Capítulo 11

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— No te vayas.

— ¿Tan bueno fui? – se ríe.

— Tonto – golpeo su brazo – No vayas a trabajar, me reportaré enferma y nos quedaremos en cama todo el día.

— Suena tentador.

Apoya dos dedos en la barbilla mientras considera mi propuesta. Nos quedamos acostados en la cama, cómodos con la compañía del otro aunque ahora pasa de la media noche.

— Me encantaría pero no puedo faltar al trabajo. Tengo ensayo con la banda escolar para el concierto de la próxima semana.

— Bien, entonces no faltes, solo quédate.

Una sonrisa se estira en sus labios antes de que se gire hacia mí.

— Sí que te impresioné.

Estira su brazo para atraerme más cerca de él y acariciar mi cabello. Tan dulce, tan suave que no tardo en caer dormida.

El sonido de una puerta siendo cerrada me sobresalta. Aún estoy en la cama, mirando en dirección a la ventana de mi habitación y me levanto rápido.

— Creo que tu amiga está enojada.

Dice Christian, que sigue acostado a mi lado, con los ojos cerrados y una gran sonrisa en sus labios.

— Estás aquí.

— Si – abre los ojos para mirarme – No pude dejarte sola.

— Qué considerado, señor Grey.

— Ahora debo irme – se endereza para sentarse en la cama – Tengo que ir a casa a cambiarme. Si voy con la misma ropa de ayer sabrán que tuve una gran noche.

Se sienta en el borde para volver a ponerse los boxers y el pantalón, pero su camisa sigue tirada en el piso junto a mi blusa. Se pone los zapatos y se dirige al escritorio por su saco y la corbata.

— Podría acostumbrarme a ésto – dice.

Christian me besa de nuevo antes de salir de mi habitación. Aún es temprano, apenas las 6:10 de la mañana y por increíble que parezca, ya estoy despierta.

Me envuelvo en la sábana para seguirlo hasta la entrada y verlo aunque sea unos cuantos minutos más.

— Te veré pronto.

— Cuenta con ello – Luego lo recuerdo – ¡Espera! Préstame tu teléfono para guardar mi número.

Lo busca con rapidez en los bolsillos del pantalón para entregarme el móvil. Luego tecleo mi número en la pantalla numérica y se lo devuelvo para que lo guarde.

— Bien, entonces te llamaré.

— Claro.

Apenas cierro la puerta, Kate sale de su habitación con las cejas arqueadas.

— Lindo chico – sonríe coqueta.

— Si, él es muy lindo.

— No te había visto así de emocionada desde... – entrecierra los ojos en una mueca – nunca.

— Lo sé, es solo que Christian es especial. Por cierto, ¿qué pasó contigo y Barry?

— Oh, ese idiota. De pronto quiso que fuéramos a su departamento pero tenía un humor de mierda. Odio cuando hace eso.

— Creo que te engaña – digo con cuidado.

— Yo también, pero es mi culpa por involucrarme con él cuando sabía que estaba en una relación con la redactora.

— Idiota.

— Si.

La parte angustiante de darle tu número a un chico es tener que esperar a que él te llame. O te mande un mensaje, cosa que Christian no ha hecho.

El viernes, cuando voy de regreso al departamento recibo un texto de Kate.

*Ana, no tuve tiempo de ir a comprar la comida. Dejé dinero en el cajón para que vayas a Piket Market*

— Claro – murmuro para mí misma.

Me cambio por ropa más cómoda, me amarro el cabello en un moño alto y me pongo los lentes oscuros. Será solo una vuelta rápida para traer algo de pollo y pescado para las comidas de la semana.

Un poco de verduras, pastas, una botella de vino y un bote de helado es todo lo que necesito para terminar mis compras. Doy la vuelta en el pasillo para ir a la salida del mercado cuando escucho a alguien gritar mi nombre.

— ¡Ana! ¡Ana!

Apenas alcanzo a girar para ver a Elliot corriendo hacia mi. Mierda.

— Elliot, hola.

— Hola – señala la bolsa que llevo en brazos – ¿De compras?

— Si, ya sabes, para que el refrigerador no se sienta solo.

El pelirrojo ríe pero no me mira, gira su cabeza hacia ambos lados del pasillo.

— No nos habíamos visto.

— Lo sé, tuve un evento en el trabajo y... – Una cita con Christian – Estuve ocupada.

— Ya veo, ¿Qué te parece si está noche vas a mi departamento? Te haré la cena y podemos tomar algo.

— Si... – balbuceo – Yo no estoy segura de...

La figura que se detiene junto a Elliot interrumpe mi excusa mal improvisada. Christian está junto a él, con el ceño fruncido y un par de botellas en una bolsa.

— Ana – dice serio.

— Christian.

— Espero que no te importe – dice el pelirrojo – Invité a Ana a cenar.

— Pero no puedo – me apresuro a decir – Tengo una... Mmm... Reunión con una amiga.

— Llévala – dice Christian – Yo también estaré ahí.

La mirada que se lanzan el uno al otro me causa confusión e intriga. Pareciera que hablan telepáticamente pero no logro descifrar quien está más molesto.

— Claro, supongo que podría decirle.

— ¡Bien! Entonces es una cita – Elliot sonríe y se acerca para besar mi mejilla.

Apenas ha caminado unos pasos cuando Christian se acerca.

— Creo que terminaré asesinando a mi mejor amigo – Una sonrisa divertida se extiende en sus labios.

— ¿Si? ¿Quién es el celoso ahora?

Arqueo la ceja, haciéndolo reír con mi gesto. Elliot se gira para vernos, así que tendremos que dejar la conversación para después.

— Te veo esta noche.

Mete las manos en los bolsillos del pantalón y se acerca para besarme en la mejilla. El delicioso olor de su perfume me embriaga, haciéndome recordar la otra noche.

— Ahí estaré – digo con un suspiro.

Tan pronto como los pierdo de vista, saco el móvil del bolsillo para pedir refuerzos.

— Vamos Regi, vamos responde...

La llamada entra directo al buzón, así que pasó al siguiente número de mi lista.

— ¡Vania! ¿Tienes planes está noche?

— Hola Ana, aún no. ¿Por qué? ¿Qué quieres hacer?

— Te necesito, es un gran favor pero de verdad necesito que me acompañes, no puedo presentarme sola.

— ¿Qué pasa? ¡Me asustas, mujer!

— Necesito que distraigas a Elliot, tal vez tengas que acostarte con él – ella suelta una carcajada.

— ¿Con el pelirrojo? ¡Por ti, amiga!

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