Día 23

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

✎ Patrón ⊹

Colocó un sobrecito de azúcar extra a su café. Removió con parsimonia mientras contemplaba por el saloncito a los demás clientes que iban y venían. Saludó a quienes lo reconocieron como el dueño del local, y otros a los que simplemente les pareció educado hacerlo. Estuvo tentado a desplegar el diario junto a él y fingir leer, pero no había mucho que lo entretenga estos días y suspiró resignado a ser blanco de saludos cordiales el resto de su descanso. Hubiera sido conveniente quedarse en casa, pero allá la soledad le mordía las orejas susurrándole que estaba errado en su actitud de encierro.

Fue por esta quisquillosa sensación de agobio que le brotó del pecho que se decidió por salir. Se afeitó, peinó y calzó algo más que pijamas. No que su apariencia ocultase el insomnio o la palidez de la falta de descanso. A juzgar por la dolencia aguda de su estómago, también podría sumar a su listado de males el descuido en sus comidas o la inapetencia de los últimos días. Sin embargo, el trabajo reclamaba que asistiera a chequear los pedidos y encargos, así como sabía que era mejor para el clima laboral estar en contacto con sus empleados.

Tomó un sorbo prudente, puesto que el café estaba demasiado caliente. Sintió el picor en su lengua, el amargo sabor luchando contra el artificial endulzante, y pensó que era un tanto irrisorio que a la gente le guste tanto esta infusión cuando un té verde siempre sienta mejor. Aunque ahora al probarlo, olerlo, verlo incluso, lo enviaba de un golpe a días en que lo preparaba en la intimidad de su cocina, posiblemente en calzoncillos o bata y conversando con quien juró —y cumplió— no volver.

—Buen día —oyó que le decían y asintió, volviendo a tomar de su bebida—. Mmm, perdón, pero ¿es usted Kim Seokjin?

Aludido, despegó los ojos del mantel beige y los fijó en un muchachito escuálido y sonriente que, sin permiso, se dejó caer en la silla ante él.

—Lo soy, ¿tú eres? —decidió perdonar los nulos modales en favor de deshacerse de él.

—Soy Taehyung —proporcionó como si bastase apenas ese nombre para entender la situación; al intuir que no era así, el jovencito enrojeció y dijo—. Papá, soy Taehyung. Kim Taehyung, ¿tu hijo?

Depositando con sumo cuidado la taza sobre el platillo en la mesa, Seokjin dejó pasar unos segundos antes de dirigirse a Taehyung. Celebró mantener su semblante cerrado, porque le conmocionó la aparición.

—Has crecido bien —dijo por decir, aunque era cierto. Se veía al joven fuerte, sonriente y con un brillo iluso en sus ojos que delataba que estaba allí por algo que dudaba Seokjin poder ofrecerle—. ¿Estás de paso?

—No, espero que no —admitió Taehyung, jugueteando con una servilleta para total exasperación de Seokjin—. Mamá me ha dicho que era una idea mala, pero quise venir de todas formas. ¿Será que puedo...?

Pero lo que sea que diría Taehyung fue interrumpido por la persona a la que Seokjin tanto deseaba ver. Curiosamente, la misma persona que quería tan lejos como le fuera posible. Se puso en pie para enfrentarlo y se olvidó de su hijo momentáneamente.

—Yoongi-ssi.

—No me has buscado —dijo este sin saludar. Lucía enfadado, pero también miserable. Ojeras profundas, el cabello reseco y con incipiente barba—. Tampoco contestaste las veces incontables en que te llamé, te escribí, ¿esto es todo?

—Es su estilo —murmuró Taehyung, ganándose una furibunda mirada de su padre, aunque no lo amedrentó.

—Hablamos, o lo hice antes de que tú...

—¿Qué dices? Nunca me comentaste tus molestias, nunca hablamos. Un día estábamos bien, y al siguiente me despachaste de tu casa con las prisas del hastiado, ¿es que no me amas?

—¡Por supuesto que te amo! —dijo Seokjin, con los dientes apretados.

No quería que la curiosa clientela supiese sus problemas.

—Seguro que sí —convino Taehyung—. Solo que su modo de amar es un asco.

—Taehyung, silencio.

Yoongi observó de Taehyung a Seokjin y frunció el ceño.

—¿Quién es él? —preguntó.

—Nad...

—Soy Kim Taehyung, único hijo de Kim Seokjin. Y creerías que siendo solo uno no podría olvidarse de verme, pero la memoria de mi papá es demasiado frágil.

—¿Hijo? —La confusión de Yoongi fue obvia; se dirigió a Seokjin—. ¿Cómo que tienes un hijo y en tres años no se te ocurrió mencionármelo?

—Auch —se quejó Taehyung, no verdaderamente sorprendido por eso—. Si te sirve de consuelo, tampoco me habló de ti. Bueno, ni de nada. No me ha procurado en doce de mis diecisiete años.

—Es suficiente, Yoongi, creo que no es oportuno conversar sobre lo nuestro hoy...

—Ni hoy ni nunca, ¿qué otra cosa no me has dicho?

—¿Te comentó que...?

—Taehyung, mantente al margen de esto —siseó Seokjin, con los ojos fijos en la figura temblorosa de Yoongi.

—No esperaba este escenario —admitió Yoongi, sintiendo una inconfundible pena por el muchacho que jugueteaba con la servilleta luego de ser regañado; gesto que solía ver en Seokjin cuando estaba frustrado o nervioso.

Entonces el discurso de disculpas, la intención de reparar el daño que creyó causar en la relación pareció esfumarse y en su lugar brotó el dulce sabor del odio y enfocó al hombre que ama para toparse con que este ahora ya ni se parecía al mismo Kim Seokjin con el que compartió tres años de su vida.

Ante sí, el mismo hombre que lo estremece cuando lo toca, que lo derrite cuando le dice lo especial que es y lo contento que se siente de haber coincidido con él; ante sí, este hombre que frunce el ceño, que tuerce la boca desdeñoso mientras dispara miradas enfadadas al muchacho en la mesa, se presenta por fin como el real Kim Seokjin.

Y se dio cuenta de que llegar a esta revelación era el puntapié necesario para renunciar a la causa perdida, para arrancarse las cadenas de un amor que, si hace balance, consumió de sí más de lo que le otorgó. Y no es el amor una balanza que pesa en exactas cantidades cada parte, pero tampoco es el encuentro de un idiota a reformar y otro idiota que cree que es él quien arreglará el caos ajeno.

—Fue un gusto conocerte, Kim Taehyung —saluda Min Yoongi, ofreciendo una cálida sonrisa al chico que le responde con otra.

—Igualmente, Yoongi hyung —se despide Taehyung, viendo marchar al hombre sin siquiera darle otra mirada a su padre; este luce desconcertado, pero se repone para tomar asiento y ser él ahora quien juegue con una servilleta—. ¿Quieres que vayamos por unos tragos?

Con una sonrisa de medio lado, Seokjin suspira.

—No tienes edad legal para beber.

—¿Y? ¿Comenzarás a reprochar mi conducta ahora?

Derrotado, Seokjin se levanta y recoge su saco. Al observar que Taehyung no se mueve de su asiento, levanta una ceja.

—¿Recuperaste el sentido común?

—¡Tú pagas!

Y luciendo más como un extraño par de amigos que como padre e hijo, salieron del lugar con la idea fija de emborracharse hasta caer dormidos.





Nota:

No me decidía por un tipo de abandono y fui por tres: de sí mismo, de su responsabilidad paterna y de su relación amorosa. Un patrón abandónico bastante común, no exclusivo. La cosa se adapta a cada individuo.

La canción del multimedia es de una banda argentina en su mejor momento, y bueno, es chachi.

Es corto, lo sé, pero, loco, estoy adeudando montón de tareas y OS, edits jaja Lo único bello del día es que llegué a tiempo para una regalada de Harry Potter en Instagram, y ya ven, mi icon to' precioso de Harry. Es hasta el domingo, así que si quieren participar, me dicen y les busco el usser, porque mi memoria floja no lo recuerda ahora, sorry.

Quejas:

:)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro