Capítulo 41

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— Elliot — gruñe Christian con impaciencia.

— Mierda... ¡Cantinero! ¡Hey! ¡Otro whisky!

— ¡Deja de beber, idiota! — lo regaño.

— No me grites, mejor dame una respuesta — Dice de nuevo, mirándome.

¡Este chico idiota es imposible! ¿De verdad está preguntándome eso frente a Christian? ¿Qué parte de "Amo a mi novio" no le queda claro?

— Si, Christian, danos una respuesta — Digo con seguridad y giro hacia mi chico.

— ¿Qué? — Pregunta el pelirrojo.

— No creo que este chico borracho deba ser tu mejor amigo, creo que necesitas otros amigos mejores, ¿No te parece?

— ¿Qué haces? — Pregunta de nuevo Elliot.

— Te dije que yo elijo a Christian, pero creo que tú no deberías estar en su vida así que me propongo sacarte de en medio — Luego miro a mi chico — No mereces un amigo como él.

Christian permanece en silencio, no quiero presionarlo en este asunto, pero necesito que vea los problemas que tendremos con este chico a nuestro alrededor porque yo no pienso renunciar a él.

— Elliot — lo llama — ¿Vas a ser mi mejor amigo o piensas ser el tipo que intenta seducir a mi esposa a mis espaldas?

— No es tu esposa — dice con el ceño fruncido.

— Aún no, pero lo será la próxima semana. Ahora contesta la jodida pregunta que me estoy conteniendo de abrirte la cabezota a golpes.

— Bueno, yo... No sé... Tomé mucho, no se lo que digo.

— Es una pregunta fácil, ¿Puedes sí o no mantener las manos lejos de mi chica?

— Supongo... Supongo que si.

— ¿Supones? — le gruñe.

— ¡Christian! Bebí mucho y me duele la cabeza, quiero ir a casa ahora.

Elliot se levanta del banquillo, se tambalea un poco y rebusca en el bolsillo de su pantalón las llaves del auto.

— ¡Esa no es una jodida respuesta! ¿Puedes hacerlo o no? Mierda, debería solo molerte a golpes por imbécil.

— ¡Estoy borracho! — Chilla Elliot y levanta las manos.

— Yo quiero golpearlo, Christian.

El pelirrojo voltea a verme con el ceño fruncido. Intenta caminar pero de nuevo se tropieza con sus propios pies, aunque justo ahora creo que está exagerando.

— Así no puedes manejar, dame las llaves — Christian intenta tomarlas de sus manos.

— ¡No! ¡Es mi auto!

— ¡Dame las putas llaves, Elliot! Cierra la jodida boca que en este momento no quiero escucharte.

— ¿Cariño? ¿Llevas a Elliot al departamento?

— Si. Iré en su auto. Toma las llaves del mío y regresa a Escala cuando termine tu fiesta.

Ojos grises voltea hacia la improvisada pista de baile donde mis amigas siguen sin darse cuenta de nada.

— ¿Te quedas allá? ¿Quieres que pase por ti?

— No, ve. No va a dormir, le voy a bajar la maldita borrachera y tendrá que hablar conmigo de una jodida vez.

Elliot niega con la cabeza, asustado, pero mi chico tiene razón. No me imagino lo difícil que esto podría ser para él, después de toda la estima que le tiene al estúpido pelirrojo.

— Bien, te veré en casa mi amor.

Me acerco para besarlo sin importar que su amigo nos mire, y cuando he tenido suficiente me aparto.

— Me voy, nena. Te veo más tarde. Camina, imbécil.

Le gruñe de nuevo para que se mueva y lo lleva poco a poco por el pasillo hacia la puerta. Intento volver a la fiesta con mis amigas, pero la expresión de decepción en Christian me hace sentir mal.

No quisiera verlo así, y sé que tampoco puedo exigirle que se aleje de Elliot, esa será una situación que él tendrá que resolver.

— Tengo sueño, chicas. Me voy a casa.

— ¿Tan pronto? ¡Ana! — dice Lind.

— Lo siento, estoy muy cansada y necesito irme antes de que me quedé dormida al volante.

— ¿Vas a conducir? — Pregunta Regi.

— Si, tengo el auto de Christian. Las veo el lunes en el trabajo.

Me despido de ellas y busco el auto clásico de Christian. Cuando llego a Escala le mando un mensaje para avisarle, pero estoy algo nerviosa de lo que pueda haber pasado.

Me preparo una taza de café y enciendo el televisor, pero antes de que lo termine me quedo dormida sobre el sofá.

Cuando despierto, la televisión sigue encendida y yo recostada sobre el sofá. La taza del café rodó hasta el piso y la mancha se extiende por la alfombra.

— Genial — Ruedo los ojos para mi misma.

Primero reviso el móvil, pero no tengo ninguna llamada o mensaje de Christian. ¿Sigue con Elliot? Dios, espero que no lo haya matado.

Me levanto para llevar la taza a la cocina y traer el trapo con detergente para quitar la mancha. Cuando me arrodillo en la alfombra, el ascensor abre sus puertas.

— ¿Christian?

— Nena, ¿Que haces ahí?

— Derramé un poco de café — Dejo el trapo en la mesita — ¿Cómo te fue?

— Hablamos en el auto, pero apenas llegamos a su departamento se quedó dormido. No quise dejarlo solo y que se ahogara en su propio vómito, incluso si lo mereciera.

— ¿Y estás bien? Lo siento mucho, cariño.

Me acerco para abrazarlo y reconfortarlo. Odio verlo en esta situación, pero sé que me ama y no va a dejarme por el capricho de Elliot.

— ¿Y ahora?

— Esperamos. Aún tenemos una boda qué planear y alistar detalles.

— Voy a tener cinco damas de honor — Christian voltea a verme — ¿Qué? Todas son mis amigas, no puedo siquiera pensar en elegir a una sobre otra.

— ¿Y necesito cinco padrinos? — Arquea la ceja.

— No. Se supone que Elliot sería suficiente, pero en caso de que no se presente a la boda ¿Tienes a alguien más?

— Tal vez. El maestro de deportes de la secundaria podría ser, hemos salido un par de veces a tomar un trago juntos.

— Suena como un buen respaldo.

Beso su cabeza con ternura, pero veo en sus ojos que está muy disgustado con el asunto. Es aquí donde yo entro en modo invisible y lo dejo estar sin presionarlo.

El problema es que Eliott no aparece el resto de la semana, no lo llama ni siquiera para disculparse por su horrible escena. Y me siento mal por mi chico, porque su despedida de soltero es esta noche y no estoy segura de que Elliot aparezca.

— Yo festejaré contigo — Le digo cuando he llegado de la editorial el viernes — Sé que no es lo que esperabas, pero prometo que voy a emborracharte.

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