Capitulo 8

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—¿Ya mero llegamos?—cuestionó Aneu.

—No.—respondió Grindelwald.

—...

—...

—...

—...

—¿Ya merito?

—Aún no. —respondió Queenie.

—...

—...

—...

—...

—¿Ya mero llegamos?

—No.—respondió Vinda.

—¿Pero ya merito?

—No.—dijo Grindelwald.

—...

—...

—...

—...

—¿Ya merito?

—Sí.—respondió Queenie, divertida.

—¿Deveritas?—pregunto Aneu, emocionada.

—No.—respondió Grindelwald.

—...

—...

—...

—...

—¿Ya merito?

—No.—respondió Vinda.

—...

—...

—...

—...

—¿Ya merito?

—Todavía no.—respondió Queenie.

—...

—...

—...

—...

—¡¿Ya merito?!

—¡NO!—gritaron Grindelwald y Vinda.

—¡Sí!—exclamó Queenie dando un aplauso.—¡Llegamos!

Aneu giró el rostro para mirar a través de la ventana del carruaje. Una enorme casa de dos pisos blanca con detalles en madera se alzaba majestuosa en medió del campo cubierto de nieve por la temporada.

—Bienvenida a la Casa de campo de los Grindelwald.—le susurró Vinda al oído.

Las dos mujeres, Queenie Goldstein y Vinda Rosier, a quienes había conocido hace unas cuantas horas, descendieron del carruaje seguido de Gellert, quien se giró y, tomando de la cintura a Aneu, la ayudo a bajar.

—Podría bajar yo sola si no me tuvieras así.—masculló Aneu con molestia. Ya había perdido todo signo de temor a Grindelwald desde el momento en que empezó a irritarse.

—Cierto, pero es mejor mantener a la fiera bajo cadenas que dejarla libre para que escape.—rebatió Gellert con burla y ella bufó.

La joven Dumbledore no estaba segura de cuanto tiempo estuvo inconsciente, lo único que sabía era que para cuando volvió a abrir los ojos, ya se encontraba en un carruaje alado por Abraxans caminó a un lugar desconocido junto a Gellert, su asistente personal, Vinda Rosier, y la novia de esta, Queenie Goldstein. Eso sin contar que también estaba atada de manos y pies con hilos mágicos que impedían que manifestara su magia.

Decir que Aneu estaba sorprendida era quedarse corto, la incredulidad la embargo durante casi media hora de viaje despues de despertar, pues no podía creer que Queenie Goldstein, hermana de Tina Goldstein, la misma que era una fiel seguidora de su hermano mayor Albus y novia de Newt Scamander, otro de los más fieles seguidores de Albus y uno de los principales enemigos de Gellert Grindelwald.

Ella realmente no estaba comprendiendo nada.

—Idiota.—masculló Aneu en cuanto tocó el suelo.

—Solo por ti.—susurró Gellert a su oído antes de soltarla, causando un estremecimiento en Aneu, quien no pudo evitar sonrojarse.

Rapidamente negó con la cabeza. No podía caer ante los encantos de ese hombre. Si bien ella no era ninguna fanática de su hermano Albus, tampoco estaba tan loca como para seguir los pasos de un genocida como Gellert Grindelwald.

—Nosotras nos retiramos.—habló Vinda, tomada de la mano de Queenie.

—¿Necesitan algo más?—pregunto Queenie amablemente.

—Paciencia.

—Libertad.

—Entonces nada, perfecto.—sonrió Vinda.— Nos vemos despues, suerte, mi señor.

Ambas mujeres desaparecieron con una pequeña sonrisa, dejándolos solos. Gellert miró a Aneu, quien tenía la vista perdida en el mismo lugar por donde desaparecieron Vinda y Queenie, por lo que tomándola de las ataduras de sus manos, la hizo caminar hacia la casa.

En cuanto entraron, Aneu tuvo que admitir que el loco genocida que la guiaba tenía muy buen gusto. Todo estaba en tonos grises, negros, plateados, esmeraldas o azul rey, lleno de los mejores muebles y la más bella cristalería. Una decoración que su querida Rolanda, definiría como muy Slytherin y perfecta.

Gellert miró a el rostro pensativo de la menor de los Dumbledore, quien veía toda la decoración de la casa con una enorme curiosidad plasmada en la cara. Sacó su varita con cuidado y apuntó a las ataduras de la chica, haciéndolas desaparecer, a lo que ella se miró confundida y luego lo volteó a ver con el ceño fruncido.

—No me veas así, solo quiero darte el beneficio de la duda.—mintió Gellert.

El sabía perfectamente que la chica en la primer oportunidad que viera intentaría escapar, pero eso no le importaba, en realidad, era exactamente lo que quería.

Necesitaba que la joven se diera cuenta ella sola que no había escapatoria.

Aneu, ignorante del plan del mayor, miró sus manos y tobillos liberados como una nueva oportunidad para escapar.

—Voy a...¡carajo! ¡Aneu!

Antes de que Gellert pudiera terminar de hablar, Aneu le había soltado una fuerte patada en sus partes intimas, para despues correr lo más que podía lejos de él.

Pese a que su intención era escapar, decidió que lo mejor no era irse directamente por la puerta de la entrada, pues el podría atraparla rapidamente con su varita, por lo que su mejor opción era internarse en la casa, abrir varias puertas en el camino para confundirlo, y escapar a través de la ventana de una de esas habitaciones.

Corrió a través de algunos pasillos abriendo cuanta puerta se le atravesaba. De pronto, antes de llegar a final del pasillo, decidió ingresar a dicha habitación, encontrándose con un despacho de pociones. La mesa larga estaba llena de calderos y especias, así como las paredes estaban cubiertas de cientos de pociones.

De pronto, vislumbro una ventana y sin nada de cuidado corrió hacia ella, provocando que varias pociones a su alrededor, cayeran al suelo. Un extraño humo rosado brotó de una de las pociones, inundando el lugar.

Para cuando Gellert llegó, agitado, tuvo que admitir que la estrategia de distracción de la joven fue buena, pero cuando vio la situación en el despacho, el pánico lo invadió.

—¡Aneu! ¡ANEU!—llamó Gellert sin éxito, escuchando a lo lejos un jadeo.

Sacó su varita y murmurando unas palabras en latín, consiguió que todo el humo del lugar se dispersara. El hombre vislumbró incrédulo la situación de la chica.

Aneu se encontraba en el suelo, acostada boca arriba, con el rostro muy sonrojado y la mirada brillante. Frotaba sus piernas constantemente y parecía revolcarse en el suelo.

—A-Ayuda....¡Ah!—gimió Aneu sin poder contenerse.

—¿Pero qué...?—Gellert se acercó confundido, cuando vislumbró una de las botellas rotas en el suelo y la respuesta llegó a su ser.—Ah, ya entiendo.

—¿Q-Qu-ue?—dijo Aneu de forma entrecortada.

—Una de las pociones que derramaste era un afrodisiaco.—dijo Gellert alzando la botella.— Las utilizamos a veces para torturar psicológicamente a nuestros reclusos. Vas a estar muy caliente durante un rato...en todos los sentidos.—añadió con picardía.

—Pu-pudreteee..ahh...—masculló Aneu colocándose boca abajo.

—Ven aquí, mi niña.—dijo Gellert con un toque burlón.

Tomó a la chica entre sus brazos, quien se revolvía cada vez más sonrojada y desesperada. Con una tranquilidad que irrito a Aneu y divirtió a Gellert, la llevó hasta la última habitación del segundo piso, donde se encontraba su habitación.

En cuanto entraron a la habitación, Gellert dejó a la chica sobre la cama y enarcó una ceja en alto al reconocer la situación de una visión pasada.

La joven, sin poder contenerse más, se sentó en la cama y alzando sus brazos se quito su camiseta. Respiraba agitada y se acostó nuevamente en la cama, con el cabello esparcido, usando únicamente su sujetador blanco semi transparente que cubría sus senos, así como su corta falda que debido a lo mucho que se frotaba las piernas, mostraba la longitud de estas y parte de su ropa interior.

Gellert se relamió y sintió su miembro vibrar.

—Por...favor...ayudame...—rogó jadeante.

Aneu soltó un gemido más, mordió su labio inferior y se colocó boca abajo, con el rostro y pecho pegado a la cama, levantando su trasero, ofreciéndoselo y permitiéndole ver con mayor exactitud sus bellas bragas con florecitas.

—Te puedo ayudar...—afirmó Gellert.

El hombre se acercó y levantando por completo la falda de la joven, soltó una pequeña palmada en su trasero que hizo que ella soltara un gemido. Con su mano acarició las bragas de la joven, quien continuo frotando sus piernas, intentando calmar su calor interno.

—...pero prefiero que cuando me ruegues por ayudarte con algo así, sea cuando no estés influenciada por una poción. —completó Gellert.

Finalmente, alzando su varita, hizo desaparecer la falda de la chica y apunto directamente a su zona intima, donde lanzó un pequeño hechizo. Inmediatamente, Aneu abrió grande sus ojos y los fue cerrando lentamente hasta cerrarlos por completo, sucumbiendo al sueño.

El se quito su sacó con tranquilidad y se acostó a un lado de la chica, acariciando su cuerpo semidesnudo con los dedos, casi como una caricia inexistente.

Dejó un beso sobre su frente y sonrió.

No faltaba mucho para que ella sucumbiera ante el, entonces no solo tendría el control del mundo mágico, sino que también tendría a su mujer.






















Lo volví a re subir porque me dijeron que no se veía el capítulo, me dicen si funciono;)

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