Capítulo 10

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Les hago una seña a mis amigas para que sepan que me marcho con Christian y ellas sonríen. Incluso Vania levanta sus pulgares en señal de aprobación.

— Estacioné allá – Christian señala un auto negro en la esquina de la otra calle.

Su auto es uno de esos clásicos que salen en los shows de coleccionistas. Negro, con detalles cromados e interiores blancos.

— Me encanta – le digo cuando abre la puerta para mí – No es como mi Audi Rojo, pero bueno...

Él sonríe. Cierra la puerta y rodea su auto para subir del lado del conductor. Antes de arrancar, me señala el cinturón de seguridad.

— ¿Tu departamento?

— Si. Por Piket Market.

Me giro en el asiento para ver a Christian. Luce tan guapo como siempre con ese saco y los lentes que lleva. Seguramente sus alumnas y uno que otro alumno fantasean con él.

— Es extraño verte fuera de tu departamento – Él se ríe.

— ¿Por qué? ¿Parezco un espejismo?

— Eres más como una criatura mitológica, demasiado buena para ser verdad.

— Soy real – palmea mi pierna con su mano.

— Qué suertuda soy.

Le indico las calles y estaciona frente al departamento. Casi voy trotando hasta la puerta con las llaves en la mano. Christian espera junto a mi, con las manos en los bolsillos.

Giro la llave y empujo la puerta al mismo tiempo, pero me detengo de pronto cuando veo la escena frente a mi.

— ¡Kate! ¿Qué haces aquí? – Ella y Barry Connor están medio desnudos en el sofá.

— Aún vivo aquí, tonta – se ríe.

— Me refiero a que no te había visto en varios días – Kate se tapa con la camisa de Barry y arquea la ceja – Yo... No, solo...

Balbuceo mientras retrocedo hacia la puerta. Volteo para mirar a Christian y darle alguna clase de explicación pero no puedo, no voy a dejar que nadie arruine nuestra noche.

— Vamos a correr a mi habitación – tomo su mano – sígueme.

Christian suelta una risita cómplice, pero asiente a mi plan. Empujo de nuevo la puerta y nos llevó a paso apresurado hasta el pasillo, sin mirar a mi roomate.

— ¿Kate? Cuando llegue mi amiga Vania le dices que me espere, ¿Por favor?

— ¿Eh? Si, si claro.

Escucho a Kate contestar pero es Barry quién espero haya entendido el mensaje. Cuando por fin estamos en la habitación, empujo a Christian hacia la silla de mi escritorio y cierro la puerta.

— Eso fue divertido – señala hacia la puerta – Con toda esa adrenalina.

— ¿Quiere adrenalina, Señor Grey?

Me apoyo en los descansabrazos de la silla para sentarme a horcajadas sobre él y besarlo.

— No llevas las gafas – le digo mientras beso su rostro.

— Creí que te gustaba más sin ellas.

— Con ellas, sin ellas, con lentes oscuros... – comienzo a quitar su saco y la corbata – Así usaras las gafas al revés, me seguirías pareciendo sexy.

— Entonces creo que eres tú quien las necesita.

Me aparto para mirarlo, confundida. Es guapísimo, ¿Acaso él no lo ve?

— Estás bromeando, ¿Verdad? Eres muy atractivo, sexy, guapo, listo, divertido, talentoso... – él sonríe – y tú maletín, ¡Dios, que sexy maletín!

Acaricio su cabello mientras él ríe.

— Así que es eso, ¿Caíste por esa pieza de reluciente cuero negro? ¿O por la fantasía de dormir con un maestro?

— Oh, eso es más sexy aún.

Vuelvo a hacer mi camino de besos por su cuello, chupando y mordiendo mientras inhalo el embriagante olor de su colonia. Mis manos ni tardas ni perezosas se deshacen de los botones de su camisa.

Christian desliza los tirantes de mi blusa por mis brazos, dejando al descubierto mi pecho sin sostén. Miro atenta cómo sus manos acarician mi piel hasta que llegan a los pezones para pellizcarlos.

Luego recorre mi espalda para acercarme de nuevo a él, para que pueda besar por debajo de mi clavícula. Dios, siento que podría sufrir una combustión espontánea.

— Levántate – le ordeno cuando me pongo de pie.

Empujo la blusa para que caiga hasta el piso y la falda le sigue. Cuando lo tengo frente a mi, le quito la camisa y desabrocho el cinturón sin dejar de mirarlo.

Apenas he bajado el cierre de su pantalón cuando mi mano se desliza por dentro y su abdomen marcado es suficiente para hacerme gemir de anticipación.

— ¿Encontraste lo que buscas? – dice elevando una comisura de su boca.

— Absolutamente.

Mi mano sube y baja por la longitud de su miembro, hasta que un jadeo sale de su boca. Luego otro y otro.

— Ana – susurra.

Y como no quiero que todo termine rápido, detengo mis movimientos para empujarlo hasta la cama y él cae de espaldas. Sus ojos brillantes de excitación me observan mientras tiro de sus pantalones para sacarlos por completo.

Está sentado en la orilla de la cama, así que me siento en su regazo sintiendo su erección contra mi piel desnuda.

— Eres preciosa – susurra de nuevo.

— A mí me encantan tus ojos.

Muerdo mi labio inferior y apoyo mis manos en su pecho para que se recueste. Comprendiendo lo que voy a hacer, él se recuesta con los brazos flexionados por detrás de su cabeza.

— Vamos Ana, hazlo, quiero sentirte.

Oh mierda – susurro – Me gusta que me des órdenes.

Me acomodo más arriba en la cama para apoyar las piernas y poner su miembro dentro de mi. Dios, es el cielo.

Suelto un gruñido de satisfacción cuando entra completamente. Quiero comenzar a moverme, pero me embriaga la sensación de tenerlo dentro, por fin.

— Muévete.

Me ordena y otro jadeo se me escapa. En este momento me importa una mierda si Kate y Barry siguen en la sala, no voy a contenerme.

El calor se concentra en la zona más sensible de mi cuerpo cuando los movimientos se hacen más profundos y fuertes. Christian baja su mano hasta apoyarla en mi vientre para ayudarme a subir y bajar, pero su pulgar presiona el botón entre mis piernas.

Más jadeos, gemidos, palabras incoherentes e ininteligibles brotan de mi boca por la fuerza del orgasmo. Mi cuerpo se relaja tan rápido que siento que voy en caída libre.

Es entonces cuando se incorpora para sentarse. Su brazo izquierdo se estira detrás de él para darle soporte y el derecho me aferra por la cintura. Sigo moviéndome por inercia, porque mi mente sigue pérdida en el deseo.

Me aparto para ver su rostro. Está a punto de llegar al orgasmo y yo estoy en primera fila contemplándolo. Lo veo presionar sus labios, cerrar los ojos y respirar agitado por la nariz, hasta que gruñe.


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