Capítulo 34: Niss, Ren y Blish Records.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

❝ Youngblood thinks there's always tomorrow. I need more time but time can't be borrowed. I'd leave it all behind if I could follow ❞

"Nissiro Walsh, varón de dieciocho años, muerte natural a las 19:37 horas."

El pánico de escuchar esas aterradoras palabras me carcomía por dentro, mientras paseaba de un lado a otro por el pasillo del hospital, mordiéndome las uñas para intentar aliviar esa tensión acumulada en el cuerpo.

Tía Audrey y Hassel estaban igual de preocupados que yo. Sin embargo, ellos sí sabían mantener la calma.

Tyler seguía en shock, al lado del pelinegro mientras procesaba todo lo sucedido.

La ambulancia había sido rápida y, de hecho, antes de que llegara, los lloros de Tyler llamaron la atención de un doctor quien, afortunadamente, se aseguró de que los signos vitales de Niss estuvieran estables.

Llevábamos aproximadamente quince minutos esperando a que el médico que atendía a Niss saliera de su habitación y nos permitiera la entrada para ver qué tal estaba. Sin embargo, eso no parecía que iba a pasar rápidamente, pues varios enfermeros habían entrado y salido varias veces con diferentes bolsas de líquidos que suponía que eran medicamentos, sueros o lo que fuera que el peliazul necesitase.

Me mordí el dedo hasta sangrar.

—¿Familiares de Nissiro Walsh? —preguntó el médico, saliendo al pasillo y cerrando la puerta tras él.

—¡Aquí! —Tía Audrey se levantó de un salto y Hass la imitó.

—Lo siento... —comenzó a decir el doctor. Lo miré totalmente asustado, sin saber si quería que terminara esa frase o no— hemos hecho todo lo posible para contrarrestar los daños, pero quizá vaya a tener secuelas.

Tía Audrey se tapó la boca, acallando sus sollozos, pero asintió.

—¿Podemos verlo? —preguntó Hass.

El doctor se apartó de la puerta.

—Adelante, aunque aún no está del todo consciente y parece no poder recordar personas ni reconocer objetos. Está algo aturdido. Y, señora Walsh, ¿podría hablar con usted?

Mientras los tres entramos, tía Audrey se quedó fuera.

—¿Niss? —Hass se acercó a él con lentitud.

Este, que estaba tumbado y mirando hacia la ventana, giró su cuello lentamente y sonrió al ver a su hermano.

—Hass, ¿qué tal? —Intentó estirar su mano para acariciarle el brazo, pero no tuvo la suficiente fuerza para mantenerlo en el aire, así que Hass la sostuvo por él.

—Mejor que tú, seguro —rió entre lágrimas.

—Eso sí —contestó Niss y, después miró a Tyler—. ¿Sigues enfadado conmigo, rubio de bote?

—Ni muriendo dejas de ser tan chistoso —bufó Ty, aguantándose las ganas de llorar.

—De nada —sonrió, aunque luego hizo una mueca de dolor.

—¿Estás mejor?

Asintió.

—Me darán el alta en unas horas, solo quieren asegurarse de que esté lo suficientemente lúcido.

—Me cago en todo, vaya susto de muerte nos has dado cuando Tyler ha llamado llorando —resopló Hass.

—Ow, ¿Ty-Ty llorando por mí? Puede que sea la única vez que lo vea así —bromeó—. Además, quien se muere soy yo.

A pesar de todo, Hass sonrió, aliviado, al igual que Tyler.

Yo me quedé en la esquina mientras ellos seguían charlando, hasta que Hass se fue a por bebidas y Ty lo acompañó, dejándonos a solas.

Nos quedamos en silencio y él volvió a mirar a través de la ventana.

—Qué callado estás, Mya —soltó de repente.

—No sé qué quieres que te diga. —Me mordí el labio inferior, acercando una silla a la camilla y sentándome al lado.

Sujeté su mano, sorprendiéndolo un poco, pero no la apartó.

—Quizá unas palabras de ánimo o algo. —Se encogió de hombros.

—Los dos aquí sabemos que eso no es lo que necesitas ahora mismo —suspiré.

—Qué bien me conoces —sonrió con cansancio.

Estaba pálido y tenía ojeras marcadas.

—¿Te recetarán más pastillas para el dolor? —Acabé por sentarme en la cama para sostener mejor su mano y acaricié su mejilla.

—Sí, al parecer sí. Me tocará malgastar la mitad de mis días durmiendo. —Hizo un puchero.

—Al menos estaremos juntos. —Intenté sonreír.

Tragó saliva y se sonrojó un poco, aunque lo asocié a que aún estaba desorientado.

—Supongo —musitó.

—Cuando volvamos a casa, cenemos y veamos una película, abrazados o algo. —Me incliné para dejarle un beso.

Sabía que esta situación ya era difícil para él, así que, por una vez, tenía que soportarlo y ser un apoyo, no una carga.

Jadeó de repente, asustándome.

—¿P-por qué? —Abrió mucho los ojos.

—¿Porque eres mi novio y quiero pasar tiempo contigo?

Era la primera vez que lo llamaba novio en voz alta. Me sonrojé al darme cuenta.

Desde que comenzamos a salir, nunca me había atrevido a decirlo, y menos delante de él. Quizá tenía miedo de que se acabase y que todo fuera un sueño si lo hacía, pero después de tanto, no podía seguir negando lo que sentía por él.

—¿Novio? —cuestionó, sorprendido—. ¿En qué momento?

Fruncí el ceño.

—¿De qué hablas? Niss, ¿en qué día estamos?

—N-no sé. ¿En junio?

Apreté los labios y negué con la cabeza.

—Estamos en julio, casi agosto. —Tragué saliva.

Él abrió la boca y la cerró, pero después comenzó a reír sin gracia alguna.

—¿Cuánto ha pasado desde que me diagnosticaron la enfermedad?

—Más de un año.

Se relamió los labios y siguió riendo.

—Tú y yo... ¿cuánto...?

—Siete meses aproximadamente.

Inspiró profundamente.

—Tiene sentido. Me dijeron que comenzaría a perder la memoria, mis órganos fallarían...

No sabía qué decir. Niss me había avisado con anterioridad de lo que iba a pasar, pero vivirlo era totalmente distinto. Parecía una simple broma cuando me lo advirtió.

—Niss —pronuncié con lentitud—. ¿No te acuerdas de nada?

Negó con la cabeza.

—Ni siquiera sé en qué día estamos.

—¿Nada? ¿Ni un recuerdo suelto?

—Quizá, pero no estoy seguro de si es actual o del pasado, solo me acuerdo de que Tyler estaba enfadado conmigo. Lo siento, Mya.

—¿Qué sientes por mí?

Tal vez era egoísta preguntarle eso justo en este momento, pero necesitaba saber si al menos quedaban los sentimientos. No me importaba que no lo recordase todo. No era importante. Él no necesitaba los recuerdos.

—Me gustas. —Abultó su labio inferior, sonrojándose—. Mucho.

Comencé a llorar.

No sabía cómo sentirme. La situación me superaba, más de lo que pensaba. Era demasiado para mí. ¿Vacío? ¿Tristeza? Quizá desesperación, o impotencia. No sé, no sabía y nunca sabré.

Niss deslizó su mano hasta mi cintura y tiró un poco de mí con la poca fuerza que le quedaba.

—Lo siento, Mya, no era mi intención hacerte llorar. Lo siento. Lo siento.

Limpió mis lágrimas con sus dedos.

Antes de siquiera poder recomponerme mínimamente, tía Audrey y el médico de Niss entraron por la puerta, asustados por mis sollozos.

—Oh, por Dios, Mya, ¿qué ocurre, cariño? ¿Por qué lloras? —Ella se acercó para abrazarme.

—No se acuerda. No se acuerda de nada de lo que ha pasado desde junio del año pasado hasta ahora —expliqué, abrumado por mis propias palabras.

Tía Audrey abrió mucho los ojos y se dirigió a Niss.

En ese momento, yo ya había desconectado. Como si no sintiera nada más.

A pesar de que seguía en los brazos de Niss, era como si todo hubiese perdido sentido. Me aferré a Niss y a lo que quedaba de él incluso durante el camino a casa. Tía Audrey dejó a Tyler en la suya, haciendo que el recorrido hacia nuestro hogar fuera silencioso una vez se fue.

Nadie quería decir nada. Nadie sabía qué decir.

Al llegar, tío Henry nos esperaba junto a Logan y Airy con unas pizzas recién pedidas. Al mismo tiempo que cenábamos, les explicaron la delicada situación de Niss, evitando mencionar el hecho de que el médico ya no le daba más de dos meses de vida.

Era increíble como mi hermano y su mejor amigo aun así conseguían actuar como si nada hubiera pasado.

Esa noche, me hinché a comer, acabando por vomitar todo entre lágrimas.

Estaba desesperado. Me di cuenta. Me sentía impotente. Sentía que todo lo que había estado sujetando durante los últimos meses se caía de mis propias manos.

Me senté al lado del váter mientras observaba el techo en silencio, sabiendo que nadie vendría porque seguían cenando y procesando la situación. Jadeé cuando escuché la puerta de la habitación de Niss abrirse, alertándome lo suficientemente rápido para que tuviese la oportunidad de arreglar mi ropa y tirar de la cadena.

Para cuando habían abierto la puerta, conseguí enjuagarme y meterme un cepillo de dientes en la boca.

—¿Lo has vuelto a hacer? —preguntó el peliazul.

—No sé de qué hablas —murmuré, habiendo sacado el cepillo.

—No soy tonto, Mya.

—Han pasado muchas cosas durante este año —musité.

—¿Qué tiene que ver con lo que estabas haciendo?

—He mejorado, lo prometo. —Me aguanté las lágrimas—. Solo ha sido una pequeña recaída, todos podemos tener una.

Él suspiró y me abrazó por la espalda.

—Lo sé, lo siento. No intentaba reprocharte nada, solo estaba preocupado.

Asentí sin atreverme a mirarlo.

—Estoy bien, ¿y tú?

—Vivo, supongo —rió con nerviosismo.

—Eso es un avance, podrías estar muerto.

Carcajeó.

—Supongo. Pero no sé si sería mejor eso o como estoy ahora. Se me ha deteriorado el lóbulo frontal, el temporal, el occipital, el parietal...

—Se te ha deteriorado el cerebro, Niss, era más fácil decir eso —murmuré.

Se quedó en silencio algunos segundos antes de contestar:

—Sí, también, aunque es una pena que me cueste moverme, ¿no? ¿Qué va a ser de mí si me ducho solo y de repente me fallan las piernas? —bromeó.

—Niss.

—Solo era una broma, lo siento. Aún soy funcional, creo.

—No, estaba regañándote. —Me sonrojé antes de proponerle—: Duchémonos juntos, ¿qué te parece?

Él abrió mucho los ojos y su boca los acompañó.

—Yo no me negaría jamás, lo sabes, Sunshine.

Tragué saliva.

—¿Y ese apodo?

—No sé, lo he improvisado, perdón si te molesta. —Hizo un puchero.

—No me molesta, solo me preguntaba por qué me llamarías así.

—Porque... —se frotó el mentón— eres el solecito de mis mañanas, el que me ilumina cada día. No sé, no se me ocurren más cosas cursis que decir.

Comencé a llorar, alarmándolo.

—Eso está bien —sonreí—. Es muy romántico.

Apoyé mi cabeza sobre su pecho.

—Entonces, ¿por qué lloras?

Porque, aunque no lo recuerdes, eso ya me lo dijiste una vez.

—Porque soy sensible. —Fruncí el ceño—. Ahora calla y duchémonos.

Abultó su labio inferior, pero comenzó a quitarse la ropa. Tragué saliva al ver cómo había vuelto a adelgazar un montón desde lo que pasó en la playa hasta ahora.

Sin darle más vueltas, yo también me quité la ropa.

Niss apartó la mirada, pero pude ver cómo a veces me miraba de reojo y se sonrojaba cuando lo hacía. Me avergonzaba un poco y no sabía si era porque ya no se acordaba de cuando me vio desnudo en la playa o porque le desagradaba lo que veía o porque le gustaba.

Ya no tenía nada por seguro.

—¿No te vas a meter? —Me crucé de brazos mientras encendía la ducha.

—¿Eh? Digo, sí, sí.

Se metió con prisa.

El espacio era reducido, pero suficiente para que cupiésemos los dos. Él seguía igual de distraído.

—¿Ocurre algo, Niss?

—No, nada —masculló.

—¿Seguro?

—Bueno, en realidad tengo una pregunta, pero creo que es demasiado... indiscreta.

—¿Por? Dila.

—Nosotros dos, ¿nos hemos acostado?

Me atraganté con mi propia saliva, pero cuando recobré la compostura, negué con la cabeza.

—No... aún no.

Él se sonrojó más de lo que ya estaba.

—¿Aún no? ¿Eso significa...?

—Sí, bueno, si es que quieres y puedes —farfullé.

—Ehm, bueno, oh, sí, cuando me recupere y eso.

No pude evitar reír por lo adorable que se veía. Como si no hubiera sido él el primero en decir estas cosas.

Ayudé a Niss a lavarse el cabello y los hombros, pues no podía mantener los brazos elevados por mucho tiempo. Se cansaba enseguida.

Al terminar de ducharnos juntos, lo obligué a sentarse en el borde de la cama y fui a buscar su secador de cabello.

Probablemente era el pensamiento de que pronto ya no tendríamos este tipo de momentos lo que me hacía disfrutar más de estos instantes tan cotidianos y comunes.

—Me gusta cómo te quedan mis camisetas, te las podrías quedar todas después de que me muera.

Apagué la secadora y lo miré, perplejo.

—Aún no te has muerto.

—Para cuando lo haga, ya no podremos hablar —bufó—. Pero que sepas que puedes llevarte lo que quieras de mi habitación —sonrió.

—Entonces, si me llevo tu guitarra, ¿no te quejarás? —bromeé.

—No, porque sé que la cuidarás.

Sentí un repentino flechazo en el corazón. No sabía si de dolor o de enamoramiento o, bueno, una mezcla de ambos.

—Ni siquiera sé tocarla. Sería una estupidez que me la dieras.

—Puedo enseñarte. —Me tomó por la cintura—. Si es que me acuerdo de cómo.

Hice una mueca al recordar que eso también me lo dijo, no sabía si el primer o segundo o tercer día que me quedé en su casa después de aquella dichosa ventisca de invierno.

—No me voy a negar —dije con un hilo de voz.

—Pues ven al suelo, se está más cómodo para practicar —rió y se sentó al lado de su cama, apoyándose sobre el colchón.

Frunció el ceño al ver su guitarra.

—Es nueva —indiqué.

—¿Cuándo me la cambié?

—En Navidad —tosí.

—Oh, ¿tiré la otra? —Frunció el ceño.

—No, se la diste a Tyler.

—Oh.

La agarró y haciendo muecas, la tocó hasta que se acostumbró. No le costó más que cinco minutos. Tenía la sensación de que daba igual si se olvidaba hasta de su propia existencia, que aun así sabría tocar la guitarra. Lo llevaba en la sangre.

—En realidad es un regalo que te hicieron.

—¿Quién? —Volvió a rasguear, arrugando la nariz al encontrar un post-it que ni yo sabía por qué estaba ahí. Y antes de que pudiera responderle, la leyó en voz alta—: Para el Niss del futuro que no se acuerde, este es tu nuevo tesoro, de parte de Mya. ¡Que no se te olvide!

Jadeé.

—¿Lo escribiste para recordarlo?

Se mordió el labio inferior.

—A ver, supongo. Yo ya sabía que iba a olvidar cosas, pero, ¿me la regalaste tú? Te debió costar mucho dinero.

—En ese entonces y hasta ahora solo piensas en el dinero que costó —reí—. Es bueno saber que sigues siendo el mismo Niss de siempre.

Hizo un puchero.

—Mya...

—Supongo que tampoco te acordarás de esto...

Agarré su guitarra y la dejé a un lado mientras me sentaba a horcajadas sobre sus piernas y me inclinaba para besarlo.

—Mhh, creo que sigo sin acordarme bien —susurró.

Reí con suavidad y volví a besarlo.

—¿Ahora?

—Tampoco.

Reí de nuevo y volví a besarlo, una y otra y otra y otra vez, hasta que nos cansamos y acabó por enseñarme a tocar la guitarra de verdad.

Estar entre sus piernas con sus brazos rodeándome y sujetando la guitarra me evocaba recuerdos de nuevo.

—Tocas bastante bien para ser la primera vez. —Abultó su labio inferior.

—Hace un tiempo, un experto en el tema me enseñó —sonreí—. En esta misma habitación, en esta misma posición.

Carraspeó.

—¿Ya te enseñé?

—Sí, hace bastante tiempo, Niss —reí—, y pasaste varias semanas haciéndolo.

—¿Y por qué no me has avisado? —farfulló.

—No siempre se tiene a un profesor particular tan guapo disponible para que te enseñe a tocar la guitarra con sus habilidosas manos —sonreí con inocencia.

—Uhmm, me has ganado con lo de "guapo" y "habilidosas manos".

Carcajeamos al mismo tiempo y me acurruqué en sus brazos.

—Aun así, hay muchas cosas que todavía no sé y que tú me puedes enseñar.

—Cuando quieras —bostezó.

—Pero ahora no, que tienes sueño.

—Ni que fuera un niño.

—No, pero vete a dormir.

—Que no soy un niño —protestó.

—Si te leo un cuento de buenas noches y te doy un beso, ¿me haces caso?

Abrió y cerró la boca varias veces, dudando.

—Vale, pero yo elijo. —Se cruzó de brazos.

Reí y subimos a la cama.

Al final ni siquiera le pude leer el cuento porque tras tomarse los medicamentos, quedó rendido al sueño.

Tragué saliva al apagar las luces y me apretujé contra el cuerpo de Niss, a pesar de que sabía que no iba a abrazarme de vuelta, me consolaba simplemente tenerlo al lado.

Airy.

Niss se moría y yo no podía hacer nada.

Tomé una última calada del cigarrillo antes de apagarlo y tirarlo por algún lugar, esperando que le cayese a alguien encima.

¿Contaminando? Sí, y con ganas.

Si la tierra desaparece, todos morimos.

Solían decir eso en las campañas para combatir la contaminación y demás, pero hoy en día, ¿eso sería un premio o un castigo? En mi caso, no tenía nada más que perder.

La vida era prescindible y poco útil cuando no tenías ambiciones ni sueños.

—Deberías bajar del tejado antes de que te caigas. —Hass se asomó por la ventana que daba al ático.

—Si me caigo, me muero.

—¿Y eso es bueno? —cuestionó, horrorizado.

—Sí, lo malo sería no poder cuidar de Mya. —Me encogí de hombros.

—Pues ve entrando porque cuando Niss se muera, tendrás que encargarte tú. —Tiró de mi camiseta. Rodé los ojos y lo obedecí, arrastrándome por el tejado y entrando a la casa de un salto—. Y deja de fumar.

—Ow, ¿preocupándote por mí?

—No, preocupándome de que Logan se acostumbre al olor y lo lleves a la mala vida —suspiró.

Reí.

—Tranquilo, hoy no paso la noche aquí.

—¿A dónde vas?

—Tengo que trabajar para mantenerme.

Asintió.

—Vaya mierda de turnos has escogido.

—Ya, nadie los quiere y por eso pagan mejor —sonreí—. No me quejaré.

—¿Cómo aguantas tanto sin dormir y trabajando en tantos trabajos distintos, valga la redundancia?

—Cuando tu vida dependa de ti mismo, lo entenderás.

Frunció el ceño y pareció reflexionar, pero no le hice mucho caso y bajé del ático para cambiarme al uniforme de trabajo.

—¿Esta noche qué tienes?

—Voy a ser camarero.

—Pareces una Barbie de tantos trabajos que haces —se mofó.

—Ya desearía; joven, millonaria y multitalentosa, el sueño de muchos, la realidad de otros.

—Suerte. —Me dio un golpecito en el hombro y se encerró en su habitación.

Sabía perfectamente que Hassel también estaba hecho mierda. La partida de alguien ya era dolorosa, pero ¿de un hermano? Eso te destrozaba como persona.

Yo ni siquiera sabría qué hacer si a Mya le pasaba algo. Sobre todo, porque él era mi razón de vivir ahora mismo. Niss sería otra, pero pronto dejaría de existir corpóreamente hablando.

Me puse mi camisa y mi pantalón de traje mientras que colgué la chaqueta en mi brazo. Una vez entré al coche, la tiré al asiento trasero y puse la radio al máximo, conduciendo dirección al restaurante.

No sabía cómo lo había logrado, pero conseguí pasar la entrevista para el trabajo. Lo único malo era que todos los turnos disponibles eran los nocturnos, de siete de la tarde a tres de la mañana.

Era una locura, lo sabía, pero pagaban muy bien, demasiado.

Trabajando solo un mes, podría pagar cuatro meses de alquiler, así de bueno era. Y tenía sentido, teniendo en cuenta el horario y que era un restaurante en la zona más cara de la ciudad, hecho por y para pijos.

Suspiré aparcando en el parking para empleados y me puse la chaqueta antes de bajar del coche y entrar al restaurante. La jefa nos quería impecables; antes, durante y después del trabajo.

Teníamos que ser perfectos y dar un servicio excepcional, sobre todo si queríamos buenas propinas.

Volví a suspirar antes de plantar una sonrisa en mi cara por el resto de la noche.

—Oh, Airy, qué guapo te ves esta noche —me saludó una compañera.

—Gracias, tú también. ¿Está la jefa?

Ella se sonrojó y negó con la cabeza.

Asentí y me dirigí a la habitación reservada para el personal. Me puse una pajarita y me peiné el cabello hacia atrás con gel.

Me aseguré de retocar mis marcadas ojeras con corrector para que no se notasen. Iba a acabar acostumbrándome a maquillarme para ocultar todas mis imperfecciones. Me puse un poco de pintalabios y rubor para darle color a mi rostro.

Al salir, me encontré de cara con la jefa, a la que le sonreí con inocencia.

—Buenas noches.

—Buenas, Airelle, espero otro servicio impecable hoy. Tenemos invitados especiales que han reservado todo el restaurante. Necesito que tú te encargues de todo, no confío en que el resto lo haga bien —señaló, apurada.

—Sí, señora.

Me abotonó la chaqueta antes de ir a la cocina para dar más órdenes. Odiaba que me llamase por mi nombre completo, pero si quería el dinero, me tenía que aguantar.

Me preguntaba quiénes serían esos invitados tan "importantes".

Las primeras dos horas me las pasé limpiando y ordenando cubiertos, pues la reserva era a las nueve o diez, no lo tenía claro y tampoco me podía importar menos.

Me di cuenta de que nuestros preciados clientes estaban llegando cuando la jefa nos reunió a todos en la entrada para saludarlos con una reverencia.

Ni que fueran dioses.

—¡Oh, por Dios, siempre he querido cenar aquí! —exclamó una de las chicas con su voz chillona.

Reprimí una mueca de asco.

Qué voz más chirriante.

—Buenas noches, es un placer. Me llamo Airy y hoy seré el encargado de servirles junto a mis compañeros. Los acompañarán a su sitio —sonreí con falsedad.

—Maia, ¿soy yo o nuestro camarero es muuuuy guapo? —Otra chica casi idéntica, pero con el pelo un poco más oscuro se le pegó a la anterior, la tal "Maia".

—Ay, Saya, no seas tan hormonal delante de otros, pero confirmo —le susurró.

Debían ser hermanas.

Aguanté un suspiro de cansancio y le mostré mi mejor sonrisa, haciéndolas sonrojar. Si alguien había reservado un restaurante entero, debía tener dinero, por lógica. No podía quedar mal.

Un chico detrás de ellas rodó los ojos y las empujó hasta la mesa.

—Ligando en el trabajo, no puede ser —se mofó uno de mis compañeros.

Le sonreí ladinamente y negué con la cabeza.

—Estas son las desventajas de tener este atractivo que rompe corazones. —Me encogí de hombros.

Más gente comenzó a llegar y a llenar el restaurante. Mientras cada uno de mis compañeros se encargaba de las mesas laterales, a mí se me asignó la central, la cual era la más grande y donde parecía que estaba la gente más rica. No me iba a quejar, si me daban propina, me la podía quedar.

—Felicidades, Ren, por tu excelente trabajo. La premiere de la película ha salido espectacular y se espera que sea un éxito en taquilla.

—Gracias, director, esperemos que sea así. —El chico sonrió con timidez.

Oh.

Entonces, comprendí la magnitud de la situación.

Yo conocía a esta gente.

Conocía a Ren Keller. Él trabajaba para Blish Records y era uno de los actores más jóvenes y exitosos del momento.

Eso significaba que el hombre de al lado era el jodido fundador de Blish Records, una de las empresas más famosas del mundo del entretenimiento y que dominaba todas las carteleras y clasificatorias.

Mantuve la calma, pero no pude evitar mirarlos de reojo de vez en cuando. No era fan de Ren, tampoco era seguidor o siquiera me interesaba, pero había algo raro en él que me hacía especial gracia.

Se notaba que era buen actor, pero no lo suficiente para que no me diese cuenta de lo mal que lo estaba pasando.

Finalmente, cerca de las diez, todas las sillas fueron ocupadas y el bullicio del restaurante comenzó a sacarme de quicio, pero seguí sonriendo como si nada. Era agotador, qué podía decir.

—Perdona... —Un chico joven me agarró de la chaqueta mientras paseaba entre las mesas, siguiendo las órdenes de mi jefa de cautivar a los clientes.

—Dime.

—Es que, eres muy guapo. —Agachó la cabeza. El resto de la mesa lo miró y me miró. ¿Estaba coqueteando conmigo?—. Y bueno, me preguntaba si...

—Lo siento, no tengo permitido este tipo de conversaciones en horario laboral —rechacé, intentando huir.

—No, pero no iba a pedirte el número, eso sé que tengo que hacerlo fuera. Quería preguntarte si tú eres parte de esa banda que se hizo tan popular en Youtube los últimos meses. —Hizo un puchero.

—¿Qué?

—Sí, esa sin nombre, formada por un chico rubio y otro peliazul. —Tragó saliva—. Igual me he confundido.

Se disculpó y se giró, avergonzado. Sus amigos comenzaron a picarlo.

Podría negarlo, sí, pero ahora mismo, tenía delante a varios agentes de Blish Records. Quizá era mi oportunidad. Niss ya había rechazado un contrato porque no quería hacerlo solo y se estaba muriendo, por eso, quizá esta sería una oportunidad irrepetible.

—De hecho, sí. Los otros dos son mis amigos —sonreí.

—¿En serio? ¿Eres Airy? —Se cubrió la boca. Asentí—. Esto... ¿Crees que podríamos sacarnos una foto o algo? Me sirve un autógrafo, porfi —rogó.

—Vale, aunque no sé para qué lo querrías, solo hacemos covers.

—Pero cantáis muy bien. Tengo la esperanza de que algún día alguna discográfica se fije en vosotros.

—Ojalá, pero bueno, mientras tanto, esperamos sacar canciones propias por nosotros mismos. —Me encogí de hombros.

—Os estaré apoyando, hagáis lo que hagáis. —Sus ojos brillaron y sacó su teléfono—. ¿Crees que podríamos sacarnos la foto ahora y dejo de molestarte?

Miré a mi alrededor, viendo que todo el mundo parecía atendido y a gusto, por lo que acepté.

Le dio su móvil a uno de sus amigos para que nos hiciera su foto y se colocó a mi lado. El flash me dejó ciego, pero no solo hizo eso, sino que causó que varias personas nos miraran con curiosidad.

Había logrado mi objetivo.

Uno de los señores comenzó a preguntarle cosas sobre mí, pero no me pude enterar bien de lo que dijeron porque me llamaron de otra mesa.

La noche transcurrió sin más incidentes y aproveché mi descanso de cinco minutos para escabullirme a un rincón, detrás del edificio, para fumar un cigarrillo.

La paciencia se me había agotado, pero había soportado lo suficiente para hacer una recarga.

Sin embargo, una voz interrumpió mis pensamientos.

—Joder, vaya velada de mierda —gruñó. Me asomé desde mi escondite, viendo a Ren. Él no se había fijado en mi presencia—. Con ese cabrón molestando, no hay quien tenga un descanso. Encima, tengo que ir a casa después. Putos directores de mierda.

Le dio una patada a una lata que había tirada y se apoyó en la pared, inspirando y espirando profundamente para relajarse.

Sonreí al ver que tenía razón. Ese tipo era igual de mentiroso que yo.

Exhalé el humo de mi cigarro y seguí a mi rollo, eso pareció delatarme.

—¿Quién hay ahí?

No respondí.

No me interesaba lo suficiente como para hacerle caso.

—Si no sales, voy a buscarte y no te va a gustar —amenazó.

—Qué miedo —me burlé, saliendo a la luz y enfrentándolo—. ¿Qué me harás, enano?

Tal vez no era buena idea meterme con uno de los principales representantes de la empresa, pero qué importaba. Dudaba que él pudiera impedirme cualquier cosa.

—¿Me acabas de llamar enano? —cuestionó.

—No debes medir más de un metro setenta. —Me encogí de hombros.

—¿Qué? ¿Acaso puedes medir a la gente con la mirada o qué? —rió sarcásticamente.

—No, pero los enanos destacan por su altura de... enano.

—Seguramente, tú eres una puta torre, si tanto te burlas de mi altura, ¿no?

—Más que tú mido —reí, poniéndome de pie y estirando mis piernas por completo.

Alzó la cabeza hasta que nuestras miradas se encontraron.

—¿Cuánto mides? —Tragó saliva.

—Uno ochenta y... dos, creo.

—Hijo de puta —siseó.

—Qué malhablado eres, Ren Keller. —Acerqué mi boca a su oreja, recibiendo un empujón instantáneo.

Carcajeé.

—No deberías llamar a tus clientes por su nombre completo sin permiso.

—Ya, sería cierto si tan solo estuviera trabajando en este momento.

Tragó saliva.

—¿Cuánto has escuchado?

—¿De qué? —pregunté, fingiendo inocencia.

—Tú...

—Yo... —repetí con burla.

—Tienes que callarte la puta boca.

—¿Por qué lo haría?

—¿Me vas a arruinar la carrera?

—Como si me importaras tanto.

—Cabrón —masculló con rabia.

—Normalmente, otras personas en tu situación ofrecerían algo, ¿sabes? No tienes mucho instinto de preservación —lo provoqué.

—Tú... ¿Qué quieres?

Fingí pensármelo y comencé a juguetear con sus trenzas, pues tenía dos, uno en cada lado de la cabeza. Tenía el pelo bastante largo por detrás y por los lados, pero no en el frente.

Se notaba que quería apartarme, pero se aguantó, esperando mi respuesta.

—Consígueme un contrato con Blish Records.

—¿Qué? ¿Acaso te crees que tengo esa habilidad?

—Ni puta idea, pero tú eres el que está pidiendo algo. —Dejé de lado su pelo y saqué mi teléfono, fingiendo que había grabado algo cuando ni siquiera tenía batería.

Abrió mucho los ojos e intentó saltar para alcanzarlo, pero simplemente estiré mi brazo lo máximo que pude.

—¡Suéltalo!

—No. Ren Keller, eres tú el que tiene algo que proteger —declaré.

En realidad, nunca habría hecho esto, pero que él fuera quien le diese tanta importancia me hacía gracia.

—¡Lo haré, pero no muestres ese video!

Sonreí con suficiencia.

—Claro.

—Ahora bórralo.

—No hasta que ese contrato esté firmado. —Abulté mi labio inferior—. Ups, hora de seguir con mi turno.

Y me fui, dejándole con la palabra en la boca.

Lo satisfactorio fue recibir un correo al día siguiente. ¿El remitente? Un representante de Blish Records.

---

Holaaa JAJSKA, pueees, el capítulo es largo y uf, cuántas emociones.

Bueno, a lo que venía, ¡os presento a Ren! <3 Mi otro bebé. Vaya primer encuentro con Airy, ¿eh? Si hasta parece un chico normal :)).

Cuando sepáis todo sobre él, no nos reiremos tantos.

Es un bb, pero al mismo tiempo, no. Ha sufrido mucho.

YYY, bueno, ¿qué tal? 5000 palabras de cap kqjdwk, me he tardado varios días en escribirlo y apenas 10 minutos para corregirlo 😭😭.

Siento que mi creatividad está muy estimulada JAJSJA.

Y bueno, lo de Niss y sus recuerdos :((. Al principio iba a olvidarse de Mya por completo y no solo de ese año JAJAJA. Digo, queso.

Espero que lo hayáis disfrutado, besitos de media noche.

Pst: estoy escribiendo el primer capítulo de AMDV y amo mucho, pronto revelaré el título completo junto a su portada 😭😭, qué emoción. Seguro algunos ya sabéis de qué siglas son, pero bueno, solo tenéis que fijaros en el título de ACDI y completar JAJSJA.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro