Capítulo 12

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— ¿Alguna duda?

— No.

— ¿Segura? Porque de verdad necesito tu ayuda en esto.

— Si, si, ya escuché. Yo el pelirrojo, tú el bombón, ¿Ves? ¡Listo!

— ¿Y el tiempo?

— ¡Lo más que pueda! – Vania sonríe divertida – No he tenido nada en una semana, el chico no se salva.

Me guiña un ojo antes de abrir la puerta de camioneta. Llevamos cerca de 10 minutos estacionadas afuera del departamento de Christian y Elliot, repasando nuestro plan.

Entramos al edificio y subimos hasta su departamento. Levanto la mano para golpear la puerta, pero está se abre rápidamente.

— ¡Ana!

— Elliot – el chico nos mira y sonríe – Ella es mi amiga Vania, Vania, él es Elliot.

Ambos estrechan sus manos con sonrisas coquetas. Definitivamente mi amiga viene preparada. Lleva una ajustada blusa negra de escote profundo y una falda en color rojo, su cabello lacio y largo. Parece una vampiresa. Mierda, junto a ella luzco inocente.

— Pasen.

El pelirrojo se hace a un lado y nos señala el sofá de la sala para que nos pongamos cómodas. Vania se sienta, pero yo permanezco de pie buscando al chico de los ojos grises.

— ¿Llegaron? – Escucho su voz desde el pasillo, antes de asomar la cabeza.

Christian sonríe mientras camina hacia mi, pero Elliot lo detiene del brazo.

— Les llevaré las bebidas, pon los platos en la mesa.

Ojos grises frunce el ceño hacia su amigo, que ya viene con un par de copas en sus manos.

— Aquí tienes – entrega una a Vania – Y está para ti, preciosa.

— Gracias – una sonrisa forzada se estira en mis labios.

— Me sorprendí mucho de verte en Piket Market.

— Si, me tocó hacer las compras, ¿Y ustedes?

— Bueno, se había acabado nuestro suministro de vino – encoge los hombros – Pensaba ir esta noche a The Búnker Club, esperaba encontrarte.

— Oh – Balbuceo nerviosa, Christian me mira desde la cocina – Si, no, ya tenía planes con Vania.

La señalo para que Elliot la mire, pero él mantiene sus ojos en mi. Luego finjo leer los títulos de los libros en el estante para alejarme de él, pero lo siento detrás de mí.

— ¿Qué tal el trabajo? Mencionaste un evento, ¿De qué fue?

— La presentación de un libro – digo pero no me detengo, sigo caminando – Es un asunto importante para nosotros.

— ¿Una conferencia de prensa para hablar de un libro?

— Es más que eso – dice mi amiga – El lanzamiento de un libro lo es todo, es su punto de partida. Muchas cosas dependen de que tenga un buen inicio.

— ¿Cómo cuales? – pregunta Elliot intrigado.

— La recepción del público, el número de ventas, pedido en línea, características de la población a la que va dirigido.

— Eso suena muy elaborado, pensé que solo se sentaban ahí a decir que el libro fue escrito por tal y publicado.

— Ja – se burla Vania – Ojalá fuera tan sencillo como eso.

Aprovecho que Elliot se ha enganchado en la plática con mi amiga y camino discretamente hasta la cocina. Christian está metiendo una botella en una cubeta con hielo cuando me mira.

— ¿Más vino? – señala mi copa.

— Si, por favor.

— Lo siento – exhala apretando los labios – Debí llamarte como dije que lo haría.

— Lo sé.

— ¿Estás molesta?

— Decepcionada es la palabra que viene a mi mente.

— No soy perfecto, Ana.

— Entonces eres bueno mintiendo, porque pareces perfecto.

Nos quedamos en silencio, observándonos sin saber bien qué decir.

— ¿Ana? Ven a sentarte, la cena se enfría.

Elliot se acerca para tomar mi mano y llevarme hasta el comedor. Vania ya está sentada, así que tomo la silla junto a ella.

— No, este es tu puesto, ven.

El pelirrojo señala otra silla y la aparta para que me siente. Luego él se sienta junto a mi.

— Date prisa, viejo, que las chicas se mueren de sed.

Elliot le grita y Christian viene con la cubeta y su copa. Se sienta en el lugar junto a Vania, en el extremo opuesto a mi.

— Esto sabe muy bien – dice Vania con el primer bocado.

— Gracias – sonríe Elliot – receta de mi abuela – Christian carraspea.

— Y del restaurante del Fairmont.

Elliot frunce el ceño, pero Vania y yo ya nos estamos riendo de ellos.

— No ayudas – le gruñe.

— Agradezcan que no lo hice yo – dice ojos grises – pude haber quemado todo el edificio.

— ¿Tan malo eres? – pregunto curiosa.

— No soy perfecto – sus labios se presionan para evitar reír.

— No es necesario que un hombre cocine para que sea perfecto – pico los vegetales de mi plato – basta con que llame cuando dice que lo hará.

Christian rueda los ojos mientras mi amiga, a quien le conté todo, se ríe bajito.

— Hay hombres que trabajan, ¿Sabes? A veces olvidan hacer lo que prometieron.

— Entonces no deberían prometer cosas que no pueden cumplir.

— ¿Me estoy perdiendo de algo? – susurra Elliot a Vania, porque Christian y yo lo ignoramos.

— Pero podría compensarlo, no sé, si la chica fuera más accesible y comprensiva.

Idiota.

— Una chica sería comprensiva si el chico olvidadizo se disculpara de forma oportuna, no a último minuto.

— Tal vez el chico buscaba el momento oportuno, pero ella es muy impaciente.

— ¿Impaciente? – chillo – Tal vez el chico solo es un idiota.

— ¡Hey! ¿Qué pasa? No entiendo nada – gruñe Elliot.

— Oh, es un diálogo de la nueva película que estrenó – Vania le dice a Elliot muy seria – Se llama Amor y Odio.

— ¿De verdad? – dice él aún confundido.

Apresuro el contenido de mi copa para no reírme junto con Vania. Christian se levanta de la silla para recoger su plato, y sé que lo hice enojar. Mierda. No era así como quería pasar la velada.

Tomo mi plato y el de Elliot para llevarlos a la cocina, pero él me detiene sujetando mi brazo.

— No te molestes, déjame hacerlo.

Dice y no sé que inventar para que me deje ir. Necesito hablar con Christian. Y mi amiga sale al rescate.

— Elliot, ¿De verdad no has visto la película? Es muy divertida – ella extiende su brazo por encima de la mesa para acariciar su mano – Pero conozco una mucho mejor que te encantaría, creo que es más tu estilo.

— ¿Si? ¿Cuál es mi estilo? – Dice Elliot soltándome.

¡Bingo! Sin hacer ruido me llevo los platos hasta la cocina y los pongo en el fregadero. Apenas me ve, Christian me hace una seña para que no haga ruido y me lleva con él hasta su habitación.

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