Capítulo 31

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Me alejo un poco de las chicas para llamar a mi novio, que contesta al segundo tono.

— ¿Christian, cariño? Creo que me diste la clave de acceso equivocada.

— ¿Estás en Escala?

— Si — él respira profundo.

— Estoy cerca, espérame.

— Bien.

Termino la llamada para volver con las chicas, que están mirando por el ventanal justo como yo lo hice ayer.

— Es una gran vista, ¿No?

— Hermosa — Susurra Lind.

— ¿Y bien? ¿Estamos en el piso equivocado?

— No lo dijo, solo que viene para acá.

— Entonces será mejor que nos vayamos para que tengan privacidad — Dice Vania.

— Lo siento chicas.

— No te disculpes — Me abraza Mina — Habla con tu novio y resuelve las cosas.

— Bien, lo haré, pero no prometo que voy a quedarme callada.

Regina rueda los ojos cuando se para frente a mi para despedirse.

— ¿Cuándo te has quedado callada? De verdad, ¿Cuándo?

Todas se ríen, pero siguen caminando hasta el ascensor. Agitan sus manos a modo de despedida, pero cuando giran para entrar se topan de frente con mi chico.

— Chicas, buen día.

— Buen día — responden ellas al unísono.

— ¡Nos vemos mañana! ¡Gracias por venir!

Agito mi mano hasta que las veo desaparecer tras las puertas metálicas, entonces es que centro mi atención en el chico de ojos grises frente a mi.

— ¿Algo que quieras decirme? — Arqueo la ceja esperando una respuesta, pero él solo mete las manos a los bolsillos.

— Te dije que me haría cargo.

— Y yo recuerdo haber dicho que nos haríamos cargo juntos, ¿Qué fue lo que pasó?

— Estabas muy emocionada con la idea de vivir juntos que quise acelerar las cosas.

— Pero íbamos a hacer esto juntos, ni siquiera pediste mi opinión.

— ¿Qué habrías dicho si te lo hubiera preguntado? — Saca las manos de los bolsillos para cruzarse de brazos, molesto.

— Pues obviamente que no, que lo haríamos paso a paso, a nuestras posibilidades.

— Estás son mis posibilidades, creí que estarías feliz por saber que no vas a sentarte en el piso a comer.

— ¡Es que eso no me importa! ¡Te lo dije! Lo único que necesito es a ti. Además, ¿De dónde salió todo esto?

Lo veo resoplar con fuerza, tal vez porque no está acostumbrado a que lo cuestionen. Pero no puede ir por ahí asumiendo cosas sin consultarlo conmigo primero.

— No es lo que hiciste, es cómo lo hiciste Christian. Se supone que estamos juntos, que somos iguales en esta relación.

— Lo somos, y cambiaremos todo de nuevo si no te gusta.

— ¿No estás escuchándome? Quiero hacer las cosas por mi misma, aunque eso implique dormir un tiempo en un colchón en el piso.

— Me disculpo por no haberte preguntado, pero no voy a disculparme por hacer lo que sea necesario para que mi novia no duerma en el piso.

Mierda. Es difícil estar enojada con él cuando dice cosas tan dulces como esa. Oh rayo, ahora quiero besarlo.

— No cambies nada, no gastes más, déjalo así como está — le echo otro vistazo a los nuevos muebles — ¿De dónde sacaste todo esto? ¿Mataste a alguna anciana rica después de casarte con ella?

— ¿Qué? — Balbucea con una sonrisa — Tengo algunos ahorros, es todo.

— ¿Y lo gastaste todo aquí?

— No, pero lo intenté.

Lo miro esperando que se ría, que diga que bromea o algo, pero solo sigue mirándome fijamente. Algo aquí me suena a secreto.

— ¿Eres algún mafioso? ¿Tienes negocios ilícitos? ¿Contrabandeas obras de arte robadas?

Él ladea la cabeza como si valorara las opciones. Siempre curiosa de mi, sigo presionando.

— ¿Tu verdadero padre es algún empresario, político o mafioso? ¿No me puedes revelar el secreto o tendrías que matarme?

— Ana, mi padre es el mejor abogado de Seattle, y soy su único hijo. Tengo un fideicomiso del cuál echar mano.

— Debe ser muy grande si hiciste todo esto — señalo nuestro alrededor.

— También he hecho algunas inversiones favorables.

— ¿Okey? — Balbuceo confundida. Definitivamente hay muchas cosas de él que aún no sé — ¿Entonces ya podemos vivir aquí?

— Así es, ¿Tienes todas tus cosas listas?

— Aún no, pensé que tendría más tiempo. Pero no es mucho, solo ropa y libros que puedo meter en una bolsa y arrastrarla hasta aquí.

Christian se ríe de mis palabras, seguramente me imagina de verdad llegando a este elegante edificio con una bolsa negra y mis cosas revueltas en él.

— Solo tengo una petición.

— ¿Cuál?

— Pagaremos la renta a partes iguales.

— Ana...

— No, dime cuánto es la renta de este piso.

Vacila un poco de nuevo. Mira hacia el exterior del edificio por algunos segundos, luego vuelve su vista a mi.

— $3,600.

Mierda, eso es casi lo que gano al mes. Supongo que tendría que recortar gastos y disminuir los ahorros para un auto.

— Bien, entonces está hecho. Te daré mi parte y más te vale que lo aceptes o estaremos en grandes problemas Christian.

— Como digas, nena.

Camino de nuevo hacia la cocina, el refrigerador ya está en su lugar, el horno de microondas, incluso la vajilla en el estante combina a la perfección.

— ¿Qué hace falta? — Pregunto.

— Solo nosotros, ¿Quieres quedarte aquí?

— ¡Claro!

— Entonces hagámoslo, mañana temprano te llevo al departamento de Katherine para que te cambies y en la tarde traemos tus cosas.

— Si, y asegúrate de traer tus cosas sin que Mía se entere. Lo último que necesito es tener a esa chica por aquí.

— Bien, diré que regreso a casa de mi padre en Bellevue.

— Entonces tenemos un plan.

Me acerco para besarlo porque a pesar de la discusión de hace un momento, estoy muy feliz de tener a mi chico solo para mí.

— Vamos a estrenar la ducha.

Tomo su mano para arrastrarlo hasta la habitación. Una cama tamaño King Size con edredón azul turquesa y almohadas esponjosas está ubicada al centro. En el baño, las toallas ya están apiladas sobre el estante.

— Déjame ayudarte.

Me apresuro a quitarle el saco y la corbata, mis manos impacientes quieren tocar su cálida piel. ¿No es extraño que siendo maestro de música vista siempre tan formal?

Lanzo su saco sobre el mueble, antes de ocuparme del cinturón y los pantalones de vestir. Mientras se quita los zapatos, lanzo mi blusa hacia el otro extremo, seguido de mis jeans.

— Entra en la ducha — Me ordena.

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