Día 22

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✎ De runas y piratas y ¿eres tú?  ⊹

Esa mañana que sería, de todas las mañanas, la más especial, se encontraba concentrado en engullir su desayuno tardío en lo que también revisaba las tareas de su hija, Hyejin. La niña, que apenas alcanzaba la mesa con sus cuatro años, parloteaba sobre su festejo de cumpleaños en el jardín y cómo sus compañeritos estarían encantados con los adornos, globos, gorritos y collares de cuentas coloridas, que habían comprado semanas atrás.

Yesung sonrió contagiado del buen humor de su pequeña y le prometió que no solo tendría una celebración en su salón de clases, también saldrían a pasear y a comer lo que ella quisiera. Un honor de ser la cumpleañera, claro. Aunque el menú sería algo de dudoso contenido nutritivo y posiblemente cantidades poco recomendadas de azúcar, le permitiría escoger los sitios. De este modo, las preguntas sobre mamá serían olvidadas.

Recientemente, las interrogantes sobre esa figura presente en las salidas del jardín, los cuestionamientos de por qué no había siquiera fotos de bodas como en las casas de sus amiguitos, habían hecho que Yesung ponga excusa tras excusa para no tener tal conversación. Cobarde, sí, pero ¿cómo decirle a una niña que su madre fue una mujer gestante que pidió no involucrarse en su vida? No culpaba a Hyori, Yesung había sabido desde el inicio que quería ser padre incluso si fuese soltero. Y ella había aceptado y hecho lo necesario para darle aquel obsequio que ahora canta canciones infantiles en el asiento trasero del coche rumbo al jardín. Era todo. Y era feliz. Pero no podría detener la curiosidad de la niña para siempre.

—Ve despacio, aún faltan cinco minutos para que toque la campana —tranquilizó Yesung a Hyejin, que volvió su sonrosada carita en su dirección y le sonrió tanto que lo dejó sin aliento.

Amaba a su hija, no había duda de ello. Y podía pasarse horas y horas viéndola sonreír, escuchándola parlotear y jugando hasta que cae exhausta y lloriquea porque no quiere volver a su cuarto y se aferra a su cama. No obstante, hoy algo distrajo aquel mirar embobado de papá orgulloso y tuvo que reprimir un jadeo de sorpresa y miedo.

Sus runas habían brillado. Un leve destello azul que iluminó su mano y desapareció tan deprisa que por poco se pensó que lo imaginó.

—Pa, ¿por qué tus dibujos brillaron? ¡Quiero que los míos brillen! ¡Rosa! No, ¡Verdes!

Fue la vocecita de su hija la que le confirmó que había sido real. Y por suerte el pequeño niño con el que su hija se la vivía correteando y haciendo travesuras, Hoseok, llegó hasta ella. Juntos se despidieron mientras la campana les indicaba que era tiempo de entrar al salón.

Solo, Yesung paseó la mirada por todos los presentes, intentando no demostrar su ansiedad y dio con que los rostros eran familiar y nadie nuevo podría haber causado que sus runas se activen. Cabizbajo, regresó a su coche.

[...]

No iba a pretender que no estuvo pendiente de señales de sus runas las siguientes semanas que llevó y retiró a su hija del jardín. Pero las marcas con las que todos nacían e indicaban su alma compañera no mostraron mayor color que el apagado grisáceo que las caracterizaba. Nuevamente, Yesung tuvo problemas para no caer en la idea de que se imaginó el brillo azulino, de que tal vez fue un juego óptico del sol, de los colores que adornaban la entrada del jardín o lo que sea.

Cualquier hipótesis que descartara la posibilidad de que estuvo junto a su alma destinada y la perdió de vista. Y, para colmo, esta no regresó.

—¿Puede Hoseok venir a cenar y dormir, pa? —preguntó Hyejin un día, durante la merienda.

Coloreaba un boceto de barco pirata que, con trazos inseguros y bastante inexpertos, el propio Yesung tuvo que dibujarle. Últimamente, su hija estaba fascinada con los cuentos e historias de piratas y esto se debía a su amiguito de la escuela, Hoseok, quien había sido generoso en obsequiarle un parche para el ojo. Hyejin apenas se lo quitaba para dormir o seguir jugando. Lo llevaba ahora, incluso, para exasperación de Yesung.

Él, desde la comodidad del sofá, tecleaba las correcciones pertinentes para devolver un manuscrito a la editorial. Había sido una grata sorpresa el reciente cliente que llegó queriendo que su obra fuese publicada por Quimeras, la editorial independiente de la que es copropietario. Al contar con tiempo libre, no vio caso en delegar la tarea de lectura y primera revisión a sus empleados y se encargó personalmente. Además, la propuesta le había parecido interesante en cuanto leyó el mail que le adjuntó su socio, Ryeo Wook, comentándole la idea general de la novela. Una ficción de, y aquí se permitía sonreír y desviar la vista a su pequeña que seguía coloreando, piratas. Si bien el bomb de los personajes de alta mar había pasado ya, esta historia prometía misterios nuevos, una trama refrescante en la que, desde que se sentó a leer, no pudo más que sumergirse y cuestionarse sobre el futuro del pirata Barba Rosa y sus tripulantes. En cuestión de días había acabado la lectura y no sintió en nada la carga al tener que releer y corregir nimiedades que cualquier escritor novato pasa por alto.

—¿Pa? —insistió su hija, y Yesung se percató de que se había perdido pensando sobre a quién asignaría como diseñador de la portada para esta novela.

—Sí, por supuesto —cedió, logrando que su hija sonría más si es que era posible con su tierna boquita—. Déjame que hable con su madre y pida permiso, ¿de acuerdo?

La expresión de su hija cambió, tornándose un tanto triste. Poniéndose de pie, llegó hasta donde se encontraba trabajando y trepó para colgarse a su cuello y abrazarlo.

—La mamá de Hoseok está enferma —explicó, jugueteando con sus deditos sobre las marcas de las manos de su padre—. Hoseokie dice que está bien, pero su papá quiere que descanse y por eso lo ha llevado a su otra casa. Pa, ¿mamá también enfermó?

Atrapado, procedió a dar una vaga explicación al respecto.

[...]

Al día siguiente, Yesung no recordó que debía conversar por los permisos para traer un compañerito a casa hasta que vio a su hija salir de la mano con Hoseok.

—¿Hablaste con mi papá? —interrogó el niño, sin saludar.

El pequeño Hoseok, con mejillas regordetas y pequeños ojos, era un diablillo. Parecía que su batería no se agotaba o se auto recargaba a cada hora porque no paraba quieto por mucho. Yesung negó y le preguntó dónde estaba su padre. No lo conocía. Era de esos padres que en el grupo de Whatsapp del curso se limitaba a interactuar lo necesario y luego silenciaba el chat.

—¡Comeremos salchichas y arroz frito! Pediremos helados con chispas de chocolate y... —relató entusiasmada su hija, decidiendo sin consultar el menú.

Lo dejó estar para dirigirse al coche que señaló Hoseok, estacionado junto a la acera. Un modelo Renault viejo, pero bien conservado. Golpeó la ventanilla, notando que el conductor estaba inclinado buscando algo en el suelo, entre los asientos. Resultaba inquietante la cantidad de papeles que había esparcido por el coche, libros apilados sin cuidado alguno junto al asiento para niños. Oh, y un gorro de piratas que no dudaba que Hoseok reclamaría antes de llevárselo.

—¡Santo cielos! ¿Dónde demonios quedaron esos...? Ah, aquí están —el padre de Hoseok, todavía de espaldas, levantó un par de gafas de marco fino, y aunque su primera intención fue calzarlas se congeló cuando notó en su mano el brillo azul—. No es cierto...

Dándose vuelta rápidamente, el hombre, que no debía pasar llegar a los treinta años, clavó sus ojos cafés en la figura congelada que era Yesung cuando sintió y vio el brillo azul en sus propias runas.

—Hola, soy Yesung —se presentó con torpeza, pero no le importó cuando vio cómo el otro se hacía cargo de la situación.

Saliendo del coche, el hombre dejó ver su porte elegante, pese a llevar prendas de vestir de bajo costo. Sin afán de ofender, pero la camisa naranja se notaba a leguas que necesitaba un buen planchado. A diferencia de Yesung, que se lamentó por vestir tan formal y pretensioso. ¿Será que le parecería un viejo aburrido con la corbata perfectamente anudada y la camisa metida dentro del pantalón?

—Kim Seokjin, y no sabes cuánto me alegra verte —respondió—. No pensé que fuese tanta la fortuna de mi alma gemela, pero viéndote entiendo que algo bueno hice para merecer esta recompensa.

Yesung pudo jurar que el sonrojo le nacía desde el pecho, trepándole por el cuello y estallando en su rostro. Aun así, le tranquilizó notar manchas de rubor en la hermosa cara de Kim Seokjin. No lo dijo, pero él se sintió bendecido de encontrar que el complemento de su alma fuese aquel hombre. Ojos oscuros con un brillo pícaro que acompañaba el semblante juvenil y trabajaba en conjunto en el rostro de facciones elegantes del hombre. Pero si era por suerte, había que centrar la vista en aquella boca que sonreía ahora sabedora del imán que representaba para cualquiera que posase sus ojos en ella. No siendo suficiente, Seokjin relamió lentamente sus labios y ya no fue cuestión de emoción simplemente. Ahora el encuentro se cargó de una tensión y atracción que reclamaba el contacto físico inmediato. Ya, si fuese posible.

Pero quedó para una cita posterior tal regocijo de piel a piel, puesto que las risitas de sus hijos les recordaron que estaban en plena calle, y que uno de ellos debía solicitar permiso para cuidar al hijo del otro. Aunque se le ocurrió a Yesung que podría extender la invitación del hijo al padre...

—¿Te gustan las salchichas?

Y no terminó de decirlo cuando se horrorizó por aquella pregunta que podría, y fue tomada, en el doble sentido. Sin embargo, Yesung, que había pasado años creyendo que su alma destinada realmente no llegaría, no iba a echarse atrás. No obstante, sus hijos llegaron hasta ellos y cualquier comentario que Seokjin fuese a decir al respecto quedó interrumpido. Aunque la mirada cargada de intención que le envió a Yesung lo hizo vibrar de anticipación.



Nota:

Yeye, o Yesung (Kim JongWoon), para quienes no sepan, es un integrante de Súper Junior, que le gusta a Anaka y a mí, y que nos gusta emparejar con Seokjin aunque no haya nada de material para fangirlear como couple jajaja ¡Nuestra crack ship fav!

Dejé canción en multimedia para que lo conozcan.

Las runas me recordaron a Cazadores de sombras, ah, cómo amé esos libros y a Jamie C. B. en la peli. La serie tv no existe para mí, sorry not sorry.

Elegí el azul porque me gusta ¡ja! y porque según la psicología del color se puede asociar con: entendimiento, protección, armonía, etc. Seokjin viste naranja, además, porque este puede entenderse como lujuria, sensualidad, exaltación y sería quien aporte "frescura", creo yo. Supuse que si hay chance de tener una pareja destinada, estas características deberían tener lugar en la relación, claro está, con margen de espontaneidad para expresarse y ser.

Quejas:

:)

Anaka, escribir de ellos me recordó a historias guardadas del Jinye que habría que rescatar jajaja



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