4.

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—Axel es como otro hijo para mí—presenta el señor Scott.

El nombrado solo me mira fijamente y yo muerdo mi labio algo nerviosa, su mano no deja la mía y es como si el tiempo se detuviera, su mirada es penetrante, sus brillosos ojos no quitan la vista de los míos y esto ya me está poniendo incómoda.

—Un gusto—digo al fin y retiro amistosamente mi mano de su agarre—Alessia Caccini.

Estúpida, ya dijeron tu nombre.

Él me da una leve sonrisa—Eso escuché.

Doy un paso en retroceso para que Anabela se presente y luego tomamos asiento, yo quedo en frente del hombre de ojos brillosos.

—Espero que les guste la lasaña, es el especial de hoy—dice Fred, asentimos y él llama al joven mesero para que sirva ya la comida.

—Disculpen mi indiscreción—comienza Matthew.

—Luego de haberle hecho ese comentario a Alessia ya les ha quedado claro lo indiscreto que eres, nada debe sorprenderles ya.

—Gracias por la ayuda, padre—el chico roda los ojos. Yo aguanto mi risita por la pequeña discusión entre padre e hijo, parecen tener una relación bastante interesante—Lo que quiero preguntar es su parentesco.

—Somos primas—responde Anabela—pero fuimos criadas como hermanas.

—Ese acento...—Ana lo interrumpe

—Somos italianas.

—Interesante—dice el peli negro frente a mí, cuando lo miro sus ojos estaban posados en mí.

El camarero trae nuestra comida acompañándola con vino blanco. Me dispongo a concentrarme en mi deliciosa lasaña mientras escucho a los tres violinistas que se encargan de la música del local tocar My heart will go on. Esa canción siempre me pone nostálgica, su tono, su letra y la fuerza con la que Celine Dion la interpreta–aunque ahora está la ausencia de su voz por esta versión instrumental–, debo confesar que es una de mis favoritas.

Los demás entablan una amena conversación, principalmente Anabela y Matthew quienes no se han callado un minuto, Fred se ve concentrado en su comida al igual que yo. Alzo mi mirada para ver a Axel y lo encuentro de nuevo mirándome, estoy incitada a preguntarle si tengo algo en la cara.

—Solo he viajado dos veces en avión y casi me infarto—escucho comentar a Matthew.

—Al principio le tenía pánico, pero luego me acostumbré y amo mi trabajo—Ana se encoje de hombros y da un sorbo de su vino.

—¿Y tú a que te dedicas, Alessia?

—Soy Arquitecta en Vancouver. 

–Eso queda algo lejos de nuestra ciudad, nosotros somos de Ontario–explica—Ser arquitecto no debe ser nada fácil.

—Es cuestión de tener mucha imaginación y abstracción en el dibujo.

—Eso suena genial. A mi me encanta la pintura, no se dibujar ni un círculo bien hecho pero me encanta—suelto una pequeña risita ante lo que dice—Axel, hermano, estás muy callado. ¿Las chicas te pusieron nervioso?—bromea y el mencionado ríe mostrando las líneas que se forman a ambos lados de su boca.

—Matthew–Fred lo vuelve a reprender.

—Es solo que estoy disfrutando de la comida, está deliciosa—comenta el peli negro.

—¿Qué planean hacer cuando lleguen a Nueva Zelanda, chicas?—pregunta ahora Fred.

—Hacer mucho turismo—responde mi prima entusiasmada—Hay muchos lugares que me encantan de Nueva Zelanda, planeo mostrárselo a Al.

—Me encantaría que me los mostraras a mí también—agrega Matthew y Anabela se sonroja por la picardía en su voz, yo sonrío ante las acciones de ambos.        

La cena marchó bien, Matthew y Anabela no paraban de hablar entre sí con Fred interviniendo algunas veces para llamar la atención de su hijo por algunos comentarios fuera de lugar que a mí me causaban mucha risa, ese chico es demasiado espontáneo al igual que mi prima, por algo han establecido un buen diálogo. Axel seguía callado, las veces que lo miraba sus ojos estaban en mí y eso me incomodaba un poco, no solo por la intensidad del color de sus ojos sino porque mi lado pesimista me dice que está concentrado en mi palidez como Matthew determinó.

—Fue una noche agradable—comenta Anabela cuando ya terminamos la cena.

—Muchas gracias por acompañarnos—agradece Fred.

—Espero verlas por aquí muy a menudo—dice Matthew mientras estrecha mi mano.

—Así será—le sonrío, me agradó mucho este chico.

Anabela termina de estrechar la mano de Axel y se hace un lado para tomar mi turno.

—Fue un placer conocerte, Alessia—sus labios se curvan en una sonrisa, mis nervios aparecen cuando lleva mi mano a su boca y besa mis nudillos como todo un caballero, la acción me deja desconcertada.

—Lo...mismo...digo—balbuceo, acaricia con su pulgar mis nudillos antes de soltarme, le doy una sonrisa leve.

Eso fue raro, muy raro y desconcertante.

Tan desconcertante que ni siquiera me doy cuenta de cuando Ana me lleva a rastras fuera y estamos caminando lejos del restaurante.

—Fue una noche interesante—determina caminando ahora algo más lento, su mano enganchada en mi antebrazo.

—La cena estuvo deliciosa.

Ana me sonríe—Y cierto hombre sexy  no te quitaba los ojos de encima, ni hablar de la manera en que se despidió. No pienses que no lo vi.

Ruedo los ojos—Deliras. Solo estaba siendo un caballero.

—Alessia, está más que claro que llamaste la atención de ese hombre—lo dice como un reproche—Eres una mujer hermosa, debes acostumbrarte a que los hombres quieran coquetear contigo.

—Estás exagerando—digo mirando hacia un lado topándome con el mar, estábamos caminando muy cerca de las barandas.

—Voy a matar a ese imbécil que te ha bajado la autoestima—susurra y luego bufa—El hecho es que llamaste la atención de Axel y punto. Si tu estás tan ciega que no puedes verlo siempre estaré aquí para abrir esos ojos verdes esmeralda que tienes.

Suelto una carcajada—Tu locura me hace reír, Ana.

—Omitiré que me has llamado loca porque estoy cumpliendo mi misión de hacerte reír—subimos las escaleras que conducen al segundo nivel donde se encuentran la mayoría de las habitaciones.

—Hablando de hacerme reír—abro la puerta de nuestro cuarto y lo primero que hago es quitarme los tacones para mover mis dedos en alivio—Matthew me pareció muy espontáneo y divertido, hace tiempo no me reía tanto en una sola noche–me sincero.

—Matty es muy gracioso—la observo sonreír mientras se mira en el espejo.

Frunzo el ceño—¿Matty? ¿Ya lo bautizaste así?

—Es más fácil llamarlo de esa forma.

Río y me lanzo a la cama—Tan fácil como el coqueteo de ustedes dos en medio de la cena.

—¡Oye!—se gira hacia mí—Qué cosas dices.

—Está más que claro que llamaste la atención de ese hombre—trato de imitar su voz y ella entre cierra sus ojos hacia mí—Pero también está claro de que él llamó tu atención.

—Es guapo, sus rasgos asiáticos lo hacen exótico, es muy natural—escucho entusiasmo en su voz.

—Lo conociste hoy Anabela, cuidado.

—Yo no le tengo miedo a los hombres—dice tomando su pijama del armario.

Me acomodo en la cama y alzo una ceja procesando sus palabras—¿Acaso eso fue una indirecta?

—Incapaz yo de eso, cugina, incapaz.

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