Capítulo 32

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Me deshago de la ropa interior para meterme bajo el chorro de agua caliente, mi cabello escurriendo y pegándose a mi cara.

— Sostente de la pared — Susurra en mi oído y un escalofrío me recorre la espalda.

— ¿Puedo ver?

— No. Abre las piernas.

Empuja mis muslos para hacerse lugar entre ellos, obligándome a apoyar ambas manos sobre los azulejos de la pared frente a mi.

Rayos, aún no entra y mis piernas ya tiemblan como gelatina. Debo recordar que falta poco para mí siguiente inyección trimestral.

Dejo de pensar cuando presiona mi cadera con fuerza para entrar. Esta vez no es cariñoso, ni dulce, es todo pasión. Me encanta.

Pequeños gemidos salen de mi boca cuando comienza a moverse, haciéndome apoyar la cabeza sobre mis brazos por la fuerza de las embestidas.

El agua cayendo sobre nosotros provoca que sonidos sexys y eróticos se escuchen en el baño, así que no me importa gemir y que todo el bendito edificio me escuche.

Ambos jadeamos hasta que la descarga de placer nos alcanza y nos sacude, lo sé porque gime mi nombre con los dientes apretados.

— Christian... — jadeo con la respiración entrecortada y las piernas débiles.

Él me suelta para recargarse en la pared contraria de la ducha. Lavo mi cabello y me envuelvo en la toalla para salir del baño.

El único inconveniente de estar en un departamento nuevo es que no tengo un cambio ni pijama qué usar, así que opto por deslizarme desnuda bajo las sábanas.

— ¡Son tan frescas! Me encantan.

— ¿De verdad? ¿Entonces la ancianita que maté tenía buen gusto?

Una sonrisa burlona se extiende en sus labios, pero lo único en lo que logró concentrarme es en el bóxer ajustado que lleva.

— Será una larga noche...

— ¿Quién necesita dormir? — vuelve a reír.

Y si, es divertido solo que después de unas horas y algo de actividad, empiezo a tener hambre. Pido comida china, aunque tendremos que omitir las copas de vino hasta que podamos hacer las compras.

En la mañana muy temprano, Christian me lleva al departamento para que pueda cambiarme de ropa para ir a la editorial. Antes de la hora del almuerzo, las chicas aparecen para interrogarme.

— ¿Qué pasó? — Dice primero Vania.

— ¿Estás bien? — pregunta Lindsay con preocupación.

— Déjenla hablar — Exclama Mina — ¿Pelearon?

— ¿Crees que pelearon? ¡Mírale la cara! ¡Irradia felicidad y sexo! — Señala Regina.

— ¡Hey! Estoy bien. Si peleamos pero lo resolvimos y también hubo sexo. ¿Listo? ¡Gracias!

Me río y ellas me siguen, seguramente aliviadas como yo de que todo haya resultado.

— ¿Cuándo es la mudanza?

— Hoy, saliendo de aquí voy al departamento de Kate a recoger mis cosas para llevarlas a Escala.

— ¡Qué emoción! — Chilla Lindsay — ¡Vivir juntos! ¡Casarse! ¡Tener hijos!

— Wow wow, calma. Las dos primeras si, ¿pero tener hijos tan pronto? no lo creo. Me gustaría mucho disfrutar de la relación y de mi chico por algún tiempo.

— Como quieras, yo empezaré a ver vestidos de novia — Dice con una risita.

Saliendo de la editorial, voy al almacén a traer algunas cajas de cartón para guardar mis libros y algunas otras cosas. La ropa la pondré en dos grandes maletas que el chofer del taxi me ayudará a subir.

En Escala, el vigilante de la entrada se ofrece amablemente a ayudarme a poner todo en el ascensor para que pueda subirlo, aunque tendré que arrastrarlo fuera cuando llegue a mi departamento.

*¿Necesitas ayuda? ¿Paso por ti?*

Reviso mi teléfono con el mensaje de Christian. Supongo que apenas viene desde su departamento, pero no le he dicho que ya estoy en Escala.

*No te preocupes, ya estoy aquí en el departamento. No tardes*

*Ya voy en camino*

Me toma dos vueltas al ascensor para terminar de sacar las cajas de los libros y las pongo a un lado. Podría tomar una de las habitaciones extras para hacerla mi oficina.

Llevo las maletas con la ropa hasta la habitación para acomodarla en un lado del clóset y el resto de mis artículos en el baño.

Mi móvil suena sobre la encimera, dónde lo dejé cargando y voy a revisar el mensaje que acaba de mandarme Christian.

*Houston, tenemos un problema*

Mierda, ¿Ahora qué?

¿La rubia odiosa ya se enteró? ¿Esta encadena a la puerta para evitar que Christian salga del departamento? ¿Lo amenaza con lanzarse del techo?

*¿Cuál problema?*

Respondo de inmediato para prepararme para lo peor, pero la respuesta de Christian no llega, así que envío otro texto.

*Christian, ¿Cuál es el problema? ¿Eh? ¡Dime!*

Miro atenta el móvil, pero no recibo ningún texto. Sea lo que sea lo sabré pronto, así que voy a encender la pantalla en la sala para ver el canal de las noticias, por su anuncian a alguna rubia queriendo lanzarse de un techo.

Diez minutos después, el timbre del ascensor suena así que salgo corriendo de la habitación para recibir a mi chico.

— ¡Vaya! — Elliot suelta un silbido de sorpresa — Este lugar es mucho mejor de lo que imaginé.

Camina por la sala con las manos en los bolsillos, curioseando todo lo que está a su paso.

— ¡¿Qué hace él aquí?! — Chillo hacia mi chico.

Christian está parado junto al ascensor. Lleva una caja con libros y CD's en las manos y una maleta grande de ruedas recargada en el piso.

— Dije que teníamos un problema.

— Esto no es un problema — Señalo al pelirrojo curioso — ¡Es una catástrofe!

— ¡Oye! Puedo oírte — El aludido me mira con el ceño fruncido — ¿Es que no puedo saber a dónde se mudan mis mejores amigos?

Christian y yo nos miramos en silencio antes de volver la vista hacia Elliot, quien rueda los ojos.

— No estoy contento con la idea de vivir con Mía, pero es bueno saber que seré bienvenido aquí.

— No — Me apresuro a decir — Ni lo pienses, este lugar es precisamente para alejarnos de ustedes, par de entrometidos.

— Qué grosera eres, Ana — Me mira con los ojos entrecerrados — Y yo que te quiero tanto.

— ¿Quién te dijo de esto? ¿Christian? — Y le lanzo una mirada acusadora a mi chico.

— En realidad tú — Sonríe divertido — Iba a buscar a Kate y te vi salir en un taxi con maletas. Primero creí que te estabas mudando a mi departamento y Christian no me lo había dicho, hasta que te vi parar aquí.

— ¿Me seguiste? — Él me hace una seña para que me calle.

— Luego pensé que estabas engañando a mi mejor amigo con algún viejo ricachón y regresé al departamento a decirle, porque eso hacemos los mejores amigos.

— Ajá — Me cruzo de brazos frente a él.

— ¿Y qué crees? ¡Él también estaba subiendo su maleta al auto!

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