6. La mala cita

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No sé cómo se llamaría. Luaggie... Magguan... ¡No importa! ¡Me niego a aceptarlo!

¿Por qué de todas las millones de personas que existen en el mundo, a Luan le gustaría una chica rara que me odia? En serio, hasta Benny habría sido una mejor opción, ¡pero el mequetrefe resultó cambiándola por Belle Yates! Luan se merece una persona que la ame tal como es y le haga feliz, no alguien que le traiga amarguras y le haga cambiar. Cómo recuerdo aquella ocasión en que intenté hacer que Clyde y ella se enamoraran para impedir el día de las bromas... Por ese absurdo plan fue que entendí que las personas no deberían cambiar por nuestra causa. Creo que por eso me ha molestado tanto que Maggie esté influenciando tanto en las decisiones de mi hermana...

—¡Oye, Tontorrón! ¡Si no sales del baño habrá un desastre sobre la alfombra!

La voz de Lynn me hizo despertar de mi profundo análisis y salir a toda prisa del baño. Creo que estuve unos veinte minutos ahí.

—¡Lo siento, LJ! ¡Problemas técnicos! —me excusé con una sonrisa mal fingida. La deportista gruñó y me enseñó el puño a la vez que amenazaba:

—Son peores los problemas que te esperan si lo vuelves a hacer.

Así estuve esos días... Pensando constantemente en mi hermana comediante. Pero no era lo correcto estarse ahogando en un vaso de agua: tal como dijo Luna, mientras Luan no nos diga cuál es su situación sentimental nada es definitivo. Me pareció lo mejor ir a preguntar a la chica musical si había logrado preguntárselo a su compañera de cuarto.

La encontré en el pórtico, charlando con su novia Sam. Rayos. Ella siempre me ha parecido muy bonita. Admito que me gustaba al conocerla. Tanto, que una vez soñé que la besaba en la azotea de un bar que estaba por ser demolido. Lo sé... Que sueño tan loco.

—¿Qué hay, hermano? —fue el saludo de Luna.

—Hola, Luna. Hola, Sam.

—Hey, Lincoln...Te veo preocupado —comentó la rubia de forma acertada.

Luna intervino sin dejar de sonreír: —Tranquila, nena. Linc ha estado pensando en el bienestar de nuestra querida Luan. Así es siempre. Todo el tiempo se esfuerza por nosotras.

—En cuanto a eso, Luna... ¿Has averiguado algo?

—Ah. En ese respecto... —hizo una pausa para indicarnos que debíamos acercarnos, y terminó diciendo en un susurro: —No-se-na-daaaa.

Las dos chicas estallaron en risas. Yo fruncí el ceño.

—¡Muy graciosa! —protesté.

—Sorry, Bro. Quería hacer reír a Sam nada más. En fin. Le he preguntado qué siente por Maggie, pero ella dice que "nada" y cambia el tema.

—¿Nada? ¿Así de escueta? No es una respuesta típica de Luan —dije de inmediato.

Sam intervino: —¿Será acaso que no tiene claros sus sentimientos?

—Eso creo yo también, nena. Admito que así me sentía cuando me di cuenta de lo mucho que me gustabas. De seguro a Lu le pasa igual.

Eso que dijo Luna me pareció un dato clave.

—¿Y qué fue lo que te convenció de tus sentimientos?

—Fue una tarde en que nuestros dos amigos salieron por su cuenta, y nos quedamos solas. Fuimos a pasear, y nos divertimos tanto que me quedó más que claro. Era Sam quien rockeaba en mi corazón.

La rubia se sonrojó y abrazó a mi hermana por la espalda con lentitud. Entonces me enteré que empezaba a ser el mal tercio. Por lo tanto, me retiré con discreción.

¿Así que Luna se enamoró de Sam después de una buena cita?

¿Qué tal si Maggie... Se des-enamora de Luan después de una mala?

Oye... No me juzgues. Está más que claro de que Maggie no es una buena influencia para mi hermana, o para cualquier persona. Es gruñona, hostil, y quiere que mi hermana cambie haciendo que deje de bromear. Quizás lo que esa chica necesita es, precisamente, una buena dosis de bromas.

Así dio inicio la Operación "Molestar a Maggie para que deje de gustarle Luan y evite meterse en su vida, y de paso encontrar un nombre más corto para esta Operación"

Hablé con Luan, y le hice ver lo importante que era un ensayo más de la rutina incorporando lo que Stuart nos recomendó. Añadí que sería buena idea invitar a Maggie también a casa. Ella aceptó gustosa, y en una hora tenía ya a ambas señoritas en el patio.

Me di cuenta de lo feliz que fue su encuentro en el pórtico, pero ellas nunca imaginaron encontrarme a mí disfrazado de payaso.

Ni tampoco imaginaban todo el equipo de bromas que sustraje de la habitación de Luan...

Mi linda hermana sonrió admirada al verme disfrazado, mientras que a la chica pálida se le notaba una mueca de desagrado. Quizás le desperté sensaciones del pasado que ya había dejado enterradas. ¡Genial!

—¡Buenas tardes, lindas niñas! —las saludé, obteniendo dos reacciones muy distintas.

—Vaya. ¿Por qué tan serio, Linc? —preguntó la comediante con una mirada picaresca.

—Puedo hacer algo más gracioso, si usted in-chiste —fue mi ingeniosa respuesta. Mi hermanita rió, y Maggie torció aún más la cara.

—Lincoln... O sea, ¿por qué estás vestido así? —preguntó casi gruñendo.

—Para hacerte sonreír como lo hace Luan. Cómo cuando ella da una mano...

De sorpresa, saqué un guante de boxeo extensible y... ¡BUUM! Una emo voladora. Maggie rodó por el césped del patio tras el golpe, y Luan se cubrió. No sé si rió.

Tras unos segundos mareada, la amargada exclamó con furia: —¡Oye! ¡Eso dolió!

Yo corrí a su lado a auxiliarla. Claro que sí.

—Lo sieeeento, Mags. Luan tiene un remedio para el dolor en la cara. ¡Pastelicilina!

Así es. Saqué una tarta de crema y se la estrellé en el rostro. Yo reí, pero Luan no lo hizo.

—Linc... ¿Qué crees que haces?

—Okey... Ya basta de bromas. Lo prometo. —mentí. Me dispuse a darle la mano a Maggie para levantarse, pero ella no contaba con que tenía un buzzer en la mano. No era uno muy fuerte. Pero sabía que bastaba para molestarla. ¡Y de qué forma! Juraría que hasta se le pusieron los pelos de punta durante un segundo. Iba a reír nuevamente, pero algo me detuvo.

Sus ojos tenían lágrimas. Como la otra vez, al electrocutarse con el timbre de la casa.

—¡Los odio! —exclamó, y huyó de nuestro patio.

Me dolió ver esa escena, pero sabía que era lo mejor para Luan.

¿Pero... Dónde estaba Luan?

Apareció frente a mí, con un rostro amenazante, y tomándome por el cuello del disfraz de payaso. Alzó un puño, pero en lugar de lanzarme un golpe, tras unos segundos sólo me empujo hacia atrás y corrió hacia Maggie.

La alcanzó en la solitaria calle. No alcancé a oír lo que le dijo.

Solo vi que se besaron.

Sentí el más frío baldazo de agua caer sobre mi cabeza.

Fue entonces que Luna asomó por la ventana y gritó:

—¿Estás viendo eso, hermanito? ¡Te dije que una buena cita siempre funciona!

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