Capitulo 15

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—Buenos días, mi vida.—saludó Gellert a su oído.

—Mmm...—se quejó Aneu, removiéndose entre sus almohadas.

—Anda, es hora de despertar.—insistió Gellert con diversión.

—No quiero.—murmuró Aneu.— Cinco minutitos más.

—Nada de cinco minutos, tenemos un gran día por delante.

La joven suspiro, más no replico. Las palabras de Gellert eran ciertas, tenían un magnifico día por delante, despues de todo, era el primer aniversario del fin de la guerra y Gellert había decidido que no existía mejor manera de celebrar su triunfo que teniendo un maravilloso día de cita con su amada Aneu.

—De acuerdo, bien, ya me levanto.—murmuró Aneu, estirándose en la cama y soltando un pesado suspiro.

—Esa es mi niña.—dijo Gellert, besando su frente.

Aneu se dio una larga y silenciosa ducha, solían ser así sus duchas cuando era de mañana. Se vistió con un corto vestido azul de tirantes y unas sandalias blancas. Quería ir lo más fresca posible, pues era pleno verano y el calor era insoportable.

Tomados de la mano, Gellert y Aneu salieron de la remodelada Cabaña de los Grindelwald y comenzaron a internarse en el bosque hasta llegar a un pequeño claro, donde sacaron de una canasta las cosas necesarias para un picnic.

En lo que Aneu acomodaba las cosas del picnic, Gellert colocaba los caballetes y lienzos para pintar más tarde. La pintura era una de las tantas cosas que ambos tenían en un común y últimamente tenían el habito de pintarse mutuamente en diferentes paisajes.

—¿Lo cocinaste tú?—pregunto Gellert, sorprendido al ver todos los alimentos tan preciosos y que olían delicioso.

—¿Bromeas, cierto?— se burló Aneu— sabes perfectamente que no cocinaría ni aunque tuviera que hacerlo para sobrevivir. Queenie me hizo el favor de hacer todo, despues de todo, no hay nadie que cocine mejor que ella en todo el mundo.

—El muggle Kowalski cocina rico, por eso lo deje con vida y cocina en la mansión.—comentó Gellert.

—Ya decía yo que el pan sabía más bueno.—murmuró Aneu mordiendo un bollo.—¿Qué no se supone que odias a los muggles?

—Los odio, pero también se diferenciar y respetar a quienes tienen talentos únicos en sus ramas respectivas.—admitió Gellert con tranquilidad.

A pesar de que Aneu y Gellert eran pareja desde hace un año, no eran precisamente la pareja más cariñosa del mundo, en realidad, si no fuera porque ellos se presentaban como una pareja ante la sociedad, nadie se creería que eran novios. 

Gellert Grindelwald, contra todo lo que cualquiera pudiera pensar, era una persona realmente cariñosa con su pareja pero únicamente a solas. Aneu, por otra parte, tenía sus momentos en que era sumamente cariñosa con Gellert, momentos que duraban unos cuantos minutos y despues volvía a ser la misma. 

No es que fuera fría con el, en lo absoluto, simplemente era que Aneu no era la mejor persona para expresar sus sentimientos y era más de darle dibujos a Gellert, acomodar su cuarto o ayudarle a hacer la corbata, las cosas que hacía para demostrar su cariño.

—¡Gellert!—exclamó Aneu cuando este comenzó a dibujarla con un vestido verde esmeralda.— ¡No te atrevas a pintarme como una slytherin!

—Yo creo que te verías hermosa en esos tonos—comentó Gellert sin dejar de pintar— aunque la astucia no es uno de tus mayores atributos, si lo fuera no te raptarían tan seguido y me hubieras aceptado mucho antes en tu vida.

—Cállate o vuelvo a pintarte el cabello de rosa.—amenazó Aneu.

—Que no se te ocurra.—dijo Gellert, estremeciéndose ante el recuerdo de cuando una noche despues de haber hecho enojar a Aneu, esta le pinto el cabello de rosa y no se dio cuenta hasta que llego al día siguiente a una reunión con sus acólitos. 

A partir de entonces se prohibió cualquier cosa rosa en sus propiedades.

Pero Aneu usó ropa rosa toda una semana en respuesta.

El resto del día la pasaron comiendo, riendo y pintando. Gellert la pinto a ella mientras pintaba en ese momento, Aneu, por otra parte, lo dibujo con un tutu rosado en un campo primaveral.

—No tienes el más mínimo respeto por mi persona.—reclamó Gellert cuando caminaban de vuelta a la Cabaña y veía el cuadro que pinto la chica.

—Sí lo tengo, amor. Solo me gusta fastidiarte.—aseguró Aneu, divertida.

Llegaron a la Cabaña y dejaron las cosas en la cocina para despues dirigirse a su habitación. Aneu se quito la chaqueta que se había colocado al salir y Gellert la abrazó por detrás, besando su cuello y provocando que ella de un suspiro y sonría.

—Les he dado el día libre a todos.—susurró Gellert en su oído, sin dejar de abrazarla.

—Supongo entonces que estamos solos.—dijo Aneu, tirando su cabeza hacia atrás, permitiendo que los labios del hombre recorrieran la extensión de su cuello en cuanto la giro hacia él.

—Supones correctamente, mi niña.

De pronto, a ninguno de los dos le quedaron ganas de seguir hablando. Los besos de Gellert descendieron del cuello de la joven hasta el nacimiento de sus pechos, por lo que bajo sus manos y tomó el dobladillo del vestido azul y lo alzo, dejándola en ropa interior mientras el vestido caía al otro lado de la habitación.

Aneu no se quedo atrás y rapidamente le quito la camisa a Gellert, rompiendo algunos botones ante su desesperación. Al mismo tiempo, este desabrochaba sus pantalones, dejándolos caer. 

Tomándola de la cintura, Gellert cargó a Aneu haciendo que esta enrollara sus piernas en su cintura, recargándola sobre la pared mientras sus labios apresaban su pezón derecho y su mano pellizcaba el pezón izquierdo.

Los gemidos de Aneu eran lo único que resonaba en la habitación, ella nunca usaba sostén ya que no le gustaban...eso y que Gellert tenía una obsesión con tocárselos. 

Y ella estaba más que dispuesta a dejarle tocar su cuerpo cuanto quisiera en donde quisiera.

—¡Gellert!—gimió en cuanto este hizo desaparecer sus bragas e introdujo dos dedos en su interior.

—¿Te gusta esto, mi niña?—pregunto a su oído con la voz ronca.

—¡Sí, sí! Mmm...ahhh....

El sacó los dedos del interior de su amada y descendió su rostro hasta enterrarlo en su parte intima, comenzando a lamer y arrancando gritos de placer de parte de Aneu, a quien no le cabía duda que el debía ser el maldito dios del sexo.

Aneu tensó todo su cuerpo y enredo los dedos de sus manos en los rizos de Gellert. Cerro los ojos y se concentro en todo el placer que sentía y en la lengua de su hombre recorriendo su intimidad y golpeando repetidas veces en su punto máximo de placer.

 Sus labios se abrieron soltando otro grito de placer que fue muy prolongado mientras que su espalda se arqueaba y todo su cuerpo se tensaba, sintiendo el nudo crecer en su abdomen para despues ser liberado estrepitosamente.

Gellert siempre sabía llevarla al climax.

Antes de darse cuenta, ya se encontraba acostada en la cama con Gellert entre sus piernas colocando su miembro en la entrada de la chica. Gellert sonrió de lado al ver el rostro desorientado de Aneu, ella siempre se cansaba demasiado despues de cada orgasmo.

Lastima que a el le gustaba regalarle mínimo cuatro orgasmos.

—¡Oh Merlín!—exclamó Aneu cuando Gellert entró de golpe en ella.

Rapidamente comenzó a bombear dura y velozmente dentro de la joven, quien solo podía gemir y gritar de placer, aferrando sus manos a la sabana de la cama mientras que el la penetraba y succionaba sus pezones.

—Mi niña..—gruño Gellert contra su pecho.

—Tuya...—susurró Aneu y soltó un grito de placer al sentir como aumentaba el ritmo de las embestidas.

En un movimiento rápido, esta vez ella quedo encima de Gellert, montándolo. Las manos de el se posaron en su trasero, apretándolo mientras ella se movía rápido y coordinadamente. 

Nuevamente sintió el nudo crecer en su vientre y ambos se tensaron, sintiendo como el clímax se acercaba al punto máximo para liberarse. 

—¡Aneu!—gruño Gellert cuando se vino dentro de ella.

—¡Ahhh!—gimió ella, cayendo sobre su pecho, exhausta.

Seis meses había tardado en decidir tener sexo con Gellert Grindelwald. Anue aún no estaba tan segura de como vivió tanto tiempo sin ese placer.

Ahí, entre los brazos del hombre que la amaba con su vida y del que ella se había enamorado aún sin entender bien el como, Aneu cerró los ojos, cayendo en brazos de morfeo no sin antes sentir un beso en su frente, haciendola sonreir.

Su vida al fin era perfecta.

Despues de todo, ella desde hace seis meses ya era Aneu Grindelwald. 

La única y más grande debilidad y fortaleza de Gellert Grindelwald.





FIN





















¡Llegamos al final de esta historia! Espero la hayan disfrutado. 

Los amo mucho! Muchas gracias por todo!

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