six » good old days

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng







capítulo seis
( buenos viejos tiempos )












TE CONOZCO DESDE HACE DIEZ AÑOS —comentó Tine, echando un vistazo a su alrededor—. Te he visto realizar todo tipo de misiones. Pero nunca creí que terminaríamos en esta posición.

Clint la observó con irritación. Ambos llevaban falsas corazas medievales y portaban una espada de madera, además de Tine, que se había hecho con un arco de plástico inservible. Aquello le parecía absurdo.

—No puedo creer que esté a punto de hacer esto —bufó—. Pensar en todo lo que hecho... y estoy a punto de perder un absurdo duelo a muerte en un rol medieval. Gracias a Dios, Betty se quedó con Kate. No me dejaría olvidar esto nunca.

—Yo tampoco te dejaré olvidarlo, Barton —se burló Tine.

—Sí, pero es la primera vez que nos vemos en ocho años y dudo que volvamos a encontrarnos pronto. No es algo que me importe mucho.

Uhm —murmuró Tine—. En mi caso, han sido tres años únicamente. No te falta razón, pero creo que tu hija se lo hubiera pasado bien aquí.

—Indudablemente, ella y Kate se habrían reído de mí por horas —replicó Clint, sarcásticamente—. Por supuesto que es una lástima que no estén aquí.

—No seas tan cínico, Clinton, no te sienta bien —replicó Tine, haciendo una mueca—. Los años te han amargado el carácter.

—Tampoco es que tú seas la alegría de la huerta, Katrine —replicó él, cortante.

Se alejó sin decir más. La mujer soltó un bufido. Tan insoportable como siempre. Se notaba que ninguno de ellos había cambiado realmente en el tiempo que habían pasado sin verse.

Sí, probablemente Clint la odiaba y Tine comprendía por qué. Ella hubiera reaccionado igual en aquella situación.

—Milady —la avisó una de las participantes del rol—, el duelo está por comenzar. ¿Deseáis quedaros aquí o vais a presenciar tan...?

—Sí, sí, voy —se apresuró a decir la mujer, sin ánimo para lidiar con aquello que ella consideraba tonterías—. Tampoco creo que vaya a perderme mucho, de todos modos.

LA CENA EN CASA DE LOS BISHOP RESULTABA ALGO TENSA. Al menos, aquello era lo que le parecía a Betty.

Sin embargo, parecía estar lidiando con ello bastante bien. Había recibido un mensaje de su padre donde le decía que ya había recuperado el traje de Ronin, pero que aún no habían terminado.

Tine y yo nos ocuparemos de lo que queda. Tú, quédate con Kate. No te preocupes.

Betty sabía qué llevaba a su padre a mantenerla lejos de la acción, mucho más allá de la prohibición legal que caía sobre ella. Sin embargo, no quiso insistir. Bastantes problemas estaban teniendo ya.

—Estaba riquísimo, Jack —comentó Kate, interrumpiendo los pensamientos de Betty—. Gracias.

—Sí, sin duda —añadió Betty, sonriendo—. Todo buenísimo.

—Me alegro mucho —respondió el hombre, complacido—. El secreto de un buen risotto está en removerlo. Lo justo. Después, ya es cuestión de paciencia y atención.

Miraba a Eleanor al decirlo. A Betty no se le pasó por alto la expresión de Kate.

—Está bien saberlo —comentó, tras dar un sorbo a su vaso—. Intentaré ponerlo en práctica el día que decida preparar risotto.

—Te puedo dar luego la receta, si la quieres —ofreció Jack.

—Vaya —intervino Kate—. Cocinas, eres detallista, tienes pasta... Podría decirse que eres perfecto.

El tono de Kate indicaba que no creía aquello en absoluto. Jack rio por lo bajo.

—Ni mucho menos, no lo soy —se limitó a responder.

Kate miró a Betty como si aquella simple frase hubiera sido una confesión de asesinato.

—Por lo que he visto, eres muy aficionado a las espadas —continuó diciendo—. ¿Esgrima?

—Me defiendo —dijo el hombre—. Mi prima siempre fue mejor que yo en eso.

—¿Eres más de espada, de florete o de sable? —quiso saber Kate.

—Veo que controlas el tema —respondió Jack, divertido.

—Soy bicampeona estatal —aclaró, con cierta irritación en la voz. Betty arqueó las cejas. Eso no lo sabía—. Se me dan bien las armas antiguas, por eso sé cuando alguien intenta apuñalarme por la espalda.

—Está bien —intervino Eleanor, en tono conciliador—, ya habéis demostrado los dos cuánto sabéis de espadas, ¿cambiamos de tema?

—No, perdona, cariño, tener intereses comunes es ideal para estrechar lazos —respondió Jack.

—Sí, en eso estaba pensando —dijo Kate, sonriendo—. Perfecto. ¿Qué tal si sacamos un par de espadas?

—¿No te estás pasando? —susurró Betty.

—Por favor, ya basta —pidió Eleanor—. No quiero más problemas esta semana.

—Sí —asintió Jack, dándole la razón a su prometida—, sí, es verdad, tal vez tu madre tenga razón.

—Venga, ¿por qué no? —preguntó Kate, en tono animado—. Tienes el equipo ahí mismo. Willow puede hacer de árbitro. Sabes de esgrima, ¿no?

Betty sonrió levemente.

—Claro que sé de esgrima, ¿te apetece comprobarlo?—Rio al ver la expresión que cruzó el rostro de Eleanor—. También fui bicampeona estatal, pero en Missouri.

—¿Eres de Missouri? —se interesó la madre de Kate.

Betty respondió con un simple asentimiento de cabeza.

—¿Qué dices, Jack? —insistió Kate.

—Me has convencido —aceptó el hombre.

—Venga, solo ha dicho por qué no —protestó Eleanor—, no es un argumento convincente, ni siquiera es un argumento.

—Y aún así... —murmuró Kate.

—Voy a por mis cosas —anunció Jack.

Kate sonrió, triunfante. Betty le echó un vistazo a Eleanor.

—¿Qué? —preguntó Kate, inocentemente—. Será divertido.

Minutos después, Kate y Jack, vestidos con el uniforme de esgrima y con una espada cada uno, apartaban la mesa para tener más espacio. La casa tenía un gran espacio en el centro, rodeado de habitaciones y desde donde subían las escaleras, perfecto para aquella ocasión.

Betty se preguntaba cómo acabaría aquello.

—Cariño, ten cuidado —aconsejó Eleanor.

—¿Y cuándo no lo tengo? —dijo Kate, colocándose la careta.

—Se lo decía a Jack —acotó su madre.

Betty sonrió levemente. Jack movía la espada sin parar, como si fuera un novato, pero Betty imaginaba que no era cierto. Sin embargo, aparentaba muy bien.

—En guardia —anunció Betty—. ¿Preparados? —La pregunta reglamentada. No hubo respuesta, por lo que la tomó como afirmativa—. Adelante.

No duró mucho: la punta de la espada de Kate tocó el pecho de Jack en apenas unos segundos. El hombre se levantó la careta.

—Vaya —rio—, sí que eres buena.

—No me dejes ganar, Jack —replicó Kate, cortante.

—Eso nunca. ¿Seguimos?

Se bajó la careta. Betty volvió a decir la introducción reglamentaria y el duelo comenzó. Duró tan poco como el anterior.

—¡Uh, me has vuelto a tocar! —exclamó Jack, divertido—. Eres muy hábil.

—Kate, le prefiero con todas las extremidades —apuntó Eleanor.

—Que no me dejes ganar —dijo ella, enfadada.

—No lo hago —protestó Jack—. Al fin y al cabo, eres bicampeona estatal, ¿no? Si quieres jugar a esto con alguien bueno, hazlo con Willow.

—Estoy bien como estoy, gracias —dijo Betty, sonriendo—. ¿Otra? —Kate asintió—. Muy bien. En guardia. ¿Preparados? Adelante.

Jack ni siquiera intentó usar la espada: simplemente retrocedió varios pasos hasta que Kate le tocó. La chica se quitó la careta, furiosa.

—¿Qué es lo que ocultas, Jack? —acusó.

El hombre se levantó también la máscara.

—Nada —respondió, tranquilamente—. Soy un libro abierto. —Se giró hacia Eleanor, apartando la mirada de Kate—. ¿Verdad, cielo?

Kate atacó sin avisar y rápidamente. Jack movió la espada más rápido de lo que Betty le hubiera creído capaz, quitando el arma de la mano de Kate con un solo movimiento.

—¡Kate! —exclamó Eleanor, horrorizada—. ¿Pero a ti qué te pasa?

—Está mintiendo —señaló Kate, acusatoria—. Be... Willow lo puede decir. Ella también sabe de esgrima. Sabe que Jack fingía.

Betty no sabía dónde meterse. Sonrió, nerviosamente. Se suponía que su personaje no se metía en peleas.

—Seré sincero, sí que me estaba conteniendo —explicó Jack—, en eso sí que os he mentido.

—Ha intentado rajarte la cara —dijo Eleanor, molesta.

—Sabía que me esquivaría. Solo intentaba demostrar que mentía, y eso lo he conseguido —declaró Kate, enfadada.

Betty le miró, sorprendida. Estaba más enfadada de lo que hubiera imaginado.

—Voy a cambiarme —comunicó Jack, dirigiéndose a las escaleras.

Kate se quedó mirando a su madre. Betty empezó a pensar en una excusa para irse corriendo por si empezaban a gritarse.

—Lo que has hecho es indignante —declaró Eleanor, antes de abandonar la sala.

Kate la siguió. Betty dudó en qué hacer.

Finalmente, optó por simplemente murmurar algo sobre el baño y largarse. Aquella era una discusión madre-hija y no pensaba meterse en medio de éstas.

Natasha, que era lo más parecido que había llegado a considerar una madre, y ella no habían tenido demasiadas, pero las pocas que habían tenido no habían sido precisamente buenas.

Natasha... Se miró en el espejo del baño y suspiró.

—Joder, Nat —murmuró—. No sabes cuánto te echo de menos..., mamá.

Hizo su mayor esfuerzo por no llorar. Aquello le sucedía en ocasiones, cuando revivía con más fuerza los recuerdos o la echaba de menos con más intensidad, pero llevaba unas semanas en las que había mejorado, ¿no? O eso había creído ella.

Natasha Romanoff había muerto sin que ella le pudiera decir todo lo que de verdad significaba para ella. Sin que Betty le hubiera podido decir hasta qué punto era importante en su vida.

Mamá. Nunca había podido llamar a nadie así en su vida. Natasha merecía haberlo escuchado, aunque hubiera sido una vez.

—Te extraño —susurró Betty, casi con voz quebrada.

Se tomó un momento para descansar un poco y menos mal que lo hizo, porque tan pronto como abrió la puerta para regresar a la sala, Kate apareció anunciando que se marchaban.

Betty no protestó ni hizo preguntas: se despidió de Eleanor y Jack alegremente, recogió sus cosas y salió junto con Kate, que estaba extrañamente callada.

No hizo falta que le preguntara nada: en cuanto estuvo segura de que no las escuchaban, la otra chica se lo contó.

—Tengo una pista buenísima —le explicó—. Vas... Vas a alucinar. Pistas. En plural. ¿Te importa si os la digo a ti y a tu padre a la vez? Bueno, y a Tine también, claro. Somos un equipo, ¿no? Es...

—Sí, claro, puedo esperar —respondió Betty, con algo más de tranquilidad. No tenía demasiadas ganas de hablar en ese momento. Estaba cansada—. ¿Cogemos un taxi? Tenemos que ir lejos.

Kate asintió. Betty levantó la mano para detener un taxi y ambas montaron en él.

—¿Adónde? —preguntó el conductor.

—Hola, a la Cuarta con la B.

—Muy bien —asintió el hombre.

—Voy a llamar a tu padre —le dijo Kate.

Betty asintió.

—Haz lo que quieras.

Primero le saltó el buzón de voz, donde dijo básicamente lo mismo que le había contado a Betty, para luego colgar. Se quedó mirando el teléfono en la mano unos instantes, dudando.

Betty, que le había estado mirando de reojo, se giró hacia ella.

—¿Por qué no llamas otra vez si tantas ganas tienes, bonita?

—¿Llamo otra vez? —le preguntó Kate, pidiendo consejo. Se tomó el silencio de Betty como una respuesta afirmativa—. Sí, llamo... Vamos allá.

Betty sonrió para sí misma. Kate era increíble, más de lo que hubiera esperado. A cada minuto que pasaba con ella, le iba cayendo mejor.

Kate puso la llamada en altavoz. Al de un tono, Clint respondió.

—Vaya, a veces insistir mucho no es lo ideal, pero ahora ha funcionado —comentó Kate, sonriendo.

—Lo siento —dijo una voz desconocida al otro lado de la línea, y Betty se puso en guardia al instante. ¿Quién era aquel hombre?—, Clint Barton no se puede poner ahora mismo.

Betty colgó antes de que Kate hiciera nada.

—¿Qué mierda? —murmuró, sacando su propio teléfono—. Voy a rastrearle. Ya. Dame quince segundos.

—Espera, miraré si yo también puedo acceder desde Seguridad Bishop —respondió Kate, también preocupada.

Las dos mostraron a la otra las pantallas de sus respectivos teléfonos al de unos segundos. Ambas mostraban el mapa de la ciudad y un punto que indicaba la posición de Clint Barton.

En los dos mapas se mostraba en el mismo lugar.

—¿Le importaría pisar a fondo? —pidió Betty.

—¿Por favor? —añadió Kate.

Betty la miró, levantando una ceja.

—Tú no vienes —declaró, con firmeza. Se quitó la peluca de un tirón y rebuscó en su bolso—. Se supone que tengo que protegerte.

—Y se supone que no puedes dejarme sola —protestó Kate—. Voy contigo.

Betty iba a replicar, pero se quedó callada al notar que aquella era exactamente la misma discusión que ella misma había mantenido cientos de veces con su padre, Natasha o cualquiera de los Vengadores, años atrás.

Ella las odiaba, porque sabía que era capaz, pero no le dejaban. Había detestado lo inútil que le hacían sentir.

No iba a hacerle aquello a Kate, especialmente porque tampoco se sentía en posición de decirle nada: a pesar de tener ella varios años más de experiencia, tenían prácticamente la misma edad y había comprobado que Kate sabía defenderse.

Asintió, aunque no del todo convencida.

—Solo si prometes estar cerca todo el tiempo, ¿de acuerdo? Te quedarás detrás y no harás nada sin decírmelo.

Habló en tono serio, severo. No sabían dónde iban, no sabía qué les había pasado a su padre y Tine y no sabía si las estaba poniendo a ambas en peligro.

Quería asegurarse.

—No será para tanto, somos un equipo excelente, ¿no? Podremos con esto como sea, ya verás —intentó tranquilizarla.

Pero Betty no podía tranquilizarse en ese momento.

—Esto es serio, Kate —dijo, en tono mucho más cortante de lo que pretendía.

La otra se sorprendió un poco.

—No es que no lo sepa, solo le quito importancia para calmarte un poco —dijo, algo ofendida—. Estoy intentando ser amable.

—No lo seas —espetó Betty.

Ambas se quedaron en silencio unos momentos.

Wow, eso fue grosero —comentó Kate, alzando una ceja.

Betty inspiró profundamente. Se había molestado. Lo notaba.

—Perdona, Kate —dijo, tras unos segundos—. Estoy preocupada. No debería haberte hablado así. Solo dime que tendrás cuidado, ¿vale?

Estoy harta de perder a gente, pensó en añadir, pero guardó silencio.

La expresión de Kate se suavizó al instante.

—Está bien —accedió—. No te preocupes, princesa, podremos con ello.

Betty sonrió levemente.

—Eso espero.

BETTY Y KATE TERMINARON EN UN COMPLEJO INDUSTRIAL. En medio de la noche y la completa oscuridad. La señal del teléfono de Clint las llevó hasta una gran nave silenciosa.

Betty señaló arriba y subieron al techo. Ambas estaban equipadas: habían pasado por casa de la tía de Kate a cambiarse y recoger lo que necesitaban. Betty agradecía la escasa luz que había, que les ayudaba a pasar desapercibidas.

No necesitaba ni que la mafia chandalera —suponía que eran ellos a los que estaban a punto de encontrar— ni nadie más la identificara. Puede que al día siguiente llamara a su terapeuta e intentara convencerla para darle permiso a actuar y usar su arco de nuevo.

Sería conveniente.

Betty localizó con rapidez una claraboya en el tejado, tan pronto estuvieron sobre él. Le hizo un gesto a Kate para que caminara. Ambas avanzaron, Betty haciendo una mueca a cada paso que su acompañante daba.

—¡Intenta no hacer tanto ruido! —exclamó, en solo un susurro.

Acostumbrada a ser ella la menos preparada en las misiones con su padre o Natasha, aquello resultaba extraño.

Betty se detuvo justo antes de llegar a la claraboya, cubierta casi en su totalidad de nieve, aunque ella no había tardado en localizarla.

Iba a agacharse para mirar a través de ella cuando pasó algo horrible: Kate, que no había sabido encontrarla tan rápido como ella, la pisó. El cristal se rompió en cuestión de segundos, antes de que Betty pudiera siquiera exclamar un ¡No!

Kate se precipitó por el agujero, cayendo directamente al interior de la nave. Betty no se lo pensó mucho: sin saber qué le podía esperar abajo, saltó tras Kate.

No iba a dejar que mataran a la chica por su culpa. Tendría que haberle avisado de la claraboya, o haber reaccionado antes y sujetarla antes de que se cayera.

Aterrizó tal y como Natasha le había enseñado: pierna derecha flexionada, izquierda extendida, con la mano derecha apoyada en el suelo para servirle de apoyo y la izquierda sujetando una pistola.

—Las hemos encontrado —escuchó decir a uno de los hombres que las apuntaban directamente a ella y Kate.

Bufó por lo bajo y se preparó para pelear. A su espalda, Kate se incorporó, entre quejidos y exclamaciones.

—No sabía que había que traer pistolas —comentó la joven, sin saber qué hacer.

Betty iba a atacar, pero escuchó algo que la detuvo.

Un golpe largo, uno corto. Luego, tres largos.

Código morse. N-O.

Se giró hacia su padre, mirándolo, inquisitiva. Él negó. Con fastidio, Betty dejó caer la pistola.


ATADA A UN CABALLO MECÁNICO DE JUGUETE. A Betty no se le ocurría nada más humillante.

—Espero por tu bien que tengas un plan —le susurró a su padre—. Si veo que esto se va de las manos, me suelto y les pateo el culo a todos.

—Tenía el plan de dejarme atrapar —murmuró Clint, con fastidio.

Un Oh salió de la boca de Betty. Uno de los viejos movimientos de Nat, claro.

—Deberías haberme avisado, no habría venido —gruñó.

—¿Por qué la has traído a ella, de todos modos? —replicó Clint.

—He sido la que se queda atrás y es una mierda. Pensé que podría vigilarla mejor si venía conmigo.

—¡Eh, vosotros dos, nada de charla! —gritó uno de sus captores. Betty rodó los ojos, poco impresionada, pero guardó silencio.

—Oh, oh —añadió uno de sus compañeros—. Estás en buen lío, tío.

—Genial, suena divertido —ironizó Tine.

—Sí, todo un planazo —masculló Betty.

Casi podía escuchar a Nat diciendo ¿No te recuerda esto a Budapest? en broma, sonriendo, fingiendo que aquellos recuerdos no le turbaban aún. Tratando de distraerla mientras pensaba en todas las maneras posibles para atacar y huir juntos.

Pero Nat no estaba y aquellos tiempos se habían ido. Ahora, le tocaba a ella idear un plan para salir de allí, sabiendo que su padre y Tine estaban ideando sus propias estrategias y que solo una de las tres se llevaría a cabo.

Tendría que adaptarse a aquella situación.

Miró a Kate, que estaba atada a una nave espacial, a su derecha. La otra chica la miró también a ella, preguntándole silenciosamente si tenía algún plan.

—No te preocupes, bonita —susurró, de modo que solo ella le escuchara—. Estoy en ello.

Kate respondió con un asentimiento de cabeza.














kate y betty >>>>>>> todo, simplemente las amo

se vienen actualizaciones más constantes porque oficialmente estoy de vacaciones hasta el 10 de enero y la serie ya terminó jé, prepárense

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro