𝗢𝗡𝗖𝗘

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꒰ ❝ONCEAVO CAPITULO❞ ꒱

Lailah miraba a Draco Malfoy con compasión, se encontraba detrás de él y podía ver el rostro del rubio con sus ojos enrojecidos y mejillas bañadas en lágrimas.

—Esta bien Draco, no tienes que avergonzarte por mostrar tus sentimientos —decía Lailah sin elevar la voz—. Todos los humanos comenten errores, tú solo eres uno más de ellos. No existe justificación para lo que te han hecho pasar, has sufrido tanto... Pero no tienes que llevar todo este peso tu solo, puedes hablar con otras personas y aliviar tu dolor, no eres un cobarde por hacerlo.

La mirada del rubio se levantó, posando directamente sobre los de Lailah. Una corriente eléctrica recorrió su espina dorsal, como siempre ocurría cuando sus miradas se conectaban, aunque el rubio no pudiera verla realmente.

Draco miró su aspecto a través del espejo del baño, se veía patético. Las lágrimas recorrían su pálido rostro y caían en el mugriento lavamanos. Una vez más inclinó la cabeza mientras dejaba escapar un jadeo.

—Ya, ya… —canturreaba la voz de Myrtle la llorona desde uno de los cubículos—. Ya, ya… cuéntame… ¿qué te pasa?... Quizá pueda ayudarte…

Lailah miró al fantasma con una ceja alzada—. No es exactamente una persona, pero podría funcionar.

—Nadie puede ayudarme —dijo Draco, temblando de pies a cabeza.

El ángel guardián se sorprendió, era la primera vez que el chico hacía caso a uno de sus comentarios.

—No puedo hacerlo… no puedo… no sirvo para eso… y si no lo hago pronto… dijo que me mataría…

—Todo sería más fácil si pudieras escucharme —murmuró Lailah con deseo—, te darías cuenta de tantas cosas.

La chica podía sentir lo mismo que Draco, era un gran enredo de dolorosas y complicadas emociones que no podía describir. Lailah sentía tanta pena por el chico, deseaba poder ayudarlo, pero él pocas veces seguía su camino.

Draco jadeó y tosió, y entonces, con un gran estremecimiento, levantó la cabeza y a través del espejo resquebrajado, encontrando el reflejo de Harry Potter observándolo por detrás.

Una fina capa de niebla comenzó a aparecer desde una de las tuberías, y Lilith no tardó en aparecer junto a Draco, con una expresión de molestia le susurró algo en el oído.

El chico se dio la vuelta con rapidez, levantando su varita y lanzando un embrujo que falló por centímetros, haciendo añicos la lámpara que estaba en el muro junto a él.

—¡No! Lilith, ¿qué crees que haces? —Preguntó Lailah al instante.

—¿Qué crees que haces tú? —soltó el demonio—. ¿No puedes controlarte? Dejar que el chico esté llorando y contando sus sentimientos —rió con sarcasmo—. Tenemos una reputación que mantener.

Harry Potter se arrojó al suelo mientras agitaba su varita, pero Draco logró esquivar el hechizo y levantó su propia varita para arrojarle otro maleficio…

—¡No! ¡No! ¡Deténganse! –chilló Myrtle la llorona, su voz hacia eco en el cuarto de baño—. ¡Alto! ¡PAREN YA!

Lailah se interpuso en el camino de ambos chicos mientras intentaba hacer algo para detenerlos. Centro su atención en las tuberías de uno de los cubículos y acumulándo la presión del agua hizo explotar las tuberías y el agua comenzó a salir, pero el impacto no fue suficiente, los adolescentes ni siquiera se inmutarin y siguieron en su pequeña batalla.

Un hechizo de Potter rozó la oreja de Draco y golpeó el muro detrás de él, destrozando el tanque de agua sobre el que estaba Myrtle, quien gritó fuertemente; el agua se empezó a derramar por todos lados inundando aún más la habitación. Lailah impulsó sus manos desde su pecho hacia afuera, logrando que Harry, pero al mismo tiempo Draco, resbalara en el suelo mientras gritaban:

—Cruci…

—¡SECTUMSEMPRA!

Lailah vio la escena en cámara lenta mientras sentía un vacío dentro de ella. El hechizo de Potter impactó directamente en el pecho del rubio, la sangre empezó a salir a chorros de su rostro y pecho, su boca se abrió dejando escapar un aullido de dolor mientras se tambaleaba hacia atrás y caía en el suelo encharcado haciendo un gran ruido en el agua, golpeando a la vez su cabeza contra el suelo.

—¡No...!

La chica no notó en que momento había desaparecido Lilith, pero en ese momento no le importó. Se arrodilló junto al chico, no había nada que ella pudiera hacer para salvarlo, y esa era la parte que más odiaba de su trabajo, podía interferir pero tenía su límite. Y ese era su límite.

—No... no quise... —Jadeo Harry.

La cólera invadía la mente de Lailah, quien sin pensarlo demasiado movió el agua que inundaba el baño de tal manera que obligó a Potter a caer boca abajo sobre el suelo. Ver temblar incontroladamente en el charco de su propia sangre a Draco no era agradable para ella. Y es que Draco no era mal chico, al menos era lo que ella pensaba, no merecía todo lo que estaba viviendo, él se merecía algo mucho mejor.

Myrtle la llorona dejó salir un ensordecedor grito:

—¡ASESINATO! ¡ASESINATO EN EL BAÑO! ¡ASESINATO!

Lailah dejó caer sus manos sobre la de Draco, por supuesto no existió contacto alguno pero la intención era lo que contaba, y reprimiendo sus lágrimas se prometió encontrar una manera de que el rubio fuera feliz.
















—¿Lailah, te encuentras bien? —Draco insistió nuevamente al no recibir una respuesta.

No quería que ella se sintiera invadida de alguna manera, así que no se movió de su lugar para quedar frente a ella, solo se quedó quieto observando su espalda y cabeza gacha.

Un pergamino amarillento con tinta dorada había caído en el suelo de las manos de Lailah hace unos segundos, pero ella seguía sin reaccionar. Por su parte, la chica había recordado aquel momento antes de la tragedia, no recordaba haber deseado que todo eso pasara y mucho menos aquella promesa.

Lo primero que Draco pudo observar cuando Lailah dio media vuelta, fue su ceño fruncido ligeramente y su mirada perdida que tardó en conectarse con sus ojos.

—Hace un tiempo me hice una promesa que había olvidado, con todo el estrés que he estado lidiando no la recordé. Sabes muy bien que ahora mismo nuestra relación es complicada, he estado cuestionandome lo que debería hacer por un largo tiempo pero creo tener una manera de encontrar una solución a todo esto —Draco estaba escuchando atentamente las palabras de la chica, esperando que todo acabara de buena manera—. Draco... ¿eres feliz?

El chico alzó sus cejas con sorpresa, estaba confundido, no se esperaba esa pregunta.

—¿Qué?

—Es una pregunta simple, ¿eres feliz?

Para él no era tan simple. Se quedó en silencio analizando la pregunta y buscando su respuesta, era la primera vez que le preguntaban aquella. Y para su asombro, la respuesta no fue tan complicada de hallar.

—No —respondió—, no soy feliz. Pero tú me haces feliz, cuando estamos juntos y no tengo que ignorarte por las personas a nuestro alrededor, cuando te observo y puedo ver tus acciones que haces de manera inconsciente, cuando te preocupas por mí y charlamos de temas triviales, todo eso me hace feliz —Draco respiro profundamente—. Pero no soy feliz porque no puedo tocarte, no puedo hablar contigo si hay más personas cerca. Porque no puedo hacer que el resto vea lo mucho que me gustas porque ellos no te ven. No soy feliz Lailah, porque a pesar de estar a mi lado no parece ser real.

.          .          .


Draco intentaba concentrarse con todas sus fuerzas en la clase de estudios muggles que estaba presenciando, a pesar de no estar interesado en las palabras del profesor pues en ese momento cualquier cosa era mejor a mirar a Lailah.

La noche anterior había sido extraña, no podía describirla y pensar en lo ocurrido sólo le provocaba una fuerte punzada en su abdomen. Esperaba que, al fin, luego de decirle esas palabras a la chica ella aceptara sus sentimientos y podrían estar juntos al fin sin ninguna restricción, pero lo que sucedió estaba lejos de sus fantasías.

Lailah sonrió amargamente como respuesta, aunque intento ocultarlo. Sin responder se alejó de él y le recomendó descansar, pues tenía clases a la mañana siguiente. No le dio ningún tipo de respuestas y ahora se sentía estúpido ¿acaso se había sentido presionada? No debió abrir su bocota, tal vez la había hecho sentir incomoda y eso era lo que menos deseaba.

—... ¿Logran entenderlo? Los muggles no son más que animales, estúpidos y sucios. Nos obligan a nosotros los brujos, seres superiores, a permanecer escondidos, siendo
despiadados. Pero está siendo restablecido el orden natural, pronto tomaremos el control total. Los asquerosos muggles pagarán...

—¿Cuánta sangre muggle tienen usted y su hermana? —La voz de Neville Longbottom resonó por el salón, el cual se quedó en completo silencio, todos miraban directamente al Gryffindor—. Porque digo, ustedes no son sangre pura así que tienen sangre no mágica corriendo por sus venas.

—Señor Longbottom, le sugiero que...

—Una pregunta más, profesor —Lo interrumpe una vez más Neville sin un deje de terror—. Al tener sangre no mágica en ustedes, ¿quiere decir que también son unos animales sucios y estúpidos?

Los Carrow se caracterizaban por tener una paciencia casi inexistente. El profesor no tardó en acercarse a Neville y lanzarle una maldición directo al pecho, que lo hizo retorcerse de dolor hasta caer al piso.

—¡Esta castigado, señor Longbottom! —Neville se levantó por obligación del suelo y fue arrastrado fuera de la sala—. ¡Y el resto de la clase, deben escribir un pergamino de las razones por las que los brujos debemos extinguir la plaga existente de muggles!

Sin más que decir Amycus cerró la puerta con brusquedad, llevándose a Neville a la sala de castigos donde probablemente se encontrarían con su hermana Alecto y lo harían sufrir por sus palabras.

A su alrededor los murmullos explotaron como dinamita cuando se quedaron solos. Los Slytherins se burlaban de las palabras de Neville y su acto de valentía mientras que los Gryffindors parecían apoyarlo y alabarlo. A pesar de lo que los demás podían pensar, Draco estaba mas del lado de los leones. Su mente había logrado concentrarse en algo más que Lailah, y ahora se encontraba preocupado por lo que le ocurriría a Neville. Hace unos días atrás le había mentido encarecidamente al director para evitar que Neville sufriera un castigo, pero ahora al ser el rostro de la revolución ya era algo habitual para el recibir castigos, y a Draco no le agradaba pensar en aquello.

Nadie volvió a ver a Neville hasta el término de la última clase de aquel día. Mientras todos volvían a sus salas comunes, vieron al chico salir de la oficina de los Carrow totalmente pálido y con aspecto débil, y un gran y profundo corte adornaba su rostro. Aún brotaba algo de sangre de ella y no tenía buen aspecto, aún así Neville se aseguró de que todos los estudiantes lo vieran portar una débil sonrisa, como si lo que le hubiera pasado no fueran más que unos rasguños.

Cuando Draco lo vio pasar a su lado sintió, por primera vez en su vida, compasión y respeto por Neville Longbottom. Por tener la valentía de enfrentarse a sus enemigos, valentía que él aún no lograba reunir.

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