rivalizar con ella en algún punto dado de ese año escolar, aunque ahora ante su nueva realidad y perspectiva, comenzaba a pensar que eso era imposible. Zoé extendió una de sus manos hasta él y le acarició el cabello, acomodandolo detrás de sus orejas.

¿Qué pretendía?

—¿Por qué tú no tienes ojeras?—fue lo primero que salió de su boca y por un momento se arrepintió de ello, pues por el tono de su voz, fácilmente podría adivinarse que se encontraba un poco fastidiado por ser el único de los dos que parecía un muerto viviente—¿Y por qué no estás estudiando?—Zoé sonrió antes de dejar en paz su cabello para recargare en la mesa frente a ellos, como si fuera a comenzar a dormitar en ese momento.
—No necesito estudiar—alegó, moviendo una de sus manos de un lado al otro, como si le estuviera restando importancia.

Eso lo llenó más de enojo y tal vez fuera por el cansancio, pero se permitió ir más allá de lo que hubiera considerado correcto estando completamente consciente de sus acciones.

—¿Por qué no?, te crees mejor que todos nosotros, dicen que eres una prodigio pero yo no me lo creo—se puso de pie nuevamente, como pudo y tambalenante comenzó a caminar en círculos por el lugar, como un león enjaulado—¿Qué proyecto piensas presentar este año en la Olimpiada?—quiso saber, aunque no entendía muy bien porque le pregunto eso.
—Ninguno—dijo ella, con total confianza sin dejar de mirarlo a los ojos.

Algo en ella lo ponía terriblemente incómodo.

—Entonces si eres una farza—se acercó a ella y se agachó a su altura, recargando una mano en la silla donde se encontraba sentada y otra sobre la mesa, acorralandola de cierta manera, sin embargo, Zoé, la famosa prodigio no se movió de su lugar ni intento apartarlo.
—Tal vez—esa respuesta logró enojarlo más.
—Desde que entre a esta escuela no han hecho más que hablar de ti y de tus logros, de cómo puedes resolver operaciones en segundos y problemas mucho más grandes en un tiempo record, he escuchado maravillas sobre ti y ahora que tengo la oportunidad de hablar contigo, no tienes nada más interesante que decirme.
—Bueno, es que no tengo que demostrarte nada a ti—con solo uno de sus dedos lo empujó por la parte del pecho y Lev, demasiado cansado termino volviendo a sentarse sobre su anterior sitio.
—¿¡Pero por qué no vas a participar en las olimpiadas de este año!?—parecía un loco psicótico llegado a ese punto y no sabía muy bien porque estaba tan obsesionado con el tema que ahora estaba cuestionandole a ella, esperaba que Zoé se diera la media vuelta y lo dejara solo en la biblioteca qué ya se encontraba parcialmente vacía, sin embargo no fue así.

En lugar de ello, Zoé lo tomo por la corbata del uniforme y lo jaló hacia ella, en un gesto que en su propia percepción de hombre, tenía una denotación bastante sexual, así que sus mejillas pronto se tornaron rosadas, y el calor le inundó el cuerpo, empapandole las palmas de las manos con sudor.

—Porque me voy a fugar con mi hermano y su banda—un brillo casi maniático de emoción se presentó en sus ojos oscuros al hacer tal declaración y Lev quiso salir corriendo de ahí, por alguna razón que no alcanzaba a entender.

De todas las respuestas era la que menos esperaba y la que más le perturbaba.

—Mentirosa—mascullo entre dientes.
—No lo soy, estoy hablando muy enserio, ya estoy harta del Molina y toda esta farza que les venden, ¿qué no se dan cuenta que no están formando genios?, más bien asalariados que solo saben seguir ordenes—Zoé se puso de pie, soltando la corbata de su uniforme—Dime, ¿realmente te gusta todo esto?, ¿o solo te gusta el prestigio que te da el estudiar aquí?, ¿realmente los temas son más complejos que en otras escuelas o solo los saturan de información y enredan más las cosas para hacerlos sentir estúpidos?—el muchacho observó la figura de la jóven frente a él y aunque al inicio no quiso creer nada de lo que ella estaba diciéndole.

Zoé se marchó, dejándolo completamente confundido.

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