3.

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Volteo mis ojos cuando desde la entrada de la enorme habitación observo a  Anabela lanzarse a una de las gigantes camas.

—Este será el mejor viaje de mi vida—exclama emocionada, a veces quisiera tener el entusiasmo de mi querida prima la cual le ve el lado positivo a todo mientras yo soy todo lo contrario—Deja de mirar el lugar así Alessia, no chocaremos con un iceberg. Y si eso pasa no debes preocuparte por nada, te subiré a cualquier tabla conmigo, nunca te dejaría morir ahogada.

—Mal intento de chiste pero eso fue dulce—digo y entro al fin cargando mis maletas.

—¡Por Dios mira estos armarios!—abre las puertas de uno de ellos—Puedo esconder aquí un hombre fácilmente para cuando te duermas.

—¡Anabela!

Ella ríe—Solo bromeaba.

Miro alrededor de mí y el cuarto es enorme, las paredes color vino. Tiene dos camas enormes con cubre camas del mismo color de las paredes. Los dos armarios son grandes pero no de manera exagerada. Tiene una puerta que supongo sea el cuarto de baño.

—Han sabido aprovechar el espacio del cuarto—comento, es difícil llegar a un lugar y no fijarme en este tipo de detalles, cosas de arquitectos.

—Es imposible separar tu oficio de ti—rueda los ojos—Por cierto, tu jefe es un amor, te dio mucho tiempo de vacaciones.

—Carl es un hombre sumamente generoso con sus empleados, de todos modos le había pedido todo este tiempo por la luna de miel.

Al decir las últimas palabras mi corazón quema y trago grueso, mis ojos pican pero doy un suspiro, ya basta de tantos llantos.

—Estoy ansiosa por llegar a Nueva Zelanda, quiero enseñarte muchos lugares que visité en uno de mis viajes del año pasado.

Noto como Ana cambió de tema rápidamente y le sonrío para que sepa que todo está bien.

—Pero vamos a disfrutar estos dieciocho días en este maravilloso lugar—comento sonriente.

—Así se habla, cugina. Mejor vamos a darle una vuelta a esta belleza.

Le sonrío—Andando.

(...)

—Tienen un jodido restaurante con salón de baile—exclama mirando el folleto—Oh Por Dios puedo infartar.

—No seas exagerada, Ana–río

–No es exageración, Al. Este lugar es más fantástico de lo que imaginé, se ve mucho mejor que en las fotos de internet. Además es nuestra primera vez en un crucero, te falta emoción—me señala con el folleto para luego volver a mirarlo–No puedo esperar a darme un chapuzón en esta piscina, es pequeña pero se ve deliciosa.

—¿Cuántas personas crees que habrán aquí?—dudo mirando la cubierta

—La capacidad es de 100 pasajeros sin contar el personal de servicio y el capitán, no es de los más grandes pero si de los más exclusivos. Tiene piscina, un restaurante con sala de baile incluida, habitaciones de lujo. Esto es una pasada.

Río mirando la expresión de mi prima—En serio necesito tu entusiasmo.

Cugina, la vida es una sola como para pasársela de amargada. Mira—se coloca frente a mí deteniendo nuestra caminata—sabes que yo también pasé cosas horribles. Cuando la innombrable se fue dejándonos solos a papá y a mí tu estuviste ahí siempre apoyándonos siendo una adolescente igual que yo—asiento, no es un recuerdo muy agradable para mí, mucho menos para Anabela—Pero decidí que no valía la pena cerrarme por eso, ni ser una de las tantas niñas que se vuelven débiles cuando las abandonan. Debemos disfrutar la vida sea lo que sea por lo que hayamos pasado.

Hago un asentimiento y ella me sonríe. Anabela casi nunca habla de ese asunto, prefiere hacer de cuenta la mayoría del tiempo que su madre o como ella la llama "la innombrable" no existe.

—Aprecio lo fuerte que eres y gracias por darme este empujón para salir adelante.

Me da una sonrisa cálida y luego me golpea el hombro—Bueno ya vasta. No es hora de ponernos sentimentales, me costó mucho hacer tu maquillaje y hay personas mirándonos, se me olvidaba que ya zarpamos.—suelto una pequeña carcajada.

–Tu no tienes remedio.

—Lo sé—se encoje de hombros mientras ríe, mira detrás de mí y parece sorprendida—¿Señor Scott?

Miro confundida cuando pasa por mi lado, me giro y observo que va hacia un señor de cabello gris por el contraste de las canas. Vestía de una manera bastante formal para ser un pasajero del lugar.

—Señorita Caccini—estrecha la mano de mi prima.

—Ha pasado mucho tiempo, señor. Es un gusto verlo otra vez.

—Lo mismo digo.

—Oh—ella se gira hacia mí—esta es mi prima Alessia.

—Un placer—le doy un asentimiento de cabeza  

—El placer es todo mío—me da una sonrisa amable.

—El señor Scott trabajaba como guía en la aerolínea donde soy azafata, pero nos dejó hace un tiempo, desafortunadamente.

–Tardanza en la renovación del contrato—explica—Pero ahora trabajo aquí, soy guía de este crucero, no todos los pasajeros hablan inglés.

—Es muy bueno escuchar que tenga un buen trabajo en un lugar tan maravilloso como este—él le sonríe a mi prima

—Supongo que vienen de vacaciones—ambas asentimos—Escogieron el lugar indicado.

—Nunca habíamos estado en un Crucero, es algo nuevo para nosotras—comento.

—Estoy segura de que no se arrepentirán, Señorita Caccini, este es el mejor lugar para la primera experiencia—nos sonríe cálidamente—¿Ya le dieron una buena inspección al lugar?

—La verdad es que salimos de nuestras habitaciones hace unos minutos.

—Pues, andando. Les daré un breve recorrido.

Le agradecemos al señor Scott y lo seguimos. Todo lo que nos relata, lo que nos enseña me parece fantástico este lugar y tanta exclusividad es impresionante. Por supuesto no puedo quedarme callada dando mi punto de vista arquitectónico sobre la estructura del lugar.

—Las habitaciones son muy cómodas y espaciosas, tienen todo lo necesario, de hecho, está muy bien acomodada opacando el espacio para que no parezca exagerado.

—El interior de las recámaras fue diseñado por  Xiao Zhen, un decorador de Beijing graduado con honores.

—Eso suena como algo muy exclusivo—señala Anabela.

—Y lo es.

—Gracias por el tour, señor Scott—le sonríe levemente.

—Por favor, llámenme Fred—ambas asentimos, el mayor mira su reloj de muñeca y frunce el ceño—Discúlpenme pero debo estar con el capitán en 20 segundos.

—No le tomamos más de su tiempo.

—A las 20 p.m comienza la cena. Espero verlas ahí, me encantaría que me acompañaran a la mesa—ofrece amablemente. El señor Scott me ha caído muy bien.

—Ahí estaremos sin falta—asegura Ana.

(...)

—¿Crees que el vestido está exagerado?–dudo mirando a Anabela por el reflejo de su cuerpo en el espejo

—Estás preciosa, cugina—señala acomodando su melena rubia—Llamarás la atención de muchos, estoy segura.

Rodo los ojos—Si tu lo dices.

Repaso mi aspecto en el espejo una vez más antes de irnos. Llevo un vestido negro corto hasta mitad de muslo, ajustado desde arriba con un escote no tan pronunciado pero tampoco tan reservado, en la espalda también tiene una abertura hasta mitad de espalda. Mi cabello castaño oscuro está suelto y cae en ondas un poco más abajo de mis hombros. El maquillaje consiste en máscara para pestañas y bálsamo rojo, algo bastante simple, no soy de utilizar tanto maquillaje pero Anabela insiste.

—Esto es impresionante—exclama dándole un vistazo al restaurante.

—Has dicho esa frase más de 20 veces desde que llegamos aquí—río.

—Ya—comenta sin apartar la vista del lugar—Creo que a este paso la diré al menos unas 20 veces más—la miro divertida y niego mientras río—Oh, ahí está el señor Scott—guía su mirada a algún espacio del lugar mientras agita su mano en forma de saludo y observo a Fred en una de las mesas haciéndonos una señal para que nos acerquemos, noto que hay otras 2 personas más acompañándolo.

—Llegan a tiempo—es lo que dice cuando nos acercamos

—Siempre puntuales, Señor Scott.

—Fred—le corrige y mi prima le sonríe.—Gracias por acompañarnos.

—Gracias por invitarnos—respondo.

—¿No nos presentas papá?—una voz masculina interviene y observo a un chico de cabello castaño, ojos achinados bastante rasgados  y nariz pequeña—¿Dónde quedaron tus modales?

—Lo mismo me pregunto—resopla y rueda los ojos—Anabela y Alessia Caccini, mi hijo Matthew Scott.

El joven estrecha la mano de Ana y le sonríe luego de giñarle un ojo, mi prima muerde su labio reprimiendo una sonrisa. No puedo creer que estén coqueteando.

—¡Vaya!—exclama el chico cuando es mi turno de estrechar su mano—Eres exageradamente blanca, Avril Lavigne no es nada a tu lado.

Parpadeo continuamente, creo que es lo más directo que me han dicho nunca y a pesar de que quiero reír, estoy desconcertada.

—Matthew, compórtate.

El nombrado aclara su garganta—Disculpa, fui algo directo.

—No pasa nada—le sonrío, no es que se haya equivocado en sus palabras.

Mi mano viaja a estrechar la mano de la persona que se encuentra de pie al lado de Matthew. Cuando nuestras manos se tocan subo mi mirada a su rostro me encuentro con un chico de cabello negro azabache, ojos avellana con un  brillo despampanante, nariz mediana, mandíbula ancha acompañada de una barba discreta que le da un aspecto maduro increíble.

—Mucho gusto, señorita Alessia—su voz es aguda—Axel Powell.   

  

  

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