El demonio creador de los corazones rotos, habia perdido la noción del tiempo. Habia perdido aquellos sentimientos que lo volvían meramente humano.

Ha perdido al amor de su vida. Nada ni nadie podía reemplazarlo.

«SeokJin, mi hermoso Seokjin»

Intentó, realmente intentó, en escasas ocasiones, negarse a cumplir su condena. Negarse a herir inocentes, pero luego pensaba: «Yo amé como nadie. Él lo era todo para mí y me fué arrebatado. ¿Para que luchar contra mi destino?»

Si él lo merecía, el resto también.

Se entretenía creando triángulos amorosos, y cuando estaba muy aburrido, él mismo se encargaba de romperlos, obligando a los mundanos a amarlo, corrompiendo mujeres y hombres. Usandolos a su antojo, haciendo que se obsesionaran con él, con su cuerpo, con su rostro.

Y luego dejarlos, dejarlos con una agonía que parecía no tener fin. Con un dolor que no se comparaba a ningún otro.

Era experto en quebrantarlos, hacerlos llorar lágrimas de sangre y él los dejaba irremediablemente, y no volvía a verlos—en persona—pero si los visitaba de forma extracorpórea, se regocijaba observando desde una esquina oscura y muy de vez en cuando sentía lástima, pero nunca lo suficiente como para detenerse.

A veces, esbozaba una sonrisa de lado, a veces los observaba en silencio, pero de una forma u otra, jamás se detenía.