fifteen » serotonin

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng







capítulo quince
( serotonina )












KATE APENAS HABÍA DICHO NADA DESDE QUE BETTY LA BESÓ. La rubia no sabía exactamente qué reacción esperar —teniendo en cuenta que aquel beso había totalmente improvisado—, pero le sorprendía el silencio de Kate, especialmente teniendo en cuenta lo habladora que solía ser la chica.

Tine le había guiñado el ojo después de aquello y su padre había dicho algo sobre lo mucho que se parecía a Natasha. Y, por una vez, Betty había sido capaz de sonreír al escuchar algo así.

Incluso con las dudas y la incertidumbre carcomiéndole por dentro, Betty se sentía feliz. Sentía que se había quitado un peso de encima.

Viendo que Kate no decía nada después de un par de horas en casa de Grills, Betty terminó decidiendo salir a dar un paseo con Tine, que regresaba a su casa, y de paso hacer un par de cosas que tenía pendientes.

Puede que Kate le dijera algo al regresar.

—No me puedo creer que estéis haciendo como si no la hubieras besado en mitad de la calle y con tu padre delante —comentó Tine.

Betty rio.

—Yo no estoy haciendo como si no lo hubiera hecho —replicó.

—¿Cómo que no? Prácticamente habéis huido una de la otra después de eso. Puede que ella no quiera hablar, pero tú tampoco lo has intentado. Sois tan tontas y cobardes como lo fuimos nosotras en su momento.

Betty se dio cuenta de que al decir tontas y cobardes no estaba pensando en ella y Kate en absoluto. Tine hablaba de Natasha y ella misma.

—¿Cobardes? —repitió Betty, a quien no le cabía en la cabeza un adjetivo que encajara menos con Natasha que ese—. ¿Nat?

Tine sonrió con nostalgia.

—Yo también tenía esa impresión de ella. De que nada le asustaba. Tardé tiempo en darme cuenta de que no era así, en parte porque ella misma me lo confesó. Había dos cosas que le aterraban más que nada, Betty. Una de ellas eran los sentimientos. Dejar que alguien entrara en su vida. Después de todo lo que pasó, es comprensible. Las dos pasamos años sin atrevernos a dar ni un paso por ello.

La joven rubia se quedó en silencio. Tine suspiró.

—Nunca tuvimos la historia más fácil. Cuando podíamos estar juntas, siempre pasaba algo. Ya fuera un ataque del Soldado de Invierno, una misión de protección a Tony Stark, una invasión alienígena a Nueva York, HYDRA creciendo bajo nuestras narices... Además de todas las estupideces que una y otra cometimos y nos hicieron perder tanto tiempo.

Su tono era amargo, pero sus ojos se mantenían firmes.

—¿Cuánto tiempo? —preguntó Betty, en un susurro.

Tine suspiró.

—La conocí en 2008, en Budapest. Hasta 2018, hasta mi muerte, digamos, podríamos haber estado juntas. Sin embargo, perdimos incluso más de la mitad de ese tiempo. En 2010 nos atrevimos a empezar algo y en 2012 ya habíamos terminado. 2014 fue un caos y parte de ello fue por mi culpa. No volvimos a vernos hasta 2016. —Su sonrisa triste desapareció por completo—. Cuando Thanos vino, llevábamos casi dos años juntas y te aseguro que fueron los mejores de mi vida. En Wakanda, como fugitivas. No me importaba. Era feliz. Pero luego pasó el Chasquido. Y, cuando regresé, ella ya no estaba.

Betty había llevado las cuentas y ambas habían estado aproximadamente cuatro años juntas como pareja. Menos de la mitad del tiempo transcurrido desde que se conocieron hasta el Chasquido.

Natasha nunca le había hablado de ninguna pareja, fuera de Cupid. Le hablaba de aquella mujer en contadas ocasiones, y solo desde que Betty, a los dieciséis años, decidió confesarle que no le gustaban únicamente los chicos.

Aquel era un tema sobre el que Betty nunca había hecho preguntas. Parecía casi sagrado el modo en que Natasha le contaba las pequeñas cosas de Cupid que le habían enamorado. Aquellas confesiones aparecieron durante los cinco años posteriores al Chasquido.

Natasha había hablado del mismo modo y con la misma expresión sobre Cupid, que había desaparecido en el Chasquido, que Tine hablaba en aquel momento de ella.

—Nunca imaginé que tú podrías ser Cupid. Mejor dicho, nunca pensé que conocería a Cupid —confesó Betty.

Tine sonrió.

—Fue un nombre tonto el que elegí. Pero fue por Natasha. Cuando había completado mi formación en S.H.I.E.L.D. y pasé a ser una agente completa, Fury me pidió un nombre en clave, un modo de proteger mi identidad y, de ese modo, a mi familia.

—¿Por qué Cupid? —quiso saber Betty.

Tine agachó la cabeza y sonrió tímidamente, casi como si compartir aquello le avergonzara.

—Natasha me dijo que mis flechas eran certeras y que hacía que cualquiera cayera enamorado de mí con tan solo sonreír, y propuso Cupid. Se convirtió en mi nombre en clave y, desde entonces, ella me llamó así siempre.

Miró a Betty fijamente.

—Te cuento esto porque sé todo lo que Natasha fue para ti. Porque sé que la echas de menos día a día y necesitas saber de ella. Creo que te puede ayudar a sanar conocerla más. Y, también, porque creo que sabes mejor que nadie las vueltas que la vida puede pegar de un momento a otro y no quiero que desperdicies el tiempo como nosotras hicimos si realmente deseas estar con Kate y ella contigo. Alguna tiene que dar el primer paso, Betty. No esperes demasiado, porque puede que te arrepientas.

La rubia asintió lentamente, muy lentamente, mientras dejaba que las palabras de Tine resonaran en su cabeza y iba asimilándolas poco a poco.

Solo podía sacar una conclusión de ello: Tine tenía razón. Tenía razón en que aquello le ayudaría a sanar. Porque le hacía sentirse más cerca de ella estar pasando por lo que Natasha pasó. Y tenía razón en que era una estupidez perder el tiempo con dudas e inseguridades.

Ella quería estar con Kate.

—¿Cómo conseguiste sanar? —le preguntó a Tine.

Betty había sufrido. Había visto morir a Natasha. Había experimentado más dolor del que pensó que llegaría a sentir. Pero la posición de Tine debía haber sido tan horrible como la suya.

La mujer tardó unos segundos en responder.

—Como ya he dicho, Bucky me ayudó mucho —confesó—. Fue un buen amigo. Era el que me obligaba a salir de la cama y a hacer cosas, en lugar de quedarme todo el día en casa. El que me visitaba casi a diario para que pasáramos un tiempo juntos. El que estuvo ahí cuando caí y me sujetó. Estaré agradecida con él por siempre.

Betty la miró seriamente.

—¿Hay algo entre los dos? —preguntó, sin muchos rodeos.

Tine sonrió.

—La experiencia con Natasha me hizo perder el miedo. Dejar de perder el tiempo. Las dos aprendimos mucho la una de la otra. —Su mirada se ensombreció—. El sentimi... La culpa fue lo más difícil de superar. Me costó un tiempo. Pero Bucky fue paciente. Nunca me presionó. Me hizo saber que estaba bien con ello, que comprendía que no era fácil. Pero, después de un tiempo... Sí.

Betty asintió.

—Me alegro por ti, Tine. Por los dos. —Bucky también merecía algo de felicidad—. Y, aunque sé que es algo que suena repetitivo a estas alturas...

—Es lo que Natasha hubiera querido —completó Tine, sonriendo—. Lo sé.

Ambas se quedaron en silencio. Habían decidido ir andando a casa de Tine y ese era un buen paseo, pero en la cabeza de Betty bullían todo tipo de pensamientos, recuerdos e ideas. Natasha y Kate eran los nombres que aparecían una y otra vez en su mente.

Había varias cosas que podía hacer por ambas e iba a hacerlas, en orden.

Miró a Tine.

—Tengo que irme. ¿Te molesta?

La mujer sonrió.

—En absoluto. Haz lo que tengas que hacer.

Betty asintió. Ambas se detuvieron y, tras dudar un momento, se abrazaron con fuerza.

—Gracias por esto —dijo Betty, con total sinceridad—. Creo que necesitaba algo así.

Tine rio.

—Cuenta conmigo cuando sea —aseguró—. Puedes pedirme consejos cuando lo necesites. Puedes preguntarme sobre Nat si quieres. Ambas podemos ayudarnos si es necesario.

—Lo sé —asintió Betty.

Detuvo un taxi y abrió la puerta para subir, pero dudó un momento antes y se giró hacia Tine.

—¿Qué era la segunda cosa que más aterraba a Nat? —quiso saber.

La sonrisa de la mujer volvió a ser triste.

—Perderte a ti, Betty —dijo, en tono solemne—. Eras siempre lo principal para ella. Te amaba como una hija. Desde el momento en que te vio. Sé que uno de sus motivos para siempre encontrar la manera de seguir adelante, de seguir peleando, fuiste tú. —Miró a Betty en silencio, mientras los ojos de la más joven se llenaban de lágrimas—. Te quiso más que a nada, Betty. Y sé que lo que hizo fue en gran parte por ti.

La rubia acertó a sonreír después de unos segundos en los que luchó por contener el llanto.

—Gracias, Tine —fue todo lo que dijo.

La mujer asintió y Betty subió al taxi. Dio la dirección y rozó con delicadeza el collar que llevaba al cuello, el regalo de Natasha.

El regalo de su madre.

Era el momento de cambiar algunas cosas y Betty sabía exactamente cuáles.

Haría sentir orgullosa a Natasha.

KATE LA ESPERABA HECHA UN MANOJO DE NERVIOS. Betty supo que era a ella a quien aguardaba fácilmente. La otra chica se puso de pie de un salto al verla entrar en casa de Grills.

Puede que hubiera estado preparando un discurso. Era algo que Kate haría. Pero se quedó demasiado sorprendida al verla entrar y lo olvidó todo: Betty lo vio en su expresión.

Aquello le hizo sonreír.

—¿Te gusta? —preguntó, pasándose el pelo antes rubio, ahora pelirrojo, por detrás de la oreja—. Pensé que vendría bien un cambio. Echaba de menos mi pelo rojo.

Kate titubeó.

—Es... Te queda... Wow.

La ahora pelirroja rio.

—Es la mejor reacción que podría haber esperado.

Kate bajó la mirada, sonrojándose levemente.

—Has tardado más de lo que esperaba.

—Los trámites suelen ser largos y pesados, incluso cuando cuentas con el beneficio de ser una ex Vengadora y sabes hackear las páginas oficiales —explicó Betty—. Quería hacer esto bien.

Kate frunció el ceño.

—¿Qué querías hacer bien? —preguntó, confundida.

—El cambio de apellido —aclaró Betty—. Mejor dicho, el añadir un nuevo apellido.

Kate la miró, confusa. Luego, pareció comprender. Sonrió levemente.

—¿Romanoff?

Betty también sonrió.

—¿Qué opinas? ¿Cómo suena Elizabeth Willow Barton-Romanoff?

—Suena perfecto —admitió Kate.

Betty sonrió incluso más.

—Gracias.

Se quedaron en silencio, mirándose. Estaban en el salón de Grills, pero no había ni rastro de él, ni de Clint. Ni siquiera del perro pizzero.

—¿Dónde están todos? —quiso saber Betty.

—Tu padre ha ido a pasear al perro y Grills a comprar algo para cenar —respondió Kate.

Aquello alivió a Betty. No quería hablar con Kate con su padre o Grills por ahí.

—Creo que tenemos que hablar —se limitó a decir Betty.

Kate asintió. Betty tomó asiento en uno de las butacas de Grills, frente a la chica. La miró fijamente, tratando de buscar las mejores palabras.

Aquello era más difícil que convencer a un funcionario de hacer el papeleo rápido y que encontrar el tono adecuado de rojo que quería para teñirse.

—Te besé —terminó diciendo, y tuvo que contenerse para no golpearse a sí misma en la frente.

Kate asintió.

—Lo sé.

—Supongo que es evidente por qué lo hice —continuó Betty, tras pensarlo unos segundos. No quería meter la pata—. Me gustas.

Kate se quedó en silencio, su rostro sin transmitir emoción alguna. Betty no sabía si era porque estaba demasiado impresionada o por otra cosa.

El silencio se alargó por casi dos minutos, en los cuales Betty trató de pensar una y otra vez en qué decir. Terminó escogiendo el camino fácil.

—¿Kate? —llamó.

Ella volvió a mirarla. Betty apenas se había dado cuenta de que había agachado la cabeza.

—Ni siquiera pensé que te gustaba, ¿sabes? —confesó.

Betty trató de no reír. ¿Tan poco obvia había sido? Ella creyó que se notaba.

—Bueno, estabas equivocada. Lo siento por ti —respondió, intentando sonar lo más seria posible. Quería que Kate viera claramente que aquello iba en serio—. Todos hemos estado allí. Mi padre y Tine, al menos. Y todas las personas que pasaban por la calle. Ellos ya se olían algo. ¿Cómo tú no?

—Resulta algo imposible creer que tu crush famosa de cuando tenías quince años pueda llegar a ser algo más que un amor platónico —se justificó Kate.

Betty sonrió.

—¿Así que era tu crush cuando tenías quince años?

—Eso acabo de decir —respondió Kate, sonrojándose—. Es algo normal, ¿no? Tú eras... tú.

Betty rio.

—Teniendo en cuenta que prácticamente me dijiste que te gustaba en aquel Uber, nunca pensé que te pondrías tan nerviosa ahora —comentó.

—Pensé que no te habías dado cuenta —susurró Kate, sonrojándose de nuevo—. Aquello se me escapó.

La pelirroja sonrió.

—Me alegro de que se te escapara —respondió.

Se levantó de la butaca y se sentó en el sillón, junto a Kate. Ambas se miraron fijamente.

—Entonces... —dijo Kate, tragando saliva—. Tú me gustas.

—Y tú me gustas a mí —añadió Betty.

La sonrisa de Kate apareció tan pronto como escuchó aquello, tan deslumbrante y brillante como siempre. Betty se inclinó un poco más hacia ella y apoyó su frente contra la de Kate. Los ojos azules de ella la miraron con fijeza.

Antes de que pasaran diez segundos, Betty no soportó más la espera y la besó. Kate no se sorprendió tanto como la primera vez. Reaccionó con más rapidez y le correspondió al beso. Betty sujetó el rostro de Kate con las manos y ésta le acarició el pelo pelirrojo, enredó sus manos en él y la abrazó con fuerza.

Betty Barton-Romanoff y Kate Bishop habían encontrado el valor y habían aprendido de los errores de Natasha Romanoff y Tine Duquesne. No tendrían miedo. No dejarían el tiempo pasar.

Aprovecharían cada segundo que tuvieran juntas, porque si algo había aprendido Betty, era que nunca sabías cuanto tiempo tenías con una persona.

No pensaba desaprovechar el que ella podía tener con Kate.

No pensaba perder ni un segundo más, porque nunca sabía qué le depararía el mañana.

Pero tenía la certeza de que era feliz con Kate y eso le bastaba en ese momento.

Carpe diem, decían, ¿no? Era el momento de ponerlo en práctica.

Kate la miró con los ojos muy abiertos, con una sonrisa tonta en la boca, cuando ambas se separaron. Era adorable. Betty no podía dejar de sonreír.

—Mi yo de quince años está gritando en estos momentos —fue lo primero que dijo Kate.

Betty rio con ganas.

—Bueno, mi yo de veintitrés años podría gritar ahora mismo —replicó.

Kate le abrazó y Betty apoyó la barbilla en su hombro, rodeando a Kate con sus brazos. Le gustaba sentir a Kate, le gustaba oler su perfume, le gustaban las cosquillas que le hacía su pelo.

Le gustaba Kate más de lo que había pensado hasta el momento.

Betty Barton-Romanoff no se había sentido tan feliz en mucho tiempo.














Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro