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Howard aún evaluaba al sargento con cierto recelo de pies a cabeza, a pesar de que Barnes no quitaba esa sonrisa estúpida de su rostro. El señor Maximoff lo habría desaprobado al instante, pero él no era el señor Maximoff y tampoco podía ir contra los deseos de Wanda por muy elocuentes que esos sean. Ella lucía...feliz. No era ninguna tonta, algo bueno debió de haberle visto, es solo que a él no le agradaba para ella. Wanda era su mejor amiga, aún no se estaba acoplando a ese estilo de vida ni a la gente de Nueva York como para hacer de la nada amistades con desconocidos.

Frunció el ceño una vez más y negó, Bucky soltó un suspiro exasperado y rodó los ojos en dirección al tipo.

— ¡Oh, vamos! Estaba en peligro, la traje a casa a salvo.

—Y estamos agradecidos con su servicio, Sargento, pero me parece que ya va siendo hora de que vaya a casa. Se hace tarde. —regresó a su escritorio y se apoyó detrás de él; colocando las palmas extendidas de las manos sobre la madera y mirándolo con cierta chispa de altivez. Ahora al menos tenía el control de la situación; más no de la propia Wanda, quién en vez de hacer lo que cualquier otra muchacha de su edad y encapricharse, se acercó a él y colocó una de sus manos enguantadas sobre el hombro de Howard y sonrió de manera encantadora. Ablandándolo, por desgracia.

—Howard, por favor. Permite que al menos se quede a cenar, se lo debo. Solo...Solo imagina que no hubiera vuelto. —su semblante cambió recordando la sensación de terror que la atravesó cuando creyó que no regresaría a casa. Howard la miró, llevaba preocupación en la mirada y colocó su mano sobre la de ella para dejar una sutil caricia de sus dedos. Su corazón había dejado de latir en cuanto Barnes describió las circunstancias en las que la halló.

— ¿No crees que es mejor quedarte a descansar? Yo hablaré con él.

—No estoy cansada. — el corazón de Howard se hundió al escucharla; Wanda no desistiría de aferrarse al menos esa noche al sargento Barnes y él debería de ceder muy a su pesar. Cerró los ojos con fuerza y quitó su mano de la de ella con cierta brusquedad por la impotencia del momento.

—Bien. Puede quedarse a cenar. — gruñó entre dientes y ella en cambio, parecía una niña sonriente.

— ¡Estupendo!

—Esto es por tí, Wanda. No importa nada más, no me habría perdonado si algo te sucedía.

Wanda lo miró con gratitud y acarició su mejilla, todo aún en presencia de James que miraba de uno a otro; desconcertado.

—Te lo agradezco.

Howard se giró hacia James, juntando las manos y haciendo un ruido que sobresaltó al sargento. Bien sabía Barnes que no le agradaba y eso en parte lo ponía nervioso. No es como si conociera a la dama desde hace años como en el caso de Steve.

—Iré a avisar que preparen la cena. Con permiso...Y, señor Barnes, lo estoy vigilando.

—Créame, lo sé.

Wanda le sonrió para tranquilizarlo y le guiñó un ojo antes de salir detrás del amargado Howard Stark. Bucky se restregó la barba y cayó de golpe sobre uno de los asientos.

— ¿Tú que haces aquí?

La voz interrogante de Sharon lo hizo abrir los ojos, no sabía que se había dejado abandonar a la sensación de cansancio. La miró con la misma expresión; una ceja alzada y sonrisa ladeada con un toque de sarcasmo.

—Me invitaron a cenar.

— ¿Por qué?—se burló ella, sonriéndole algo más genuina y causando en él cierto descontento al no creerle del todo.

—Porque soy acreedor del aprecio de la señorita Maximoff. Todavía me pregunto qué haces tú aún aquí. ¿Eh?

—Trabajo aquí, torpe.

— ¿Por qué?

Sharon abandonó la expresión de seriedad que la cubrió de un momento a otro para negar con diversión cuando él usó la misma pregunta como modo de ataque. Estúpido Barnes, pero al menos había conseguido quedarse a cenar en casa de la señorita Maximoff. Bien por él.

—No te importa—se colocó la chaqueta y arregló el cabello rubio sobre sus hombros bajo la mirada de James en la que reflejaba aprecio. Tal vez por el tiempo que llevaban siendo amigos—. Debo volver a casa, suerte con el señor Stark, Barnes.

—Él va a adorarme. — guiñó y ella respondió con sarcasmo.

—Sí, claro. Espero verte vivo mañana.

—Yo también...—susurró, y eso la hizo detenerse en el camino antes de cerrar la puerta para girar y darle una mirada interrogante una vez más—, ten cuidado, Sharon. Las calles no siempre son seguras a estas horas.

—Lo sé—lo cortó de pronto y asintió—. No te preocupes por mí, lo tendré.

—Bien.

Sharon volvió a casa, al igual que Natasha que llegó revoloteando como una mariposa nada más abrir la puerta; feliz y ligera. Steve fue atrás de ella y dejó el abrigo sobre el sofá a la par que la observaba.

— ¿Oíste lo que dijo? Somos una adorable pareja.

Ella se quitó los zarcillos y el brazalete que él le obsequió y los dejó dentro del joyero que reposaba sobre el aparador. Él continuó encendiendo las luces de las lámparas para que la sala estuviese mejor iluminada y encendió la chimenea.

—Por supuesto que la he oído. La señora Martins es una agradable mujer, siempre ha sido unida a la madre de Bucky; aunque supongo que sus deberes las han distanciado un poco. Ella me encomendó hasta allí, me alegra de que no te haya parecido mala idea.

—En absoluto, su trabajo es precioso.

— ¿Estás contenta con el vestido?—preguntó tomando asiento y deteniéndose a pensar en la tela blanca y sedosa que sujetó ella contra su delgado cuerpo—. Es decir... ¿Crees que es el adecuado?

La expresión de Natasha se transformó en labios fruncidos, mejillas sonrojadas por el bochorno y mirada culposa. Los vestidos le gustaron bastante, sí; pero no le fascinaron, no la deslumbraron lo suficiente como para enfundarse en ellos y decir "Sí, quiero". Quería algo más especial, algo más acorde a ella. A ambos.

Steve miró a los ojos verdes con diversión y asintió en su dirección. La luz de la lámpara creaba sombras que jugaban sobre su rostro, haciéndolo misterioso a criterio de Natasha, volviéndola nerviosa por cómo podría él tomar su respuesta. No quería que pensara que fueron en vano.

—Creo que los vestidos fueron realmente bellos, pero tal vez tenga un par de ideas propias.

—Te oigo entonces. —sonrió.

—No. Por supuesto que no—negó mordiéndose el labio inferior, acción que despertó en Steve las ganas de repetir el momento en casa de la señora Martins—, este será una sorpresa.

—Oh, ahora es así. Con misterios, ¿Eh?

—Tú también tienes tus propios asuntos intrigantes. Verdaderamente, Steve. —rodó los ojos. Steve tuvo curiosidad de ese comportamiento inusual en ella, como si tratara de adivinar algo. No sucedía nada extraño con él, al menos él así lo creía. Pero sabía que Natasha podía convertirse en una investigadora profesional si lo quería, al igual que cuando eran niños y él ocultaba sus diademas; siempre terminaba hallándolas. Era buena leyéndolo como para adivinar el lugar donde las había dejado. Nunca podía esconderle nada el tiempo suficiente. Ese era un problema. Su semblante decayó un poco cuando recordó que no le había hablado de todo lo sucedido con Sam y James, en algún momento serían evaluados otra vez y habría cosas que la desconcertarían.

— ¿Cómo cuáles?

—No lo sé, es...A veces pareces estar perdido y hoy actúas extraño y con sorpresas todo el tiempo. ¿Está sucediendo algo que ignore?

—Para nada.

Natasha asintió no muy convencida, de detuvo y soltó el aire con fuerza. Sus propias manos se apretaban en sus caderas e intentaba buscar en su cabeza la manera más coherente y madura de abordar el tema sin sonar como una persona desconfiada.

—Steve...Si tienes algo que decirme, por favor no lo guardes. Sabes que no voy a juzgarte, pero me gustaría saber la verdad y no vivir engañada. Estamos haciendo esto y no me gustaría tener que mirar hacia atrás otra vez después de lo mucho que me ha costado.

Steve frunció el ceño y se levantó para ir hacia ella. Desconcertado tomó la muñeca derecha de Natasha y la llevó con mucho cuidado hacia sus labios sin apartar su mirada penetrante de los ojos de ella. El calor de su aliento la hizo sentir frágil como el cristal y apretó sus labios para evitar que estos temblaran. Steve acarició su mentón con mucho cuidado, parecía que eso evitaría que desviara el rostro; la verdad es que su toque quemaba sobre el lugar donde estaba. Eso también la estaba poniendo nerviosa, estaban tan unidos y el hecho de estar a punto de convertirse en marido y mujer no hacía más que confundirla. Quería mantener su esencia como amigos, excepto que eso no parecía estar funcionando cada vez que él se acercaba de ese modo tan íntimo. Además, aun la acechaba la duda de que él quisiera abandonar su vida con alguien más después de lo de Margaret. Y a cada momento, él parecía querer empeñarse en demostrarle lo contrario.

— ¿De qué tienes dudas, querida?

—No estoy dudando. Es que a veces me pongo a pensar en que si estamos o no haciendo lo correcto. ¿Seguro que no preferirías a alguien más en este momento de tu vida?

—Ni en un millón de años, Natasha—replicó con seriedad, acercándose otro paso y dejándola más ansiosa que al inicio—. ¿Qué debo hacer para que creas en mí?

—Creo en tí. —su voz salió frágil y temblorosa, cargada de afecto.

— ¿Entonces?

—Hoy fuiste a casa del coronel Hill...pero...el olor en tu chaqueta. No lo sé, no es algo habitual el que debas salir y traigas el olor de otra persona. ¿Estuviste con alguien más?

El tono en Natasha fue decisivo y eso lo sorprendió, pero casi al instante esbozó una sonrisa. Natasha casi nunca se alteraba, nunca le había prestado importancia a esas cosas; más ahora era como si estuviera demandando entender el por qué. No creía que fuese capaz de enfrentarlo e irse; pero sí que sintiera cierto resentimiento por él. No entendía que él era, con toda exclusividad, suyo. Eso le causaba gracia, sus labios se transformaron en un mohín adorable que le provocaba sentir en las puntas de sus dedos, aunque a lo mejor estaba demasiado cerca como para que su mano se interpusiera entre la distancia de sus bocas. Entonces se dio cuenta de que podría estar a punto de besarla si así lo quisiera.

— Así que eso es lo que te ha estado inquietando todo el camino.

—N-No...—parpadeó repetidas veces, solo para encontrarse de lleno con ese azul profundo—. Es que me ha causado curiosidad. —tragó con fuerza y en un intento de evadir la presión, ella apretó sus dedos de la mano entrelazada, sintiéndolo todavía más.

—No he estado con ninguna otra mujer, Nat. No de la manera en que crees.

—No lo creo, es que es verdaderamente inquietante— e irritante—. Pero seré tu esposa, Steve. Así que es mejor saberlo ahora. Si tal vez tienes alguna clase de preferencia por alguien más acorde.

— ¿De qué me estás hablando?—soltó con cierta sorpresa. ¿Es que a ella no le había quedado claro que no tendría ojos para alguien más?—. Yo te elegí, Natasha. No por presión, no por una promesa, no por coincidencia. Porque quise. Y no me arrepiento de mi decisión.

— ¿Qué es lo que pasó?

—Tuve un encuentro con la señorita Hill. Tuve que esperar un momento a que llegase su padre. Nada fuera de un saludo, supongo que se ha quedado el olor.

— ¿La señorita Hill?

—Sí. Es una mujer encantadora...Pero no más que mi prometida. Además, su fragancia es algo fuera de mi gusto personal—se alejó aun mirándola y acarició la punta de su nariz con un dedo, relajándola apenas un poco—, es por eso que me he tomado el atrevimiento de hacerte un obsequio. Y no dirás que no—la apuntó mientras se alejaba con ella quedándose estática y estupefacta. Natasha lo vio subir las escaleras y no se movió un solo milímetro de su sitio, aún conmocionada por la cercanía de Steve hace unos minutos. Minutos en los que había perdido por completo la noción del tiempo y había olvidado como respirar. De pronto el volvió a bajar con algo entre sus manos. Una pequeña bolsa decorada con un listón turquesa—. Esperaba dártelo luego de llevarte a cenar, pero me gustaría más que lo usaras antes de.

— ¿Un obsequio? Steve no tenías que... ¿Cenar?—sonrió embelesada observándolo a él y no la bolsa entre sus manos—. Estás esforzándote demasiado, ¿Eh?

—Lo mejor para mi mejor chica. Me he pasado parte de la tarde en la perfumería. Dijiste que no tenías uno propio, y aunque tenga algo especial con aquel olor a vainilla que sueles llevar; pienso, particularmente, que toda dama especial merece una fragancia especial que la distinga. Así que esto es para tí.

—No sé qué decir—susurró con emoción—, solo que te agradezco, Steve. En verdad.

Aún tenía la duda con aquella señorita Hill, pero mantendría la guardia baja solo por ese entonces. Sacó la caja de la bolsa y se maravilló con el curioso empaque elegante pero sencillo.

—No agradezcas, colócatelo.

— ¿Ahora?

—Ahora.

Natasha quitó el seguro y la tapa solo para percibir el aroma dulce y floral, Steve la observó cerrar los ojos ante la sensación y luego ella vertió un poco en su dedo índice para colocar justo detrás de su oreja y repetir el procedimiento en el otro lado. Lo volvió a sellar y se acercó a él a una distancia considerable.

— ¿Qué tal?

Steve sonrió y tiró de su cintura hacia él, sorprendiéndola con su audacia. El movimiento frenético la dejó sin palabras y luego todo parecía ir en cámara lenta cuando fue acercándose tanto que podrían juntar sus frentes. Sus mejillas resplandecieron de un tono rojo furioso y su corazón se aceleró cuando Steve se desvió hacia su cuello, acariciando muy apenas la piel de su cuello; provocando un cosquilleo.

Él olfateo, notando como ella se ponía rígida ante su asalto. La oyó suspirar y eso lo hiso cerrar los ojos con fuerza; abrumado por todo sentimiento de atracción que experimentó en ese pequeño segundo. Natasha tenía esa esencia natural que se le hacía imposible de ignorar, volándole la mente. El perfume incluso no era necesario, solo quizá el detalle y la intención de ofrecerle todo lo que merecía a cambio de que ella se quedara a su lado.

Se le hizo complicado el separarse, todavía manteniendo una mano en su cintura y admirando su rostro sereno y de ojos cerrados para evitar que la fuerte carga de emoción se reflejara en ella. Fue así que Steve encontró en su mente la palabra adecuada que, usualmente, asociaba con Natasha.

—Es perfecta.

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Jaja, ay no, ya se me puso cursi. Pero amo a este Steve :v me puede. 

Amigos, tengo un horario que pensaré emplear a partir...de hoy, porque ayer no se pudo :') me dormí. (Ya puedo oir a mi amiga Alex poniéndome un apodo nuevo) 

En fin, se les aprecia jajajaja. <3 Gracias por dedicarle su tiempo a leer estas cosas. 

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