10. En Narnia hace mucho frío

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Cuando viene aquí, mi prima y yo siempre dormimos juntas.

— ¿Qué lado de la cama quieres?– pregunto, al terminar de ponerme el pijama.

Ella empieza a reír y dice:

— ¡Ni que fuéramos una pareja!

Luego me mira, aún riendo un poco y me pregunta:

— ¿En qué lado sueles dormir tú?

— En el medio– respondo yo. 

— Vale, pues no ayudas.

Nos quedamos unos segundos en silencio mirando la cama y entonces ella me dice:

— ¿Tú a la izquierda y yo a la derecha?

— Vale– respondo yo, levantando el edredón. En Inglaterra, a finales de octubre ya estamos a diez grados por la noche.

Nos metemos en la cama y nos tapamos. Apago la luz y enciendo la lamparita de la mesita de noche, ya que siempre nos quedamos hablando un buen rato:

— Bueno, cuéntame– digo, girándome hacia ella– ¿cómo va por Cardiff? ¿Ya ha dejado de hablarte tu ex?

— Sí– responde Winnie– se cambió de instituto y pues no lo he vuelto a ver. Intentó escribirme por instagram, pero yo le dije "supérame" y lo bloqueé.

— Muy bien hecho– respondo yo.

— ¿Y tú? ¿Sigues loca por el chico ese del campamento o no?

Este verano me fui de campamentos, donde conocí a un chico, Jake. Me besé con él un par de veces y él se enamoró de mí, pero yo le dije que prefiero no tener novio. Era guapo y besaba bien, pero no me gustaba. No sentía nada por él. Aún así, le dije una mentira a mi prima: al volver me inventé que estaba enamorada de él y que era él quien me había rechazado. Era una forma más de decirle a mi mente que los chicos me gustan y las chicas no.

— No, ya no. Ya lo había olvidado casi, de hecho– le respondo– ahora tengo un ligue, pero no es nada. Se llama John y tampoco estoy enamorada de él. Antes tenía otro, Adler.

Ella me mira con incredulidad, pero yo resisto:

— John me gusta como ligue, pero no quiero una relación seria con él.

De repente alguien llama a la puerta:

— ¡Adelante!- digo yo.

La puerta se abre y tras ella aparece Aaron, diciendo:

— Abby, ¿puedo dormir entre vosotras? Tengo miedo de que me aparezca el fantasma.

Winnie y yo lo miramos con ternura, y ella dice:

— Sí, vente aquí.

El niño se quita las zapatillas y se cuela entre nosotras. Lo arropamos con el edredón y él cierra los ojos. Entonces nosotras continuamos con nuestra conversación:

— Y dime...¿has hecho algún amigo nuevo?

— Sí– respondo– bueno, digamos que sí. Se llama Charlotte y es...

— Su novia– suelta el niño, abriendo los ojos de nuevo.

Winnie me mira, sorprendida, y yo le doy un manotazo a Aaron.

— Es mi compañera de mesa– respondo, y luego aclaro– no es mi novia. No me gustan las chicas. 

— Ya, claro– responde él cerrando de nuevo los ojos.

Ella continúa mirándome, con una media sonrisa, invitándome a decir la "verdad". Y yo le repito:

— Es mi amiga.

Ella se tumba boca arriba y, aún sonriendo, me responde:

— Yo no he dicho nada. 

— Sí, pero sé lo que piensas. 

— Debería verte con ella para comprobarlo.

— Se queda embobada y se sonroja– aporta Aaron, y luego de recibir otro manotazo por mi parte, añade– ¡no me pegues más!

— Pues tú no digas más mentiras– le contesto. 

— Todos lo hemos visto, Abby. Todos menos...tal vez tú.

Winifred sonríe cada vez más, incrédula de mí.

— Aaron, venga, duérmete ya– le digo.

— Eso intento– responde él, un poco picado y luego añade, mirando a Winnie– mañana iremos a misa porque es el día de los santos. Charlotte estará allí también. 

— ¿También es creyente?- pregunta mi prima. 

— ¡Y tanto que lo es! Va todos los domingos a misa, siempre la encontramos allí– explica, y luego añade, riendo un poco– Abigail la mira más a ella que al propio sacerdote.

— ¡No es verdad!– exclamo yo, girándome boca arriba.

El niño hace caso omiso, y continúa con sus tonterías:

— De modo que mañana, cuando vayamos a misa, fíjate un poco en cómo mira tu prima a esa chiquilla.

— ¡¡¡Agr!!!– exclamo yo, volteando hacia el otro lado, para dar la espalda a los dos. 

— Si te pones así se te nota más– afirma ella. Luego mira al niño y añade– No sé quién es la chica, de manera que no puedo fijarme en cómo la mira Abby.

— Sabrás quién es cuando la veas– le responde Aaron– llama mucho la atención. 

— ¿Por qué? ¿Viste muy colorida o...?

— No– responde él– pero tiene un estilo muy elegante, muy chic. Y es muy guapa, es más alta que mi hermana y...

Resoplo a modo de queja y me incorporo un poco, apoyándome en el colchón con los codos. Luego me giro hacia la mesita de noche y, haciendo un poco el esfuerzo de estirar el brazo, finalmente alcanzo el móvil. Me vuelvo a tumbar en la cama y enciendo la pantalla. Acto seguido entro en Instagram mientras Aaron y Winnie me miran. Busco el perfil de Charlotte, ya que obviamente no la sigo, y nunca he hablado por chat con ella.

Al abrir su cuenta le muestro la pantalla a mi prima. Ella me quita el móvil y empieza a inspeccionar todo el perfil. Luego me mira y me dice:

— Esta chica es guapísima...tiene que ser tuya, ya quiero boda. 

— Pues esa boda será con otra persona- respondo yo– Te repito, queridísima prima, que no soy lesbiana. 

— ¡Ja! Eso ya lo veré yo mañana. Mientras tanto...– dice alzando el móvil para que yo no pueda alcanzarlo y pulsando el botón de "seguir"– ¡Tóma, Charlotte, hermosa! ¡Entérate de lo coladita que está mi prima por ti!

— ¡Mierda Winnie!– exclamo yo, tratando de bajarle el brazo– ¿qué coño haces?

Ella empieza a reír, y aún con el móvil alzado, empieza a darle "me gusta" a varias publicaciones suyas. Después pincha en el botón de "enviar mensaje directo" y le escribe un «Hola, baby» acompañado de varios emoticonos de corazones y besos.

— ¡Devuélveme el puto móvil!– chillo, nerviosa. 

— ¡Ahí está la prueba!– responde ella– Si no te gustase no te pondrías así. 

— ¡Que me lo devuelvas, he dicho!

En esos momentos vemos cómo Charlotte se conecta a la red y lee el mensaje. Solo entonces Winifred baja el brazo, devolviéndome así el móvil, cuando ya lo ha leído y me está respondiendo.

Le lanzo una mirada amenazante a mi prima y luego leo lo que la chica me ha respondido:

«¿Con que ahora me llamas baby?» y varios emoticonos de risa.

Las mejillas se me entumecen por sí solas, y yo me doy la vuelta, dando la espalda a los dos, para que no me vean así. Rápidamente respondo y le digo:

«Nada, no me hagas caso
mi prima, que es tontita
Ella te ha escrito eso
prk cree k nos gustamos»

Dejo el móvil sobre la mesita de noche, apago la luz y digo, molesta:

— Vamos a rezar.

Luego de unas cuantas oraciones, el niño dice, con su voz angelical:

— ¿Puedes poner el proyector de estrellas?

Es un aparato que tengo yo que si lo enciendes por las noches proyecta un cielo estrellado en el techo. A mí me gusta verlo, porque puedes observar las constelaciones, las nebulosas...es como perderse en el universo.

— Sí, por supuesto.

Abro el cajón de la mesita de noche y saco el proyector. Lo coloco encima de la mesita y lo enciendo. Luego apago la luz.

— ¿Cuál estrella es esa?– pregunta Aaron, señalando la más luminosa– ¿y por qué brilla tanto?

— Es la estrella polar– respondo– y es la más luminosa porque Dios la creó así para que los seres humanos encontremos el camino. Aaron, si alguna noche te perdieses y no tuvieras nada para ubicarte, sigue la estrella polar, ella te indicará siempre el norte, ya que es la única estrella del firmamento que nunca se mueve.

Él me mira, asiente y me da un beso en la mejilla:

— Buenas noches, reina Abigail.

— Buenas noches, rey Aaron.

Luego se gira y le da un beso en la mejilla a Winnie:

— Buenas noches, reina Winifred. 

— Buenas noches, rey Aaron– responde ella, dándole un beso en la frente.

Cuando Aaron se ha dormido ya, Winnie me llama, susurrando:

— ¡Psss...Abigail...psss...Abby!

— ¿Qué quieres?– digo yo, aún bastante molesta. 

— Mira, yo realmente no sé si te gusta esa chica– admite entonces, aún susurrando– pero quiero que sepas que si resulta que sí...no pasa nada. Está bien ser así. Fíjate si está bien que hasta hay un día del orgullo LGBT...además, es normal que te guste, es guapísima.

Sonríe un poco y me mira. Al oír eso mi cuerpo reacciona de una manera que ni siquiera yo misma esperaba. Un sentimiento extraño choca en mi interior, y provoca que yo diga:

— Pero eso no puede ser...no puede gustarme ella.

— ¿Por qué no?– pregunta, con una sonrisa de oreja a oreja. 

— Porque yo...– respondo y luego corrijo– porque nosotras no podemos. 

— Quién dice que no?– dice Winnie– yo no veo a nadie por aquí que nos esté diciendo que tú no puedes enamorarte de esa chica. 

— Sí, hay alguien– respondo, con tono de obviedad– el mundo, ¿no lo ves?

— El mundo en sí es maravilloso– responde ella– pero la sociedad que hay sobre él es una mierda. No le eches la culpa a quien no la tiene. ¿Esa chica es bisexual?

— Es lesbiana– le hago saber yo.

— Pues mira...no sé bien bien si a tí te gusta ella, pero si así es, siempre y cuando tú le gustes a ella, vive feliz con Charlotte. No te vayas con un chico solo por el «¿qué dirá la gente?»...eso da igual. Si realmente te gusta llévala a pasear por el Támesis, ve al cine con ella, subiros juntas en el London Eye...bésala hasta el amanecer, como si no hubiera un mañana, ir juntas el 28 de junio al Orgullo gay...

— ¡Para! ¡Para!– exclamo– Me estás incomodando...no me gusta y ya. No quiero hablar más de este tema.

—Vale– dice ella, un poco indecisa– si tú lo dices...buenas noches.

— Buenas noches– repito yo.

Pasados unos minutos me doy la vuelta y veo que ya está dormida. Entonces miro hacia el techo y me pongo a observar detalladamente las estrellas.

Miro fijamente una de ellas, y en ella no solo veo un punto de luz en medio de un universo oscuro. Veo a dos chicas, Charlotte y yo, con los brazos entrelazados paseando por el Támesis, refugiándonos de la lluvia bajo un paraguas de color rojo. Eso está mal, de manera que no hago caso.

Ruedo los ojos hasta otra estrella, una que está enmedio de una nebulosa de color rojizo. La miro detalladamente y es un destello en medio de miles. Esa estrella me muestra la imagen de ella y yo, subidas en la cabina que está en el punto más alto del London Eye, la famosa noria de esta ciudad. Desde ahí se puede ver toda Londres, y son unas vistas maravillosas. Pero nosotras no estamos mirando todo eso. Ella y yo estamos clavando la mirada la una en la otra.

Después me fijo en otro astro, pero no es una estrella, sino la Luna. La miro. La miro intensamente, con su esplendor y sus manchas grises. Ella me muestra a Charlotte y a mí, tumbadas sobre esta cama, en pijama y sin distancia entre nosotras. Nos estamos besando, con más pasión que nunca. Ese pensamiento me repugna, y me hace querer pasar al siguiente.

La última estrella que miro me muestra a Charlotte y a mí, en medio de un montón de gente que tiene la bandera arcoíris. Nosotras estamos abrazadas, saltando y cantando una canción a todo volumen. Se trata de Born this way, de Lady Gaga, y justo estamos cantando la parte en la que dice:

«No importa ser gay, hetero o bi,
lesbiana o transgénero
Estoy en el buen camino
porque nací para sobrevivir»

Vamos vestidas igual, con unos shorts de color rojo, el ombligo al aire y un top blanco de solo un tirante. En el centro del top se puede ver un corazón pintado con la bandera de la comunidad y con la palabra «is» en el centro, pintada con negro. Luego, a los lados del corazón, la palabra «love». Así se puede leer perfectamente «love is love». Llevamos el arcoíris pintado en las mejillas, y estamos sujetando las dos una bandera LGBT enorme, a modo de capa. En la bandera se puede leer perfectamente: «Soy gay, soy lesbiana, soy bisexual, soy transexual, soy heterosexual: soy como tú, soy una persona».

Mi mente se satura, tanto que ahora conciliar el sueño se ha convertido en misión imposible.

~~~~¥~~~~

Son las 9:30am. La misa empieza a las once, y tenemos un rato andando hasta la iglesia. Además, hoy tenemos prisa, porque somos muchos primos y tenemos que ir todos bien vestidos. Después de desayunar, me ducho y me visto. Esta vez opto por un vestido violeta oscuro, con vuelo y que me llega por debajo de las rodillas.

Me seco el cabello y me plancho el flequillo. Me pinto las uñas del mismo tono que el vestido y luego me pongo los pendientes y el collar de arreglar, unas medias de rejilla y unos botines negros de ante, elegantes y finos. Luego me pongo colonia y me maquillo.
Cuando salgo del lavabo veo a la prima Winifred mirándose en el espejo de mi cuarto, con un vestido verde claro, ajustado y también muy elegante. Se está retocando el cabello y al verme en el reflejo se da la vuelta y me mira, callada.

— ¿Qué pasa?– pregunto yo– ¿estás bien?

Se acerca corriendo, me toma de las manos y me dice:

— ¡Estás guapísima!

— Gracias– respondo yo, alisandome el vestido.

Ella empieza a saltar, emocionada. Me parece extraño eso, y no dudo en preguntarle a qué viene tanta emoción:

— ¡A Charlotte le vas a encantar!– canturrea, dando aún saltitos y palmadas.

— Empiezo a arrepentirme de haberte hablado de esa chica...– le hago saber.

— Me da igual– responde ella– y otra cosa: esto no pueden saberlo mis padres.

— ¿El qué?– pregunto, con curiosidad, un tanto extrañada.

— Si finalmente resulta que sí que te gusta ella, no te recomiendo que se lo digas a mis padres.

— Bueno, nunca me veré en esa situación, porque soy heterosexual. Pero si fuese así, ¿qué crees que dirían?

— Eso mismo les pregunté yo una vez– me responde ella– que qué pasaría si un día yo les dijera «papá, mamá, soy lesbiana o bisexual...o incluso transgénero».

— ¿Y qué dijeron?

— Mi madre solo me dijo una cosa: «Mira Winifred, yo parí una niña, no un niño». Y mi padre me dijo que, aparte de eso, si yo me enamorase de chicas, me internarían en un centro psiquiátrico o me llevarían a terapias de conversión.

— ¿Qué es eso?– pregunto yo, curiosa.

— Unas terapias que hacen las personas conservadoras cuyo propósito es heterosexualizar a los homosexuales, es decir, convertir a gente gay en gente hetero.

— Oye, pues eso está bien, ¿no? Podría ir yo, para hacer ver a mi mente de una vez por todas que me gustan solo los chicos.

Ella me mira y se tapa la boca con una mano, mientras abre los ojos como platos:

— De modo que tu mente te dice lo contrario– acaba diciendo.

— Digamos que me hace muy malas jugadas– respondo yo.

— ¡Abigail!– grita mamá desde abajo– ¡ya estamos todos preparados!

— ¡Ya bajamos!- grito.

— Salvada por la campana– me dice entonces Winnie– luego hablaremos de eso de tu mente.

Las dos bajamos al recibidor, y al vernos tan arregladas, mamá dice:

— Oliver, mira qué bellezones tenemos en esta casa.

— Las chicas más guapas de todo el Reino Unido- responde papá.

— Gracias, papá.

Por último, alcanzo una chaqueta fina y elegante y mi bolso. Y así salgo de casa.

En Inglaterra hay tres tipos de instituciones eclesiásticas anglicanas: La que llamamos High Church, o iglesia alta, que es la más conservadora de todas, la Low Church, o iglesia baja, que es menos tradicional y la Liberal Church, o iglesia Liberal, en la que se permiten que las mujeres dirijan el culto y matrimonios entre homosexuales. Mi familia pertenece a la Low Church. A veces me gustaría que fuéramos de la iglesia liberal, ya que alguna vez me gustaría dirigir la misa (no hay que ser cura o monja para dirigirla aquí).

Al llegar a la plaza de la iglesia, veo que mis tíos y mis abuelos están allí. Winnie no para de mirar a todos lados, buscando a Charlotte.

De repente, alguien me toca la espalda. Al girarme la veo allí. La chica pelinegra me está sonriendo y saludando con la mano. El corazón me da un salto y sonrío nerviosa. No sé ni por qué hago eso, me sale solo:

— Hola– le digo.

— Hola–  me responde, haciéndome un repaso por todo mi cuerpo con la mirada, sin ningún intento de disimular.

Eso hace que me sienta un poco insegura y me cruzo de brazos, para protegerme, nerviosa. Ella lleva un vestido amarillo, color que le sienta muy bien.

— Me gusta mucho tu vestido– me dice, mirándolo– ¿dónde lo has comprado?

— No lo sé, no me acuerdo– le hago saber, con timidez– a mí también me gusta el tuyo.

— Gracias– responde ella.

De repente alguien me pasa el brazo por detrás, diciendo:

— ¡Hola!

Cuando miro a un lado, veo a Winifred, agarrada de mí y dirigiéndose a Charlotte:

— Hola– responde esta última, tímidamente.

— Soy Winifred– se presenta mi prima tendiéndole la mano– pero me gusta más que me llamen Winnie. Tú debes de ser Charlotte, ¿verdad?

— Sí– responde ella, estrechándola, un tanto extrañada.

— Me lo suponía– añade Winnie– desde que llegué aquí ayer para celebrar la noche de Halloween y el día de los muertos, mi prima no para de hablarme de tí.

Charlotte me mira con una sonrisa burlona. Parece sorprendida por lo que acaba de escuchar. Yo he apartado la vista, pero aún así sé que ella sigue con los ojos clavados en mí.

Quiero irme de aquí. No. Necesito irme de aquí. Justo cuando me dispongo a darme la vuelta, un niño pequeño aparece por mi lado, corriendo con los brazos abiertos:

— ¡Charlotte!

Ella se agacha y lo abraza, diciendo:

— ¡Qué guapo estás hoy, Aaron!

— Gracias– responde él, dándole un beso en la mejilla.

Poco a poco, un matrimonio se va acercando. La mujer es igual que Charlotte pero más mayor.

— Mamá, papá, ella es Abigail, mi amiga– dice Charlotte, cuando llegan adónde estamos.

— Encantada señores Anderson– digo, con educación.

—Igualmente– responden los dos al unísono. Se miran y ríen un poco. 

—Charlotte– digo entonces– eres un clon de tu madre, pero más joven. No se ofenda,  señora Anderson.

— No me llames así, querida– me responde ella– Eva está bien. Y no me ofendo, es cierto. Charlotte es mi hija lo que implica que es más joven que yo...treinta años, concretamente.

—A mí tampoco me llames señor Anderson– dice entonces el padre– soy Henry.

— ¡Genial!

Entonces vuelvo a mirar a la hija, que está en el medio de los dos. Intento disimular que la estoy observando, pero ella lo sabe perfectamente. Cuando me quiero dar cuenta, mi prima y mi hermano me están mirando, y empiezo a sentirme un poco incómoda.

Entonces Aaron hace una de las suyas, y se pone delante de los padres de Charlotte:

— ¿Sabéis que se quieren?– pregunta.

Apoyo los dedos de la mano derecha sobre mi cabeza gacha, y niego.

— ¿Cómo que se quieren?– pregunta Eva, extrañada.

Aaron me toma la mano y también la de Charlotte. Acto seguido las une. Las dos nos miramos la una a la otra y en estos momentos mi mente no para de repetir que quiere un beso.

Separamos rápidamente las manos y ella se agacha, a la altura de mi hermanito:

— Amigo– le dice– en una pareja solo pueden haber un novio y una novia, no dos novios o dos novias.

No entiendo cómo puede ser tan hipócrita. Ella dice eso pero luego es la primera que seguro que tiene un altar para adorar a la vagina en su cuarto.

— ¿Entramos en la iglesia?– dice entonces su padre.

Ella se gira y asiente. Mira a mi hermano y le dice:

— Yo no soy lesbiana, soy hetero...todas las noches sueño con casarme con un chico.

Luego empieza a girar su cuerpo hacia sus padres, para irse con ellos, pero antes de girar su cabeza también, me mira con una sonrisa pícara y me guiña un ojo.

Ese gesto provoca que me dé un vuelco en el corazón y me quedo paralizada unos segundos, mirando cómo se aleja. Las mejillas se me sonrojan como nunca antes lo habían hecho y entonces Winnie me mira:

— ¿Y ese guiño?– pregunta.

Yo me quedo mirando atontada incluso cuando Charlotte ya ha entrado en la catedral y no puedo verla.

— Abigail– me dice mi prima, sacándome así de mi ensimismamiento– ¿sabes una cosa?

— Dime– le respondo yo.

— El armario tiene una puerta, y en Narnia hace mucho frío como para pasarte toda una vida ahí.

 

Nota de autora:

¡Hola lector! ¿Como estas?

¡¡Espero que te haya gustado tanto el capítulo como a mi!!
¡Hoy extra de duración del capítulo!

¿Opiniones?

¿Confirmamos que Aaron y Winnie nos representan?

¡Nos leemos en el próximo capítulo!

Pd: ¿quien es tu cantante favorito?

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