Capítulo I

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Aclaraciones: yo sé y sé que muchas de ustedes saben que "Suppasit" y "Kanawut" son los nombres de los chicos, pero en esta historias serán sus primeros apellidos por lo que  "Jongcheveevat" y "Traipipattanapong" pasarán a ser sus segundos apellidos respectivamente. 

Capítulo I

Seis meses después...

Jamás imaginó que en su vida tendría que pisar un lugar tan deprimente y desagradable como lo era la prisión. Pero ahí estaba, su necesidad lo había llevado siete kilómetros al norte de Bangkok, para ser precisos a la provincia de Nonthaburi en donde la edificación carcelaria se abría paso en medio de una zona completamente despoblada. A su alrededor no había más que terreno desolado estratégicamente elaborado pues no había ni árboles, ni arbustos ni nada que impidiera la visibilidad por si algún osado lograba escapar no tuviera oportunidad alguna de esconderse, algo verdaderamente absurdo y ridículo para muchos pues esa cárcel era de máxima seguridad, la más resguardada e infalible del país, ahí los custodios que vigilaban la periferia de aquel lugar tenían la irrevocable indicación de disparar a cualquier recluso que saliera del lugar sin previa autorización, poco importaba si morían en el acto.

No era un condenado pero ahí estaba, él, el segundo joven más rico de toda Tailandia después de los hijos de los monarcas dirigentes del país, heredero de una fortuna incalculable resultado de los múltiples negocios que su abuelo y su padre habían fundado muchos años atrás. Negocios que siempre creyó seguían las normativas de conformidad con la ley, y que así era en la mayoría de los casos, sin embargo con el recién secuestro de su padre en manos de uno de los delincuentes más peligrosos del país, se enteró que su familia también llevaba a cabo negocios clandestinos completamente ilegales no solo en su país sino en diferentes regiones del continente asiático. Con lo duras que eran las leyes en Asia y a su padre se le ocurría hacer negocio con los malos.

Tan grave y peligroso era su caso que rebasaba por completo a las fuerzas policiales del estado, y ni siquiera la guardia real del monarca, por el supuesto temor de ocasionar una guerra civil, se atrevía a meterse directamente con Mean Phiravich, asesino, secuestrador, violador, traficante de armas, drogas y personas, mejor conocido como "El gran Mean". Ese hombre era el responsable del rapto de su padre y necesitaba que alguien lo ayudara a regresar a su padre con bien a casa.

Precisamente ese motivo lo había llevado a la peor prisión del país, que a pesar de ser de máxima seguridad, tenía la fama de que en su interior los reclusos sufrían de verdaderas torturas dignas de la época de la inquisición en Europa. Pero ahí era donde podía encontrar a la única persona que era capaz de enfrentarse al criminal que tenía a su padre, necesitaba de su ayuda y estaba dispuesto a pagarle cualquier cantidad que aquel hombre exigiera con tal de salvar la vida de su padre.

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Unos pasos resonaban con fuerza por el tranquilo y silencioso pasillo del ala sur del reclusorio, aquella zona destinada a los presos que mostraban buena conducta y que de alguna manera tenían ciertos privilegios dentro de su confinamiento. Ahí, cada prisionero contaba con su propia celda con una cómoda cama individual, baño semi privado y una pequeña abertura que fungía como ventana donde apenas cabía una mano pero al menos se podía distinguir si era de día o de noche. Además podían salir durante dos horas al día al patio central de la prisión y por las tardes les proyectaban películas en el comedor de su área. Siempre era lo mismo, la misma rutina todos los días, pero al menos ahí tenía la tranquilidad que se carecía en las celdas comunitarias donde estaban criminales incluso más peligrosos que él.

- ¡Suppasit! – gritó el guardia cuando llegó a la celda quinientos cincuenta y cinco – tienes visita – indicó mientras abría la celda donde se encontraba el recluso leyendo.

- ¿Visita? – preguntó sin apartar la vista de su libro.

- ¡Muévete! – ordenó el oficial.

El joven convicto dejó el libro sobre la cama y se levantó con tranquilidad para que el guardia le pusiera las esposas y los grilletes y después caminó por el pasillo con el oficial guiándolo por detrás mientras lo apuntaba con una pistola. Con sus manos y pies atados no es como que tuviera muchas posibilidades de huir, además de que no pensaba causar alboroto en aquel sitio pues no quería perder los pequeños privilegios que gozaba por su buena conducta. Un mes en el corredor común, había sido suficiente para apreciar mucho el no causar problemas y "portarse bien".

- ¿Quién me busca? – preguntó de pronto.

- Alguien muy importante – contestó el custodio con una sonrisa que denotaba burla.

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Comenzaba a ponerse nervioso en ese lugar y es que se estaban tardando bastante tiempo en llevarle a la persona que había ido a buscar. Tuvo que pagar una fuerte cantidad de dinero al director de la prisión para que le permitiera hablar con el hombre al que buscaba, sabía que estaba mal, a él no le gustaba caer en las garras de la corrupción pero por su padre estaba dispuesto a eso y más. No la tuvo fácil, pues el sujeto tenía muchos cargos en su contra y una orden expresa de que no conviviera con nadie pues podría ser peligroso.

De pronto lo vio caminar por el pasillo escoltado de un guardia que apuntaba el arma sobre su espalda, todo aquello lo observaba detrás de un vidrio de doble acristalamiento prácticamente impenetrable que lo separaba de él y que de alguna manera le brindaba seguridad. Apretó los labios ante la impresión que tuvo de aquel sujeto pues no se imaginaba que fuera tan joven. En su mente tenía a un sujeto alto, corpulento, calvo, lleno de tatuajes y con cara de pocos amigos, sin embargo en su lugar le llevaban a un chico tan alto como él, delgado pero con musculatura perfectamente definida en brazos, dorso y muslos, de cintura estrecha y piel inmaculadamente blanca. Y cuando lo tuvo sentado frente a él pudo apreciar mejor su rostro, su mirada era de total indiferencia, fría y sin mostrar ninguna emoción, sus ojos negros eran tan profundos y sin brillo que no pudo mantener la mirada en ellos.

- ¿Tú eres Mew Suppasit? – preguntó con nerviosismo. No se olvidaba que estaba delante del asesino a sueldo más conocido en los barrios bajos de Tailandia, aquel que llamaban "El ángel de la muerte", el cual asintió con la cabeza al escuchar la pregunta.

- ¿Y tú eres? – preguntó Mew con voz profunda, sin emoción alguna.

- Soy Gulf Kanawut Traipipattanapong – dijo el joven y el convicto levantó la ceja – necesito de tus servicios y... - el convicto bufó e hizo una mueca que de lejos parecía una sonrisa burlona - ¿De qué te ríes? – preguntó Gulf.

- Por si no lo has notado, estoy en prisión – respondió Mew levantando ambas manos mostrando con cierto "orgullo" las esposas que adornaban sus muñecas – no estoy disponible para "dar servicios" – cada vez que hablaba el menor se estremecía.

- Lo sé, y además de pagar por tus servicios te ayudaré a salir de aquí – comentó Gulf, no podía dejarse intimidar por ese hombre, necesitaba mostrarse fuerte.

- Me han sentenciado a cadena perpetua – dijo el prisionero con tranquilidad como si aquello fuera algo relativamente poco tiempo.

- Eso no importa, tengo los medios para sacarte de aquí – afirmó el menor con mucha seguridad. Mew lo estudió unos minutos antes de hablar.

- Gulf ¿Cierto? – el menor asintió - ¿Para qué me has buscado? – preguntó.

- Quiero que me ayudes a rescatar a mi padre – Mew no dijo nada por varios minutos a lo que Gulf continuó hablando – me han dicho que tú eres el único que puede hacerle frente a Mean Phiravich – el rostro del convicto se ensombreció más al escuchar ese nombre y Gulf pudo notarlo – además de sacarte de aquí te pagaré lo que me pidas –

Mew observó al chico delante de él. Nunca lo había visto, pero por su apellido sabía que provenía de una familia poderosa e influyente. Era bien parecido, se imaginaba que debido a la reputación que la alta sociedad a la cual pertenecía le imponía mantener, tenía que dedicarle bastantes horas al cuidado de su apariencia personal, se veía... bonito. Pero no le inspiraba confianza.

- ¿Quién te habló de mí? – preguntó Mew.

- Mild Suttinut – respondió Gulf.

- Y supongo que con tus medios conseguiste que hablara – comentó enojado.

- En realidad... - Gulf soltó aire por la boca – bueno, él no me quería decir nada acerca de ti y por eso tuve que entrar a su departamento y... -

- ¿Robaste información? –

- Sí – respondió el menor – aunque después le pagué – aclaró.

- Un ladrón honesto y con agallas – dijo con sarcasmo mostrando aun su enojo.

- Mew... Mean tiene secuestrado a mi padre desde hace dos semanas, por favor, necesito de tu ayuda –

- No me interesa meterme con Mean – comentó con seriedad serio.

- Es tu oportunidad para cobrar venganza por lo que te hizo – Gulf trataba de convencerlo por todos los medios.

- No quiero vengarme – Mew no sabía que tanta información tenía aquel muchacho.

- Pero él te entregó a la policía – respondió Gulf – puedes hacerlo pagar – insistió.

- No me interesa – indicó nuevamente.

- Mew... haré lo que me pidas con tal de que me ayudes – Gulf se acercó más al vidrio que los separaba.

- Estás perdiendo tu tiempo –

- Por favor Mew, mi propuesta es buena, te ofrezco libertad y el dinero que quieras -

La proposición se escuchaba interesante, bien podía salir de prisión gracias a ese chico, cobrarle una jugosa suma de dinero e irse de Tailandia para iniciar una nueva vida en otro país.

- ¿Sabes con quién estás tratando? – preguntó de pronto Mew.

- Sí, eres Mew Suppasit Jongcheveevat, el ángel de la muerte – respondió Gulf con orgullo al saber quién era el hombre que estaba frente a él – se te imputan la muerte de trece personas, once hombres y dos mujeres, además del tráfico de armas y de personas, secuestro y robo con violencia, libre de drogas tanto de consumo como de comercio, por eso se te sentenció a cadena perpetua sin posibilidad a una reducción de condena – dijo el menor como si estuviera dando un informe – pero si me ayudas te exoneraran todos los cargos –

- Pareces muy seguro de tus afirmaciones – el convicto no podía confiar fácilmente en sus palabras, no se fiaba de nadie ni siquiera en su propia sombra, ya que  precisamente ese había sido su problema, por confiar en sus supuestos amigos había caído en prisión – mis cargos son muchos y dudo mucho que puedan ser absueltos así como así - Gulf sacó unos papeles de su mochila y los pasó por el pequeño orificio –

- Dime que aceptas y el juez firmará y sellará ese documento – hizo una seña para que leyera de lo que se trataba.

Mew leyó con detenimiento el papel que el joven le había pasado por varios minutos. Se trataba de su indulto en donde se retiraban todos los cargos y lo convertía en un hombre libre, además de que borrarían de su historial todos los antecedentes penales en su contra.

- Soy un hombre de palabra – dijo Gulf y Mew se mordió la lengua para no reírse ante tal afirmación – una vez que mi padre regrese a casa tú serás libre de hacer lo que quieras –

- No te conozco así que tu palabra no me sirve de nada – espetó el mayor.

- Dime que es lo que quieres a cambio y te lo daré – reiteró Gulf.

- Mira niño – dijo con desdén – de cualquier maldita forma que lo quieras ver, yo soy el que más tiene de perder, no pienso convertirme en un chivo expiatorio para que atrapen a Mean y después lo hagan conmigo incumpliendo así con tu... valiosa palabra de hombre... -

- Eres la única persona que puede ayudarme, no puedo arriesgarme a perder tu ayuda – aseguró Gulf.

- Si no cumples tengo maneras de cobrármela – comentó Mew con voz sombría a modo de amenaza.

- No soy tan estúpido como para meterme con Mew Suppasit – respondió Gulf – conozco tu reputación y sería muy tonto de mi parte intentar verte la cara –

- Yo... - hizo una pausa – soy mucho peor de lo que cuentan – aseguró Mew.

- Y yo no tengo intención de ser tu víctima número catorce –

- Si me llegas a traicionar no te mataría – aseguró el mayor – la tortura es una de mis actividades favoritas - Gulf lo miró a los ojos y pasó saliva.

- ¿Entonces aceptas? – preguntó con esperanza.

- Lo pensaré – respondió mirando a un lado con fastidio.

- La vida de mi padre corre peligro Mew, por favor – suplicó el menor – no puedo dejar que pase más tiempo –

- No quiero romper tus esperanzas pero Mean no deja mucho tiempo con vida a sus víctimas – el convicto notó como la expresión segura de ese joven cambiaba a una mueca de tristeza y dolor mientras mordía fuertemente sus rosados labios –

- Mew...- susurró su nombre mientras miraba al suelo, si tenía que pedirlo de rodillas lo haría, pero no podía dejar que le hicieran daño a su padre –

- Ven mañana por mí – dijo Mew mientras se ponía de pie.

- Gracias, de verdad muchas gracias – Gulf se había pegado lo más posible al vidrio y veía a los ojos a Mew, estaba seguro de que si ese cristal no los separara, abrazaría a ese hombre y le besaría los pies –

- No olvides traerme un cambio de ropa, no voy a salir de prisión con este atuendo – el semblante de Mew seguía siendo el mismo, pero el menor pensó que quizás se encontraba feliz de salir de aquel lugar.

Gulf sonrió como hacía muchos días no sonreía. Sabía que se estaba metiendo en algo muy peligroso, pero desde el primer instante en que había visto al famoso "ángel de la muerte" en lugar se sentir temor, se sintió seguro y con la total confianza de que juntos rescatarían a su padre.

Continuará....

Me imagino que saben quién es Mean, él será uno de los villanos de la historia, y no crean que me cae mal, al contrario. Pero su rostro y su expresión quedan como de villano y por eso lo puse a él. 

Recuerden que se aceptan cualquier tipo de comentarios, pero me reservaré de responder ofendas e insultos. 

¿Nos leemos en la próxima? (/◕ヮ◕)/

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