five » girls

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng







capítulo cinco
( chicas )












LA POLICÍA DE NUEVA YORK HA ABIERTO UNA INVESTIGACIÓN EXHAUSTIVAanunciaba el telediario—. El conocido aristócrata Armand Duquesne apareció muerto en su domicilio anoche. Los testigos vieron una misteriosa figura abandonando la casa.

—Intenté sobornarlos para que no hablaran, pero parece que no funcionó —comentó Tine, con desagrado.

—Es... es... —tartamudeó Kate.

—Sí, ya —asintió Clint.

La descripción coincide con la del enmascarado que anoche perpetró un robo en una subasta —continuó el presentador—. Estos dos sucesos han hecho que las autoridades se pregunten si el Ronin ha vuelto a Nueva York, si es el responsable de la muerte de Armand Duquesne y si volverá a aparecer.

—Dios mío, creen que yo... Creen que soy... ¿ese justiciero? —tartamudeó Kate.

—Ya has salido en las noticias dos veces, impresionante —respondió Clint, sarcástico—. Te advertí sobre el traje.

—No te pongas nerviosa, se puede solucionar —se apresuró a decir Betty, notando su expresión—. Solo hace falta un poco de tiempo.

—Eso espero —suspiró Kate. Luego, pareció recordar algo—. Oíd, tengo que irme.

—Ah, no, no, no, eso es lo que menos te conviene ahora mismo —replicó Clint—. Recuerda que esos tipos del chándal te han intentado matarte dos veces.

—No creo que lo haya olvidado —comentó Tine.

Betty hizo una mueca cuando un anuncio de Rogers: The Musical apareció en televisión.

—Yo voy a buscar el traje, mientras tanto, te quedas aquí. Con Betty. No es mala compañía. Tine vendrá conmigo, si le parece bien.

—Claro, me sorprende que no vayas a echarme —admitió la mujer.

—Te conozco lo suficiente para saber que no serviría de nada echarte y que vendrías conmigo igualmente —replicó Clint—. Vosotras dos, aquí. Está claro que salir es peligroso.

—Sí, y no presentarme en el curro también lo es —respondió Kate—. Mi madre estaba de los nervios. Es raro que no me haya llamado.

—Quédate, por favor —pidió Clint.

Kate apagó la televisión y se puso de pie.

—Mira, si me quedo, ella me buscará. Y me acabará encontrando. ¡Tiene una empresa de seguridad, más seguro que eso no hay nada!

—Sí, ya —rio Clint.

—Subestimas el equipamiento de los Vengadores —comentó Betty—. Podemos esconderte. No te encontrará. Aunque... no creo que tener tu cara como desaparecida por toda la ciudad nos vaya a ayudar. Y dudo que vayas a ponernos fácil ocultarte.

—No sé si estás de mi lado o no, Betts —suspiró Clint—. Escucha, Kate. No vas a hacerme ni caso, ¿eh?

—Me gustaría —admitió ella—, pero... no.

—Al menos, es sincera. Podría decir que sí obedecerá y luego escaparse —observó Tine—. Es algo que yo haría.

—No le des ideas —suspiró Clint.

—Podrías quedarte y ver una película —sugirió Betty.

—Tengo que ir —insistió Kate.

—Pues cámbiate —resolvió Clint—. Tú también, Betts. Vaya pintas.

Era cierto que no llevaban algo que se pusieran normalmente. Habían tenido que tomar prestadas algunas de las ropas de la tía de Kate. Betty hubiera ido a su casa o mandado a su padre a ésta para recoger ropa, pero había visto por las cámaras de seguridad vehículos sospechosos dando más vueltas de las necesarias por la zona y aún no sabían si se trataba de la mafia chandalera. Habían decidido no arriesgarse.

—Voy a ver qué tiene —decidió Kate—. ¿Vienes, Betty?

—Detrás de ti, bonita —respondió ésta, saliendo tras ella de la sala.

Tine las vio marchar con las cejas arqueadas.

—¿Pasa algo? —preguntó Clint, observando a su ex compañera fijamente. Ella debía haber supuesto que notaría su expresión.

—Nada. Solo que me han recordado a alguien —se limitó a decir Tine, encogiéndose de hombros.

Y ambos sabían a quién.

LLEGARÉ TARDE GRACIAS A VOSOTROS —comentó Kate, mientras los cuatro caminaban por las calles de Nueva York.

—Sigues viva gracias a nosotros —replicó Clint, echando un vistazo a su alrededor. Apartó a un tipo que ofrecía propaganda y se colocó en el extremo derecho, al lado de la carretera—. Vale...

—Pero es agradable dar un paseo, ¿no? —ironizó Betty—. Al menos, podemos disfrutar de la ciudad mientras estemos aquí.

—Qué galante, caminando por fuera —bromeó Kate—. Me gusta.

—No, no, es para oíros mejor. Y no es porque quiera oíros, es porque... —Hizo un movimiento bastante explicativo hacia su oreja izquierda, donde llevaba el audífono—. No me queda otra.

—Oh, ¿qué te pasó? —preguntó Kate.

—Qué no le pasó, es la pregunta —replicó Betty.

—Probablemente, la edad —comentó Tine, burlona—. A todos nos pasa.

—Es complicado —se limitó a decir Clint—. No sé decirte.

—¡Mami, mami, un superhéroe! —escucharon gritar a un niño a su espalda.

Por favor, que esté hablando de alguien disfrazado, rogó Betty para sus adentros. No tenían tiempo para pararse. Había un grupo al completo de personas disfrazadas de los Vengadores a su lado. Tenía que haberlos visto a ellos.

Betty se había puesto incluso una peluca para pasar desapercibida, a petición de su padre. Con el pelo negro y liso, cortado por encima de los hombros, y el flequillo que incluía el disfraz, era prácticamente una persona diferente. No podía haberle visto a ella.

—¡Hala, Stevie! —respondió la madre—. ¿Quieres saludar?

Madre e hijo pasaron junto al cuarteto, en dirección al grupo disfrazado. Betty soltó un suspiro de alivio.

—¡Ven aquí, chaval! —lo recibió uno de los falsos Vengadores.

—¡Turistas a mí! —añadió otro.

Un poco ridículo, en opinión de Betty, pero debía de darles dinero. De otro modo, no lo harían.

—Mira, esa eres tú, Clint —dijo Kate—. ¿O es Betty?

—No, es Katniss Everdeen —replicó Clint, cortante—. Vamos.

—¿Todo bien, Betty? —preguntó Tine, echándole un vistazo.

Betty asintió, mientras pensaba en todas las veces que Tony la había llamado Katniss de forma burlona.

—Tú problema es tu marca —comentó Kate.

—No, mi problema eres tú —replicó Clint—, ese dichoso traje y los tíos que intentan matarte por culpa de ese traje. Un montón de problemas que tengo que resolver hoy para volver con mis hijos.

—No, es tu marca —insistió Kate.

Betty se entretuvo un rato escuchando a Kate y Tine discutir sobre "la marca" de Clint, mientras dejaban las grandes avenidas y entraban en calles más tranquilas. Resultaba un alivio tener aquella charla absurda, que le evitaba hacer pensar en otras cosas.

—Llevas un rollo demasiado discreto y eso ahora no vende —decía Kate—. Betty, por lo menos, va de incógnito. Pero ¿tú?

—No digas que también vas de incógnito, papá —dijo Betty, más rápida que Clint—. No es verdad.

—Yo no intento vender nada —replicó Clint.

—Bueno, eso debería hacerte más guay, pero después de todas las movidas chungas desde que aparecieron los Vengadores, a la gente ya no le va ese rollo cínico y molón, buscan sinceridad.

—Buen discurso, y he de decir que dice la verdad —comentó Tine.

—¿Seguro? —cuestionó Clint, sarcástico.

—No sincero en plan directo, sino que muestres tu corazón abiertamente —aclaró Kate.

—Entiendo.

Betty contuvo la risa.

—Qué poético. Deberías dedicarte a escribir, Kate, se te dan bien las palabras.

Kate le guiñó el ojo, antes de continuar molestando a Clint.

—Tú eres reservado, no expresas tus emociones, las... las escondes bajo una coraza y unas dieciséis capas de hostilidad... Y debajo de todo eso, está tu corazón. O sea, que no eres un libro abierto.

—Desde el punto de vista de alguien que ha tenido la misma profesión —intervino Tine, intercambiando una mirada con Clint—, eso se vuelve algo difícil después de haberte dedicado a lo que nosotros hicimos por tanto tiempo. La fachada misteriosa y discreta se vuelve parte de ti.

—Ella tiene razón —dijo Clint, aunque no parecía hacerle gracia admitirlo—. Y lo repito, no intento vender nada.

—Ya, pero aún así lo haces —opinó Kate—. Betty y tú lo hacéis.

—Ya, como quieras —respondió Clint, dando el tema por terminado—. Y dime... ¿qué vendemos, Kate, eh? Está claro que no vendo disfraces de Halloween, ni tampoco juguetes. ¿Tú vendes algo, Betts?

—Inspiración, Clint —dijo Kate, y aquella respuesta tan sincera hizo que Betty olvidara la broma que iba a soltar sobre vender cosas ilegales.

Betty se quedó mirando fijamente a la chica, que le devolvió la mirada con más confianza que antes. Una sonrisa apareció en el rostro de Artemis sin que ella apenas se diera cuenta.

Kate le agradaba más de lo que en un momento esperó.

—La oficina está aquí —terminó diciendo Kate—, ¿nos vemos cuando salga?

—Betty va contigo —dijo Tine, haciendo que ambas se volvieran hacia ella—. No me miréis así, Clint lo dijo antes.

—Es cierto —asintió éste—. Betts, mientras Tine y yo vamos a buscar el traje, prefiero que te quedes vigilando a Kate. Confío en que podrás inventarte cualquier tapadera rápidamente.

Betty lo pensó dos segundos.

—Becaria es la opción más sencilla, ahora entraré en el sistema y me crearé una identificación falsa. No me costará mucho.

—Bien —asintió Clint, complacido—. Te avisaré si lo conseguimos. Mira, Kate, si... si todo sale como debe, puede que sea la última vez que nos veamos.

Kate negó con la cabeza, confundida.

—Solo me has enseñado a borrar mi rastro, y eso ya lo sabía.

—También te he enseñado a curarte una herida, ¿no crees? —dijo Clint, en un intento por suavizar la situación.

—En realidad, eso fui yo —comentó Betty.

—¿Y las flechas especiales? —insistió Kate.

—No tengo de eso, Kate —admitió Clint, tendiéndole su (anticuado) teléfono móvil—. Toma, apúntame tu número, en caso de emergencia. El de Betty ya lo tienes, pero no viene mal que tengas el mío también. Entra ya y ten cuidado. De todos modos, Betts estará contigo hasta que sepamos que es seguro.

—Estás en buenas manos —prometió Betty—. Echaba de menos estas cosas.

—Sí, bueno, yo no tanto —admitió Clint—. ¿Tú, Tine?

—Nunca está mal revivir viejos recuerdos —opinó la mujer.

El sonido de un móvil sonando se escuchó.

—Me estoy llamando —aclaró Kate—, así me lo guardo.

—Bien hecho —asintió Clint.

—Estupendo —murmuró la joven. Cerró la tapa del teléfono y se lo devolvió a su dueño.

—Debería regalarte algo mejor para Navidad —comentó Betty, aunque sabía por qué su padre utilizaba aquel modelo y no uno más moderno.

—No es necesario —replicó Clint—. Solo para emergencias o te bloqueo —advirtió, mirando a Kate—. Pues ya nos veremos.

—Vale —asintió Kate, sonriendo, algo incómoda.

—Bueno, felices fiestas —dijo Clint, a modo de despedida.

—Gracias —respondió Kate.

—Vale.

—Guay.

—Tal para cual —suspiró Tine, burlona—. Supongo que tú y yo nos veremos más a menudo, Kate, con todo esto de mi primo y tu madre, pero de todos modos, cuídate.

Abrazó a Kate, lo que pilló un poco por sorpresa a la joven.

Betty también le abrazó, pues ignoraba si la vería antes de abandonar la ciudad.

—Felices fiestas, Tine, y siento lo de tu padre —se despidió.

La mujer no parecía demasiado afectada por ello, pero sentía que lo mejor era decirlo, al menos por cortesía.

Tine sonrió, quizá un poco entristecida.

—Así son las cosas, ¿no? En cuanto descubra quién fue, todo irá mejor. Tampoco te preocupes, ni siquiera éramos cercanos. —Se encogió de hombros—. Nos vemos, Betty. Cuídate tú también.

Ambas chicas se dirigieron al interior de las oficinas tras aquella despedida. Betty sacudió la mano en dirección a su padre.

—¡Mantenme informada! —pidió.

—Lo haré —prometió éste.

—Luego te llamo —añadió Kate.

—No, por favor.

—¡Tengo tu número! —replicó Clint.

—Es cierto, lo tiene —se burló Betty—. Tarde para arrepentirse, papá.

Clint optó por ignorarlas, mientras se alejaba junto a Tine, que reía. Betty miró a Kate, sonriendo.

—Muy bien, somos antiguas compañeras de instituto que se reencontraron después de años en una gala de Navidad y, casualmente, ahora trabajan en la misma oficina. —Consultó algo más en su móvil—. Según los archivos a los que acabo de acceder, una de las de atención al cliente se ha dado de baja, de modo que soy su sustituta y seré tu aprendiz hasta que se recupere, para aprender todo lo que tú puedas enseñarme sobre la empresa. Eres básicamente mi guía. ¿Qué te parece?

—¿Todo eso lo has visto en tan poco tiempo? —se sorprendió Kate.

—Y acabo de crearme una identificación falsa —añadió Betty, complacida—. Para ser una empresa de seguros, tiene algunos puntos débiles. O puede simplemente ser que soy demasiado buena. En fin, soy Willow Rushman, encantada de conocerte, bonita.

Kate sonrió tras unos instantes.

—Lo mismo digo, princesa.

—¿Princesa? —repitió Betty, riendo—. No es mal apodo.

—Teniendo en cuenta que me llamas bonita, creo que lo justo es que yo pueda llamarte así —replicó Kate, divertida.

Betty asintió.

—Me parece un buen trato, bonita. Ahora, andando. Llego tarde a mi primer día de trabajo y es todo culpa tuya.

Ella se echó a reír.

—Como tú digas, princesa.

Kate la guió hasta el ascensor, donde había varias personas. Las dos subieron en silencio, intercambiando alguna que otra mirada cómplice. Infiltrarse en un sitio siempre era increíblemente divertido, al menos para Betty.

—Bonito conjunto —dijo en tono burlón, entre dientes, al ver lo que Kate llevaba puesto.

—Has sido demasiado rápida —replicó Kate, lo cual era cierto.

Betty se había lanzado sobre el armario de la tía de Kate y había escogido lo que más le había gustado entre el horrible vestuario, saliendo antes siquiera de que Kate echara un vistazo a las posibles opciones.

Betty siguió a Kate, un par de pasos por detrás, cuando ésta salió del ascensor, para dar aspecto de que se sentía algo perdida. La morena avanzó con decisión al mostrador principal, dejando su bolsa y su abrigo tras la mujer que atendía.

—Hola —saludó—. Salgo enseguida, D. Ella viene conmigo.

Betty se percató de que ni siquiera sabía cuál era exactamente el puesto de Kate, pero era tarde para preguntárselo. Siguiendo el carácter del personaje que había ido creando en el ascensor, sonrió con timidez a la tal D y dejó con cierta torpeza sus cosas junto a las de Kate, para luego apresurarse a seguirla.

Tenía que verse claramente que era una novata.

—Hola, Kate —saludó una de las trabajadoras.

—Buenos días —respondió ésta, abriendo una puerta a su derecha.

—No, no puedes, no... —empezó la mujer, pero ya era tarde.

Kate entró y sujetó la puerta para que Betty fuera tras ella. A la rubia le bastó un vistazo para saber que aquel era el despacho de una persona importante. Probablemente, la que estaba al mando de la empresa.

Ver allí a la madre de Kate solo le confirmó aquello.

—Hola, perdona, lo sé, antes de que digas...

—Katy —interrumpió la voz de un hombre.

Eleanor le lanzó una mirada desconfiada a Betty, que esbozó una sonrisa trémula que encajaba con su personaje.

En el despacho también había un hombre, el mismo que estaba junto a Eleanor en la gala y junto a Armand en la subasta. Jack Duquesne. Betty también le sonrió.

—Buenos días —saludó Jack.

—Kate —replicó la chica, algo cortante—. Lo siento muchísimo. Lo he visto... —Betty le lanzó una mirada de advertencia— en... las noticias —se apresuró a añadir Kate.

Jack asintió, suspirando.

—Gracias, Kate. Es todo un detalle. —Avanzó hasta Eleanor, que continuaba sentada. Ésta le acarició la mano—. Yo lo quería muchísimo.

—Habrá sido un buen palo —comentó Kate, en todo que claramente incitaba a Jack a confesar.

El hombre se sentó y Kate lo imitó. Betty continuó de pie, con aspecto de sentirse muy incómoda, aunque realmente estaba evaluando el lugar, a los dos adultos que había en la habitación y, en especial, a Jack.

—Sin duda. Lo ha sido.

—Creo que sería preferible discutir esto en privado, cariño —intervino Eleanor, que continuaba mirando fijamente a Betty—. ¿Puedo ayudarle en algo?

—Oh, no, es solo... Kate me dijo... —Betty tartamudeó, poniendo cara de susto.

—Es mi aprendiz —intervino Kate rápidamente—. Le he pedido que se quede conmigo. ¿Recuerdas a Willow, del instituto, mamá?

—No, la verdad —replicó Eleanor—. ¿Debería?

—¡Claro que sí! —se indignó Kate, pasando el brazo por encima de los hombros de Betty—. ¡Willow, mi compañera de laboratorio! Nos sentábamos juntas en economía, además. ¿Cómo es que no te acuerdas? ¡Estábamos juntas en tiro con arco, además!

Betty asintió sin parar, dándole la razón a Kate. La tentación de reírse era enorme, pero aguantó.

—No sé, cariño, se me habrá olvidado —respondió Eleanor, suspirando—. Lo siento. Encantada de conocerte, Willow.

—Lo mismo digo, señora Bishop —dijo ella, yendo a estrecharle la mano—. Gracias por admitirme en la empresa, aunque solo sea temporalmente.

—Oh, yo no me ocupo de eso, para cubrir las bajas hay un departamento —replicó Eleanor, y Betty ocultó una sonrisa: ella había descubierto eso antes—. Pero bienvenida, por supuesto. ¿Te importa dejarnos a solas un momento?

—No me importa que Be... —Betty le dirigió una mirada alarmada a Kate, que se apresuró a fingir una tos—. Perdón. Como decía, no me importa que Willow se quede. Tampoco vamos a hablar nada importante.

—Pero es personal, cielo, prefiero hablarlo en familia únicamente —dijo su madre.

—Oh, eso es completamente normal —se apresuró a decir Betty, dándole la razón a Eleanor—. No te preocupes, Kate, te espero fuera. Me alegra conocerla, señora Bishop, de verdad. Un placer, señor. Espero verlos pronto.

—No tienes que irte, no... —empezó Kate.

Betty negó con la cabeza.

—No pasa nada, Kate. Estaré fuera.

Y, sin más, salió al pasillo. Hubiera sido demasiado descarado quedarse en el despacho, especialmente cuando Eleanor le había dicho, aunque educadamente, que se largara.

Jack no parecía un tipo sospechoso, pero sabía de asesinos con pinta más inocente que la de él.

No vendría mal investigarlo un poco.

CLINT Y YO ESTAMOS EN UN ROL MEDIEVAL. Esta ciudad es de locos. Aún sin el traje, pero eso está en proceso. Os avisaremos.

Betty tuvo que leer varias veces el mensaje de Tine para creérselo. ¿Un rol medieval? Su padre iba a tener mucho que explicarle cuando se encontraran.

Kate fingía estar enseñándole el edificio, aunque Betty creía que ya habían pasado tres veces por aquel pasillo. Ninguna estaba prestando demasiada atención a su alrededor.

Kate escribía algo en su teléfono mientras Betty pensaba en qué responder a aquel mensaje de Tine. El móvil de Kate sonó y ésta respondió a la llamada.

—Vale, estaba siendo mala, pero ha funcionado —dijo, divertida.

La sonrisa de Kate desapareció al escuchar la respuesta por el otro lado de la línea.

—Ah... Depende. ¿Quién pregunta?

Betty le lanzó una mirada interrogativa.

—Entonces, depende de lo que pregunte —dijo Kate.

En dirección a Betty, moduló Es la policía. Betty se puso en guardia al instante. Kate le hizo un gesto para que se acercara y escuchase junto a ella.

Pregunto si es usted Kate Bishop —replicó el oficial.

Betty asintió, indicando que respondiera.

—Pue-pues sí, soy yo.

¿Le importaría venir a comisaría para una charla? —preguntó la voz del hombre.

—Ah, no sé muy bien cómo funciona esto, puedo ¿preguntarle de qué se trata?

Betty le mostró un pulgar hacia arriba. Buena respuesta.

¿Sabe usted que anoche hubo un incendio en su piso? —respondió el agente.

—Sí, sí, sí, sí, sí, por supuesto, claro.

Demasiados síes moduló Betty. Kate le sacó la lengua.

Pues no parece muy afectada —observó el oficial.

—Es que no me pilló en casa, así que, gracias a Dios, estoy bien —aclaró Kate.

¿Puede decirme dónde estuvo anoche? —insistió el hombre.

—Sí, ah... —Betty negó efusivamente con la cabeza, alejándose un poco de Kate al ver que Jack estaba a unos metros de ellas—. Es que me pilla en el trabajo, ¿sabe?

Betty no pudo escuchar la respuesta del oficial.

—Perfecto. Hasta mañana.

Kate bajó el teléfono. Betty la miró, sin creerlo.

—¿Hasta mañana? —repitió.

—Tengo que ir mañana a comisaría —asintió Kate, con fastidio—. ¿Qué se le va a hacer?

—Tendremos que inventar algo —suspiró Betty, pensando—. Podrías haber venido a mi casa porque hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Pedimos pizza, vimos una peli, bebimos algo... No sé, lo normal. —Esbozó una sonrisa pícara—. También puedes decir que te quedaste a dormir dando a entender que algo pasó. No te imaginas lo rápido que dejan de hacer preguntas cuando insinúas algo así.

Kate se sonrojó, para sorpresa de Betty.

—¡No voy a decirle eso a la policía! —protestó, avergonzada solo de imaginarlo—. Tengo un límite, ¿sabes?

—¿Robar un traje de delincuente y pasearte así por la ciudad entra dentro de ese límite pero decirle algo así a la policía no? —respondió Betty, riendo—. Es un poco raro, bonita.

—¿Eso significa que yo soy rara? —preguntó Kate.

—No, que tu límite lo es. Aunque todos solos raros, ¿qué más da? —dijo Betty, guiñándole el ojo—. Venga, volvamos al trabajo o me echarán por no cumplir con mis obligaciones.

—Ahora mismo, no tienes ninguna obligación, princesa —observó Kate—. Lo único que tenemos que hacer hoy es enseñarte el edificio y explicarte el trabajo, pero teniendo en cuenta que te irás pronto, no creo que haga falta.

—Ya, puede ser —admitió Betty.

Kate pareció pensativa un momento. Tras unos segundos, se volvió hacia Betty con una gran sonrisa.

—¿Y si te vienes a cenar a casa de mi madre? —propuso.

—¿Cómo? —respondió Betty, sorprendida—. ¿Por qué?

—Porque no me siento con fuerzas para aguantar a Jack sola —suspiró Kate, haciendo una mueca—. Y sería genial si vinieras. Podríamos hablar sobre tu vida falsa y no tendría que aguantar las tonterías del novio de mi madre.

Betty lo pensó un momento. Su padre aún no le había dicho nada, lo que indicaba que no tenía el traje. No sabría cuánto tiempo podría llevarle aquello. Le había encargado que estuviera con Kate hasta recuperarlo.

Una cena familiar no era nada del otro mundo, después de todo.

—Está bien —asintió, tras pensarlo unos segundos—. No suena mal. Allí estaré, bonita.

Kate sonrió ampliamente y Betty pensó que, solo por verla así de contenta, aquello valía la pena. Le gustaba la sonrisa de Kate, cómo sus ojos se iluminaban cuando esbozaba una de sus sonrisas.

Reflejaba sinceridad, autenticidad. Los ojos eran el espejo del alma, ¿no?

—Fantástico. Acabas de salvarme la vida.

—Y creo que no es la primera vez —bromeó Betty.

—No, puede que no —admitió Kate—. ¿Seguimos con la maravillosa visita?

Betty asintió.

—Después de ti, bonita.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro