Capítulo 9

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— No me odies – escucho la voz de Regina y levanto la cabeza para mirarla.

Está de pie frente a mi escritorio, con un sobre y una expresión culpable.

— ¿Por qué?

— La presentación del libro de Boyce Fox no se hará el viernes. Se adelantó para mañana.

— ¡No! ¡No! ¡No! ¡No me hagas esto, Regi! ¡Voy a ver a Christian!

— Lo sé, Ana, y de verdad lo intenté. Le dije a Jack que no era necesario que fueras, pero es una orden de Roach y todos en la editorial vamos. Incluso Vania y yo.

— Mierda – susurro y me dejo caer sobre la silla.

Necesito pensar en algo y rápido. No puedo desaprovechar mi oportunidad de ver a Christian a solas, aunque tenga que salir a escondidas de la presentación.

Para el miércoles, todos corremos de un lado a otro preparando los estantes y los ejemplares que se necesitarán esta noche.

— ¡Lindsay! ¡Mina! – las alcanzo cuando salgo a última hora a llevar los manteles a la tintorería – ¿Estarán en la presentación de Boyce Fox esta noche?

— No, no fuimos requeridas – se ríe Lind.

— ¡Oh bien! Necesito un favor – Y digo lo único que se me ocurre – Saben que tengo una cita con Christian está noche, en Lori's. Pero no puedo ir, tengo que estar en el evento de Fox. ¿Podrían esperar a Christian y decirle que estoy atada al trabajo?

— Ana – chilla Mina – ¿No hay forma de que puedas salir antes?

— No lo creo, pero voy a intentarlo, realmente quiero ver a Christian.

— No te preocupes, nos encargaremos de que le llegue tu mensaje.

— Gracias chicas – exhalo aliviada – ahora tengo qué encargarme de este asunto.

Señalo el montón de telas en mis manos y me despido de mis amigas. Tengo que llevar todo a la Biblioteca Central de Seattle, a la sala acondicionada para el evento.

Regina, Vania, Hanna y muchos más van de un lado a otro acomodando sillas, mesas y libros. El señor Roach no ha parado de hablar por teléfono y Hyde conversa en un rincón con el coordinador.

Para el momento en el que el evento inicia, el reloj marca las 8:15 de la noche. La sala está prácticamente llena y después de alguna lecturas, Boyce comienza la ronda de preguntas y respuestas.

— Ana – alguien susurra mi nombre – Ana.

— ¿Mina? ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Lindsay?

— Aquí – mi otra amiga aparece detrás de ella – Hablamos con tu querido Christian.

— ¿Y? ¿Le explicaron?

— Mejor aún – sonríe Lindsay – Lo trajimos.

— ¿Qué? – pregunto pero mi mirada ya está recorriendo la sala.

Entonces lo veo. Hace una seña con la mano para saludarme y sonríe. Lleva unos jeans azules, saco gris y corbata azul con rojo.

— ¡Las amo! ¡Las amo! – les digo antes de caminar hacia Christian.

Me acerco lo más rápido que puedo sin preocuparme demasiado por parecer ansiosa.

— Hola Ana.

— Hola, extraño – él sonríe.

— Creí que ibas a dejarme plantado.

— Jamás – le hago una seña con la cabeza – Trabajo de último minuto. ¿Quién dijo que la vida de un editor no es emocionante?

Christian pasa la mano por su barba y suelta una carcajada divertida. Echo un vistazo y todos, especialmente Roach y Hyde están ocupados, así que tomo la mano del chico a mi lado para salir por la puerta lateral.

— Ya que no puedo invitarte un trago en este momento – lo empujo a la sala de al lado, que está vacía – Tendremos que pasar a los besos.

— Mi parte favorita.

Se acerca para tomar mi rostro con sus manos y besarme. Paso mis brazos por su cintura para que no se aparte mientras correspondo su beso.

Me hace retroceder hasta que mi espalda se apoya en la puerta, sus besos bajan por mi cuello haciéndome estremecer. Mierda, me encanta.

Paso mis manos por dentro del saco para acariciar su abdomen y su espalda por encima de la camisa celeste, pero el calor que irradia su piel me quema.

— Christian... – su nombre sale en un gemido.

— Ana – sus manos se mueven arriba y abajo por dentro de mi blusa.

Su tacto eriza mi piel. Dios, me gusta tanto. Presiona su cadera contra mi, que sigo apoyada en la puerta y siento la dureza en sus pantalones. Tranquila, Ana, no querrás que todos en la habitación de junto te escuchen.

— Creo que debemos parar – Jadea. Christian.

— Si, creo que deberíamos calmarnos – digo con la respiración agitada y la cara sonrojada.

Retrocede un poco para inhalar, exhalar y contener el entusiasmo en sus pantalones. Toma una respiración profunda mientras saca el móvil del bolsillo del saco.

— Mierda – dice bajito – Elliot.

Lo veo caminar de un lado a otro, pasándose la mano por el cabello con nerviosismo. Por más que intento concentrarme, no logro escuchar nada.

— Salí, si. ¿A dónde? No, no puedo. Tengo un asunto pendiente en... – balbucea – Con la Seattle Symphony, es un nuevo proyecto.

Presiona sus labios pero no logra evitar la sonrisa en su rostro. Supongo que no es un asunto de interés para Elliot, ya que rápidamente termina la llamada.

— ¿La sinfónica de Seattle? – me río.

— Fue lo primero que se me ocurrió.

— ¿Ahh, si? ¿Puedo saber por qué?

— Porque me recuerdas a ella – se acerca de nuevo para acariciar mi mandíbula con su nariz – Dulce, melodiosa, un placer para la vista y el oído.

Mierda. Ya siento el hormigueo de nuevo en mi vientre. Vuelvo a besarlo con la misma intensidad de hace un momento y él sujeta mis piernas.

Me sostiene por los muslos y rodeo su cintura con mis piernas. De nuevo estoy atrapada entre la puerta y su cuerpo.

— Será mejor que salgamos de aquí – susurra en mis labios – No queremos dar un espectáculo.

— Vamos a mi departamento, estoy cansada de las interrupciones de Elliot.

Christian se ríe pero vuelve a besarme. Elliot. El tema escabroso entre nosotros y soy conciente de que tendremos que hablar de ello en algún momento.

Pero no hoy. No ahora. No cuando por fin tengo al chico de los impresionantes ojos grises solo para mí.

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