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Capítulo 1

Suponía que toda la opulencia de aquella absurda fiesta era por obra y gracia de su "futuro marido". Su madre ni de chiste habría podido cubrir tan extravagantes gastos que rayaban en lo irracional. La celebración que estaba destinada a anunciar su compromiso ya había comenzado y aún no conocía al tan nombrado señor Suppasit. Tenía que admitir que estaba retrasando lo más posible el bajar y toparse con él, así que mirar por el barandal de las escaleras le parecía lo más adecuado en ese momento. Ya había visto a varios hombres mayores pasearse por el salón principal, pero no podía decir con exactitud quién de todos esos "caballeros" de la alta sociedad inglesa era el que le daría el apellido Suppasit próximamente.

- Supongo que en algún momento bajarás – una voz grave asustó a Gulf por detrás.

- ¿Quién eres tú? – preguntó Gulf molesto - ¿Quién te dio permiso de subir? – el hombre que estaba frente a él se veía joven y quizás lo único que buscaba era distraerse de esa fiesta de compromiso llena de aburridos hombres mayores que se la pasaban hablando de negocios, pero eso no le daba derecho de andar por las habitaciones personales de la familia Kanawut.

- Entiendo que puedas tener miedo, pero no creo que alguien allá abajo quiera hacerte daño – el intruso ignoró olímpicamente sus preguntas.

- No me interesa lo que tú creas, te exijo que bajes ahora mismo, no puedes estar en esta parte de la casa – Gulf fue tajante y apuntó a las escaleras para que aquel hombre obedeciera su orden.

- No era mi intención incomodarte – el desconocido levantó las manos en una clara muestra de paz – supongo que te veré en la fiesta –

Pero Gulf no respondió, se limitó a señalar las escaleras con sus ojos para que el intruso se fuera de su vista lo más pronto posible. Tendría que contarle a su madre de aquel incidente para que revisase que, las pocas cosas de valor que tenían en la casa no hubieran sido ultrajadas por aquel extraño hombre.

Un extraño y atractivo hombre que le mostró su respeto con una reverencia para después bajar los escalones uno a uno con entera elegancia. Era guapo, no lo iba a negar. Parecía ser joven, quizás uno par de años más grande que él. Era un sujeto de tez blanca con ojos negros y cabello castaño oscuro. Su estatura sobrepasaba el promedio, pero le iba bien con aquel aparentemente tonificado cuerpo que parecía tener debajo del fino y elegante traje que estaba hecho a su medida.

Antes de que el forastero pusiera un pie en el último escalón, le dirigió la mirada y le volvió a regalar una sonrisa. Gulf solo frunció el ceño y se preguntó quién sería aquel hombre que parecía ser demasiado amable incluso siendo tratado con desdén.

- Baja ahora mismo Gulf – la voz de su madre lo sacó de sus pensamientos. Se había quedado fijamente observando el lugar por donde se había ido aquel extraño y no se dio cuenta de cuánto tiempo había perdido pensando en él – no puedes seguir haciendo esperar al señor Suppasit – recriminó la mujer.

El joven bufó molesto y comenzó a bajar las escaleras también. Inconscientemente llevó su mano al mismo lugar en el pasamanos por donde justamente aquel hombre había colocado su mano también. Quiso sentir su calor pero alejó su extremidad al instante de caer en cuenta de lo que estaba haciendo. Miró con horror la barandilla y tragó saliva.

Margaret lo observó extrañada pero no le preguntó nada, en su lugar se animó a apurarlo pues debía conocer al hombre que sería su futuro esposo. Nada más pensarlo sentía un vacío en el estómago y unas incontenibles ganas de llorar. Aun le costaba creer que su destino ya estaba sellado, se sentía asfixiado y eso lo demostraba su lento caminar.

- Ha sido una enorme falta de respeto que hayas hecho esperar tanto al señor Suppasit – susurró su madre al oído.

- Me has dicho que querías que estuviera presentable ¿No? – fue la respuesta de Gulf sin siquiera mirar a su progenitora.

- Estoy segura que pudiste haberlo hecho en menos tiempo – alegó su madre y lo encaminó directo al salón.

La mansión de los Kanawut era una residencia que indiscutiblemente mostraba que dicha familia pertenecía a la clase alta de la sociedad londinense. Grande, amplia, con más de ocho habitaciones, salón para baile, biblioteca, el estudio que pertenecía al difunto Edward Kanawut, cocina, un amplio comedor, patio trasero y delantero.

Toda la decoración gritaba exuberancia, riqueza y abundancia. Aunque la realidad era que los Kanawut tenían muchas deudas que no sabían que existían hasta a la muerte del padre de Gulf y no tenían ni un solo florín* (moneda usaba en Reino Unido de 1849 a 1967) para poder pagar aquellos compromisos. Todo lo que tenían ahora era un buen apellido, apellido que sería usado para sacarle el mayor provecho con el matrimonio entre el segundo hijo de Edward y Margaret y un viejo amigo de la familia, el señor Suppasit.

Gulf vestía un pantalón gris que hacía juego con una levita del mismo color y una camisa negra debajo. Su madre le había dicho que usara la camisa blanca, pero el negro le pareció más apropiado para la ocasión. Iba al anunciamiento de su matrimonio forzado, aquella situación definitivamente no era algo para celebrar, le parecía algo más como un velatorio.

Fue consciente que llamó la atención de todos los presentes cuando entró al salón y discretamente trató de encontrar al hombre que había allanado su morada. Lo encontró observándolo con una enorme sonrisa en el rostro rodeado de muchos hombres y mujeres que se quedaron callados cuando éste le dirigió la mirada.

Seguramente esa risa era de burla. Se estaba mofando de él porque se casaría con un viejo decrépito que no le importaba tener un esposo doce años menor. Se preguntó si ese sujeto estaba casado o seguía soltero. Por su apariencia, dedujo que alguna mujer que estaba cerca de él sería la afortunada esposa que lo podía presumir entre todos los presentes.

Gulf empezó a temblar un poco cuando su madre los dirigió justo al grupo en donde estaba el tipo de las escaleras. Examinó a los hombres que lo rodeaban y ninguno parecía tener treinta, de hecho todos eran unos ancianos canosos y barbones que lo observaban de arriba abajo.

- Mi hijo ha decidido unirse a la fiesta – comentó Margaret viendo con orgullo a Gulf.

Todos los presentes hicieron una leve reverencia pero el extraño que había visto minutos atrás se acercó a él, tomó su mano derecha entre las suyas y la levantó para depositar un dulce beso en sus nudillos. Gulf no se esperaba esa acción por lo que dejó que pasara sin poner objeción alguna.

- Mew Suppasit – susurró el hombre levantando la vista hasta los castaños ojos de Gulf – me alegra mucho poder conocerte por fin formalmente Gulf Kanawut –

Gulf parpadeó varias veces tratando de asimilar la información. Según él, había escuchado que el hombre se llamaba Mew Suppasit. Suppasit... ¡Por todos los cielos! ¿Él era el famoso señor Suppasit? ¿Él era el hombre que sería su marido o acaso había otro señor Suppasit? ¿Su padre tal vez? Retiró su mano violentamente y miró con sorpresa a Mew. Éste le sonrió.

- ¿Gulf? – su madre esperaba que dijera algo.

- El gusto es mío – fueron las palabras que salieron de su boca sin embargo, éstas no parecían sinceras.

Mew dio otro paso quedando frente a un Gulf inerte que tembló cuando sintió que las manos del mayor subían y bajaban por sus brazos.

- Espero que todo sea de tu agrado, tu madre me ha ayudado a escoger la decoración de la fiesta – comentó Mew mirándolo a los ojos.

- No tenía que molestarse tanto señor Suppasit – respondió Gulf dando un paso atrás. Necesitaba alejarse de ese hombre y no tenía idea de por qué.

- Mew, por favor llámame por mi nombre de pila – pidió el mayor.

- No creo que exista la confianza suficiente para llamarlo de esa forma – indicó el menor mirándolo de manera desafiante.

No esperaba que el tipo guapo que había echado del piso de arriba fuera su futuro marido, y por muy guapo y atractivo que le pareciera, lo estaba obligando a compartir una vida juntos. Una vida que no quería. Y solo por eso, ya sentía desprecio por él.

- No seas descortés Gulf – le dijo Margaret discretamente pero Mew pudo escucharla.

- Creo que tienes razón, sin embargo, espero que poco a poco puedas decirme solo Mew, no quiero que mi esposo me hable tan formalmente –

Esposo. No quería seguir escuchando esa palabra. No quería convertirse en el esposo de ese hombre, no importaba si se estaba portando exageradamente amable con él y era jodidamente atractivo. Forzarlo a pasar una vida con él era lo que menos deseaba en la vida. Quizás, y solo quizás, si las circunstancias fueran otras, estaría encantado de estar a su lado.

- Ya veremos – soltó Gulf, sin embargo se escuchó como una férrea promesa de que eso no iba a pasar nunca.

El motivo de la reunión era presentar a la nueva pareja ante la sociedad. Para Mew era un requisito que debía cumplir por pertenecer a un reducido número de familias afortunadas que gozaban de una buena posición social. Para Gulf no era más que un estúpido espectáculo lleno de frivolidad, banalidad y sobre todo, mentiras.

Gulf desconocía por qué Mew Suppasit había aceptado casarse con él, y para ser sincero, le importa lo mismo que un pepinillo. No obstante, estaba seguro que no lo hacía por amor. Él, se iba a casar con ese hombre porque no tenía opción pues éste le daría el dinero que su familia necesitaba para salir de las deudas y tener la misma vida que siempre habían tenido. El amor estaba lejos de aquella unión, y dudaba que alguna vez fuera a surgir entre ellos.

Durante toda la fiesta su madre lo obligó a estar al lado de su futuro marido. Mew se había tomado la libertad de colocar su mano en la espalda baja incomodándolo visiblemente. No quería que ese hombre lo tocara, es más, ni siquiera deseaba estar cerca de él. Pero nuevamente, no tuvo opción, permaneció a su lado con la cara larga y con los brazos cruzados.

- Lamento lo de las escaleras – susurró Mew una vez que los dejaron solos.

- ¿Por qué no me dijiste quién eras? – preguntó Gulf con obvia molestia - ¿Fue divertido para ti burlarte de mí? –

- Bajo ningún concepto yo me burlaría de ti Gulf – se defendió Mew con tranquilidad – y, sin ofender, me hiciste dos preguntas que no me dejaste responder, así que no tuve de presentarme –

- Tuviste el tiempo suficiente para aclararme que tú eras el sujeto que aceptó pagar por mí – expresó el menor.

De pronto, la sonrisa que adornaba el rostro de Mew, desapareció. Su semblante se entristeció y Gulf pudo notarlo. Lo sorprendió, pero inmediatamente volvió a su altanería. Ese sujeto no le iba a provocar lástima. Nunca.

- Yo no te compré Gulf – indicó Mew – no quiero que te expreses de esa forma, no eres una mercancía, eres un ser humano y yo... -

- Tú vas a pagar la deuda de mi familia, vas a mantener a mi madre de por vida, a mi hermana hasta que encuentre un hombre con quién casarse y a mí – interrumpió el menor - ¿Y a cambio de qué? De que yo me case contigo ¿No es eso una negociación de compra-venta? Soy joven, pero hasta yo sé que eso se llama comerciar con seres humanos –

Visto desde esa perspectiva, Gulf tenía razón y Mew lo sabía. Un matrimonio arreglado en donde uno de los protagonistas no estuviera de acuerdo, se trataba solo de un negocio. Y si había algo que el mayor no quería, era ver su matrimonio como una actividad comercial.

- ¿Tú no quieres casarte conmigo Gulf? – preguntó Mew alejándolo un poco del resto de la personas.

- Por supuesto que no – respondió el más joven sin titubear – pero no tengo opción, ahora mi familia depende de mí, con mi padre muerto y muchas deudas sobre nuestros hombros soy el único que puede salvar a los Kanawut –

Mew lo observó con detenimiento. Gulf no podía descifrar qué era lo que exactamente pasaba por la mente del hombre que estaba frente a él, pero podía sentir que no estaba enojado con sus mordaces comentarios. Parecía como si Mew Suppasit estuviera meditando sus palabras. De pronto, se sorprendió cuando éste tomó sus manos y besó sus nudillos.

- Nunca Gulf, nunca debes hacer algo a la fuerza, nunca permitas que alguien imponga su voluntad en ti – dijo mirándolo con tristeza.

- ¿Qué? –

- Por más cosas que tengas en tu contra, hacer algo que realmente no quieres solo te hará infeliz – Mew soltó sus manos.

- ¿Qué quieres decir con eso? – el corazón de Gulf empezó a latir con fuerza, estaba asustándose.

- Ven – Mew lo tomó por el codo y lo condujo hacia las escaleras en donde se habían conocido – no tienes que casarte conmigo, por lo que Margaret me dijo, yo pensé que estabas de acuerdo con esto, pero si no es así, no tienes por qué seguir adelante –

- Acabo de decirte que no tengo opción – replicó Gulf soltándose de su agarre - ¿Crees que no conozco las consecuencias de cancelar nuestro matrimonio? –

- Te doy mi palabra de que no habrá consecuencias – Mew llevó su mano al pecho, justo a la altura de su corazón.

- ¿Estás diciendo que vas a cancelar nuestro compromiso? – Gulf no podía creer aquello. Si bien era lo que deseaba, anular su unión sería catastrófico para toda su familia.

- Dejaremos que la fiesta siga, cuando todos se vayan hablaré con tu madre, si quieres puedes irte a tu habitación y descansar – indicó Mew dirigiéndolo a las escaleras.

- No puedes estar hablando en serio – protestó Gulf - ¿Cuál es tu plan de venganza? ¿Cómo vas a cobrarnos esta ofensa? –

Mew se acercó a Gulf y depositó un beso en su frente.

- No tienes nada de qué preocuparte – aseguró el mayor y le regaló una sonrisa triste – ha sido un placer conocerte Gulf, cuídate mucho por favor – se giró y se alejó rumbo al salón nuevamente, sin embargo antes de girar por el pasillo volvió su vista al menor – prométeme que jamás harás algo en contra de tu voluntad –

Gulf lo miró confundido y solo asintió con la cabeza, no muy convencido de las palabras de Mew Suppasit.

***

Cuando Gulf despertó, sintió como si estuviese despertando de una pesadilla, pero su boda cancelada era una incuestionable realidad. Después de que todos los invitados se fueran, incluido el señor Suppasit, su madre subió para cuestionarle lo que había pasado. Gulf le contó todo y su madre aunque visiblemente molesta le explicó su nueva situación.

- El señor Suppasit se merece el cielo – comentó su progenitora – a pesar de que lo rechazaste, se encargó de liquidar todas las deudas de tu padre –

- ¿Qué? – Gulf preguntó atónito.

- Además, dijo que nos pasaría una pensión mensual para mantenernos, eso hasta que tú y Christine se casen y puedan mantenerme a mí –

Gulf no cabía en su asombro. ¿Por qué Mew haría algo así sin obtener nada a cambio? ¿Su madre le estaba ocultando algo acaso? Era muy extraña e inaudita la amabilidad de aquel sujeto.

- ¿A cambio de qué? – cuestionó el menor – no creo que sea tan esplendido para darnos todo sin ganar nada de vuelta –

- No me pidió nada a cambio Gulf – aseguró su madre – y me duele que lo hayas rechazado de esa forma. Él no se lo merecía –

- Yo tampoco merecía estar al lado de un hombre que jamás iba a amar, fue lo mejor para los dos –

CONTINUARÁ... 

Pues no, no hubo boda pero ¿Se arrepentirá Gulf de su decisión? 

Gracias por seguir aquí, nos leemos en el siguiente capítulo. 

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