eight » she looks so perfect

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng







capítulo ocho
( se ve tan perfecta )












¿CRES QUE TU PADRE SE ENFADARÁ SI HAGO UNA BROMA? —preguntó Kate, mientras paseaban juntas al perro.

Habían salido las dos juntas después de una breve discusión por lo de Imagine Dragons, dejando a Clint, que aún seguía sin audífono, en el apartamento.

—¿Una broma de qué tipo? —quiso saber Betty.

—Ojo de Halcón, Oído de Halcón.

—La acepto —dijo Betty de inmediato, riendo—. Pero yo tengo que estar delante.

—Me parece justo. —Kate guardó silencio unos segundos—. No te he dado las gracias por haber saltado sobre Maya cuando intentaba estrangularme.

—Ah, no fue nada —respondió Betty, encogiéndose de hombros—. Estaba libre y te tenía justo al lado. No iba a quedarme sin hacer nada, ya sabes. Creo que perdió un poco los papeles porque creen que eres Ronin y todo eso, pero podría haber sido peor.

—¿Cómo podría haber sido peor? —preguntó Kate.

—No quieres saberlo, bonita —dijo la rubia, haciendo una mueca—. Estudié métodos de tortura para saber cómo resistirlos. El estrangulamiento es de los más bonitos, dentro de eso.

—¿Eso se tiene que estudiar para ser Vengadora? —se sorprendió Kate.

Betty rio y negó con la cabeza.

—Se suponía que yo quería ser agente, como mi padre y Nat, antes de todo lo que pasó en Nueva York. Steve enseñaba técnicas de combate y a aprovechar nuestras habilidades más desarrolladas. Lo de los métodos de tortura lo estudié por mi cuenta. Quería estar preparada.

—Vaya —murmuró Kate, impresionada—. Sí que te lo tomaste en serio.

—Sí, supongo que sí —admitió Betty—. Pero luego empecé la escuela y eso me quitó tiempo para investigar por mi cuenta, lo que en parte agradezco. Llámame rara, pero para alguien que fue educada en casa hasta los catorce, ir a la escuela como una niña normal fue lo mejor que pudo haberme pasado.

—¿Estudiaste en Nueva York? —se interesó Kate.

Betty asintió.

—En Midtown. Me gradué después del Chasquido, aunque no sé ni cómo lo conseguí. El último curso no me lo tomé demasiado en serio, tengo que admitirlo.

—No fue un año fácil —admitió Kate—. Ninguno de esos cinco años lo fue, en realidad. Supongo que, para ti, sería peor.

Betty no respondió directamente.

—No he tenido ningún año fácil desde 2018. Pero, al menos, terminé el colegio y la universidad, ¿no?

—¿Dónde estudiaste? —quiso saber Kate.

—En el MIT. —Betty sonrió tristemente—. Tony me recomendó y a partir de ahí, fue fácil. No fueron cuatro años malos. Acabé en 2023, antes de... todo.

Natasha había ido a su graduación, había aplaudido con fuerza cuando le entregaron su diploma y había sacado miles de fotos, tratando en todo momento de que ella no echara en falta a su familia.

—Estudié Informática y Sistemas de Comunicación —dijo, adivinando la siguiente pregunta de Kate—. Aunque di algunas clases de Ingeniería Mecánica, Ingeniería Eléctrica y Física.

Wow —comentó Kate, impresionada.

Betty rio.

—Supongo que tenía ventaja. Al fin y al cabo, Tony me ayudaba en todo lo que necesitaba. Y necesitaba hacer cosas que me mantuvieran ocupada para no acabar en el grupo de terapia de Steve.

Kate guardó silencio unos momentos.

—Los conocías a todos muy bien, ¿no? —preguntó, en un susurro. Pareció arrepentirse casi al instante—. Quiero decir, no hace falta...

—Sí —suspiró Betty, cruzándose de brazos—. Es... Sé que era solo un equipo que estuvo separado más tiempo del que estuvo junto, al menos cuando yo formé parte de él, pero para mí se convirtieron en algo importante, ¿sabes? A día de hoy, no hablo apenas con ninguno de ellos. Ha habido ciertos problemas. Pero eso no quita que me importen.

Kate asintió, tomando la decisión de no haber más preguntas. No parecía ser un tema que Betty disfrutara y resultaba evidente por qué.

Tres chicas se acercaron a pedirle una foto a Betty, que aceptó con una sonrisa, pasándole la correa del perro a su acompañante.

Kate observó en silencio, notando que la sonrisa de Betty resultaba algo forzada, nada que ver con la que tenía en el rostro durante su paseo. Alguien que no la conocía no lo notaría, pero Kate había pasado los últimos días casi todo el tiempo junto a Betty.

Comenzaba a notar ciertas pequeñas cosas.

Si a la Kate de quince años le hubieran dicho que iba a llegar a ser considerada una amiga por Betty Barton, no se lo hubiera creído nunca.

Aún no se creía que su héroe, la persona que le había salvado la vida con quince años, estuviera paseando por Nueva York con ella en ese momento, riendo con ella y luciendo tan perfecta. Casi parecía un sueño, o algo similar.

Betty no era exactamente como Kate hubiera esperado después de que la superheroína salvara su vida, pero aquello no le disgustaba.

Definitivamente, los Barton tenían algo con salvar a Kate Bishop.

Y Kate tenía algo con quedar fascinada por ellos.

Una niña que no tendría más de ocho años se acercó a Betty, tirando de la mano de su padre.

—¡Eres mi Vengadora favorita! —exclamó, emocionada—. De mayor, quiero ser como tú.

La sonrisa de Betty desapareció y regresó rápidamente. Le dio las gracias a la niña y se sacó un par de fotos con ella.

—¡Gracias, Artemis! —gritó la niña, antes de irse—. ¡Feliz Navidad!

—Feliz Navidad —asintió Betty.

La pequeña de alejó agitando la mano y dando saltos de alegría. Kate arqueó las cejas al notar la expresión de Betty, pero no comentó nada.

—Lista —anunció Betty, regresando junto a Kate y al perro—. ¿Seguimos, bonita?

Kate sonrió.

—Como quieras, princesa.

CLINT LAS ESPERABA EN EL APARTAMENTO. Betty gritó al entrar, sin recibir respuesta alguna. Su padre estaba peor del oído de lo que pensaba.

Kate dejó al perro mientras Betty iba a abrazar a su padre. Clint le pasó el brazo por encima de los hombros, sonriendo un poco. Tenía una bolsa de guisantes congelados apretada contra el cuello.

Su teléfono vibró. Betty le echó un vistazo. Laura. Se separó un poco de su padre para darle espacio para hablar. Clint descolgó el teléfono.

—Hola, Laura —saludó. Betty había ido junto a Kate, pero se detuvo al escuchar la voz que respondía—. Oye, ahora mismo no puedo hablar, porque... No sé, mejor, ¿me mandas un mensaje? ¿Puedes escribirme? ¿Me escribes?

Betty le hizo un gesto rápido a Kate, pero ella ya estaba junto a ella. La rubia le señaló el cuaderno a su lado y Kate asintió.

Hey, Nate —dijo Betty, colocándose frente al teléfono—. ¿Qué tal todo por ahí?

—¿Betty? —preguntó el niño—. ¡Betty, hola! Todo bien, ¿papá está contigo?

—Eh, sí, ahora se pone, no te preocupes —se apresuró a decir ella—. Te paso con él.

—¿Qué? —preguntó Clint, sin entender.

Kate escribió rápidamente en la libreta y se lo mostró a Clint. Niño pequeño.

—¿Nathaniel? —comprendió Clint—. ¡Nathaniel! ¿Por qué me...? ¿Qué pasa, peque? ¿Va todo bien? ¿Y mamá?

Betty le mostró un pulgar hacia arriba a su padre.

—Están todos dormidos y me aburro —protestó el niño, sonando casi triste.

—Creo que... Hay un un pequeño retardo, peque, tengo una cobertura de pena.

Están todos dormidos y se aburre, escribió Kate.

—Ah, que estás... Que estás aburrido. —Clint rio un poco—. Sí, eres el más madrugador. Te echo de menos. Los dos te echamos de menos, ¿verdad, Betts?

—¡Claro que sí! —dijo Betty—. Pero nos veremos pronto, ¿verdad, Nate? Sé que te aburres sin mí, pero sobrevivirás unos días más.

Le hizo un gesto a su padre para que hablara.

—¿Por qué no desayunas algo y... lees un libro hasta que se levante mamá? —propuso Clint.

—Te dejo tomar prestado alguno de mis libros —añadió Betty—. ¿Por qué no miras qué tengo en mi habitación? Seguro que hay alguno que te guste.

—¡Vale, miraré algo! —dijo Nathaniel, sonando algo más animado—. ¿Estaréis esta noche para las pelis?

Betty se mordió el labio. Oh, hermanito.

¿Estaréis esta noche para las pelis?, escribió Kate, para Clint. La sonrisa del padre desapareció tan rápido como la de su hija segundos antes.

—Sí, esta noche toca maratón de pelis, es verdad. Ojalá pudiéramos estar allí, contigo. Sabes que nos encantan esas cosas. —Clint suspiró—. No vamos a llegar a tiempo, como mucho tardaremos un día o dos. Sí, a tiempo para la fiesta de jerséis navideños horteras. ¿Tienes ganas?

—Nuestros jerséis serán los mejores, ya lo sabes, Nate —añadió Betty—. Vamos a dejar a todos los demás alucinados, ¿verdad? —Silencio—. ¿Nate? ¿Sigues ahí?

Kate negó hacia Clint, indicándole que no había respondido nada.

—¿Nathaniel? —preguntó Clint—. ¿Colega?

Betty se quedó sin palabras cuando el pequeño finalmente dijo algo. Oh, genial, ahora me siento mal.

—Ay, hijo —suspiró Clint—. Si supieras cuánto te echo de menos.

Kate le mostró el cuaderno a Clint. Dice que no pasa nada si no podéis ir en Navidad.

—Claro que estaremos, peque —dijo Clint, tras unos segundos en silencio—. ¿Verdad, Betts?

—Por supuesto —añadió ella, tratando de sonar alegre—. Estaré allí, preparada para abrir todos los regalos contigo y pasarnos el día jugando juntos.

El niño rio desde el otro lado de la línea.

—Oye, sabes que vamos a cumplir nuestra palabra, ¿verdad? —preguntó Clint—. Estamos contentísimos de hablar contigo, pero tengo que colgar, ¿vale?

—Nos veremos pronto, Nate —dijo Betty—. Te lo prometo.

—Te quiero —se despidió Clint.

—Y yo a ti —respondió Nate.

—Y yo a ti más —aseguró su padre—. Adiós.

—Un beso, enano —dijo Betty, sonriendo incluso aunque su hermano no fuera a verla.

Tras aquellas palabras, colgó. Clint miró a Kate.

—Gracias.

La chica sonrió.

—De nada.

Clint volvió a rodear con el brazo los hombros de su hija mayor. Betty asintió y escribió en el mismo cuaderno que había usado Kate un Lo lograremos, estaremos allí a tiempo. Clint suspiró.

—Eso espero, Betts. Eso espero.

¿LISTA PARA MI BROMA?

Betty miró a Kate y sonrió.

—Lo estoy deseando.

Estaban los cuatro —ellas dos, Clint y el perro pizzero— esperando frente a un local donde se suponía que arreglarían el audífono del ex Vengador.

La propietaria aún no había llegado, de modo que estaban sentados en el escalón de entrada, esperando.

Kate escribió el mensaje, Betty le dio el visto bueno y ella lo envió. Clint sacó el teléfono cuando vibró y leyó lo que acababan de escribirle.

Menos mal que te llaman OJO de Halcón y no OÍDO de Halcón.

Clint soltó una risa falsa.

—Bloquear y borrar —anunció, antes de volver a guardar su teléfono.

Kate y Betty se pusieron de pie al ver llegar a una mujer.

—¡Buenas! —saludó la primera.

—¿Esperan a alguien? —preguntó la recién llegada.

—A usted —aclaró Kate.

—Necesitamos su ayuda un momento —explicó Betty.

—Es la doctora, ¿no? —dijo Kate.

—Tengo mucho lío —respondió la mujer.

Betty sacó el audífono roto de su bolsillo y lo mostró, con cuidado, sobre la palma de su mano.

—Verá, necesitamos arreglar esto —dijo Kate, mientras Betty le mostraba el aparato—. Porfa.

—Es urgente —añadió Betty—. ¡Y es Navidad!

La mujer se lo pensó un segundo.

—Dadme cinco minutos —terminó diciendo, abriendo la puerta del local—. Solo efectivo.

—Eso no será un problema —asintió Betty—. Gracias.

—Gracias —repitió Kate. La doctora entró y cerró la puerta, dejándolos a solas en la calle—. Os dije que lo arreglaríamos.

—Confiaba en ti, bonita —dijo Betty, riendo.

—Estaré sordo, pero sigo viendo —gruñó Clint—. ¿Estáis coqueteando?

Betty ahogó una risa y negó con la cabeza.

—No, papá, no te preocupes —dijo, guiñándole un ojo a Kate—. Hoy te ves extraordinaria, por cierto. Incluso diría que... perfecta.

Había planeado empezar con alguna de las frases coquetas que sabía y había terminado diciendo algo muy distinto. Aquello desconcertó un poco a Betty, pero se las arregló para disimularlo.

Se suponía que ella solía controlar más lo que decía.

La otra chica se quedó confundida por unos instantes, antes de sonreír.

—Vaya, gracias —dijo, algo nerviosa—. Tú también te ves bien hoy, aunque en realidad siempre te ves bien.

Betty sonrió tras unos segundos de sorpresa.

—Gracias, bonita.

BETTY HABÍA DEJADO A SU PADRE Y KATE PARA HACER UN LLAMADA. Además de eso, se había pedido un vaso de vodka —puede que fuera un poco temprano, pero lo necesitaba después de aquel día— y había marcado el número de su terapeuta.

La voz de la doctora Raynor se escuchó al de cuatro tonos.

—¡Betty! —exclamó, al otro lado de la línea—. ¿Ha pasado algo?

—Oh, ¿no le han dicho nada? Genial, mucho mejor —dijo Betty, más tranquila. Temía que hubieran informado de sus actividades ilegales—. Doc, ¿podrías hacerme un favor?

—Depende. ¿Qué sería?

—Necesito que me apruebes el examen psicológico y se me permita usar mis armas otra vez, o voy a terminar en un lío más gordo del que ya estoy metida.

Silencio.

—¿En qué te has metido ahora, Betty? —quiso saber la doctora.

—Bueno, una mafia, nada muy preocupante. Estoy ayudando a mi padre y a una amiga, y suele venir con nosotros una mujer que también era agente y compañera de mi padre. Pero tengo que ayudar en esto y necesito usar mis armas o vendrán a por mí y no podré defenderme. ¿El trámite durará mucho?

La mujer se quedó en silencio unos segundos.

—Betty, te aprobé el examen psicológico después de ver que aparecías en las cámaras de seguridad cerca de donde volvieron a ver al Ronin. Puedes usar tus armas, tus habilidades y tu traje tranquilamente desde ese momento.

Betty se quedó muda por unos instantes.

—¿En serio?

—Pensé que, si ibas a meterte en líos, mejor que no fueran también problemas con la ley. Además, tu padre me escribió. ¿No te dijo nada?

—Se le pasaría —supuso Betty, encogiéndose de hombros—. Vaya, doc, muchas gracias.

—¿Te está siendo difícil el asunto? ¿O te sientes mejor ahora? —quiso saber Raynor.

Betty lo pensó unos segundos. Le echó un vistazo a la mesa donde su padre y Kate estaban sentados, charlando.

—No sé —admitió—. Se siente bien volver a hacer algo en lo que soy buena. Además, la amiga de la que te he hablado tiene algo que... No lo sé exactamente, pero me gusta que esté con nosotros. Ella es genial.

Betty casi se imaginó a la doctora asintiendo y tomando notas al otro lado del teléfono.

—Me alegra escuchar eso —admitió la doctora—. Ten cuidado con lo que sea que estés metida, Betty, y llámame si necesitas algo más. Me alegro de que hayas hecho una amiga.

Betty sonrió.

—Sí, yo también. —Se terminó el vaso y se puso en pie—. Tengo que colgar. Ya nos veremos, doc. Felices fiestas.

—Felices fiestas, Betty.

La chica colgó y guardó el teléfono. Regresó a la mesa y tomó asiento junto a Kate. Una taza humeante de café solo le aguardaba.

—Gracias —dijo, a nadie en particular, dando un sorbo.

—¿Está mejor que el vodka? —preguntó Clint, sarcástico.

Betty no respondió. En cambio, miró a Kate.

—¿Estabas diciendo algo antes de que llegase?

—Sí, pero Clint tenía el audífono apagado —explicó Kate.

—Eso es grosero —opinó Betty—. ¿Qué estabas diciendo?

Kate dudó, antes de hablar.

—Sé que os sonará raro, pero llevo soñando con esto desde que tengo memoria —dijo, en tono solemne—. Mi padre era muy valiente. Se pasó la vida ayudando a los demás. Cuando me puse ese traje, pensé... Por fin. Me he convertido en la persona que debía ser.

Betty guardó silencio unos segundos tras escuchar aquello. Recordaba bien aquella sensación que Kate había experimentado hacía pocos días. Betty también había soñado con aquello desde que tenía memoria.

Ella quería ser como su padre y como Nat, sus héroes en todos los sentidos. Quería ser como el Capitán América y Iron Man, sus héroes de la infancia. Quería ayudar a la gente, quería ser de los que defendían la Tierra.

Había tardado un tiempo en descubrir lo que aquello conllevaba.

—Aún recuerdo cuando me pasó a mí —admitió Clint—. Pero eso tiene un precio.

—¿Un precio? —repitió Kate.

—La vida que deseas... Verás, ayudar a los demás, o al menos, intentarlo... conlleva muchos sacrificios. Y perderás cosas. Para siempre.

Betty echó su silla bruscamente para atrás. Clint la miró un segundo y dejó caer su mano sobre la de su hija, un apoyo silencioso. Betty suspiró.

Kate guardó silencio unos segundos.

—Sí, lo sé. Pero ganaré otras cosas. Flechas especiales y un uniforme guay.

Betty suspiró de nuevo.

—No lo pillas —comentó, en voz baja—. Simplemente, no lo pillas. Ya lo has olvidado incluso cuando te lo acabamos de decir.

Se puso de pie y recogió su taza, aún casi completa.

—¿Sabes? El café está genial, pero creo que le echaré un poco de vodka. Ahora vuelvo.

El camarero la miró con reproche cuando se lo pidió, pero no discutió. Betty no estaba preocupada: conocía su límite y aún ni siquiera estaba cerca de él. Entendía que su padre se preocupara, pero no estaba tan mal.

Había mejorado en los últimos meses.

Al regresar a la mesa, vio un boceto de algún tipo de traje de superhéroe en una servilleta. Arqueó las cejas, pero no hizo comentarios al respecto.

—Hay varias razones para no llevar un uniforme llamativo —decía su padre—. Primera, mi trabajo es ser un fantasma. Segunda, mi mujer me pediría el divorcio si me pusiera eso. Tercera, mi hija se reiría de mí por el resto de su vida.

—Culpable —aceptó Betty—. Igual te lo regalo por Navidad.

—Y la cuarta es... no soy buen ejemplo. Lo siento, Kate, no soy buen ejemplo para nadie. Nunca lo he sido.

Betty permaneció en silencio, pensando en ello. Su padre la miraba directamente a ella. A ella y a su taza de café con vodka.

—Has sido el mejor ejemplo que hubiera podido tener en mi vida, papá —dijo, con tanta sinceridad como era capaz—. Que yo sea un desastre no tiene nada que ver contigo. Tú eres un ejemplo, yo obviamente no. Pero no me importa.

¿Ella era un ejemplo a seguir? No, definitivamente no. Tenía problemas psicológicos, traumas, había tenido anteriormente problemas con el alcohol y había causado un escándalo en Nueva York solo unas pocas semanas atrás.

Aún tenía mucho que arreglar, mucho que calmar en su interior para poder llegar a ser un ejemplo a seguir. Pero Clint Barton sí lo era.

Betty siempre había visto a su padre como su inspiración a ayudar al mundo, a ser mejor persona. No permitiría que él se sintiera mal ejemplo únicamente porque ella era un gran desastre.

—Claro que lo eres —dijo Kate, sin dar crédito—. Claro que lo sois. Lo sois, o-os habéis quedado, lejos de vuestra familia, en Navidades, porque una desconocida corría peligro. Os habéis quedado a pesar de que yo metiera la pata. Y os habéis salpicado. —Miró a los dos Barton, como desafiándolos a discutir—. Así que, os guste o no, los chandaleros nos relacionan a los tres con Ronin. A los cuatro, de hecho, aunque Tine no esté aquí. Y dudo mucho que pasen del tema.

—Bueno, en eso no te equivocas —admitió Clint.

—Y, para colmo, mi madre igual se casa con un asesino —añadió Kate.

—Sí, eso también —asintió Clint.

—No suena bien —admitió Betty.

—Así que los cuatro, e incluyo a Tine aunque no esté, estamos metidos en esto.

Betty y Clint asintieron. El camarero dejó la cuenta sobre la mesa.

—Pagad vosotros, mi madre me ha cancelado la tarjeta —explicó Kate.

—Me he dejado la cartera —comentó Betty, revisando los bolsillos—. Lo siento, papá, te toca a ti.

Clint rio.

—Descuidad.

—Gracias —dijo Kate.

—Vale, cuidado. —Clint se puso en pie, pasando junto al perro, que descansaba bajo la mesa—. Tendréis que ponerle nombre al perro, ¿no?

—Sí —admitió Kate.

Betty le acarició, sonriendo.

—¿Qué nombre crees que le va bien?

—¿Perripizza? —probó Kate. El perro gruñó—. Perrambo. ¿Sir Dog de Pizza? Pizzero.

—Eres horrible para los nombres —observó Betty—. Si tienes más hijos algún día, siento desde ya lástima por ellos.

Kate le dio de comer al perro, ignorando su comentario. Betty rio.

—¿Tienes alguna idea mejor? —retó Kate.

—No —admitió Betty—. Pero, al menos, no las digo en voz alta.

El perro ladró, dándole la razón.

O, al menos, eso decidió interpretar Betty.


BUENO, COMPAÑEROS, AL LÍO —anunció Kate, mientras paseaban por Central Park.

Habían recogido a Tine en el metro y los cinco —incluyendo al perro— caminaban por el parque, disfrutando del sol, escaso en diciembre, y disfrutando de una tranquilidad que no duraría más que unas horas.

—Sorpréndenos —animó Betty.

—¿No notasteis cierta tensión entre Maya y el macizorro que sabía lengua de signos? —preguntó Kate.

—Se llama Kazi —aclaró Clint.

—Para ser concretos, Kazimierz Kazimierczak —añadió Tine.

—Vaya, y Betty pensaba que yo era mala para los nombres —comentó Kate—. Y supongo que los chandaleros están metidos en algo chungo.

—Sí, chunguísimo —asintió Clint.

—¿Puedes concretar un poco más? —pidió Kate.

Spoiler: no —susurró Betty.

—No mucho —respondió Clint.

—Lo dije —masculló Betty, burlona.

Kate miró fijamente a Clint, exigiendo silenciosamente más detalles. El hombre terminó cayendo, para sorpresa de Betty.

—Empezaron desde abajo y han crecido mucho —explicó Clint—. Y su jefe quiere expandir el negocio.

—Oh, ese tío no —gimió Tine—. Le odio.

—Creía que la jefa era Maya —comentó Kate.

—No, hay alguien por encima. Y mejor no acercarse a él —aconsejó Clint.

—Y es evidente que se la tienen jurada a Ronin —continuó Kate.

—Sí —asintió Clint—. Atacó a su proveedor en el extranjero y a los cabecillas de la banda.

—Cierto, lo investigué —confirmó Betty—. No les gustó en absoluto.

—Vaya, un buen movidón —observó Kate—. Por eso no hay que meterse con el crimen organizado —añadió, en dirección al perro.

—Y por eso no hay que ponerse trajes de gente que se mete con el crimen organizado —replicó Betty, burlona.

Kate le dio un codazo.

—Cállate.

Betty no desaprovechó aquella oportunidad.

—Cállame —susurró, asegurándose de que ni su padre ni Tine escuchaban.

Kate se puso tan colorada que Tine le preguntó si tenía fiebre.

La chica tuvo que negar rápidamente, mientras observaba por el rabillo del ojo a Betty riendo silenciosamente.

—Admite que me lo has puesto fácil, Bishop —se burló Betty.

—Fallo mío —asintió Kate—. No volveré a repetirlo.

Betty hizo una mueca.

—Oh, qué lástima.

Tal vez, se había pasado un poco con el vodka.

Tal vez, solo estaba siendo sincera.

O, tal vez, aquello estuviera escapando de su control.

Betty no sabía cuál de las tres opciones le asustaba más.














encontré un edit viejito que hice cuando salieron las primeras fotos de hailee en el set, miren jsjs

este fic llevaba mucho tiempo en mi cabeza, echaba de menos a betty (dark archer estaba en borradores hasta hace nada) y hailee es mi crush desde siempre, la idea salió sola ngl

anyways, prácticamente estamos en la mitad de la serie y yo ya estoy deseando que aparezca yelena, ella y betty son >>>>>

nos leemos :)

ale.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro